sábado, 18 de febrero de 2017

Palermo de papel


Asesinato en el Jardín Botánico
Santo Piazzese
Siruela. Madrid, 2017.

La ciudad de Palermo entró en la literatura de la mano de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En las páginas de El Gatopardo, vive para siempre la capital borbónica a punto de dejar de serlo para pasar a formar parte del nuevo reino de Italia. El Palermo contemporáneo comenzó a hacerse literatura en una novela, I delitti di Via Medina-Sidonia, publicada hace veinte años y que ahora se traduce al español con el título más sugerente, y quizá también más exacto, de Asesinato en el Jardín Botánico.
            La escribió un profesor universitario, Santo Piazzese, y su referente más próximo parece claro: Piazzese quería hacer con Palermo lo que Vázquez Montalbán hizo con Barcelona (también Andrea Camilleri utilizó el mismo modelo y por eso el protagonista de sus novelas se llama Salvatore Montalbano).
            Aunque el misterio policíaco que se nos cuenta en Asesinato en el Jardín Botánico pronto deja de interesarnos, no podemos interrumpir la lectura hasta el final, fascinados por la voz del narrador-protagonista, Lorenzo La Marca. Tiene la misma edad que el autor, como él es profesor universitario, como él vivió las ilusiones de mayo del 68 y ahora, cerca de la cincuentena, es un escéptico que mira con sorna en qué se han convertido los revolucionarios de entonces.
            Lorenzo La Marca gusta de la ironía, de los juegos de palabras, de las alusiones a películas que admira; menciona siempre la melodía que le viene a la cabeza o la música que escucha en cada momento (sabe encontrar la pieza adecuada para cualquier situación o estado de ánimo); no parece tomarse en serio nada, y menos que nada a sí mismo. Nos imaginamos las dificultades de la traductora, Pepa Linares, para hallar el equivalente español de lo que es casi un idiolecto particular. Sorprende, sin embargo, que aclare un pasaje de la novela, publicada en 1996, indicando en nota que “alude a la campaña de carteles aparecidos espontáneamente en Palermo para promover el voto en el referéndum de 2011”.
            La historia comienza un día de junio en que sopla el siroco y el protagonista, en lugar de irse al campo como hace todo el que puede, “con el propósito de enderezarle las piernas a un trabajo que no iba a ninguna parte”, se ha encerrado en su despacho “del Jardín Botánico Municipal, cruz y delicia de este Departamento de Bioquímica Aplicada de la universidad de esta nuestra felicísima ciudad de Palermo que todo lo tritura, lo absorbe, lo metaboliza”.
            Santo Piazzese, muy deliberadamente, deja a un lado una realidad siciliana que los lectores esperan que haga acto de presencia, más pronto que tarde, en cualquier historia policíaca ambientada en la isla.
            El comisario Vittorio Spotorno, amigo de Lorenzo La Marca, echa de menos “los crímenes sanos, buenos, misteriosos”, “los crímenes que hacen habitables todos los países de este mundo para un policía de verdad”, los que tienen un buen móvil para escarbar en él “y llegar a los mecanismos elementales de la psique” como Maigret o Marlowe. La mafia “no permite que un detective brillante se salga de la rutina y aventure su vuelo en solitario”.
            Santo Piazzese ha dejado a un lado los crímenes de la mafia y ha escrito una novela de campus, con la acción reducida a las intrigas y ambiciones de un departamento universitario. Para que nadie se dé por aludido en el departamento en que él trabaja, se inventa irónicamente un Jardín Botánico Municipal distinto del dieciochesco Orto Botánico palermitano en que en realidad comienza la historia (una foto suya figura en la cubierta del libro). Lorenzo La Marca, desde la ventana de su despacho, descubre a un ahorcado en la rama de uno de los gigantescos ficus. Se trata de Raffaele Montalbani, antiguo profesor e hijo del anterior jefe de departamento. Pero pronto nos olvidamos del dilema de si se suicidó o fue asesinado y nos aburre un poco la explicación final, como ocurre en las tradicionales novelas policíacas del tipo enigma o acertijo (esas que tanto le gustaban a Auden, según nos cuenta en La mano del teñidor).
            Lo que nos interesa es el ir y venir del escéptico protagonista por las calles de Palermo y los paradisíacos alrededores; su parloteo incansable; su vida de solterón rodeado de libros y discos; sus amores posibles e imposibles. Y también lo que cualquier novela realista tiene, al poco tiempo, de viaje en el tiempo: han pasado veinte años y toda la modernidad tecnológica de entonces suena a arqueología; el mundo es otro, sin dejar de ser el mismo.

            

9 comentarios:

  1. Pocas novelas de intriga he leído en mi vida, que me hayan parecido cojonudas. Las de Carballo me parecen un coñazo -y las de Montalbano, dos, uno detrás de otro-. Si acaso... citar aquí "Complicidad", de Francis Iles. Su versión cinematográfica es "Sospecha". Pero... vaya... que para intrigas ya está "todo" lo de Palamedio y el señor de Swann. Bastante más sugerentes que las citadas ¡Dónde va a parar!. ;-)

    De lo de Juaristi, que me decías en el otro blog. Pues eso... que alguien le tiene que decir a la "banda" que no se meta el dedo en la nariz. Que hace feo. ;-)

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  2. suena muy interesante, a tener en cuenta

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  3. "...se inventa irónicamente un Jardín Botánico Municipal distinto del dieciochesco Orto Botánico palermitano en que en realidad comienza la historia (una foto suya figura en la cubierta del libro)."

    ¿Suya o de él? "Suyo" es un posesivo: ¿puede un jardín botánico poseer una foto?

    Sáqueme de dudas.

    Y de paso, ese "deje" es "jefe", imagino: "hijo del anterior deje de departamento".

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  4. Duda 1: "suya" (lo de posesivo es solo una manera de hablar: "mi calle" es la calle en la que vivo, no una calle que acabo de comprar-
    2/ Errata. Gracias.

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    Respuestas
    1. Mi calle la poseo metafóricamente, simbólicamente. Un hombre muy rico puede comprarse una calle, pero un lugar, ¿puede ser propietario de algo?

      No lo sé. A mí, en cualquier caso, la frase me sonó rara.

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    2. Siempre encontramos razones para nuestras sinrazones.
      Repito: el posesivo no tiene relación con el registro de la propiedad, es una categoría gramatical.
      Y añado: no todo lo que nos suena raro es incorrecto.

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  5. He consultado con un lingüista: tiene usted razón.

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  6. Gracias, en España no está uno acostumbrado a que le den la razón (claro que a mí también me cuesta dársela a otro). Yo creo que en cuestiones lingüisticas, y en lo que se refiere a la lengua materna, uno debe dejarse llevar por su instinto y no por las normas gramaticales que le enseñaron en el colegio.

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  7. Supongo a Piazzase decepcionado. Él ha venido (o lo ha traído JLGM) a hablar de su libro y no de gramática española. Por cierto, JLGM, le veo a usted muy siciliano y lo celebro porque soy un enamorado de la isla y de su literatura.

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