Trozos / Cachos
Berta Piñán
Prólogo de Noni
Benegas
Saltadera. Oviedo,
2018.
La poesía, si lo es de verdad, se escribe en una lengua,
pero puede traducirse a cualquier lengua. En contra del tópico, lo que el poema
pierde al traducirse suele ser lo menos importante: los juegos de palabras, el
sonsonete de la rima, las alusiones en exceso localistas. Claro que traducir
poesía, traducirla de verdad, no hacer un traslado más o menos literal, es tan
difícil como escribirla.
Cuando es
el propio poeta el que se traduce –el caso del catalán Joan Margarit, el caso
de la asturiana Berta Piñán–, las dificultades son menores y casi podemos
hablar de una doble versión original.
Trozos puede leerse como un libro nuevo,
a pesar de que selecciona poemas publicados a lo largo de los últimos treinta
años, a los que añade un puñado de impactantes inéditos. El volumen se dirige
tanto a los que ya conocen su poesía, como a los que se adentran en ella por
primera vez.
Como todo
poeta verdadero, Berta Piñán va creciendo en espiral a partir de unas pocas
intuiciones básicas. Su poesía tiene un pie en la vida, en su vida privada y en
las calamidades del mundo contemporáneo, y otro en la literatura.
Uno de sus
poemas se titula “A la manera de Szymborska” y otro “Variaciones sobre un poema
de Eugénio de Andrade”, pero son más mucho más los homenajes y las variaciones:
“Ofrenda” recrea el “Pequeño testamento”, de Miguel d’Ors; “La impostora
(Variaciones sobre un mismo tema)”, uno de los más conocidos poemas de Xuan
Bello, “Variaciones del mio nome”; “Papel en blanco” parafrasea a Ángel
González (“¿Sabes que un papel puede cortar como una navaja? / Simple papel en
blanco / una carta no escrita / me hace hoy sangrar”); Víctor Botas y Miguel d’Ors
están detrás de “Lectura en la playa o mares de tinta” (la literatura que nos
permite ver de otra manera la realidad o que nos la oculta). Y termino este
recorrido, que daría mucho juego en un taller de escritura, con el poema “Los
límites de un corazón”, que tras una minuciosa enumeración borgiana (“He
recorrido los caminos del agua, / de Estambul a Venecia, / la nieve en St.
Michel…”) concluye con unos versos de Ana de Noailles: “pero ni un solo paso he
dado / fuera de los angostos límites / de tu corazón”.
Berta Piñán
conocer bien la poesía contemporánea, no oculta a sus maestros, como tampoco
los ocultaban Garcilaso o Virgilio, pero eso no le resta personalidad, aunque
esta se manifieste más claramente en las otras líneas que caracterizan a su poesía.
Hay por un
lado, una línea costumbrista y de recuerdos de infancia que nos remite al mundo
rural de su infancia, ya desaparecido para siempre. Poemas como “Eros y
Thánatos”, “Herencia”, “Sidra” o “Mitos de familia”. Algunos de estos poemas,
como el espléndido “Naranjas”, entremezclan los propios recuerdos con las
historias familiares de la guerra o de la emigración. Cuando se escriben en
prosa, están, como en Carver, a medio camino entre el relato y el poema.
Espléndidos
resultan los poemas de amor y dolor, los que hablan de presencias y ausencias,
que van progresivamente eliminando la anécdota hasta quedarse solo en
inteligencia y emoción. Bien conocido resulta el titulado “La casa” (lo citó en
uno de sus discursos, cuando era príncipe, el hoy rey de España), pero hay
muchos otros igualmente memorables.
La poesía
de Berta Piñán canta y cuenta, celebra y denuncia. Especialmente sensible a los
problemas de la inmigración, en el poema “Playa de Tarifa, Cádiz” todo el drama
de las pateras es evocado por uns simples zapatos encontrados en la playa. Con
no menor emoción leemos “Senegalesa”, “Lección de gramática” o “Un reloj”.
Poeta de
línea clara, experiencial, no rehúye Berta Piñán la anécdota ni los homenajes a
otros escritores ni cierto ternurismo, pero con los años parecer ir haciéndose
más desnuda, más esencial, más heridora. Un buen ejemplo de ello puede ser “El
hueso”, uno de los poemas inéditos.
Berta Piñán
–local y universal, intimista y comprometida, culturalista y cotidiana– escribe
en asturiano, una lengua minoritaria, pero su poesía, como toda verdadera
poesía, no se dirige solo a los lectores de asturiano, sino a todos los
lectores de poesía. Para muchos de ellos, esta antología constituirá una
memorable sorpresa.
Pues ya estoy tardando en leer a esta poeta. Sin duda me encantará. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn abrazo
Interesante...
ResponderEliminarCuando esté en el cementerio
ResponderEliminarquiero que mi calavera
sea la de más mérito.
La de mejor sonrisa
y mirada más fija.
Que me sepulten sin ropa:
quiero alcanzar con mis huesos
perfección escultórica.
© María Taibo
Al principio del último verso falta un “la”.
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