sábado, 27 de mayo de 2017

Desmontando a Ferlosio


QWERTYUIOP
Sobre enseñanza, deportes, televisión, publicidad, trabajo y ocio
Edición de Ignacio Echevarría
Debate, Barcelona, 2017.


Con un nutrido volumen de título impronunciable, QWERTYUIOP (las primeras letras del teclado de las antiguos máquinas de escribir y de los ordenadores) concluye la publicación de los ensayos reunidos de Rafael Sánchez Ferlosio, ejemplarmente editados por Ignacio Echevarría.
            En esos cuatro tomos se encuentra su obra mayor a juicio de muchos y especialmente de propio autor, desdeñoso de las dos novelas, Alfanhuí y El Jarama, que le hicieron un sitio en la historia de la literatura española.
            Pero el lector desprejuiciado tiene sus dudas ante esa afirmación. De que es un gran escritor no cabe ninguna duda, y ahí están los dos títulos citados, a los que se podrían añadir los textos breves –aforismos, greguerías, incluso poemas– de Campo de amapolas, para confirmarlo; bastante más discutible resulta que sea un pensador digno de tenerse en cuenta, y eso a pesar de las pretenciosas apariencias.
            Este cuarto volumen de ensayos lleva un subtítulo que cumple a la perfección su función aclaratoria: “Sobre enseñanza, deportes, televisión, publicidad, trabajo y ocio”. En el epílogo autobiográfico, “La forja de un plumífero”, señala Ferlosio como característica principal de su tercera etapa “el culto y el cultivo y el cultivo de la hipotaxis, para la que el español está excepcionalmente dotado”.
            Ese “culto y cultivo”, esa obsesión por la subordinación sintáctica, le ha llevado a escribir oraciones cada vez más extensas, a veces hasta de una página, llenas de incisos y meandros, que requieren toda la atención del lector para no perder el hilo.
            ¿Merece la pena esa atención? Es posible que sí –y el Sánchez Ferlosio gramático, moralista, detractor del liberalismo y del libre mercado  cuenta con notables defensores–, pero yo tengo mis dudas.
            Las veces en que habla claro, las pocas veces en que no se envuelve en referencias eruditas ni en complejas subordinaciones, acostumbra a incurrir con excesiva frecuencia en generalizaciones abusivas y en profecías apocalípticas de dudoso fundamento, cuando no en obvias bobadas.
            Comencemos por un ejemplo de esto último, tomado del más reciente de los ensayos del autor, “Notas sobre feminismo, fotografía y publicidad”, de 2014. ¿Cuál es el mayor enemigo del feminismo?, se pregunta. Y sin ninguna duda se responde: el fotógrafo. “Fue una desgracia que el auge del feminismo coincidiera con el de la fotografía”, se lamenta. ¿La razón? “La sumisión que consigue el fotógrafo no la ha logrado jamás el confesor, no digamos ya ningún otro varón, ni siquiera en funciones de amante”. Copio, sin comentarios (no hacen falta), la larga frase (marca de la casa) en que se explican tales peregrinas afirmaciones: “Asombran la inauditas poses que el fotógrafo consigue que ponga la mujer retratada, sin ser ella capaz de percibir ni recelar el tremendo ridículo que tendrían algunas de esas poses en cualquier otra circunstancia que no fuese la de exhibición pública en revistas: revistas de moda, suplementos dominicales de los diarios, revistas del corazón, revistas femeninas, revistas pornográficas, revistas de consejos y terapias, revistas de lanzamiento personal y, en general, la variada inserción publicitaria en todo tipo de prensa”.
            Después de ese despilfarro de palabras para envolver un sinsentido, sorprende lo que Sánchez Ferlosio, habitual colaborador en la prensa con sus desmedidos artículos, dice de los periódicos: no serían más que “cajas vacías” que hay que llenar todos los días, un periódico que cumpliera verdaderamente su función –dar cuenta de las noticias– “tendría que tener un día once páginas y cinco octavos de página, otro treinta y una páginas y un tercio, y, en fin, un día excepcionalmente feliz, aparecer en los quioscos y ser puesto a la venta bajo el mismo título y con el mismo precio, con todas sus páginas en blanco y solo este mensaje en la portada: Pas de nouvelles, bonnes nouvelles!
            Solo dos comentarios a esa ingeniosidad: los diarios no publican solo “noticias”, sino también colaboraciones de todo tipo desde reportajes hasta artículos políticos o literarios (en el XIX, incluso novelas por entregas); segundo, ¿en qué hoja parroquial estaría pensando Sánchez Ferlosio cuando se imagina un día sin noticias? No parece haberse enterado de las ediciones regionales de los diarios nacionales (hechas para que poder publicar noticias que no cabían en la edición general) ni de las versiones digitales. con más y más noticias.
            Da un poco de vergüenza entretenerse en estas minucias, es como discutir con un niño (mucho de infantil tienen las ocurrencias de Ferlosio cuando se las despoja del manto reverencial de su prosa). La televisión, como no podía ser de otra manera en un pensador apocalíptico del siglo pasado, es “la bicha” con la que nadie puede, la encarnación del maligno. Lo novedoso, lo que nos hace abrir los ojos asombrados, es el origen para Ferlosio de todos los males televisivos. El aplauso que se escucha en ciertos programas es lo que le produce “mayor desolación, mayor desesperación, una turbadora sombra de terror”. Para él, bastaría que se prohibiera la presencia de público en los programas televisivos para que “la bicha”, o sea la televisión, mejorara y desapareciera su “encanallamiento”.
            Contra el automóvil van también las diatribas de Ferlosio. Sería el nuevo déspota que controla el mundo. “No se le pueden prohibir calles, ni reducir velocidades”, se lamenta. Y añade: “de todos los sentidos o funciones posibles de la calle tan solo es ya concebible el del tráfico rodado; la misma idea de calle ha perdido cualquier otra connotación que no sea la de espacio o pista para el automóvil”. La noticia de la peatonalización del centro de las ciudades no parece haberle llegado a este gran lector de periódicos.
            No digo yo que acerca del remordimiento, la culpa, la historia, el carácter y el destino, sobre todas esas cuestiones a las que ha dedicado largos ensayos, no encontremos fértiles y sutiles reflexiones en los cuatro tomos de sus ensayos. Pero conviene leerlas sin la acrítica beatería habitual: quien, cuando habla claro, disparata con tanta facilidad no es probable que abandone esa costumbre cuando incurre en más o menos trabajosas logomaquias hipotácticas.

3 comentarios:

  1. JLGM: Has puesto a parir a una vaca sagrada y has callado a todos esos Anónimos que tanto te gustan. Ya no saben si darte la razón a ti o a RSF

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  2. EL LIBERAL

    Lo público me causa sarpullido,
    no lo puedo evitar, es un estigma:
    que un bloque de hormigón falto de enigma
    se confunda con un sofá mullido.

    El afán por siempre garantizado
    es un oxímoron insoportable,
    forzar a la naturaleza madre.
    Lo sabe el labrador, lo sabe el hado.

    Si el tiempo no precisa de relojes,
    los pájaros confían en el Sol
    y el artista no entiende de programas,

    ¿cuáles son los argumentos feroces
    de que el vago y el trabajador
    produzcen las mismas floridas ramas?

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    1. George H. W. Bush2 de junio de 2017, 20:44

      “Sabemos lo que funciona: la libertad funciona.”

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