jueves, 29 de julio de 2021

Elogio de la no ficción

 

A pájaros
Pablo Antón Marín Estrada
Impronta. Gijón, 2021.
 

Todavía hay quien confunde la literatura con la ficción, pero tan literatura es –o puede ser-- la columna periodística como el poema, la crónica como el cuento. ¿No hay distinción entonces entre periodismo y literatura? La hay y no la hay. Las publicaciones periódicas –diarios, semanarios-- son un contenedor de textos breves o seriados y en ellas caben, desde sus orígenes, tanto la información noticiosa como la novela por entregas. Y lo que vale para el papel vale igualmente para los medios digitales: en un tuit cabe una noticia o un poema: “Unos ojos negros vi. / Desde entonces en el mundo / todo es negro para mí”.

            Vienen estas obviedades a proposito del conjunto de prosas dispersas que Pablo Antón Marín Estrada ha publicado con el título de A pájaros. Marín Estrada pertenece a la estirpe de escritores españoles bilingües que, aunque cultivan todos los géneros, han hecho del periodismo el cotidiano hogar de su escritura. Sus maestros son Josep Pla y Álvaro Cunqueiro, sus coetáneos más próximos el gallego Manuel Rivas o el vasco Bernardo Atxaga, por no mencionar al asturiano Xuan Bello, con quien tanto tiene en común.

            La primera sección del volumen se titula “Andanzas”, como homenaje al Unamuno de Andanzas y visiones españoles. También Marín Estrada circunscribe su deambular a tierras españolas y portuguesas. No viaja más lejos, sino más hondo, y muestra su preferencia por los paisajes interiores, por las tierras dejadas de la mano de Dios.

            Son crónicas llenas de saber etnográfico escritas con la sensibilidad de un poeta. “Dicen que hay dos sonidos en el monte que, aunque se hayan escuchado una sola vez, nunca se olvidan: el aullido del lobo y la berrea”, comienza una de ellas. Con Marín Estrada asistimos a una berrea –esos “cánticos de afirmación sobre la tierra de los vivos, aunque también podrían ser lamentos de agonía”-- y a la gran nevada sobre las cumbres cuando en la oscuridad relumbran los ojos de los lobos, nos embarcamos para la costera del bonito o para avistar aves marinas de paso hacia sus cuarteles de invierno. “Vistos de cerca con los prismáticos, son realmente hermosos estos infatigables corredores de los mares”, nos dice de los alcatraces. Y muy de cerca los vemos en la prosa precisa de Marín Estrada: “La maniobra de inmersión es perfecta: pliegan las alas como un paraguas, estiran las patas hacia atrás y con todo el cuerpo en forma de flecha rompen el mar sumergiéndose por completo para volver a aparecer unos segundos después con el bocado ya engullido”.

            De vaqueiros, de alfareros, de un ingeniero que llegó a caballo a Grandas de Salime para crear una central eléctrica que acabó siendo, gracias a su hijo y a su nieto, un prodigioso monumento, y de un poeta que pasó por Castropol, el distante Cernuda, nos hablan otras crónicas, de desigual extensión, pero todas en algún aspecto memorables.

            La sección siguiente, “Almas”, da voz a los sin voz, nos presenta con su propias palabras a los últimos vecinos de pueblos perdidos. “Heridas” nos habla de las que todavía sangran en la historia de España, como las fosas comunes, y de otras olvidadas, como la de los más de mil niños asturianos que en septiembre de 1937 partieron del puerto gijonés del Musel hacia Rusia. El alma se serena en la sección de “Espectáculos”, donde alternan las fiestas tradicionales con Bob Dylan o el circense más difícil todavía del Hombre Bala.

            “Bastidores” nos presenta a un puñado de creadores en su lugar de trabajo. Los pintores y los escultores, Miguel Galano o Herminio, tienen su taller, pero el taller del poeta, Javier Almuzara, es una cafetería. Marín Estrada sabe contar y sabe escuchar, las dos cualidades básicas del periodista. De Javier Almuzara recoge algunos dichos memorables: “Para que el poema me toque el corazón tiene que apuntar a la cabeza. Si no sabe pensar, no tiene nada que decirme, y si no sabe bailar no me va a atraer. Un poema es una pareja con la que se puede bailar y conversar”.

            A pájaros es un libro lleno de paisajes y de gente, un libro al que escuchar y con el que conversar, es literatura, espléndida literatura sin ficción, una antología del mejor periodismo.

6 comentarios:

  1. Una duda, ¿cuándo te refieres a los niños de la guerra, dónde debemos llorar? Algunos se fueron muy pequeños, se integrarian en la sociedad soviética, y Asturias, y España, serían nada más que un lejano recuerdo. Otros volvieron, pero la vida en la España franquista no era más fácil que en la URSS. Yo conocí a una, de Sotrondio, muy popular en Oviedo.
    Victor Menéndez

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  2. Me autocorrijo, antes de que lleguen los correctores. Disculpas.
    Sintacticamente queda mejor: cuando te refieres a los niños de la guerra, ¿dónde los debemos llorar?
    Victor Menéndez

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  3. No entiendo la pregunta, Víctor. El que cientos de padres se separen de sus hijos a los que no saben si volverán a ver, ¿no te parece un hecho que muchos puede arrancar las lágrimas?

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  4. Sí. Me refiero a que muchos y muchas formarían su familia allí.
    Según tengo entendido, no puedo citar fuentes porque son comentarios, en principio los trataron muy bien.
    Pero es que a partir de la invasión nazi y la guerra, la URSS fue un infierno.
    De todas formas es cierto que es duro el desarraigo, quizá lleves una herida más que un recuerdo.
    Salud.

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  5. Bueno, sin ánimo de abundar en este tema, pero ya que las aguas de los comentarios a este blog bajan tranquilas, algo debo decir.
    Martín, 1937 era una fecha temprana. También lo digo a Marin Estrada. Realmente nadie, en el bando republicano pensaba en perder la guerra.
    La salida del barco con los niños la organizó "Socorro Rojo", una organización internacional vinculada al PSOE de Largo Caballero y de Indalecio Prieto.
    Quizá tenga una idea preconcebida de eso. Muchos niños procedían de las cuencas mineras. Mi madre algo me contó.
    Pero también de artículos leídos en prensa de conocidos comunistas asturianos, como José Maria Laso Prieto. Tanto el autor como el crítico como yo sabemos de que hablamos.
    Nos quedamos en Asturias, pero me temo que hubo otros barcos con "niños de la guerra"(así los llamaba mi madre), en otros puertos.
    Las dos lágrimas, Martín, es porque en la URSS muchos fallecieron sufriendo sus vicisitudes.
    Salud

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  6. No sé a qué vienen esas precisiones, Víctor. Lo que se dice en la reseña está claro desde el principio y nada pinta aquí si lo organizó Socorro Rojo o quien fuera.

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