A las orillas del Ladoga
Artículos, poemas y cartas desde Finlandia (1941-1942)
Agustín de Foxá
Edición y prólogo de
Cristóbal Villalobos
Renacimiento.
Sevilla, 2019.
La invasión alemana de la Unión Soviética, iniciada en junio
de 1941, contó con dos testigos excepcionales, Curzio Malaparte, corresponsal
del Corriere della sera, y Agustín de
Foxá, que escribía, primero para Arriba,
y luego, y durante toda su vida, para ABC.
Malaparte comenzó informando desde
el frente de Ucrania; más tarde, tras algunos desencuentros con las autoridades
alemanas (que él agrandaría posteriormente), fue enviado a Finlandia, donde
coincidió con Foxá, diplomático de carrera destinado a Helsinki.
Una de las
grandes obras sobre los desastres de la guerra, Kaputt, que no ha perdido nada de su morbosa capacidad de
seducción, tiene su origen en aquellas andanzas de Malaparte. Las crónicas periodísticas
las reunió en El Volga nace en Europa,
buena muestra de cómo el periodismo puede ser también literatura, espléndida
literatura.
Los
artículos enviados por Foxá desde Finlandia solo parcialmente habían sido
recogidos en libro. Se reúnen ahora por primera vez, junto a los poemas que
escribió allí, las cartas que envió a su familia y algunos informes
diplomáticos. El resultado es un libro nuevo, A las orillas del Ladoga, que de inmediato se convierte en uno de
los más personales de Foxá, aunque no haya sido preparado por él, sino por
Cristóbal Villalobos (en su prólogo, bien informado aunque demasiado
dependiente de opiniones ajenas, se echan en falta las pertinentes referencias
bibliográficas).
Quizá
hubiera sido interesante añadir el último cuaderno de los diarios de Agustín de
Foxá, correspondiente a agosto-septiembre de 1941, que se refiere a episodios
que también encontramos en los cuadernos y en las cartas. Esos diarios
personales –incluidos en el tomo III de las Obras
completas del escritor– necesitarían una edición exenta.
Agustín de
Foxá, conde de Foxá, fue un escritor que acabó devorado por su personaje.
Monárquico, amigo de José Antonio, falangista de la primera hora, acabó convertido
en un lujo y en un bufón del franquismo: a él se le permitían audacias verbales
y sátiras que circulaban anónimas, pero de cuya autoría nadie dudaba, que
habrían llevado a otros a la cárcel. Al diplomático alcoholizado y glotón, al
representante del antiguo gran mundo, autor de brillantes artículos en el ABC, se le permitía todo.
Al
contrario que su amigo Kurzio Malaparte, quien decía admirar su ingenio pero lo
ridiculizó ferozmente en Kaputt (léase
el capítulo “Hombres desnudos”), Foxá ni pudo ni quiso desprenderse de su
pasado fascista, aunque la ideología totalitaria era un traje que quizá le
venía demasiado ancho. Su antisemitismo (que no le impidió mostrar simpatía por
los sefardíes) era de origen religioso (el pueblo judío era un pueblo deicida),
no racial. Se muestra racista, sin embargo, siempre que alude a los rasgos
asiáticos de los soldados rusos.
La prosa
sincopada y llena de imágenes sorprendentes e intuiciones felices de Foxá se
aviene bien con el estilo telegráfico de
los diarios; también con el registro familiar de las cartas. A veces incluso
nos da la impresión de que el diario y el epistolario han envejecido menos que
los más elaborados artículos, aunque en A
las orillas del Ladoga haya algunos que son deslumbrantes obras maestras.
Pocos escritores han sabido mostrarnos el paisaje helado de Carelia y Laponia
con tanta verdad y con tanta belleza.
Junto a la
prosa de Foxá, su poesía –salvo contadas excepciones– desmerece un poco: los
poemas que se reúnen en este libro parecen haber envejecido más que los
artículos y las cartas, sin que eso quiera decir que resulten desdeñables.
“Temblor primero” representa bien el prosaísmo sentimental que fue una de las
direcciones del modernismo hispano y
“Guerra en el Norte” no carece de empaque épico.
Los mismos
hechos se cuentan de distinta manera en los artículos, las cartas, los informes
diplomáticos y eso contribuye a la atracción de este libro, convertido así en
una obra polifónica, sobre todo si añadimos las páginas de Malaparte que nos
invita a releer.
Los
informes diplomáticos nos hablan, fundamentalmente, de la visita a los
prisioneros españoles en el campo de concentración de Nastola. Se trata de
quince adolescentes, muchos de ellos asturianos, que fueron evacuados a Rusia
en 1937 para librarlos de los horrores de la guerra. En el artículo que les
dedicó nos los renegando de la Unión Soviética, preguntando por Franco,
gritando enfervorizados “Arriba España”. Malaparte, que le acompañó en esa
visita (que Foxá no se animaba a realizar) lo cuenta de otra manera: Foxá al
despedirse saludó brazo en alto, ellos respondieron con el puño cerrado; para
sacarlos del campo de concentración, les exigió el reconocimiento de Franco y
todos, salvo uno, se negaron a ello.
¿Perjudicó
al reconocimiento literario de Foxá su conservadurismo ideológico? En un
segundo momento (en un primer momento fue parte de su éxito), sí, pero hoy,
reivindicado reiteradamente, ya no es posible sostener tal afirmación.
Le
perjudicó de otra manera. Su conservadurismo de otro tiempo le impidió
evolucionar literariamente. Tenía dotes de escritor mayor, pero se quedó en
escritor menor. Su virtuosismo estilístico encubría una esquemática y obsoleta
visión del mundo.
Antes de
los cuarenta años –nació en 1903, murió en 1959, vengativamente destinado a
Manila–, ya había dado lo mejor de sí mismo. Y una buena muestra de ello –y
también alguna de sus insuficiencias– puede encontrarse en este libro.
Recuerdo que hace algunos años, incitado por las continuas alusiones a este libro que hacía Francisco Umbral, me puse con "Madrid, de corte a checa". Leí un par de páginas y lo dejé porque aquello me sonaba en exceso a Valle-Inclán. Pero supongo que está bien que se editen sus cosas. La pena es que se olviden otros autores de la época también interesantes. Estoy pensando ahora en el guipuzcoano José de Arteche, autor de dos diarios interesantes, uno sobre la guerra civil y otro posterior, además de varias biografías, entre las que destaca la que dedicó a Saint-Cyran. ¿Conoce a este autor? Saludos cordiales.
ResponderEliminarLo conozco de referencias, pero no lo he leído. Buscaré sus obras, sobre todo el diario de la guerra civil.
ResponderEliminar"El abrazo de los muertos" se titula. Editorial Icharopena, Zarauz.
EliminarEstimado JLGM: Una vez más, encuentro una muy buena reseña en tu blog. Es verdad lo que dices del Prólogo de Villalobos a la compilación de textos de Foxá: depende demasiado de opiniones ajenas y nos deja sin las pertinentes referencias bibliográficas. A ello agregaría que más de una vez reproduce mala información también. En cuanto al "retrato" que hace Malaparte de Foxá en Kaputt, no se trata de que lo ridiculizara y nada más. En realidad, lo pinta como un personaje cruel, un ejemplo típico de católico "retórico", formado en una "cultura abstracta" (metafísica, teológica), por completo incapaz de piedad (verdadera gota de aceite en el agua del mundo) en medio de los horrores de la Europa en ruinas de la guerra. El enojo de Foxá con Malaparte tras conocer este retrato se debe, precisamente, a que debió comprender muy bien, al leer Kaputt, qué es lo que decía de él, cómo lo reflejaba. Villalobos, como otros, ha leído con distracción esta obra y no lo entendió: repite lo que otros han dicho.
ResponderEliminarJLGM: he tratado con algún detenimiento este tema en un pequeño trabajo que puedo/me gustaría hacerte llegar, si me indicas una dirección o tu posta electrónica.
Un saludo desde la otra Córdoba.
Muy interesantes tus observaciones, Sergio.
ResponderEliminarTe indico mi corre electrónico
jlgm!7@gmail.com
Espero tus publicaciones. El tema me interesa mucho
José Luis: he copiado la dirección que me dices, pero los envíos me vuelven, como si la dirección tuviese problemas. ¿Tal vez contiene algún ínfimo error?
ResponderEliminarMil gacias por tu disponibilidad.
Saludos.
S.
Hay una errata. La dirección correcta es
Eliminarjlgm17@gmail.com
Un saludo
Es muy interesante precisar la ideología que se transparenta a través de los libros de Foxá. Pese a su camisa vieja, Foxá era un reaccionario puro y duro, un nostálgico de la sociedad aristocrática anterior a 1914. El aristócrata Foxá no era ningún populista de derechas estilo Malaparte sino un conservador antiliberal arquetípico con un miedo terrible a que las "hordas" de desharrapados destruyan su plácido mundo cristalizado en un pasado nostálgico de sedas, encajes y hopalandas. No hay novela más odiosamente clasista que "Madrid, de corte a cheka." El autoritarismo innato de Foxá ,unido al miedo cerval que tiene a la subversión social representada por los obreros y la pequeña burguesía le llevaron, junto con su amistad con José Antonio, al fascismo, sin ser propiamente un fascista. Foxá representa muy bien la persistencia del Antiguo Régimen en la mentalidad de tantos aristócratas de la España de su tiempo. Y su radicalización fascistoide con la llegada de la primera democracia española en 1931.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con el perfil de Foxá que esboza “Anónimo” (quien, sin embargo, ha de tener su nombre), cuya sensibilidad y psicología Malaparte ha presentado con todo detalle en Kaputt.
EliminarSi señor es como usted dice "un reaccionario puro y duro", aunque me parece que lo presenta más como un "bon vivant", pero hay que leerlo sabiendo eso, pero tambien leer a un comunista puro y duro (no recuerdo alguno en este momento) , y a un republicano moderado como Arturo Barea, y a un cura que sirvió en la Columna Durruti, como su secretario en el lado republicano, pasar todo por un cernidor lo mas neutro posible y sacar sus propias conclusiones sin dejarse influenciar por ninguna.
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