Un Sartre muy
distinto
François Noudelmann
Traducción de Laura
Claravall
Ediciones del Subsuelo. Barcelona, 2023.
Desde el Balzac en zapatillas de Léon Gozlan, muchos
son los libros que un amigo o un secretario ha escrito para contar las intimidades,
a menudo escandalosas, de un escritor. Podría pensarse que Un Sartre muy
distinto está en la misma línea, sobre todo si, al hojear el índice, nos
encontramos con la pregunta “¿Sartre queer?” encabezando uno de los
subcapítulos. Pero François Noudelmann no es un periodista que busca llamar la
atención ni un indiscreto confidente, sino un filósofo, especialista en la obra
de Sartre, que este libro se adentra en los enigmas que de alguna manera son
también los de cualquier biografía: nadie es de una pieza, a nadie conocemos
del todo. Su fuente principal es Arlette Elkaïm, primero devota seguidora y
luego hija adoptiva de Sartre, y los papeles y filmaciones privadas que ella
custodiaba.
No es un
libro contra Sartre, todo lo contrario, pero los detractores de quien, a partir
de 1945, se convirtió en el principal referente intelectual de la izquierda
revolucionaria, encontrarán reforzados sus argumentos. Tras visitar, casi como
estrella invitada, la Rusia de los años cincuenta y la China en la que se está
incubando la Revolución Cultural, en privado —muy en privado— expresa algunas reservas, pero nunca
en público para no desagradar a sus generosos anfitriones. Rompe con los
comunistas en 1956, tras la invasión de Hungría, pero no tarda en dejarse volver
a querer por ellos. En 1963, presenta a la Unesco el proyecto de una reunión de
intelectuales para facilitar el diálogo Este-Oeste. La verdadera razón es que
su traductora rusa y amante, Lena Zonina, sea invitada a París. Así se lo
cuenta en una carta: “Por primera vez en mi vida pondré los pies en esa casa de
putas. Por ti, amor. ¡Si la gente supiera lo que se esconde detrás de esa
pasión por la confrontación de culturas! ¿Sabes que sin ti, nada de esto habría
ocurrido, que esa reunión en la Unesco no se habría celebrado, ni siquiera para
los demás? Tú eres la confrontación Este-Oeste. O mejor dicho, el Este y el
Oeste se confrontan en nuestra cama”. Cinismo se llama esa figura. Como Pablo
Neruda, como Miguel Ángel Asturias, el fervor político de Sartre escondía a
veces muy particulares intereses.
Pero no por
eso dejaba de ser de algún modo sincero, como sincera fue la toma de partido a
favor de la independencia de Argelia. Su indignación ante el recurso a la
tortura de los militares franceses, le llevó a apoyar expresamente la violencia
terrorista de los insurgentes argelinos. En el prólogo a Los condenados de
la tierra, el libro de Frantz Fanon que serviría de inspiración a los
movimientos anticolonialistas y a las organizaciones guerrilleras de los años
sesenta, llegó a escribir: “Matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro,
suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido”.
Sin su
postura de escritor comprometido, Sartre no se habría convertido en una figura
pública, no habría conseguido la resonancia mundial que tuvo. Quiso ser como
Víctor Hugo, que se enfrentó a Napoleón III; como Zola, defensor del
injustamente condenado Dreyfus; como Gide, que denunció la explotación colonial
del Congo. Para ello tuvo que sobreactuar, que representar un papel en el que
no sentía a gusto del todo. François
Noudelmann explora las grietas de esa figura pública. Una de ellas, su relación
con las drogas. Tras una primera relación con la mescalina, que se provocó
varios meses de depresión y un miedo a la locura que le duraría toda la vida,
sus compañeros inseparables fueron el alcohol, el tabaco y, a partir de 1950,
otra droga legal: el Corydrane, una mezcla de anfetamina y aspirina. Sin el
Corydrane, no habría sido posible su ingente trabajo intelectual. Comenzó a
abusar de esa sustancia cuando trabaja en la que quiere que sea su obra mayor,
la Crítica de la razón dialéctica. De tomar un comprimido al día, pasa a
tomar diez, y el resultado parece milagroso: “Las frases se suceden,
interminables, y el resultado son magmas teóricos de varias páginas sin
párrafos que, posteriormente, Arlette Elkaïm tendrá que espaciar y dividir en
capítulos para hacerlos legibles”. No tarda en recurrir al Corydrane para
responder a cualquier encargo y, si le piden un texto urgente, es capaz de
trabajar veinticuatro horas seguidas. Pero no solo lo utilizaba para eso. “El
whisky era su bebida preferida y solía mezclarlo con Dorydrane, una combinación
que demora la sensación de borrachera e incita a beber más”. Las intoxicaciones
etílicas de Sartre fueron numerosas y varios de sus banquetes en la URSS, tras
los brindis con escritores y altos cargos, los terminó en el hospital. La factura
de esos excesos la pagó durante los últimos años de su vida. Ciego y cada vez
más deteriorado físicamente, siguió siendo una figura pública, utilizado por
unos y por otros, pero sobre todo por su secretario, Benny Lévy.
François Noudelmann
quiere centrarse en otro Sartre, en un Sartre apolítico que contradice el
retrato oficial, un Sartre “más cerca de Stendhal que de Marx”, un Sartre que
gusta de viajar como un simple turista, de tocar el piano, cantar y hacer un
poco el payaso, que prefiere la fantasía y lo imaginario a los rigurosos
análisis económicos, que padece frecuentes depresiones, que se deja seducir por
la inacción y la melancolía.
Fue un
triunfador que fracasó quizá en lo que más le importaba, un defensor de causas
justas —aunque no siempre—
hasta la injusticia. El tiempo no ha sido demasiado piadoso con su obra. Hoy le
vemos como un representante de algo de lo mejor y de mucho de lo peor del siglo
XX.
El libro no parece muy extenso en la fotografía que inicia la reseña.
ResponderEliminarYo a Sartre nunca lo tuve por hombre de una pieza. Por un soberano tostón si. Sírvale de disculpa que las anfetaminas se consumían alegremente en los años 50 del siglo pasado, W.H. Auden también lo hacía y se lee mejor.
Por otra parte, a Sartre nunca lo vi en un currículum de Filosofía. Los filósofos son muy suyos, Sartre no era aceptado academicamente.
No os drogeis, niños y jóvenes. Y que no se os ocurra meteros "speed" o coca por el culo. Es muy peligroso. Buscad la experiencia en algún poeta de la experiencia o en Roger Wolfe.
Salud y a cuidarse.
En la exposición sobre la revista Clarín que se acaba de inaugurar en la Biblioteca Jovellanos de Gijón hay una foto de la tertulia Óliver en la que creo que apareces, Víctor. Si pasas por allí, ya me dirás.
EliminarTengo la pierna rota. Estoy de baja, no conduzco. Y no soy nada fotogenico. Gracias, otro día.
EliminarPues igual está Victor Botas, Felicisimo Blanco, etc. A mi me invitó Almuzara la primera vez.
EliminarLa carta a la amante rusa tiene gracia y le humaniza. No aparecía ese Sartre en los libros que yo leí, robados en "La joie de lire" parisina (Mea culpa). Al contrario, los recuerdo como algo criptico, incomprensible y aburrido. Seguramente incapacidad mía. Pero como apunta JLGM, ¿alguien lee hoy día a Sartre?. Miro los libros de Sartre en mi biblioteca y me dan ganas de devolverlos a los herederos de François Maspéro. Con una nota de disculpa.
ResponderEliminarCuando murió Unamuno Sartre tenía 31 años y sólo había publicado dos opúsculos filosóficos que pasaron desapercibidos. Difícilmente Unamuno hubiera podido aceptarlo como filósofo. No sé si Curtius lo consideró o no un filósofo, pero si no lo hizo se confundió, porque tuvo 13 años para leer "L'Être et le Néant (Essai d'ontologie phénoménologique)", que es un tocho de pura filosofía muy divertido si se piensa que la filosofía es un camelo (Curtius se murió en 1956 y el libro data de 1943).
ResponderEliminar"Sin su postura de escritor comprometido, Sartre no se habría convertido en una figura pública, no habría conseguido la resonancia mundial que tuvo. Quiso ser como Víctor Hugo, que se enfrentó a Napoleón III; como Zola, defensor del injustamente condenado Dreyfus; como Gide, que denunció la explotación colonial del Congo."
ResponderEliminarEsa es la versión de izquierdas del comportamiento de Sartre. La realidad es mucho menos gloriosa: Sartre se convirtió en un intelectual de extrema izquierda porque durante la Ocupación nazi su conducta fue muy poco heroica. Tras su período de prisionero de guerra (en el que pudo escribir más de 2000 páginas - publicadas en 1983 con el título de "Cuadernos de una extraña guerra" - y una obra de teatro antisemita, "Barioná, el hijo del trueno" - de la que se ha dicho que fue el éxito que tuvo entre los prisioneros cuando fue montada por Sartre en el Stalag donde pasó nueve meses lo que hizo que los nazis le liberaran), vuelve a París. Y la Wikipédia cuenta: "En octubre de 1941 se le concedió un puesto, anteriormente ocupado por un profesor judío al que se le había prohibido enseñar por la Ley de Vichy, en el Liceo Condorcet de París." La Wikipedia española olvida decir que para obtener el puesto Sartre tuvo que jurar ante los nazis que no era ni masón ni judío.
"Sartre decidió escribir en lugar de participar en la resistencia activa. Entonces escribió "El ser y la nada", "Las moscas" y "A puerta cerrada", ninguno de los cuales fue censurado por la Alemania nazi." La Wikipedia española olvida de nuevo decir que Sartre pudo estrenar (con gran éxito) esas dos obras de teatro en plena Ocupación porque pasaron sin problemas la censura nazi (en su estreno la sala estaba llena de oficiales nazis).
También olvida contar que entre enero y abril de 1944, Sartre escribió doce programas de radio para Radio-Vichy, la radio nacional petenista en la que trabajaban muchos intelectuales franceses pro-nazis.
Todo ello, más el cinismo y el oportunismo del que toda su vida Sartre hizo alarde, explican su "conversión" (con casi 40 años) a la extrema izquierda más estúpida y fanática (en 1952 llegó a escribir que "Todo anticomunista es un perro").
Pequeña lección de lógica elemental: la causa precede siempre al efecto, pero no todo lo que precede a algo es su causa.
ResponderEliminarPor supuesto: basta que lo sea a veces.
EliminarY no es el caso.
EliminarY es el caso.
EliminarYo, ni caso.
Eliminar"Como tordo viejo en campanario, que de badajadas no hace caso" (VOCABULARIO DE REFRANES Y FRASES PROVERBIALES Y OTRAS FÓRMULAS COMUNES DE LA LENGUA CASTELLANA EN QUE VAN TODOS LOS IMPRESOS ANTES Y OTRA GRAN COPIA QUE JUNTÓ EL MAESTRO GONZALO CORREAS Catredático de Griego y Hebreo en la Universidad de Salamanca. Van añedidas las declaraciones y aplicación adonde pareció ser necesaria. Al cabo se ponen las frases más llenas y copiosas.)
EliminarDe pendejadas, más bien.
Eliminar"El caso es que me canso, y no hay más caso."
Eliminar(Refrán)
Una aclaración. Cuando me refería a la Filosofía lo hacía pensando en la Metafísica, asignatura que yo cursé en el segundo ciclo universitario, si así sigue llamándose. "El ser y la nada" podría o debería incluirse en este currículum.
ResponderEliminarPues no. Va desde Aristoteles a Martín Heidegger, cuyo "El ser y el tiempo" si es "filosofía pura", como dice Morales, o pura Metafísica. Texto enormemente influyente en la primera mitad del siglo XX, también para Unamuno. Su autor, nazi con responsabilidades.
Nada más A buen entendedor...
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ResponderEliminarExtraño que en la carrera de Filosofía no fuera obligatorio leer "El Ser y la Nada", cuya primera traducción al español data de 1946.
ResponderEliminarEl caso que yo le hago es escaso
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