domingo, 4 de diciembre de 2022

Veneración y crítica

 

 

Por una ciega ley del corazón
Antología poética
Francisco Brines
Selección y prólogo Vicente Gallego
Institució Alfons el Magnànim. Valencia, 2022.

El poeta Vicente Gallego, junto con Carlos Marzal uno de más devotos amigos de Francisco Brines durante las últimas décadas, ha preparado una antología del poeta que, aparte de su valor, indudable, se presta a algunas consideraciones. Se centra en la parte de la obra de Brines en la que “mejor queda reflejado su amor por la naturaleza”. Incluye todos los poemas que tienen por escenario la casa de Elca, en la que pasó su infancia luego todos los veranos y al final los largos años de vejez, que “se encuentra situada en un entorno privilegiado, frente al mar azulísimo de Oliva, con el Montgó por horizonte y los valles ardiendo de naranjos entre medias”. Las fotografías de Sara Esteban que ilustran el volumen nos muestran una casa que tópicamente calificaríamos de “viscontiana”. Vicente Gallego nos la describe: “Elca es un caserón del siglo XIX que su padre compró a principios del siglo XX, una construcción sobria, de líneas clásicas, con altos muros de cal e interiores amplios, muy bien contrastados entre luces y sombras. El edificio cuenta además con el generoso patio trasero —del que Paco hizo un espléndido jardín— y con un gran desván donde fue alojando su tremenda biblioteca, que después requirió parte del sótano para encontrar acomodo. Tiene adosada una vivienda para los caseros, disfruta además de una alberca que se utilizaba para el riego de los campos de naranjos colindantes, y en la que el poeta se bañaba de niño en los veranos”.

            El poeta Francisco Brines, a las pocas líneas de comenzar el prólogo, se convierte en Paco, el admirado amigo Paco, con lo que desaparece cualquier distancia crítica a la hora de analizar su poesía. Y no es ello malo en sí mismo. Podía haber aprovechado Vicente Gallego estas páginas prologales para ofrecernos un semblanza del poeta. Lo hace, pero entremezclada con análisis y encomios literarios de dudosa validez, como si la fuerza de la amistad le hiciera perder cualquier sentido crítico. La antología —que contiene algunas de las cimas de la poesía de Brines y de la poesía contemporánea— termina con el poema que cierra su último libro, Donde muere la muerte, que el poeta no pudo terminar de revisar y en el que reúne poemas dispersos escritos a lo largo de un cuarto de siglo, cuando tenia la impresión de que con La última costa ya había dicho todo lo que tenía que decir. El poema se titula “El vaso quebrado”, se dedica a Carlos (Marzal) y Vicente (Gallego), y dice así: “Hay veces en que el alma / se quiebra como un vaso, / y antes de que se rompa / y muera (porque las cosas mueren / también), llénalo de agua / y bebe, / quiero decir que dejes / las palabras gastadas, bien lavadas / en el fondo quebrado / de tu alma, / y que, si pueden, cante”.

Para Vicente Gallego este poema es uno de los mejores de su autor, “un prodigio de síntesis y de precisión, tan pleno de significado y a la vez tan desnudo de palabras, tan vibrante en su recogimiento. En él quedan puestas de relieve, tanto su concepción mistérica de la poesía como el grado último de despojamiento expresivo al que le condujo su poesía”. Y refiere luego la anécdota que está en el origen del poema: “Contaba Paco que un día se le cayó al suelo, rajándose, un vaso que nunca antes había utilizado, así que —con ese talante amoroso que lo caracterizaba— pensó llenarlo de agua y beberla, aunque fuese la primera y última vez que lo haría, de modo que aquel vaso pudiera cumplir con la función para la que había sido concebido”. Una anécdota que puede reflejar las manías de una persona, que parece que si tiene una docena de vasos en casa procura beber cada día en uno para que ninguno se sienta “frustrado”, pero que no sirve para elevar a categoría ni simbolizar ningún “talante amoroso”. Vicente Gallego continúa su ponderación: “Solamente un maestro sería capaz de emplear con tal delicadeza el simbolismo en que respira este poema, evitando que el procedimiento se convierta en camisa de fuerza y ahogue la espontaneidad de la palabra. Todo está vivo y dicho aquí sin recurrir al subrayado, en la pureza del sentir y compartir. El vaso quebrado es el alma que aspira al más alto don, el canto, ya que el alma es el recipiente en que bebemos las aguas frescas de la poesía”. Y no se vayan porque aún hay más: “Llegar a respetar un vaso de tal manera es patrimonio de espíritus cristalinos, los grandes gozadores de este mundo”. ¿Un espíritu cristalino es el que bebe en un vaso rajado, con riesgo de cortarse, antes de tirarlo? ¿Los grandes gozadores de este mundo hacen eso?

Parece que en la poesía, en lo que algunos llaman poesía, y en la crítica de poesía, en lo que algunos llaman crítica de poesía, cualquier vaguedad y cualquier pretenciosa hipérbole tienen su asiento. Vicente Gallego ni siquiera se ha dado cuenta de que en ese poema, que no haría de Brines el gran poeta que es si no hubiera escrito otras cosas, hay un error de construcción, fácilmente subsanable por otra parte: el sujeto de “se rompa y muera” nos es “vaso” —como pide el sentido—, sino “alma”. Por descuido, el poeta no ha dicho en los primeros versos lo que quería decir y por veneración nadie en la editorial se ha atrevido a corregirlo.

            Hay más casos en que el amigo del poeta y el estudioso de su poesía se entremezclan de mala manera. Cuando habla de las admiraciones literarias de Brines, no distingue entre las que se manifiestan en sus versos y en su obra crítica de lo que quizá le oyó en alguna conversación. ¿De verdad reconocía Brines “estatura de gigante” a Neruda en los sonetos’? ¿De verdad consideraba a Ángel González un poeta “de segundo plano” entre los de su generación, “un poeta más superficial, menos de segunda lectura”? ¿De verdad era lector asiduo de Gonzalo Rojas, Fina García Marruz y Blanca Varela? Habla el amigo de Paco, no el estudioso de su poesía o de su ensayos, donde no parece quedar ningún eco de esas preferencias.

            La veneración acrítica no es la mejor manera de acercar un autor, que se va alejando en el tiempo, a los lectores contemporáneos.

21 comentarios:

  1. No creo que la intención de Gallego haya sido hacer una edición crítica, un estudio profundo o una antología típica de profesor universitario. Ha seleccionado los poemas que a él le gustan, ha contado cosas personales del autor y no era su obligación acercar la obra de Brines a nadie. No creo que se haya inventado lo que pudo decir de González. Y por último, ¿la selección de poemas le parece correcta o no? Creo que eso es lo importante. Saludos.

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  2. CORREGIDO. José Luis, el resentimiento y la obsesión “acrítica no es la mejor manera de acercar a un autor, que se va alejando en el tiempo, a los lectores contemporáneos”. Buena prueba de ello es el desahogo personal que has querido disfrazar de reseña con motivo de una antología de Francisco Brines.
    Tu reseña -llamémosla así- no solo no dice nada interesante, no aporta nada sobre lo reseñado, sino que es, en realidad, una desconcertante suma de nimiedades y disparates.
    El mayor disparate, tu mayor disparate, es conjeturar que en uno de los poemas del libro, “El vaso quebrado”, citado enteramente por ti, 1º, “hay un error de construcción fácilmente subsanable. 2º, que “Vicente Gallego ni siquiera se ha dado cuenta de ello”. 3º, que ese pretendido “error” de Francisco Brines demuestra que en la poesía del propio Francisco Brines “cualquier vaguedad y cualquier pretenciosa hipérbole tienen su asiento”. Y 4º, que “por descuido el poeta no ha dicho en los primeros versos lo que quería decir”. Lo que tú conjeturas es ya mucho conjeturar. Pero lo mejor viene luego, justamente cuando dictaminas o pontificas que dicho obvio y “subsanable” error del poeta Francisco Brines (que tú, por tu cuenta, hubieras corregido sin enmendarte a Dios ni al Diablo, de mil amores) “por veneración nadie en la editorial se ha atrevido a corregirlo”.
    Qué cosas, José Luis, qué cosas. ¡Mira tú que querer y desear que una proba y funcionarial institución como es la “Institució Alfons el Magnánim”, se dedique a mejorar y corregir, es decir, a falsificar, los poemas de tu, en otro tiempo (me temo que ya lejanísimo), admirado Francisco Brines!

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  3. José Luis, intentas propinarle un profesoral palmetazo a Vicente Gallego con la excusa del tono que le da a su prólogo y te atreves a afirmar: “El poeta Francisco Brines, a las pocas líneas de comenzar el prólogo, se convierte en Paco, el admirado amigo Paco, con lo que desaparece cualquier distancia crítica a la hora de analizar su poesía.”
    José Luis, tú has leído miles de libros de poesía y pareces una persona culta, a pesar de haber sido profesor de universidad. Sorprende por eso un tanto el que no sepas diferenciar, a lo que parece, los deberes y las posibilidades de un prólogo y los deberes y posibilidades de una reseña. Quizás suceda que tú seas más de reseñas que de prólogos, lo mismo que en la práctica, a la hora de hacer reseñas eres más de hacer valer “la distancia ideológica” que “la distancia crítica”. En cualquier caso, un prólogo no tiene porqué manifestar necesariamente distancia crítica alguna con el antologado como no tiene porqué dedicarse a analizar ni a psicoanalizar nada. Los prólogos no son reseñas ni están pensados especialmente para que los lean profesores de universidad sino para que los lean lectores, los simples o no tan simples lectores. Los buenos prólogos, sencillamente, muestran inteligencia y son brillantes o conocen bien el asunto tratado y son veraces y proporcionan información sensible o están bien escritos y resultan amenos o divertidos o emocionantes. El prólogo de Vicente gallego, casualmente, reúne todas estas virtudes, aunque puede que no mantenga, porque no la necesita, eso que tú llamas distancia crítica.

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  4. Dices o pareces decir que en Vicente Gallego hay momentos en los que, a propósito de Brines, “el amigo del poeta y el estudioso de su poesía se entremezclan de mala manera”. Y todo porque las admiraciones literarias (o las lecturas) de Brines son muchísimo más numerosas que las influencias, es decir, las admiraciones literarias que han dejado huella en su poesía. Y todo porque Brines, en algún momento, ha contado a Vicente Gallego su admiración por los amaderados sonetos de Neruda o los versiculares versos de Gonzalo Rojas, pese a que ningún estudioso podrá encontrar influencias de Neruda o de Gonzalo Rojas en la poesía de Brines.
    ¿Insistirás de verdad en que si en el poeta X no hay huellas de la poesía del poeta Y, el poeta X no puede admirar al poeta Y? Eso no es una tontería terrestre sino sideral. ¡Qué falta de sentido común! Es normal el admirar a cientos de poetas, pero es prácticamente imposible que todo lo que admires deje una clara huella en los versos que puedas escribir.
    Brines era un excepcional lector, tenía una maravillosa biblioteca de poesía y le escuché más de una vez hablar bien de la poesía de Neruda y de Gonzalo Rojas, como también mil veces muchísimos hablar bien de otros poetas más o menos contemporáneos. Coincido exactamente con lo que dice V.G.
    Me temo que eres un emperador cuando hablas de Vicente Luis Mora y demás impostores de la actual o viva poesía española, pero eres un mendigo tartamudo cuando hablas de Francisco Brines y de X, de Y y de Z.

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  5. No quiero echar más leña al fuego, pero tres, no uno, profesores de Lengua de instituto, supongo que licenciados en Filología Hispánica y que algo sabrán, estoy seguro, me han dicho que no ven nada punitivo ni agramatical en el dichoso poema del vaso. No lo puse antes por no hacer muy largo mi comentario, pero no entiendo cuestionar algo que no tiene fallo. Algo falla en esta reseña a Gallego, y me alegro que un poeta también lo diga. Saludos.

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  6. José Santacreu, para ver la incongruencia de los primeros versos (la concordancia "ad sensum") no hace falta ser licenciado, basta saber español: "Hay veces en que el alma se quiebra como un vaso y antes de que se rompa y muera ... llénalo de agua (el alma es femenino por lo que debería decir "llénala"), pero el poeta ha pasado a pensar en el vaso debido a la comparación. Ese "como el vaso" no es el sujeto de "rompa y muera", sino el alma. Basta tener sentido de la lengua para entender esto, no es cosa de licenciados.

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    1. En los puntos suspensivos estaba entre paréntesis "porque también las cosas mueren). Se refiere al vaso, que es una cosa, por lo tanto, a mi parecer, está bien el "llénalo de agua". Llenar el alma de agua no sé cómo se haría. Y disculpa esta cosa sobre el sujeto. Ya te discutí una vez lo del sujeto en otra frase, hace tiempo, y me dijiste que no me metiera en camisas...

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    2. No te metas, Jesús... Claro que se refiere al vaso, pero "un vaso" no puede ser el sujeto de "se rompa y muera" ni tampoco "las cosas"; en el primer caso por el "como" (el sujeto de "corre como un gamo" no es gamo) y en el segundo por la falta de concordancia. En fin que no hay que confundir la gimnasia con la magnesia ni la sintaxis y otra la semántica. "Me gustan las patatas" significa lo mismo que " yo gusto de las patatas", pero en un caso el sujeto es "las patatas" y en el otro "yo". Y perdona la lección.

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    3. Estás perdonado, amigo Martín, pero para que lo entiendas mejor trastoco un poco lo que escribió el poeta: Hay veces en que el alma se quiebra como un vaso, y antes de que el vaso se rompa y muera, llénalo de agua...

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    4. Jesús, Jesús, que el problema no es lo que quería decir el poeta, que está muy claro, sino la manera de decirlo. La agramaticalidad del texto se puede arreglar de muchas maneras. Y el problema no es si importa poco o mucho, sino que está ahí y algunos son incapaces de verla.

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    5. Lo que tu ves como agramaticalidad es una cosa que se sale de la norma pero, a mi ver, la admite el sistema. El complemento de la frase principal pasa a ser sujeto en la siguiente. Y gracias por tu paciencia. Ahora me voy al Café.

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    6. Sostenella y no enmendalla lo tuyo, Jesús Castellano. Con lo fácil que sería decir "yo de esas cosas de las que hablas no entiendo, pero a mí me suena bien el poema tal como está".

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    7. Lo mismo más o menos me dijo la profesora Josefina en Oviedo cuando le discutí la teoría de Alarcos sobre la voz pasiva en español. Me echó una bronca que me dejó apabullado. Tú has sido más amable. Te lo agradezco.

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  7. Sigue Santacreu: Ah, y una buena antología o un buen estudio preliminar no es cosa de profesores, taltaría más, sino de buenos conocedores del poeta que se antologa y que no confunden la dimensión crítica de su trabajo con el encomio amical.

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  8. Y vamos con Abelardo. Parece que ha leído mi reseña (muy por encima), quizá haya leído el prólogo de Vicente Gallego (quizá), pero lo que es seguro que no ha leído es la nota final que aparece --anónimamente-- en "Donde muere la muerte": "El autor no pudo llegar a corregir las pruebas del libro, así que la editorial ha decidido mantener de la forma más fiel posible el manuscrito como él lo dispuso". Una nota rara, de la que parece deducirse que el autor no solo "no pudo corregir las pruebas del libro" (eso puede hacerlo cualquier corrector), sino que no dejó el libro por completo ultimado, de ahí que sea necesario indicar que "la editorial ha decidido mantener de la forma más fiel posible el manuscrito como él lo dispuso". ¿Qué es eso de decidir mantener el original de una obra como el autor la dispuso? Eso se da por supuesto. Lo de decidir "mantener de la forma más fiel posible el manuscrito como el autor lo dispuso" parece darnos a entender que ese original no estaba ultimado, de ahí que no fuera posible reproducirlo tan cual, sino solo de la manera más fiel posible.
    Medite sobre esta cuestión filológica mi querido detractor.

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  9. Sigo con Abelardo: un prólogo puede ser de muy diversas maneras, cabe el estudio crítico y la semblanza personal, pero conviene separar ambos aspectos. Vicente gallego los mezcla no muy acertadamente. En sus páginas vale más la semblanza que el análisis. El prólogo abunda en encomios e hipérboles vacuas dirigidas lo mismo a excelentes poemas que a otros más borrosos y olvidables (a mi no infalible parecer, por supuesto).

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  10. Y termino con Abelardo. De sobra sabemos que las lecturas de un poeta son más amplias que las que influencian su obra. Las lecturas y las admiraciones poéticas de Brines las conocemos, no solo por las que se traslucen en sus versos, sino también por sus estudios críticos y abundantes entrevistas. En eso debería basarse Vicente Gallego y no en lo que él sabe por el trato íntimo y sin posibilidad de contrastación. Eso debería aparecer en un apartado titulado algo así como "lo que me contó Francisco Brines". Y parece poco delicado --y más incluyéndolo en el prólogo como un hecho indubitable-- desvelar la supuesta confidencia de "Paco" acerca de que Ángel González le parecía un poeta de segunda en su generación, demasiado simple para necesitar más de una lectura.

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  11. José Luis, no soy tu detractor sino tu admirador. Llámame tu admirador a secas o algo un poco más imaginativo como “mi secreto admirador” o “mi sorprendente admirador” o lo que quieras.
    Mil gracias por informarme de que ”Donde muere la muerte” es un libro póstumo. Yo ya lo sabía, pero lo que importa es la intención y tú me lo dices con la mejor intención.
    Como libro decididamente póstumo, el autor no pudo corregir pruebas. Pero tú sabes perfectamente, como lo sé incluso yo, que la mayoría de los poemas de este libro se fueron publicando a lo largo de los últimos años de Brines en multitud de revistas y antologías. Ese ha sido el caso exacto de “El vaso quebrado”, quizás hasta puede que lo haya publicado yo mismo.
    Por eso resulta tan absolutamente sorprendente que vengas ahora a decirme a mí y a todos tus lectores “donde dije Paco, digo jaco” y nos cuentes unas nueva versión de la historia de la buena pipa en la que todo lo que pasa es que no hay un manuscrito definitivo de “Donde muere la muerte” y que, sencillamente: “la editorial ha decidido mantener de la forma más fiel posible el manuscrito como él lo dispuso” ya “que ese original no estaba ultimado, de ahí que no fuera posible reproducirlo tal cual, sino de la mejor manera posible. Exactamente como en el cuento de la buena pipa. Pues así será, pero eso no tiene nada que ver con lo que tú y yo hemos estado discutiendo. Primero, porque eso de “el manuscrito” alude, muy seguramente, solo al orden de los poemas, no a los poemas mismos, ya que fueron publicados, prácticamente todos, en vida del autor. Y en segundo lugar porque lo que tú te empeñas en mantener en tu reseña es que “por descuido el poeta no ha dicho en los primeros versos lo que quería decir”.
    Estoy meditando sobre esta cuestión, más que filológica, sencillamente lógica y no le encuentro explicación alguna a tus explicaciones.

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  12. Pues está claro: esos poemas no tenían el último visto bueno del poeta, que ya no estaba en su mejor momento, y habrían necesitado una labor de edición, un asesoramiento, que todos los autores tienen, para evitar lapsus. No creo que ese descuido sintáctico fuera voluntario, pero voluntario o no ahí está y conviene señalarlo, no poner los ojos en blanco como si fuera una de las siete maravillas del mundo.

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  13. Ah, y una última observación. Si no está claro que el orden de los poemas de "Donde muere la muerte" fuera dispuesto por Brines, lo que afirma Vicente Gallego de que "cierra su obra completa" porque en él ve "su poética cifrada" es un tanto aventurado. Habría que dejar claras las intervenciones ajenas en la edición de la última poesía de Brines.

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