Gloria
Julio Martínez
Mesanza
Rialp. Madrid, 2016.
Hay poetas que parecen escribir para todos y otros solo para
unos pocos elegidos. En este último caso podría incluirse Julio Martínez
Mesanza desde la aparición de su obra inicial, Europa (la primera edición es de 1983; la definitiva, muy
aumentada, de 1990).
Su poesía
fue calificada por los críticos de épica porque hablaba de espadas y de héroes
y de enfrentamientos entre la cristiandad y el Islam, pero es fundamentalmente
lírica: no cuenta historias de otro tiempo, las evoca desde la nostalgia y la
derrota.
Cabría una
lectura política de la obra de Martínez Mesanza –como de la de Cirlot–, pero
sería una lectura equivocada, aunque no sabemos si esa es la opinión del autor.
Martínez Mesanza parece predicar una nueva cruzada y por eso llena sus versos
de referencias medievales y de idealizadas batallas antiguas que enfrentaban civilización
y barbarie, la luz del cristianismo contra las tinieblas del Islam. Pero en
realidad está hablando de otra cosa y por eso nos habla a todos, aunque parezca
escribir solo para los ideológicamente afines.
Su mundo
siempre ha estado muy próximo al de otro poeta nostálgico del viejo orden, Luis
Alberto de Cuenca. Pero Martínez Mesanza carece de su versatilidad, de su gusto
por la cultura popular, de su sentido del humor. Uno de los poemas de “Les
ombrelles” alude a esa relación: “Si yo supiera, como Luis Alberto, / hacer poemas
con los nombres propios…”
Otra diferencia:
Luis Alberto de Cuenca es autor prolífico, su poesía abarca todos los tonos;
Julio Martínez Mesanza, poeta monocorde, ha necesitado once años para completar
su último libro, Gloria, de poco más
de treinta poemas, la mayoría muy breves y algunos acaso prescindibles.
Son años en
los que la ocupación laboral del autor, directivo en el Instituto Cervantes, le
ha llevado a residir en Túnez, Tel Aviv, en Estocolmo. Otro poeta habría
aprovechado para dejarnos abundantes muestras de lírica viajera. Pero los
paisajes de Martínez Mesanza son sobre todo interiores y nunca condescienden
con el pintoresquismo y la postal. Veamos un ejemplo, que lleva el nombre de un
puerto del norte de Túnez, “Ghar El Melh”: “Los barcos empujados a la playa. /
Los cargueros enormes encallados. / Las olas paralelas a la costa. / Las olas
más extrañas de tu vida. / El viento enajenado del sureste / que podría
arrastrar consigo el alma. / Y la luz para ver tanto desorden, / la luz sin
culpa del primer segundo”.
Una
nostalgia del mundo sin culpa, anterior al hombre y al pecado original, recorre
toda la poesía de Martínez Mesanza, un poeta cuyo imaginario religioso puede y
debe, como en San Juan de la Cruz, interpretarse en clave simbólica, al margen
de las intenciones (que en poesía cuentan poco) del autor.
Otro poema,
“Mar Saba”, lleva también el título de un determinado lugar (un monasterio
ortodoxo en Cisjordania), pero pocas referencias a él hay en el poema: “Dame
palabras fáciles y claras / para explicar la sencillez del alma / antes de ser
rozada por las cosas, / cuando el alma no amaba equivocarse. / Pues al desierto
voy, dame lo extraño, / que es ver por vez primera lo sencillo. / la tiniebla y
la luz se separaron; / la noche vino y vino la mañana”.
El mundo
que añora Martínez Mesanza es el del origen del mundo, anterior al pecado
original, aunque su imaginario nos lleve con frecuencia al de las guerras entre
el cristianismo y el Islam que forjaron la vieja Europa que ahora parece
desmoronarse. Uno de los poemas más hermosos del libro (pero de más discutible
ideología) se titula “Jan Sobieski”, rey de los polacos (“por su mérito rey, no
por su sangre”): “Aunque a la muchedumbre no le importe / que Europa valga poco
y crea en nada, / o se hiele eclipsada por la luna, / yo quiero recordar a
quien importa”.
Como en
todos sus libros, también en Gloria aparece
“el dulce nombre de María”, pero sus letanías marianas tienen más que ver con
los mitos ancestrales: “niña de las montañas deslumbrantes; / niña de las
montañas transparentes; / niña de los azules imposibles; / niña de los azules
que más valen; / niña de los comienzos diminutos; / niña de la humildad
recompensada; / lluvia fuerte que arrastra la miseria; / lluvia limpia que lava
nuestras almas”.
Varios
poemas de este libro, escritos todos ellos en endecasílabos rara vez
asonantados, como es habitual en el autor, remiten a las baladas medievales;
son quizá los más sugerentes y memorables. Otro reescribe un fragmento de Safo.
Gloria es un libro que habla de
batallas, pero no de victorias (a no ser remotas y olvidadas), sino de
derrotas, de “símbolos cansados”, como leemos en el título de uno de los
poemas.
Hay poetas
que ensayan distintos tonos y añaden un libro tras otro a su bibliografía;
otros escriben un solo libro al que van añadiendo unos pocos poemas cada muchos
años. Julio Martínez Mesanza es de estos últimos. No faltan en Gloria –quizá para alcanzar las páginas
precisas– los borrosos borradores. A veces, como en el poema “Gino”, se nos
escamotea la anécdota que está en su origen: “Quien una vida salva, salva el
mundo. / Y muchas van a ser las rescatadas. / Gino lo mantendrá siempre en
secreto, / porque el bien se hace, pero no se dice”. Gracias a la nota final, que nos dice que se
trata de Gino Bartali, y a la Wikipedia, podemos entender el poema, pero la
historia del ciclista italiano contada por la enciclopedia colectiva resulta
más emocionante que esos vagos versos.
Pero son
suficientes media docena de poemas para justificar, no ya a un libro, sino a un
autor. Julio Martínez Mesanza, poeta de la noche oscura del alma, del
crepúsculo de un mundo y de los largos desiertos interiores, los ha escrito. Eso
basta.
Yo a Cuenca lo veo como un hombre de una cultura de otra época pero no creo defienda ningún viejo orden, ahora el escritor que no escribe contra el status quo no deja de ser el cable de la marioneta, Cirlot era mucho más que un poeta, tenia lo mejor de un catalán y lo mejor del español, una fusión que hoy no se da
ResponderEliminarDos problemas tengo: que no sé en qué consiste ahora mismo el status quo y que no entiendo la oposición de catalán y español, pues de momento todos los catalanes son españoles.
ResponderEliminarHe leído todo Luis Alberto de Cuenca y nada Martinez Mesanza y por lo citado aquí no veo mucha similitud ni tampoco la necesidad de leerlo (que me disculpe el autor). Afortunadamente no tengo que leerlo todo como JLGM
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