jueves, 15 de octubre de 2020

Hoy es ayer

 

José Carlos Llop: una conversación
Daniel Capó / Nadal Suau
Elba. Barcelona, 2020.
 

A cierta altura de la vida literaria, o de la vida simplemente, conviene hacer un algo en el camino y volver la vista atrás. José Carlos Llop (entonces Josep Carles Llop) comenzó como poeta con “De ‘Lápida e indicio en Fez”, una serie de poemas, muy en la línea del vanguardismo culturalista novísimo, publicados en 1976 en la revista Papeles de Son Armadans; luego se hizo diarista con La estación inmóvil (1990) y más tarde, tras publicar dos libros de relatos, novelista con El informa Stein (1995); desde muy pronto comenzó a colaborar en los periódicos y de esos artículos nos ofreció una muestra en Consulados fantasmas (1996). Unifica su obra -sea cual sea el género-- una inconfundible voluntad de estilo, un mundo a la vez muy antiguo y muy moderno, y un crecimiento en espiral en torno a unos pocos temas: la infancia, transcurrida como todas las infancias en un país que ya no existe, el País de Nunca Jamás; las perplejidades de la adolescencia; la genealogía familiar; una ciudad, Palma, de la que se ha convertido en el mejor cronista; una Mitteleuropa leída y soñada, de la que de algún modo se siente ciudadano; la nostalgia de una época, de una manera de vivir que quizá solo haya existido en la coloreada ficción de la memoria y la literatura.

            El punto de partida de la conversación que Daniel Capó y Nadal Suau mantienen con José Carlos Llop es la admiración y la gratitud. El escritor, bibliotecario de profesión, ha vivido siempre en Palma y allí ha ido levantando una obra a la vez muy local y muy universal. Los jóvenes escritores, cuando se cruzaban con su figura (“tan Modiano, tan Visconti”, escriben los entrevistadores) veían en él un modelo a seguir, un ejemplo que pronto se convertiría en generoso maestro.

            Una conversación es un libro muy literario, como todo lo que toca Llop (se adivina que las charlas transcritas han sido cuidadosamente reescritas); contiene páginas admirables: evocaciones de ciudades (París, Burdeos, Venecia), de escritores admirados (Connolly, Jünger, el olvidado Bernard Frank); del padre, que fue general y gobernador militar de Baleares, gran lector de la Biblia... También hay algo más: como en ningún otro lugar de la obra de Llop: la persona se asoma  con cierta frecuencia por detrás del literaturizado personaje.

            Nos hace sonreír una vanidad un tanto infantil que le lleva a referirnos una y otra vez sus grandes éxitos en Francia, donde todas sus novelas fueron traducidas y aclamadas por la prensa. Uno de los días más felices de su vida, según nos cuenta, fue aquel en que, invitado a París, se levantó temprano y compró Le Figaro en un kiosco del boulevard Saint-Germain: “Al abrirlo, yo estaba ahí, en una fotografía de un tercio de página, junto a un artículo que hablaba de una novela mía. Ya había ocurrido allí en otras ocasiones, pero yo no había estado allí en ese momento. Luego, por la noche, Le Monde recomendaba también mi novela. Si eso no se parece a la felicidad…”

            Si eso no se parece a la felicidad, pues sería el momento en que le contaron que Seamus Henay, al leer un poema de Llop traducido al inglés, dijo que le habría gustado escribirlo a él. O cuando uno de sus libros tuvo doce o trece ediciones en España, “donde fue finalista del Premio Nacional de la Crítica aquel año, inmediatamente después del libro que lo obtuvo” y además logró “un gran despliegue crítico” en su edición francesa, con una “Mention Spécial del jurado del Prix Mediterranée”. O cuando otro fue reseñado por Javier Goñi en El País. Parece que no escuchamos al autor, sino a su agente tratando de vender alguna de sus obras.

            Pero a José Carlos Llop –creador y recreador de mundos-- le perdonamos esas vanidosas pequeñeces, también que no se olvide de decirnos que considera su novela sobre la educación jesuítica superior a AMDG de Pérez de Ayala o que reproduzca la frase que le dirigió su mujer cuando una noche le vio entrar en el dormitorio procedente del estudio donde escribía los versos catalanes de Quartet: “Tienes la misma mirada de Zhivago en Yaríkino mientras escribe los poemas a Lara y cae la nieve”. Llop lo considera una de las mejores cosas que le hayan dicho nunca, el lector piensa que es una de las cosas más raras que una mujer haya dicho a su marido al verle entrar en el dormitorio.

            El libro admite una lectura psicoanalítica en la que no vamos a entrar y que explicaría, tras su “rebelión” en la Barcelona de los setenta y primeros ochenta (fue allí un estudiante desaplicado que no desdeñó las incursiones psicodélicas del momento), el “regreso al orden” y la obsesión por el éxito, que acabó llegándole a través de Francia, gracias a excelentes agentes literarios, a los que no deja de mostrar su gratitud.

            El personaje creado por los poemas, las notas de diario, la prosa narrativa de Llop (tan sugerente y deslumbrante como el mejor poema) tiene que ver con la persona del escritor, pero a la vez es una construcción imaginaria. ¿Nos defrauda la persona que está detrás y que de vez en cuando se asoma a las páginas de Una conversación? En absoluto. Vanidades y contradicciones le humanizan: dice rechazar “la vida literaria” y, sin embargo, nos da a entender que lo mejor de su vida de adulto ha sido precisamente la vida literaria, las becas, invitaciones, presentaciones que le han llevado a descubrir Burdeos y Beirut, a encontrarse con Modiano y con tantos nombres admirados.

            Humano, demasiado humano se nos muestra Llop en unas páginas a las que no les habrían venido mal unas gotas de autocrítica: arremete contra el mito catalanista de 1714, culpa a las redes sociales de la decadencia contemporánea, repite que ya no se puede escribir nada serio por culpa de la tiranía de los 148 caracteres, afirma que los críticos franceses aman la literatura mientras que los españoles solo se aman a sí mismos… “El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”, habría que repetir una vez más con Hölderlin. Las opiniones particulares de Llop interesan bastante menos que su espléndida literatura.



31 comentarios:

  1. Yo de Llop sólo he leído un par de poemas muy mediocres y algunos artículos de periódico, muy superficiales. La vanidad patológica que usted describe en su artículo no da ganas de leer más, pues parece totalmente incompatible con la inteligencia y la lucidez. ¿Quien tiene talento necesita ser vanidoso hasta el ridículo? Es evidente que no.

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  2. En zendalibros.com se pueden leer 5 "capítulos" de lo que parece ser un Diario de Llop, al cual, según el sitio del Instituto Cervantes "se le reconoce como un gran diarista de su generación." Las páginas, tituladas "Pasaporte austrohúngaro" (1 a 5) muestran más bien a un diarista muy superficial, que inventa sueños y situaciones sin la mínima preocupación de verosimilitud y escribe reflexiones triviales e incluso tontas (y eso que debe de haber sido escogido entre lo mejor de uno de sus diarios).

    Un ejemplo: "Burdeos es una ciudad satisfecha de sí misma. O mejor, orgullosa de sí misma. Y eso se respira en todas sus calles, en todos sus habitantes, en todos sus edificios."

    Tontería gorda: Burdeos está llena de calles siniestras, deprimentes, sin comercios, con pequeñas casas de un piso, grises, húmedas y muy viejas (siglo XVIII). Llop confunde la parte turística de la ciudad con toda la ciudad. Y la gente de Burdeos es gente muy discreta, mucho menos orgullosa o satisfecha de ser bordelesa que los parisinos de ser parisinos o los marselleses de ser marselleses, por ejemplo.

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  3. Un amigo al que hablaba de Llop, me ha pasado su novela (más bien unas memorias con añadidos inventados que suenan a falso) "Reyes de Alejandría" (Alfaguara), que parece escrita en una semana y no haber sido revisada por nadie:

    "como si estuviéramos en Nanterre en el 68 y aquel día era 21 de marzo, pero del 74, no del 68, y empezaba la primavera y las flores eran también"

    "Yo bebía cerveza, ella no me fijé. La había estado mirando desde hacía un rato, pero hizo como que no se diera cuenta"

    "Nos besamos y me senté a su lado sin decirnos nada."

    "hablando con la mano derecha estirada hacia delante, estaba Ezra Pound. La foto estaba..."

    "busqué aquella foto y no estaba por ninguna parte. Así estuvimos..."

    "París ha sido, en estos años, una incertidumbre feliz, como lo es el amor y como los del amor han sido sus dones, los dones de París, otro libro en sí mismo."

    "Aquella noche había luna llena y en una calle del Ensanche se detuvo junto al alcorque de un platero. Con un movimiento muy rápido se subió la falda, agachándose, y se bajó las bragas. De hecho no pude ni vérselas, las bragas, sólo las nalgas y el fino chorro dorado cayendo a presión sobre la tierra. Su culo tenía la misma luz que la luna y en aquel momento me enamoré de ella."

    "aquella chica catalana meando a la luz de la luna y yo mirándole el culo como un astrólogo antiguo la luna incandescente y fría, mirándole aquel culo que después besaría en la cama de un hostal de una sola noche..."

    El libro, muy mal escrito, no tiene el mínimo interés literario. Podría interesar a los historiadores y sociólogos jóvenes si no hubiera ya docenas de novelas que describen los años 70 en España. Hay en él un esnobismo ingenuo y una pedantería pueril que acaban siendo involuntariamente cómicos.

    Una vez más la palabra que mejor describe la literatura de Llop es "superficial". Su "prestigio" o su "buena prensa" en España es incomprensible. En Francia, contrariamente a lo que él dice, nadie le conoce. Yo que llevo muchos años leyendo la prensa literaria francesa nunca le he visto citado en una lista de los escritores españoles actuales más importantes. Y su francés, a pesar de llevar más de 40 años practicándolo en viajes a Francia, da realmente vergüenza ajena (en Youtube se le puede oír "masacrar" a la lengua de Molière de una manera que deja muchas dudas sobre su verdadera cultura e incluso sobre el hecho de que sea capaz simplemente de leer dicha lengua comprendiendo todo lo que lee).

    En cuanto a su poesía... En el sitio de la Fundación March puede bajarse gratuitamente una antología de sus poemas (precedida de una "poética" que parece más una ensalada de nombres que otra cosa). Cuantos más poemas suyos leo, más me cuesta creer que pueda ser considerado como un poeta importante.

    "Cuando el agua se hace oscura
    toco el piano de mis versos,
    pero aquí no existe la música.
    Desde que tú te has ido,
    aunque sigas a mi lado."

    O:

    "Hoy he mirado un pulpo
    con su yelmo de Patroclo
    y los ojos de Otelo: la cultura
    de Occidente –los motores
    de su Historia—
    en un cefalópodo."

    O:

    "El año en que yo nací
    Fangio volvió a ganar la Copa del Mundo
    y Haile Selassie era el emperador de Judá,
    [...]
    El año en que yo nací
    el rey Farouk se fumaba un puro en el Negresco
    y por la noche –mientras los paracaidistas ingleses
    caían sobre Suez y el coronel Nasser
    hablaba por Radio El Cairo–
    él montaba a una actriz francesa,
    la llamaba Mimí a gritos
    y bebía champán en su zapato
    de piel de cocodrilo."

    La mayoría de sus "poemas" son textos de prosa cortada sin gran interés. Y sin el mínimo gramo de poesía.

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  4. "Vanidades y contradicciones lo humanizan". Agradezco a Baltasar la pequeña antología. Me parece un muy buen poeta, y un atractivo diarista. Eso sí, no sé si es literatura. Quizá si Baltasar, algún día se anima, pueda decirnos qué es literatura.

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    1. ¿Y tú me lo preguntas? Literatura eres tú...

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    2. Ñoc, hoy me levantaste el día. Aunque sea por casualidad, no se puede decir que siempre es mala la música de Baltasar.

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    3. Yo no me fiaría de fuentes anónimas, Sr. Castellano.

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    4. ¿Fuentes anónimas? Yo he dado el nombre de las dos que he utilizado, el libro de Alfaguara (que puedes comprar en cualquier librería o en Amazon en formato digital) y el de la Fundación March, que te puedes bajar gratuitamente en formato pdf aquí:

      https://www.march.es/conferencias/anteriores/index.aspx?b0=llop%20poetica%20y%20poes%c3%ada&l=1

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    5. "Me parece un muy buen poeta, y un atractivo diarista. Eso sí, no sé si es literatura."

      ¿Me puedes explicar, Jesús Castellano, cómo se puede escribir muy buena poesía de dudoso carácter literario?

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    6. María, la conclusión que saco de los textos aquí puestos de José Carlos Llop es que da igual si la fuente tiene nombre o tiene nombrete, si es anónima o conocida, etc. Lo importante es el agua que contiene.

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    7. Baltasar G.M., depende de lo que se considere buena literatura. Para mi la literatura está en todas partes. Lo que no sé si es literatura es la pesadez o la aplicación de un catecismo que si te sales no haces buena literatura... por eso te dije que no sé si es literatura. A lo mejor hay que ponerle otro nombre a esas cosas que leemos con gusto y que tú dices que no es literatura. Bueno, esto da para discutir un par de años y seguramente volver al principio. No sigo.

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    8. "esas cosas que leemos con gusto y que tú dices que no es literatura."

      Yo no he dicho que no sea literatura. He escrito que "la palabra que mejor describe la literatura de Llop es "superficial".

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    9. Entonces te pido disculpas por haber interpretado mal el "no tiene el mínimo interés literario" y cosas así. Y te agradezco que sigas poniendo textos de este autor que, para mi gusto, sí tienen interés. Gracias.

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    10. Hay muchas novelas sin el más mínimo interés literario como hay comidas sin el más mínimo interés gastronómico (las de en Macdonald, por ejemplo).

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    11. Es comida incomestible
      la de tu gusto torcido,
      compañero Baltasar
      no voy a comer contigo.

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  5. « MIENTRAS riego el césped, un mirlo se posa en una de las ramas del laurel. Pienso en algunos versos de Emily Dickinson. Siempre, a esta hora del crepúsculo ―ni de día ya, ni aún de noche― llega este mirlo y se refugia en el laurel. La rama elegida es cada día la misma –de tanto usarla, mira hacia la tierra y hay un claro en la copa del árbol―. Continúo regando, mientras observo el plumaje negro, el ojo que me observa y el pico anaranjado. No se inmuta. Está en su casa y yo soy su huésped. Así, las cosas naturales, donde el intruso es ―a estas alturas de la civilización― uno mismo. Doy gracias por ese laurel, doy gracias por vivir en una casa en la que un mirlo ―rutinario como yo― puede refugiarse antes de que caiga la noche.

    UNO de esos días gratos —y escasos— en que se es completamente inmune a las múltiples demostraciones de la estupidez humana.

    A LAS PERSONAS que confunden la capacidad de ser con la posesión de poder les suceden curiosas metamorfosis: su carácter y manera de estar en el mundo se afianzan a medida que van gozando de fragmentos de ese poder que tanto veneran y que es carburante para su subsistencia. Pero cuando lo pierden o son despojados de él, se convierten en frágiles pajarillos caídos del nido. Son menos que nada, porque se ven a sí mismos como una simple cáscara que moldea esa nada. No sé si muchas de las desgracias que ocurren en el mundo están relacionadas con la confusión citada al principio, o con las metamorfosis que derivan de esa confusión.

    CUANDO los ojos que tienes delante están poseídos por la envidia ―o su reverso: el recelo nacido de soportarla―, uno comprende de forma instantánea, como si se tratara de una revelación, la historia desgraciada y árida de este país.

    EN España muy pocos respetan; la mayoría teme. Esta sustitución del respeto por el temor genera una sociedad antropófaga y cobarde.

    UNO construye este cajón de sastre que son los dietarios para escapar de la papelera cotidiana. »

    José Carlos Llop. De ARSENAL (Lengua de Trapo, 1996) y EL JAPÓN EN LOS ÁNGELES (Península-Ficciones, 1997).

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  6. La profundidad abisal de Llop:

    - La avidez en el comer está intrínsecamente unida a la codicia.

    - Teoría rock de la reencarnación: ser un objeto: el sillín de bicicleta de las mujeres que nos gustan.

    - No soy malo, soy escritor, me oigo decir.

    - Rechazar el amor es una forma de resignarse a la muerte.

    - El periodismo es un oficio noble —y arriesgado— cuando denuncia el mal, cualquiera de sus formas. Por contra es de los más innobles, cuando con el pretexto de denunciar el mal crea otro mal distinto que es mayor y además, le reporta beneficios.

    - La responsabilidad de lo público. Los que escribimos habitualmente en prensa deberíamos sopesar el lenguaje con unas balanzas de pesar oro o venenos, antes de usarlo.

    - Las guerras modernas. Los hijos pequeños de unos amigos que han venido a visitarnos juegan a guerras con los hijos de los vecinos del otro lado de la calle. Lo hacen desde las terrazas respectivas y se oyen cuchicheos, risas y simulacros de espanto. De repente se acercan hasta donde estamos y nos dicen muy alarmados: ‘los niños de enfrente tienen una cámara y nos hacen fotos para colgarlas en internet’. Lo dicen con el tono de quien avisa de la existencia de armas de destrucción masiva. Y tienen razón.

    - Una de las alegrías de los paseos por la ciudad es contemplarlas a ellas. Las chicas francesas—las jóvenes francesas— son guapas para sí mismas. Muchas van solas y se mueven armoniosamente encantadas con su cuerpo —el que les haya tocado— y rostro, que mira de frente, la cabeza erguida y la espalda recta. Recuerdo las palabras de M en Nantes: «Ellas piensan en sí mismas y se arreglan para sí mismas; las españolas y las polacas llevamos un gran peso en la espalda: vosotros y nuestros hijos, que están antes que nosotras».

    - Uno olvida siempre lo bien que se fuma en Francia: ellas y ellos. La expresión de placer o de concentración—o de ambas cosas a la vez— que tienen al hacerlo. Fumar como fumábamos antes, por puro deleite y gesto. Fumar también como quien posa para una foto o actúa en la escena de una película. Eso parecen ahora estos jóvenes que veo en la terraza de un café. Fumar como si no fuera malo y el cáncer sólo fuera el nombre de una pesadilla de la que en este país hubieran despertado y comprobado que no existe. Y poco después, encender un cigarrillo.

    - ¿Por qué los músicos llevan todos ahora sombreritos de ala corta?

    (José Carlos Llop. "Pasaporte austrohúngaro 1 a 5". En zendalibros.com)

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  7. Por cierto, en su "Poética y poesía" (Fundación March, 2006), Llop escribe:

    "Recuerdo que pensé en Mallarmé como en un puerto de mar rodeado de acantilados. Y que los buques que habían inaugurado ese puerto se llamaban Verlaine, Baudelaire y Valéry. El Valéry de "El Cementerio Marino"...".

    Llop conoce tan bien la poesía francesa que ignora que el maestro de Mallarmé fue Baudelaire, y no lo contrario (la segunda edición de "Les Fleurs du mal" se publicó en 1861, un año antes de que Mallarmé publicara en revistas sus primeros poemas). Llop parece ignorar también que Verlaine (que tenía sólo dos años menos que Mallarmé) no fue en absoluto influenciado por él, puesto que publicó sus "Poèmes saturniens", en 1866, es decir antes de leer los primeros poemas del autor de "L'Après-midi d'un faune" en la antología de poetas modernos "Le Parnasse contemporain", en la que ambos publicaron poemas.

    Si hay "un puerto de mar rodeado de acantilados" en el que acostaron los buques de Mallarmé, Verlaine, Valéry (y Rimbaud antes que Valéry) y el resto de los poetas franceses desde la publicación de "Las flores del mal" es Baudelaire, y no Mallarmé, cuya influencia comenzó en Valéry y Claudel.

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  8. Resumo el debate: José Carlos Llop escribe literatura, excelente literatura y a veces gran literatura, "Baltasar G. M.", a lo que parece español residente en Francia, debería dedicarse a menesteres para los que parece más dotado que para la crítica literaria, como la corrección de pruebas.

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    1. Todo falso: Llop es un escritor muy mediocre (como lo prueban las citas que he dado de él), yo soy un español residente en España pero que conoce bien el país vecino, su lengua y su literatura (y algunas de sus ciudades), y ejercer la crítica literaria no me interesa en absoluto.

      En cuanto a las erratas de imprenta sólo las corrijo cuando el texto en cuestión (o una parte) me ha gustado ; es una manera de agradecer el placer.

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    2. Estoy perplejo con los comentarios de Baltasar sobre Llop porque en otras ocasiones me parecen muy pertinentes. Estoy de acuerdo en que Llop escribe gran literatura. Y en contra de la opinión general (creo) me parece mejor narrador que poeta

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  9. Es un excelente prosista, Benito. Quizá mejor que poeta (y que novelista).
    Don "Baltasar G. M." conoce bien Francia, pero no tanto otras cosas sobre las que pontifica. Con su mismo método, se puede demostrar que Cervantes no sabía escribir, que Antonio Machado era un poeta ripioso (y que hablaba de ruecas sin saber qué era eso) o bajar de su Olimpo a ese Homero que a veces dormitaba. ¿Y qué diríamos de Bécquer? ¡Mira que confundir la pupila con el iris! ¿Y qué diríamos de Valle-Inclán? ¡Si ya Julio Casares demostró que copió letra por letras las memorias de Casanova! ¿Y Azorín? Pobre. Siempre repitiendo palabras y con frasecitas cortas, como de colegial: se nota que era incapaz de construir una subordinada.

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    1. Mi método es la lectura pura y simple. Y totalmente objetiva.

      Todos los grandes autores tienen malos momentos, pero no del nivel, tan bajo, de los malos momentos de los malos autores como Llop.

      En la antología de sus poemas que él mismo ha hecho para la Fundación March yo no he encontrado un solo verso que subrayar. Si alguien conoce un gran poema suyo que lo cite.

      Yo he leído varias páginas de sus reflexiones y he encontrado muchas frivolidades, bastantes tonterías y algunos errores gordos como el de Mallarmé. Si las citas que copia Manuel es de lo mejor que escribe Llop, no hacen más que confirmar mi impresión general sobre él.

      He leído su "Reyes de Alejandría" y me ha parecido un libro lamentable (y lamentablemente escrito en muy poco tiempo y sin revisiones), un libro con muchos momentos ridículos.

      Pero hay algo peor que ese libro y es su último libro, "Oriente", que he hojeado y que me ha parecido bastante peor que el anterior. Un solo ejemplo:

      "La vía más antigua de París es la rue Saint-Jacques, que traza el camino que seguían los mamuts para llegar hasta el Sena y beber. La vía más antigua del conocimiento es el amor. En el amor se usurpa el lugar de la muerte y en la muerte, a veces, se ocupa el lugar del amor: las fronteras entre uno y otra se confunden y eso proporciona una lucidez extrema que los demás juzgan como confusión; lo pensé al morir mi madre.

      Hay algo físico en la muerte de la madre que no ocurre con la muerte del padre. Se instala un vacío en el cuerpo similar al de la pérdida de un órgano. Lo que estaba no está y se echa en falta de una forma material, casi objetual. Ese vacío se produce en el plexo solar y nada lo ha de llenar nunca hasta que, al ser costumbre, desaparece o se amortigua. Pero la orfandad de la madre —una vez que el padre ha muerto— instaura el extravío en el espacio. Quien la ha perdido se convierte en un astronauta al que hubieran cortado el cordón umbilical que lo une a la nave y a partir de ese momento flota, a oscuras, en el espacio."

      ¿Cómo puede saber Llop que la rue Saint-Jacques de París era un camino que seguían los mamuts hace decenas de miles de años para ir a beber al Sena? Y si hay algún iluminado que lo ha afirmado, ¿cómo puede tragarse semejante especulación sin el mínimo fundamento paleontológico? Y sobre todo, ¿cómo no ve que su comparación entre un camino de mamuts y el amor es totalmente ridícula? Y ¿cómo no se da cuenta de que lo que escribe sobre la muerte de su madre, además de parecer escrito por un adolescente, sólo es su experiencia personal, que no puede generalizarse como él lo hace?

      La ingenuidad de su pedantería es tan sorprendente como la trivialidad de sus reflexiones:

      "Busqué su foto y vi que ella estaba más cerca de los cuarenta que de los treinta, cosa que explicaba en cierta medida la riqueza de sus referentes frente a los de sus compañeros, más cercanos a los veinte que a los treinta. Aunque eso pudiera ser injusto: a los veinte años yo ya había leído a Cavafis y a Lee Masters, escuchaba a Cohen cada tarde y había visto Los vividores en un cine de barriada. Lo que responde a que somos lo que fuimos y lo que fuimos nos condujo hasta lo que somos."

      "...al final de la clase me fijé en su espalda, tan recta, al marcharse, las líneas del tanga negro asomando del pantalón vaquero y sus dos maravillosos hoyuelos, esos vértices laterales del rombo de Michaelis, llamados también —y tan acertadamente— hoyuelos de Venus."

      Aconsejo a todo admirador de Llop que lea esos dos libros (que no son novelas, sino autobiografía mal disimulada) antes de seguir haciendo elogios de su obra.

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    2. "Al despreciar a alguien estamos despreciándonos a nosotros mismos: alzamos una muralla de soberbia que nos impide conocer las virtudes del objeto de nuestro desprecio." (José Carlos Llop, DIARIOS. Península, 2000).

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    3. Aquí no se trata de despreciar a nadie. Estamos discutiendo sobre la calidad literaria de las obras de un escritor.

      ¿O según Llop debemos apreciar todas las obras de todos los escritores para no ser soberbios?(Entre paréntesis, la frase parece escrita por un predicador decimonónico).

      No sé quién decía que es nulo el aforismo al que se le puede dar la vuelta como a un guante. A la frase de Llop es muy fácil darle la vuelta, para ver lo ridícula que es: "Al despreciar a un nazi estamos despreciándonos a nosotros mismos: alzamos una muralla de soberbia que nos impide conocer las virtudes del objeto de nuestro desprecio."

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    4. ¿Darle como a un guante la vuelta a un aforismo o a lo que sea, solo sustituyendo “alguien” por “nazi”? El revés, el cambio de sentido, lo que importa no aparece por ningún sitio. Tomando por lo corto el ejemplo de un refrán, sustituir “Más vale pájaro en mano que ciento volando” por “Más vale pájaro volando que ciento en la mano”, eso sí sería darle al refrán la vuelta como a un guante. El colmo, reservado a los dioses, quizá será darle como a un guante la vuelta a la mano.

      “Frente al escaparate de una juguetería, una pareja de turistas alemanes que contempla, entre soldados de plomo, la figura de Adolfo Hitler.” (J.C.LL).

      Amigos y enemigos. Vida literaria y vida. Hacerse un nombre y olvidar el hombre. Calidad literaria, calidad. ¡Grandes poemas, grandes reflexiones!

      “En la habitación de la moribunda, la colección de dinosaurios de plástico de su nieta.” (J.C.LL)

      Menos tarima. Que dinosaurios, moribunda y, mucho cuidado, también la nieta, siguen en la última fila.

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  10. Aconsejo a "Baltasar" que busque en cualquier manual de psicología lo que es el "sesgo de confirmación". Entenderá entonces por qué, cuanto más busca ejemplos, menos caso le hacemos.

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    1. Yo pido que se me citen grandes poemas o grandes reflexiones de Llop. Es lo contrario del sesgo de confirmación que veo todos los días aplicar en política o en economía y del que huyo como de la peste.

      Lea usted "Reyes de Alejandría" y "Oriente" (libros que hablan de temas que le interesan) y luego dialogamos tranquilamente del estilo y la profundidad de Llop. En el segundo libro habla de los profesores de universidad. Y escribe:

      "No era de esas veinteañeras de sexo inflamado y pocas manías a la hora de lograr una buena nota que llevarse al expediente. No era de las que caían en las garras y pezuñas de Rhinoceros, o Porcus Senglaris, o —el peor de todos ellos— Rata Negra (siempre se me dio bien poner motes o apodos que después se expandieron por el campus sin autoría), un trío que en sus cubículos profesorales había arrodillado, se decía, a más alumnas que un confesor feligreses, dispuestos, a cambio de satisfacer su capricho, a aumentar notas y proporcionar honores, becas incluso para trabajar en el departamento unos meses y pasar ellas del suelo a la mesa y de espaldas, con las piernas alzadas y los pies pedaleando en el aire en busca de sostén cósmico. Tampoco era de las más timoratas, al menos en apariencia, que se dejaban conquistar por aquellos —no era difícil detectarlos— que nunca antes de subirse a una tarima habían seducido a nadie, nunca desde la ausencia de autoridad habían besado o acariciado a quien desearon y ahora se sentían ufanos como reyezuelos tribales y nariz y barbilla así lo indicaban elevándose hacia el cielo como las piernas de las becarias tumbadas sobre la mesa del titular de departamento."

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    2. Mirando en internet quién ha podido decir que la rue Saint-Jacques es la calle más vieja de París porque fue el camino que seguían los mamuts para llegar hasta el Sena a beber, he descubierto que el creador de semejante bulo fue Blaise Cendrars, conocido por su gran imaginación y sus invenciones y farsas literarias. El origen de esa afirmación es el hecho de que se encontraran huesos de mamut durante la construcción del Institut océanographique de Paris, que está en esa calle. Hay que ser ingenuo para creer que los mamuts iban a beber al río siguiendo siempre el mismo camino preciso, un camino de quilómetro y medio por lo menos, como si París entonces estuviese cubierto de árboles por todas partes y que en ese gran bosque sólo hubiese un camino que conducía al río.

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  11. Lo que son las opiniones y los criterios:

    https://elasombrario.com/jose-carlos-llop-nuestra-cultura-mediterranea-y-europea/

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