jueves, 14 de junio de 2018

José-Carlos Mainer, literatura y más



Periferias de la literatura. De Julio Verne a Luis Buñuel
José-Carlos Mainer
Fórcola. Madrid, 2018.

Conviene decirlo en voz baja, para que no se enfaden mis colegas, pero la mayoría de los trabajos universitarios dedicados a la literatura española contemporánea son de muy escaso interés para el público en general y casi me atrevería a afirmar que para cualquier público. Se trata de escritos de consumo interno que sirven solo para la promoción funcionarial de sus autores. Suelen oscilar entre la erudición menor y las vaguedades teóricas que lo mismo valen para un roto que para un descosido (“posmodernidad”, “pensamiento débil”, “modernidad líquida” y otros conceptos igualmente gaseosos).
            Pero hay excepciones, afortunadamente, y una de las más notables es la de José-Carlos Mainer. En 1974 publicó La Edad de Plata (1902-1936), Ensayo de interpretación de un proceso cultural y toda su obra posterior puede considerarse como un desarrolla de ese título pionero y fascinante. Por primera vez se nos contaban tres décadas de la historia de España, no como un conjunto de acontecimientos aislados, una sucesión de generaciones caricaturizadas en los manuales, sino como un proceso cultural en el que literatura y arquitectura, filosofía y música, pintura y política estaban relacionadas.
            El núcleo central de Periferias de la literatura añade nuevos capítulos a ese inagotable estudio de una de las épocas más fecundas de la historia de España, la llamada Edad de Plata (por contraposición a los siglos de Oro), un membrete que Mainer no inventó, pero que hizo popular.
            Los trabajos que se reúnen en Periferias de la literatura tienen un origen académico y se publicaron primeramente en actas de congresos y en misceláneas de homenaje a algún catedrático. Afortunadamente no se han quedado ahí y el interés de la mayoría de ellos hace que le disculpemos al autor que no haya sido más decidido a la hora de eliminar cierto enojoso andamiaje propio de su destino original (tampoco el prólogo ayuda a ganar nuevos lectores).
            El núcleo del libro lo constituyen la media docena de artículos dedicados a glosar temas y figuras de la Edad de Plata, como ya dije. “De la España negra. Apuntes literarios de una obsesión” busca antecedentes en el reformismo dieciochesco y llega hasta los apuntes carpetovetónicos de Camilo José Cela. “Apuntes para un marco” toma como pretexto al caricaturista Luis Bagaría para hablarnos de la bohemia, de la hermandad de las artes y de muchas cosas más. “La hermandad de las artes” se titula precisamente el capítulo que lleva como subtítulo “Literatura y pintura en el tiempo de Miguel Viladrich”. Al pintor simbolista Miguel Viladrich comienza presentándonoslo en el salón de Carmen de Burgos, Colombine, donde se derraolla una desopilante escena de la que dejó constancia Cansinos Assens en sus memorias.
            De “Nacionalismo y modernidad” se ocupa el capitulo “Alrededor de 1915”. Ahora que tanto se habla –por lo general, para denostarlo– de nacionalismo conviene leer las páginas que Mainer dedica a la nueva formulación del nacionalismo español –convertido en nacionalismo estético– por parte de Asorín.
            A la arquitectura de los años treinta se dedica “Geometría lírica”. Mainer nos descubre sus afinidades con la poesía pura juanramoniana y con el regreso al orden –cita como abanderado a Jean Cocteau– tras los lúdicos disparates de la vanguardia.
            El capítulo inicial, “Para los lectores de Julio Verne”, nos muestra a un Mainer con perfiles inéditos, menos reticente que otras veces a las confidencias autobiográficas. Nos habla aquí de sus primeras lecturas, de su deslumbramiento con Dos años de vacaciones, la primera obra de Verne que leyó. Estas pocas páginas nos permiten imaginar lo interesante que serían, dejadas ya de lado sus servidumbres académicas sus servidumbres académicas, unas memorias intelectuales de José-Carlos Mainer, un investigador cuyo talento estilístico está a la par de los más notables escritores de la genración del 68, que es la suya.
            Menos interés tienen otros trabajos que reúne en este libro, como los dedicados a a la poesía (que nunca ha sido el punto fuerte de Mainer) o el que se dedica a glosar los artículos que se publicaron con motivo de la muerte de Max Aub, una ocupación de principiante, no de un maestro.
            Termino como empecé. Los estudios universitarios de literatura contemporánea por lo general tienen más que ver con pseudociencias como la homeopatía o la astrología que con la ciencia (¡tantas supuestas ediciones críticas llenas de notas que copian definiciones del diccionario de la RAE o de datos accesibles a todos en la Wikipedia!). Hay excepciones, claro está, y Mainer es una de las más notables. Pero cuando reúne sus trabajos –como en esta ocasión– para el público en general, debería ser más audaz a la hora de sacudirse de inanes y tediosas convenciones gremiales.

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