viernes, 19 de abril de 2019

Historia de una sombrilla



La sombrilla japonesa y otros textos
Isaac del Vando Villar
Edición de José María Barrera López y Rogelio Reyes Cano
Ulises. Sevilla, 2019.

Borges, uno de los más activos participantes en el movimiento, habló más tarde de “la equivocación ultraísta”. Y durante muchos años, el ultraísmo fue considerado como un intermedio prescindible –efímeras ocurrencias, prefabricados escándalos– entre los epígonos del modernismo y la verdadera renovación realizada por los poetas del 27. Pero a partir de los años sesenta ese “ismo”, iniciado por Cansinos Assens y que tuvo en la revista sevillana Grecia uno de sus principales reductos, cuenta con cada vez mayor atención crítica.
            Le llega ahora el turno de salir de la sombra a Isaac del Vando Villar, director de esa pionera revista –en ella publicó su primer poema, hace ahora cien años, Jorge Luis Borges– y luego de Tableros, otra de las publicaciones básicas del movimiento.
            Isaac del Vando Villar (1890-1963) fue uno de los pocos escritores españoles que mantuvo correspondencia con Fernando Pessoa. Por indicación de Adriano del Valle, le envió su libro La sombrilla japonesa solicitándole un comentario crítico y Pessoa le respondió con unas líneas vagamente paradójicas, muy en su estilo, autorizándole a traducirlas y publicarlas donde lo creyera conveniente.
            La sombrilla japonesa se publicó en 1924, cuando el ultraísmo era ya historia y había sido caricaturizado por su más caracterizado promotor en la novela El movimiento V.P. Un año antes había aparecido Hélices, de Guillermo de Torre, quien pronto abandonaría la poesía para convertirse en el gran historiador y crítico de las vanguardias (y no solo).
            Ahora ese libro mítico, citado en todas las historias de la literatura, pero conocido por muy pocos, se reedita con un erudito prólogo de José María Barrera López y Rogelio Reyes Cano. Casi todos sus poemas habían sido publicados anteriormente en Grecia. A esta reedición se añaden otros textos de Isaac del Vando Villar publicados en la misma revista.
            Leído hoy, La sombrilla japonesa apenas si tiene otro valor que el encanto epocal. Las huellas del tardío modernismo están muy claras y el orientalismo del poema que le da título y de algún otro poema tiene más que ver con Rubén y sus epígonos que con la renovación vanguardista.
            Al contrario que Guillermo de Torre, que llena sus versos de aviones, automóviles y toda la parafernalia de la modernidad, Isaac del Vando Villar parece preferir los elementos costumbristas a los futuristas. Incluye incluso, entre sus rosarios de metáforas que buscan la sorpresa, algunos versos que anticipan el neopopularismo que pronto se pondría de moda: “Quisiera ser como el aire / para besarla en la frente / sin que lo supiera nadie”.
            El primer ultraísta, sin darse ese nombre, fue Ramón Gómez de la Serna. En los poemas de La sombrilla japonesa, abundan las greguerías. Un ejemplo lo encontramos en “Luna llena”, dedicado precisamente a Gómez de la Serna: “Sudario blanco de los enamorados de la muerte”, “Sombrilla de seda de equilibrista japonesa”, “Alcancía de plata para los avaros”.
            Isaac del Vando Villar sobrevivió cuarenta años a la publicación de su libro, pero no volvió a publicar ningún otro. Ya es su tiempo surgieron sospechas sobre su verdadero papel en Grecia e incluso sobre la autoría de su obra. José María de Cossío, en carta a Gerardo Diego, se sorprendía de que “un espíritu tan tosco” diera el tono a las “delicadezas y pudores que en cada página de Grecia asoman”. Y Borges, en una de sus maliciosas bromas, afirmaba que Adriano del Valle estaba muy ocupado cada vez que Isaac del Vando Villar escribía un poema.
            Y es que, si a un poeta como António Botto se le ha llegado a considerar como un semiheterónimo de Fernando Pessoa (su obra de algún interés acaba con la muerte de Pessoa), tanta o más razón habría para considerar a Isaac del Vando Villar como un semiheterónimo de Adriano del Valle.
            Adriano del Valle escribe las más brillantes páginas de La sombrilla japonesa, las del prólogo (que aparecieron también en la revista portuguesa Contemporánea) y es muy probable que algunos de los menos torpones versos del libro sean suyos o hayan sido corregidos por él.
            Los versos ultraístas de Adriano del Valle (1895-1957) se recopilaron tardíamente, en 1934, y en una edición para bibliófilos, con el título de Primavera portátil. El título con el que se dio a conocer, Arpa fiel, de 1941, ya tenía muy otra intención, era una vuelta al tradicionalismo y al barroco. Su decidido apoyo al franquismo y los cargos oficiales que desempeñó alejaron a Adriano del Valle de la atención de la crítica y lo condenaron al olvido. Pero a pesar de su retoricismo es un poeta nada desdeñable, algo más que una anécdota para los historiadores de la literatura, al contrario que Isaac del Vando Villar.

2 comentarios:

  1. Como si nada,
    en el pasillo colgaba
    el cuadro de una niña sin cara
    jugando en la cama.
    El sueño de todo amigo de los niños.

    © María Taibo

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  2. Gracias por los elogios a Adriano mi querido abuelo al que no llegue a conocer

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