Quiero cansarme contigo (comedia)
Javier Gomá Lanzón
Pre-Textos. Valencia,
2019.
Javier Gomá Lanzón, filósofo, autor de la afamada Tetralogía de la ejemplaridad, y de los
espléndidos microensayos reunidos en Filosofía
mundana –una puesta al día del mejor Eugenio d’Ors, el del inagotable Glosario–, se ha sentido tentado por la
literatura de creación y, tras estrenar el monólogo Inconsolable, publica ahora la comedia Quiero cansarme contigo, precedida de un ilustrador prólogo sobre
las relaciones entre filosofía y teatro.
De la
“filosofía ejemplarizante” de Javier Gomá no voy a hablar, no soy experto en la
materia, aunque las comillas ya insinúan algo: me parece un perfecto ejemplo de
reduccionismo.
Reducirlo
todo a la idea de ejemplaridad quizá resulte demasiado reducir y más si la
suprema ejemplaridad se encuentra en la figura de quien él llama “el Galileo”,
bordeando peligrosamente la frontera entre el pensamiento racional y las
creencias o supersticiones religiosas.
El teatro de
Javier Gomá, como su filosofía, “se pone decididamente del lado de lo fuerte,
fresco y sano, entendiendo por sano lo que dignifica la vida y ayuda a
vivirla”. Pretende –según continúa diciéndonos en el prólogo, que no se limita a
un catálogo de buenas intenciones– “dignificar los asuntos y dignificar la
forma”. Es el suyo, insiste, “un teatro de la dignidad”.
Así resume
la contraportada –redactada muy probablemente por el propio autor– el argumento
de la comedia: “Tristán, un abogado de prestigio, a punto de rematar su carrera
con un éxito extraordinario, entra en una crisis conyugal por los efectos
perversos derivados de la mera proximidad familiar de su cuñado, Félix, un
individuo sin tacha, con quien se le compara más de lo que nuestro protagonista
quisiera porque el cotejo incesante solo le depara una lluvia de reproches”.
También en
la solapa se nos explicita el transfondo filosófico de la comedia: “el problema
del Bien, que genera a su alrededor más dolor del que solemos admitir”. Y
aclara: “se nos previene contra las malas compañías, pero no contra las buenas
que pueden ser mucho más perniciosas”.
Quiero cansarme contigo apuesta por el
humor, y los diálogos entre sus personajes están llenos de momentos felices, pero
abundan también en incidentes involuntariamente cómicos que hace que no podamos
tomarla del todo en serio.
Ya sabemos
que, por muy realista que quiera ser, una comedia realista no copia fielmente
la vida, pero es que Javier Gomá se toma tantas licencias como en el más
disparatado libreto de ópera.
Veamos
algunas: a uno de los personajes le detectan un tumor canceroso, le avisan que
le van a operar, no informa a su familia y a su cuñado le dice que ingresa en
una clínica para una operación de cirugía estética (eliminar algunos quilos y
arreglarse el rostro, todo de una vez). Lo ingresan por la tarde y a la mañana siguiente
ya está en casa, todo felizmente resulto (ni siquiera necesita postoperatorio).
Por la noche celebra una fiesta de cumpleaños y a medianoche toma, sin tenerlo
previsto (con billetes comprados a nombre de otra persona), un avión y se va de
vacaciones a Palermo. Sigamos: la mujer del protagonista se retrasa una noche
en llegar a casa y este, sin más dilaciones, hace las maletas porque piensa que
le ha abandonado y, mientras busca otro domicilio (suponemos) pasa por una
agencia y saca los billetes para irse esa misma media noche a Palermo. Otro
ejemplo: su mujer le reprocha al protagonista ser un mal padre, tiene tan
desatendidos a sus hijos que ni siquiera ha sido capaz alguna vez de “llevarlos
al parque, bañarse con ellos en la piscina o jugar a las palas en la playa”. Y
continúa: “¿La consecuencia de tanto escapismo? Que papá es muy simpático y
mamá muy antipática”. ¿Muy simpático para sus hijos un padre que jamás juega
con ellos?
El problema
de tantos descosidos –hay más, bastantes más– es que acabamos no creyéndonos
nada de lo que se nos cuenta. Félix, el hombre ejemplar, solo es ejemplar
porque ayuda en las tareas de la casa, cosa no demasiado meritoria, ya que está
parado y su mujer trabaja. Alguna de esas tareas –reformar el cuarto de baño,
en lugar de llamar a un profesional– no parece especialmente ejemplares: se
trata de personajes adinerados.
Javier Gomá
no parece haberse dado cuenta que, en el trasfondo de su comedia, está un tema
tan viejo como el mundo: los celos entre hermanos (en este caso, cuñados), la
tragedia de Caín y Abel, la envidia (en el
Abel Sánchez de Unamuno se trata de
una pareja de íntimos amigos), un tema que no es exactamente el del daño que
causan las buenas compañías frente a las malas.
Y hay otro
asuntillo, muy evidente en su obra, que Gomá pasa por alto, pero que podría
haberle dado mayor complejidad a su comedia (aunque quizá la alejaría de lo que
él entiende por un “teatro sano que dignifica la vida”). En la escena tercera
del tercer acto, por motivos que no vienen al caso, Félix, el cuñado ejemplar,
se ha acostado al lado de Tristán, el protagonista. Los dos duermen. De pronto,
Tristán se despierta, cree que ha vuelto con él su mujer: “Tristán acaricia
amorosamente el cuerpo de Félix y este se despierta y empieza a hacerse cargo
de la situación pero permanece inmóvil con los ojos muy abiertos”. Pasa un
rato: “Tristán acaricia con más pasión a Félix y amaga un abrazo”. Félix se
aparta y dice “con voz meliflua imitando la de Lola”, según se indica en la
acotación: “Déjame”. Solo Javier Gomá no ve, en este dejarse hacer durante un
largo rato, lo que todos vemos.
¿Es un
disparate Quiero cansarme contigo? Es
el primer acercamiento a la comedia de un pensador brillante y ocurrente, pero
lastrado por sus prejuicios ideológicos y por su afán de sistematizar su
pensamiento.
La
“carpintería” teatral se le resiste un tanto: sobran los apartes
redundantemente ensayísticos y no hace falta que toda la peripecia se amontone
en veinticuatro horas, como en la época neoclásica.
Quiero cansarme contigo –un título entre
Juaristi y Muñoz Seca– es una obra ambiciosa y fracasada, pero también
sugerente, divertida y fértil, con un trasfondo más complejo de lo que el autor
–tan ingenioso, tan seguro de sí mismo–
ha sabido ver.
La mezcla entre Juaristi y Muñoz Seca puede ser explosiva. La verdad es que algunos poemas de Juaristi se parecen a "La venganza de don Mendo"
ResponderEliminarHay seres a los que su madre ha debido de decir demasiadas veces durante su infancia que eran los más inteligentes y los más guapos... y que se lo han creído. Y cuando son adultos piensan que son capaces de ser filólogos, juristas, filósofos, ensayistas, dramaturgos, periodistas y directores de la Fundación Juan March a la vez. Y lo único que consiguen es producir trivialidades al por mayor en el mejor de los casos y hacer el ridículo, en el peor.
ResponderEliminarSon gente que suele dar el pego a cuatro ingenuos mientras viven y que una vez muertos desaparecen definitivamente de la circulación, sin dejar la mínima traza en ningún lado, salvo a veces en las viejas librerías de segunda mano.
Javier Gomá gusta incluso cuando se equivoca, otros no gustan ni cuando aciertan.
ResponderEliminarJavier Gomá es un escritor con encanto, de eso no hay ninguna duda. Y yo siento tener que ser duro con él.
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