Una historia natural de la curiosidad
Alberto Manguel
Alianza Editorial.
Madrid, 2015.
Nacido en Buenos Aires, pero criado en Tel Aviv, Alberto
Manguel aprendió el inglés y el alemán antes que el español. De nacionalidad
canadiense, vive en Francia en una antigua rectoría cercana al Loira que ha
llenado de libros y que describe en el primer capítulo de La biblioteca de noche. Su
adolescencia es argentina: estudió el bachillerato en el afamado Colegio
Nacional de Buenos Aires, donde tuvo como profesor a Isaías Lerner, y fue amigo
y colaborador de Borges. Conoce a la perfección las principales literaturas, pero
el aburrimiento le llevó a abandonar los estudios universitarios en el primer
curso. Desde su inicial Guía de lugares
imaginarios, de 1980,
ha conseguido la hazaña de colocar misceláneas y divagaciones
eruditas sobre la lectura y las bibliotecas, sobre Homero y Montaigne, sobre
grandes obras o enormes minucias, entre los libros más vendidos.
Le ayuda
que escriba en inglés, le ayuda su relación –como traductor, como antólogo,
como director de colecciones– con el negocio editorial. Alberto Manguel sabe
que lo primero para vender un libro es encontrar un título adecuado. Su última
obra podía haberse titulado Comentarios
sobre el poema de Dante, pero se titula Una
historia natural de la curiosidad; el grueso volumen tiene más, sin
embargo, de lo primero que de lo segundo y eso hará que la curiosidad de
algunos lectores se agoten pronto y lo dejen de lado, aburridos: la minuciosa
glosa de los versos de Dante que llena la mayor parte de sus páginas no
responde a nuestras expectativas.
Pero Una historia natural de la curiosidad no
es solo un libro sobre la Divina comedia,
aunque le dedique la mayor parte de las páginas. Cada capítulo va precedido de
una introducción en cursiva, no muy extensa (dos o tres páginas, pocas veces
más) que puede ser leída independientemente y que en su conjunto constituyen
una obra aparte de carácter autobiográfico. Algunas de las anécdotas que se nos
cuentan son bien conocidas (Manguel se ha referido a ellas en varias ocasiones,
especialmente en el libro Conversaciones
con un amigo), pero otras se nos refieren por primera vez, como la pérdida
temporal de la capacidad de hablar y escribir en las navidades de 2013. Llenas
de serena emoción resultan las páginas que dedica a la vejez al comienzo del
capítulo 15. Acalladas las pasiones, velados los sentidos, el placer le llega
fundamentalmente “a través del acto de pensar”; los sueños y las ideas le
parecen “más ricos y más claros que nunca”. Pero el cuerpo no deja que la mente
se independice e impone continuamente su presencia, “mordiendo, rascando,
apretando, aullando o cayendo en un estado de embotamiento o agotamiento
injustificado”.
Los breves
pasajes autobiográficos constituyen lo mejor de Una historia natural de la curiosidad y podrían ser el germen de
una obra aparte. Conviene anotar, sin embargo, que a Manguel, que tanto tiene
en común con Borges (de él aprendió quizá el arte de las antologías temáticas),
le falta una cualidad esencial del maestro argentino: no es un estilista,
carece (al menos cuando escribe en español o cuando se le traduce al español)
de eso que suele denominarse “calidad de página”.
En los
libros de Manguel, importa menos lo que tienen de estructurada monografía (a
veces solo un recurso editorial) que las digresiones y las citas. Una historia universal de la curiosidad trata
de responder a las preguntas fundamentales del ser humano (“¿Qué es el lenguaje?”, “¿Quién soy?”,
“¿Qué hacemos aquí?” se titulan algunos de los capítulos) basándose, no siempre
de justificada manera, en los versos de Dante. El lector respira aliviado
cuando se olvida de ellos y nos cuenta, por ejemplo, la historia de Raimondo di
Sangro, príncipe de Sansevero, quien hizo “tantas cosas extraordinarias a lo
largo de sus sesenta años de vida que es casi imposible mencionarlas todas”, o
la del belga Paul Otlet, que quiso poner al alcance de cualquiera, mediante
complejas técnicas bibliográficas, la totalidad
del saber humano, anticipando Internet. O cuando resume un cuento de los
hermanos Grimm sobre la promesa de la Muerte de enviar antes a sus mensajeros.
Como
Umberto Eco, y siguiendo ambos la lección de Borges, Manguel le ha quitado el
polvo a la erudición para ponerla al alcance de todos los lectores. Pero como
el Umberto Eco de Historia de la belleza o
Historia de las tierras y los lugares
legendarios corre el riesgo de acabar publicando libros ilustrados que
apetece más hojear y regalar que leer.
Gracias por el artículo, has hecho que me decida si comprarlo o no.
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