martes, 21 de enero de 2014

Los mensajeros del más allá. Hollywood y la prisión de la fe


Cienciología. Hollywood y la prisión de la fe
Lawrence Wright
Debate. Barcelona, 2013
  
Las religiones necesitan tiempo, a veces siglos, para volverse venerables. Todas comienzan siendo sectas peligrosas antes de convertirse, cuando se hacen mayoritarias, en pilares de la sociedad.
            La historia de la Cienciología nos resulta particularmente sorprendente porque surgió ayer mismo, a mediados del siglo XX. Su fundador fue un muy popular escritor de ciencia ficción y de libros de autoayuda, L. Ron Hubbard (1911-1986) y sus más conocidos representantes pertenecen al mundo del cine, John Travolta y Tom Cruise.
            Como la iglesia mormona, la Cienciología es típicamente americana. No podría haber surgido en otro lugar que en Estados Unidos. Los mormones representan la América del siglo XIX, la de los indios, los vaqueros y las caravanas en busca de nuevas tierras; la Cienciología está muy ligada a la industria del espectáculo, a las fantasías sobre los ovnis y a los nuevos medios de comunicación de masas.
            Como el cristianismo en sus orígenes, como cualquier nueva religión, la Cienciología ha sido denostada, ridiculizada, perseguida por una tenaz leyenda negra (y por la Agencia Tributaria norteamericana). Al igual que el Opus Dei, los Legionarios de Cristo o cualquier otro exitoso movimiento espiritual, ofrece dos caras: una saludable, sonriente, representada por hombres y mujeres que han encontrado la felicidad en la ayuda en su fe y en el amor al prójimo, y otra que tiene que ver con la explotación económica, y a veces también sexual, de sus miembros, con la cruel persecución de los que abandonan la organización y desvelan sus secretos.
            En Cienciología. Hollywood y la prisión de la fe, Laurence Wright trata de ser lo más objetivo posible a la hora de contarnos lo que hay de verdad en las leyendas que rodean a la nueva religión. El origen del libro se encuentra en un artículo redactado para el New Yorker sobre Paul Haggis (afamado guionista de películas como Million Dollar Baby), que la abandonó después de militar largos años en ella.
            De acuerdo con el estilo del New Yorker, el libro está escrito con un rigor desacostumbrado entre nosotros. No hay afirmación que no resulte documentada en la nota correspondiente, no hay dato que no haya sido contrastado por un equipo ajeno al autor. Cuando existen opiniones diversas sobre un hecho, en el texto se incluye la versión más verosímil a juicio del autor y a pie de página la opinión contraria, casi siempre a cargo de los abogados de la Cienciología. Así, unas palabras de Tom Cruise, transmitidas por un testigo presencial (“Si ese jodido de Arnold puede ser gobernador, yo podría ser presidente”) van marcadas con un asterisco que nos remite a la siguiente nota: “Cruise, a través de su abogado, niega esta conversación y dice que él no tiene ambiciones políticas”.
            El extremo rigor argumentativo resulta, además de una muestra de respeto al lector, un mecanismo de defensa. Las demandas legales constituyen el arma habitual de la Cienciología contra sus detractores. Pero no dudan en recurrir a otros medios menos legalistas. A Russell Miller, autor de la primera biografía no autorizada de L. Ron Hubbard, le estuvieron espiando mientras escribía su libro, le intervinieron el teléfono e “incluso intentaron cargarle un asesinato que no había cometido”; al autor del primer trabajo universitario sobre la Cienciología, Roy Wallis, también le espiaron y además “enviaron cartas falsificadas a sus colegas y jefes en las que se le implicaba en un relación homosexual”.
            Pero, como ocurre a menudo, las historias más terribles de la organización, sus actos más sádicos, no tienen que ver con sus detractores ni con gente ajena a ella, sino con sus más fieles partidarios. L. Ron Hubbards fue un tipo aventurero, un escritor popular, un personaje carismático que en los últimos tiempos parecía haberse convertido en un autócrata paranoico. Vivió durante décadas en un barco, navegando de un puerto a otro, y desde el mar dirigía la iglesia. Los fieles que le rodeaban, la Organización del Mar, firmaban contratos de trabajo por miles de años, a veces cuando todavía eran niños, y dependían por completo de los caprichos del jefe.
            Le sucedió David Miscavige, el actual líder de la iglesia, y por lo que se sabe de él se comporta como Stalin en la época de las grandes purgas: encierra durante años a los más fieles, a los más creyentes, a los que acusa de inventados delitos que estos no dudan en asumir. Y a veces emplea personalmente la violencia física, aunque por supuesto sus abogados desmientan, como propios de resentidos, los abundantes testimonios al respecto por parte de quienes han abandonado la organización.
            Leemos la historia de la Cienciología como quien lee una historia de terror, menos por las anécdotas concretas que nos cuenta (ninguno de los líderes de la iglesia llega, por ejemplo, a los extremos de sevicia y perversión alcanzados por Marcial Maciel, una de las figuras más destacadas del catolicismo durante el siglo XX), sino por lo que nos revela de la credulidad del ser humano, de su necesidad de ser sometido y humillado.
            Los cienciólogos creen en los extraterrestres y en una futura vida en otros planetas (también en vidas anteriores), pero sus creencias no son más absurdas ni más inverosímiles que las de los judíos, los musulmanes o los cristianos. Como esas prestigiosas religiones, han hecho mucho mal a unos y mucho bien a otros. La Cienciología tiene una parte práctica que la relaciona con el psicoanálisis y la psiquiatría (su gran bestia negra, su gran rival): pretende ayudar a las personas a superar sus problemas, a librarse de oscuros traumas, a conseguir la felicidad. Y lo hace mediante costosos cursos y terapias (que ellos llaman “auditorías”), cuyo porcentaje de acierto no es menor, ni su coste mayor, que el de otros tratamientos para los problemas de la mente y el comportamiento.
            No hay religión que no implique comulgar con ruedas de molino. No hay religión que no esconda un cuarto oscuro. El de la Cienciología –que este libro nos permite entrever– no es que sea más sádicamente caprichoso y ávidamente codicioso del de otras religiones, sino que no cuenta con la coartada del arte y de la historia. Eso nos permite verlo, nos permite vernos, tal como es, tal como somos los crédulos seres humanos, siempre dispuestos a dejarnos amedrantar y seducir por quienes se dicen dueños de no se sabe qué arcanos secretos, por quienes hacen buenos negocios en este mundo a cuenta del Más Allá.       



14 comentarios:

  1. En cierto modo la religión es la única ficción, la única fabulación que mucha gente se cree a pie juntillas. Personas con los pies en el suelo y sin pájaros en la cabeza, de ésos que presumen de no leer novelas ni ver películas porque son ocurrencias y disparates fantasiosos..., aceptan sin ningún problema que el creador del universo y sus galaxias fue un niño nacido en un establo hace 2000 años (por no hablar de historias del Viejo Testamento mucho más fantasiosas). Lo mismo es predicable de las demás religiones.

    Pero nadie les llama locos por creerse (y acomodar su vida a) historias de ficción más fantasiosas que cualquier novela. (A fin de cuentas, ¿no fue eso lo que le pasó a don Quijote?: que se creyó las novelas de caballerías).

    Todo un misterio esto de las religiones, para las que la mente humana (por alguna razón no bien conocida) de todas las culturas parece tener especial receptividad.

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  2. Completamente de acuerdo, Sandra.

    JLGM

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  3. Si he entendido bien, de acuerdo con lo que Sandra dice y JLGM acepta, procedería llamar "locos" a gentes como San Juan de la Cruz, San Agustín, Dante, Cervantes, Johann Sebastian Bach, Mozart, y una buena cantidad de millones más. (Como en efecto se le llama, y con buenas razones, a Don Quijote). Se me permitirá en tal caso que (desde mi agnosticismo, y con todo respeto) disienta.

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  4. "Loco" es un término poco preciso, amigo Cereijo. Se puede llamar a cualquiera. Y con la entonación adecuada puede ser un maravilloso piropo.

    JLGM

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  5. Si en efecto es un piropo, nada tengo que decir. No tenía yo la impresión de que ése fuera el propósito de Sandra; pero me alegro de mi posible error.

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    1. No dije yo que fuera un piropo, sino que es un término poco preciso, tan poco preciso que se le puede aplicar a San Juan de la Cruz o al novio de mi vecina,

      JLGM

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  6. No sólo las personas religiosas no están locas (en el sentido usual de la palabra: persona que presenta un trastorno mental que le incapacita para la vida autónoma), sino que a menudo la religión opera como antídoto de desequilibrios mentales. De modo que a muchas personas, si se les quitase la religión, su mundo se derrumbaría.

    Los humanos, a diferencia de los animales, nos preguntamos por el sentido de la vida, y no es fácil de encontrar. Por eso las personas religiosas hallan en la religión un sentido, que es un asidero o sostén para la vida. El sufrimiento tiene sentido porque es expiación de los pecados (conozco a alguien que decía "No me importa sufrir, porque se me descuenta del Purgatorio"), la muerte tiene sentido porque es nacer a la Vida Eterna, la pérdida de un ser querido se encaja porque pasa a mejor vida. Etcétera.

    Probablemente esto explique el éxito de la religión.

    No soy creyente porque la fe me dejó (ella me dejó a mí; no yo a ella), pero en cierto modo envidio a los creyentes. Quienes no tenemos fe hemos de buscar nuestro propio sentido y razón para vivir, quizá por la vía del conocimiento, la creatividad, el amor, la amistad y el disfrute de las pequeñas satisfacciones cotidianas.

    Creo que fue Goethe quien dijo algo parecido a "Quien no tiene ciencia o arte, tenga religión. Quien tiene ciencia o arte, ya tiene religión".

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    1. Pues yo no envidio nada a los que tienen fe; les respeto si son buena gente, eso es todo. (Y tengo buen cuidado de no chocar con ellos si son fanáticos malintencionados, cosa que ocurre con bastante frecuencia.)

      JLGM

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  7. Pues precisamente hoy el amigo Carlos Ciro publica (en http://pessoasdepessoa.blogspot.com.es) este impresionante poema de Fernando Pessoa, que viene muy bien para el asunto debatido:

    Danos Tu paz,
    Dios cristiano falso pero consolador, porque todos
    nacen hacia la emoción rezada a ti;
    Dios anti-científico, pero enseñado por nuestra madre;
    Dios absurdo de la absurda verdad, pero poseedor de la verdad de las lágrimas
    en las horas de debilidad en que sentimos que pasamos
    como el humo y la nube, aunque la emoción no lo quiera,
    como la huella en la tierra, aunque el alma es sensible...

    Danos Tu paz, aunque nunca existieses,
    Tu paz en el mundo que crees Tuyo,
    Tu imposible paz tan posible en la Tierra,
    en la gran madre pagana, cristiana en nosotros a esta hora
    y que ha de ser humana en todo cuanto es humano en nosotros.

    Danos la paz como una brisa que brota
    o la lluvia por la que se hacen plegarias en los campos,
    y llueve por leyes naturales, tranquilizadoramente.

    Danos la paz, para que por ella siga y regrese
    nuestro espíritu cansado al cuarto del rebujo y la costura
    donde en una esquina está la inútil cuna, pero no la madre que arrulla,
    donde en la cómoda vieja está la ropa de infancia, desnuda
    del poder burlar la vida con el sueño...

    Danos tu paz.
    El mundo es incierto y confuso,
    el pensamiento no llega a parte alguna de la Tierra,
    el brazo no alcanza más de lo que la mano puede contener,
    la mirada no atraviesa los muros de la sombra,
    el corazón no sabe desear lo que desea,
    la vida yerra constantemente el camino hacia la Vida.
    Danos, Señor, la paz, seas Cristo o Buda,
    Danos la paz y admite
    en los valles olvidados por los pastores ignotos,
    en las cumbres de hielo de los eremitas perdidos,
    en las callejuelas oblicuas de los barrios apartados de las ciudades,
    la paz que es de quienes no conocen y olvidan sin querer.

    Materna paz que adormezca la tierra,
    durmiente en el hogar sin filosofías,
    recuerdo de los cuentos de hadas sin la vida allá fuera,
    la canción de cuna revivida a través del niño sin futuro,
    el calor, la nana, el niño,
    el niño que se va a acostar
    y el sentido inútil de la vida,
    el antiguo sepulturero de las cosas,
    el dolor sin fondo de la tierra, de los hombres, de los destinos,
    del mundo...

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  8. Que hay creyentes peligrosamente fanáticos, capaces de sentirse justificados para las mayores atrocidades, no pienso que nadie lo ponga en duda. Basta, sin embargo, recordar a Hitler o a Stalin (o a Pol Pot, o tantos otros) para ver que el horror no es cuestión religiosa, sino mera y tristemente humana. Se puede perfectamente ser un monstruo sin ser creyente.

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  9. La verdadera espiritualidad es paz interior, sin la cual la paz social es totalmente imposible. Las religiones están contaminadas de intereses ajenos a la espiritualidad, que es necesariamente algo místico. Ya no vivimos en una sociedad católica, pero muchos aún creen en el orden de la autoridad y la tradición que esta religión proporciona. Yo no hablo de coacciones, fuerzas sociales políticas conservadoras, de cosmovisiones parroquianas o parroquiales, de terrores inducidos e hipocresías, me referiría hoy más que nunca a una transformación interior de conversión al evangelio, o al autoconocimiento espiritual, sabiendo que se necesita alegría, empatía, solidaridad, superación de neurosis y de tantas crisis endiabladas, belleza en el trato, amistad y amor sinceros, y por qué no decirlo, esperanza, frente al nihilismo, las idolatrías antihumanistas de todo tipo, el fanatismo de la indiferencia total frente al sufrimiento humano, las falsas y mortales caretas que utilizamos en vidas regaladas que muchas también están vacías, angustiadas o autoengañadas. Lo mismo que quien es esclavo de una falsa religión o secta, auténtico desvarío con derivaciones destructoras de la personalidad.
    Un saludo fraterno.

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  10. Pero ostras ¿ Es que no habéis visto The Master ? del gran Paul T. Anderson con la estrella J. Phoenix . Hasta el súper maromo Tom dio el visto bueno .
    Llevamos dentro el mal y se manipula por cumplir el sueño americano y por vanidad .

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  11. Excelente y desasosegante película.

    JLGM

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  12. Hola me gustaria dar mi opinion prefiero tener una esperanza de lo que soy nunca dejara de ser a pensar lo que soy se acaba con la muerte

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