El hilo del
collar: Correspondencia
Gustave Flaubert
Selección y edición
de Antonio Álvarez de la Rosa
Alianza editorial.
Madrid, 2021.
La correspondencia epistolar, en la mayor parte de los escritores,
es solo un complemento de su obra. Carece de interés para el lector común, pero
resulta imprescindible para el biógrafo y el estudioso.
Hay
excepciones, sin embargo, y no escasas. La correspondencia de Juan Valera la
leemos hoy con más interés que sus novelas. Ciertos temas, considerados tabú por
la moral social de la época, se tratan con total libertad en las cartas.
Madame
Bobary sigue causándonos hoy el mismo asombro que en el momento de su
publicación. Pero salvo esa novela y sus prodigiosos Tres cuentos –en
especial “Un corazón sencillo”--, publicados veinte años más tarde, pocas obras
de Flaubert conservan hoy una vigencia mayor que la de su correspondencia.
Gustave
Flaubert fue un incansable escritor de cartas a lo largo de toda su vida. Se
conservan de él cerca de cuatro mil quinientas y es probable que escribiera
bastantes más. Antonio Álvarez de la Rosa ha reunido en El hilo del collar apenas
una décima parte, pero bien seleccionadas y estructuradas nos permiten seguir
paso a paso la vida de un escritor excepcional, ser testigos de la elaboración
de su obra, escuchar sus precursoras reflexiones sobre la literatura y el arte.
La primera
carta está fechada en septiembre de 1833, cuando el escritor aún no había
cumplido los doce años; la última el 4 de mayo de 1880, pocos días antes de
morir. Hay cartas familiares, amistosas, meros intercambios cordiales, como no
podía ser de otra manera, pero abundan las que pueden ser consideradas como
auténticos ensayos o como notas de un diario íntimo. Varias son las razones que
explican la importancia del intercambio epistolar en Flaubert. Aunque en la
última etapa de su vida, ya convertido en escritor de éxito, pasaba largas
temporadas en París, en convivencia con otros amigos escritores (en el Diario
de los Goncourt queda abundante constancia de estas relaciones e incluso se
reproducen muchas de sus conversaciones), la mayor parte de su tiempo lo pasó
retirado en su mansión de Croisset, donde llevó una existencia de acomodado solterón
con pocas peripecias externas. Dedicó su vida a la literatura, pero no vivió de
la literatura. Se jactaba de no haber escrito jamás una línea por dinero y se
negó a escribir en los periódicos, aunque sería muy solicitado tras el éxito
escandaloso –la novela fue denunciada por inmoral-- de Madame Bovary y,
sobre todo, de Salambó. Pudo dedicar a sus libros todo el tiempo que
creía necesario, era un obsesivo perfeccionista que empleaba una semana a
escribir veinte líneas y un mes a reescribirlas.
De esa
tensión expresiva se liberaba en sus cartas, escritas a vuela pluma, sin miedo
a repetir palabras, una de sus obsesiones, y en las que volcaba sus dudas, sus
preocupaciones, sus opiniones sobre esto y aquello, sus manías, todo lo que no
podía permitirse en su obra literaria. En una carta a Louise Colet sintetizó su
idea de la impasibilidad del artista; se trata de una frase muy citada, origen
para muchos de la novela moderna: “En su obra, el autor debe estar como Dios en
el universo, visible por doquier y presente en ninguna parte”.
Las cartas
a la poeta Louise Colet, que han merecido edición independiente, son de una
riqueza inagotable. Flaubert mantuvo con ella una peculiar relación amorosa en
la que el componente intelectual tuvo tanta importancia como el erótico.
Sorprende hoy leer alguna de las cosas que le escribió: “Tú no eres una mujer,
y si te he amado más y, sobre todo, más profundamente (intenta
comprender la palabra profundamente) que a cualquier otra, es porque me
pareció que eras menos mujer que las demás”. ¿Quiere esto decir que en Flaubert
hubiera un cierto componente homosexual?
Nos equivocaríamos si pensamos así. Más adelante añade: “Como mujer,
solo quiero de ti la carne”. Louise Colet era una mujer culta, inteligente y
eso le parecía poco femenino. De la misoginia de la época –y no solo de su
época-- hay abundantes muestras en Flaubert. En Louise Colet –a la que prefirió
mantener a distancia, con la que nunca quiso convivir--, encontró Flaubert el
interlocutor adecuado, la persona con la que compartir sus preocupaciones
intelectuales y, como su relación coincidió con la redacción de Madame
Bobary, gracias a ella podemos asistir a un minucioso making off de
la novela.
Abundan en
las cartas de Flaubert –y no solo en las dedicadas a Louise Colet--, las frases
memorables. Una de ellas está en el origen de las Memorias de Adriano,
según reconoció su autora, Marguerite Yourcenar: “Cuando ya no estaban los
dioses y Cristo aún no estaba, hubo, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, un
momento único en el que solo estuvo el hombre”.
Flaubert,
que no tuvo hijos, cuidó como tal a su sobrina y al hijo de una amiga, el futuro
novelista, Guy de Maupassant, del que fue su mentor intelectual. La
correspondencia con el joven Maupassant marca otro de los puntos de este
epistolario (en cuyo índice, por poner algún reparo, se echa en falta la
indicación de los corresponsales).
El arte es
misterioso. Flaubert creía que, en las obras literarias, ni una sola palabra
debería ser dejada al azar, vivió obsesionado por controlarlo todo, pero en su
correspondencia todo está dejado al azar. Un epistolario tiene muchos
colaboradores: lo son los corresponsales y lo es el tiempo, que ha decido qué
cartas se conservan y cuáles no, y lo es el editor que las selecciona y las
anota. En Antonio Álvarez de la Rosa ha encontrado Flaubert al más eficaz
colaborador. El hilo del collar es un libro para leer de la primera a la
última página y para abrir por cualquier página seguro de que no tardaremos en encontrar una afirmación con la que admirarnos, asombrarnos o irritarnos.
Creí que Madame Bovary se había publicado en un periódico y por entregas, a modo de folletín. Era algo muy habitual entonces y ello condicionaba la estructura de los capítulos, para adaptar el flujo narrativo de cada episodio al espacio disponible en el periódico.
ResponderEliminarPor otro lado, una curiosa visión del señor Charles Bovary y su vivencia personal puede leerse en
http://cuantoscuentoscuantos.blogspot.com/2013/02/monsieur-bovary-saiz-de-marco.html?m=1
Se anticipó en una revista antes de aparecen en volomen, pero eso no condicionó su escritura.
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ResponderEliminarQué cosas tiene la Pedantería. No sé en qué mejora a la otra la traducción con errata. Y en el texto principal, la errata la encontramos al final: "no tardaremos encontrar una afirmación"
ResponderEliminarEste es el texto original de la carta de Flaubert a Edma R. des Genettes: 1861 (?); t. III de la Pléiade, p. 191.
ResponderEliminarLes dieux n’étant plus et le Christ n’étant pas encore, il y a eu, de Cicéron à Marc-Aurèle, un moment unique où l’homme seul a été. Flaubert emplea el verbo "être" y no "exister" ni "apparaître".
La traducción de Cortázar está un poco "arreglada" literariamente.
ResponderEliminarSobre Asturias hay un hermoso libro que trata de esos "tiempos oscuros", "Geografia sagrada de Asturias", de Juan Luis Rguez. Vigil y Ramón Rodríguez (ex director de la biblioteca de la Universidad). Hoy agotado.
ResponderEliminarSe nota la influencia de Julio Caro Baroja afortunadamente.
Víctor Menéndez
¿Qué tiempos oscuros? ¿Los de la vida de Flaubert? Víctor, Víctor...
EliminarHombre, me refiero al período que va de Cicerón a Marco Aurelio.
EliminarLa frase de Flaubert, retomada por Yourcenar en sus "Memorias de Adriano", con ser bella no es del todo cierta. Las gentes volvieron a sus antiguas creencias.
De acuerdo, retiro lo de "tiempos oscuros"
Víctor
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ResponderEliminarA este Pablo de P. ya lo hemos tenido por aquí con otros nombres. Cualquier pretexto le parece bueno para lucir lo mucho que sabe de francés. Pero en este caso sobran todas esas consideraciones. La frase de Flaubert está en una carta, no en una de sus trabajadas novelas. Y dice lo que dice y no le importa repetir una palabra. ¿Que Cortázar mejora a Flaubert? Bueno, eso va en gustos. El bueno de Pablo de P. nos informa de que ha visto una traducción plagada de errores. Qué cosas.Siga buscando, encontrará muchas más. Pero no la que señaló en este epistolario no es un ejemplo.
ResponderEliminarHola, quería consultarles si esta selección y traducción de Antonio Álvarez de la Rosa incluye las cartas a Louise Colet que Ignacio Malaxecheverría seleccionó y tradujo para la Editorial Siruela. Concretamente, mi consulta apunta a que en esta edición de Alianza, según se deja ver en el índice, la sección dedicada a Colet sólo retoma la primera parte de su relación (1846-1848); mientras que lo que estoy buscando leer es el segundo momento de su relación (1851-1855) para vincularlo con el proceso de escritura de _Madame Bovary_ (1851-1856).
ResponderEliminarDesde ya muchas gracias y gran reseña del libro!