jueves, 15 de junio de 2023

Un escritor singular

 

 

La belleza del caminar
Avelino Fierro
Eolas Ediciones. León, 2023.

Calificar a Avelino Fierro de escritor singular no deja de ser una tautología, puesto que de alguna manera todos los que valen la pena lo son. Habría que precisar en qué consiste su singularidad. Nacido en 1956, fiscal en la audiencia de León, cuando publica su primer libro tiene ya cerca de sesenta años. Pero fue lector omnívoro desde siempre, amigo de escritores, aficionado a escribir largas cartas hablando de sus lecturas y de sus viajes y también a ilustrar con sugerentes viñetas los libros que leía. Esas cartas —a menudo colectivas y fotocopiadas— dieron lugar a un peculiar diario, lleno de citas, de anécdotas privadas y de divagaciones líricas, que primero se publica semanalmente en un medio digital y luego va siendo reunido en diversos volúmenes; el inicial, Una habitación en Europa,  apareció en 2014 y el más reciente, Días sin rostro, este mismo año.

            Avelino Fierro ha creado un género personal con mucho de autores como Álvaro Cunqueiro (aunque sin gusto por lo fantástico) y, sobre todo, de Josep Pla que vuelve reconocible e inconfundible todo lo que escribe.

             La belleza del caminar es un libro de encargo. Forma parte de una colección, ideada y dirigida por Gustavo Martín Garzo, dedicada a un tópico al que parece haber vuelto la espalda buena parte del arte y la literatura contemporáneos: la belleza. Y que no duda en ocuparse de la belleza no solo allí donde la esperaríamos —la infancia, los jardines—, sino también en otros temas menos convencionales: los muertos, los locos. Ya ha publicado algunas obras memorables, como La belleza de lo pequeño, de Tomás Sánchez Santiago.

            A Avelino Fierro, viajero y paseante, le toca enfrentarse a un tema que se ha puesto últimamente de moda. Y lo hace a su manera, recopilando toda la bibliografía que encuentra, citándola y glosándola, dando vueltas y más vueltas, incansable andarín de su propia órbita.  

            Incluso sus dudas sobre el libro forman parte del libro. A un amigo le habla de este compromiso editorial, le dice que no sabe “por dónde tirar, qué camino elegir”. El amigo le aconseja, muy sabiamente, que se deje de citas, que hable de la belleza del caminar sin muletas ajenas, compendiando toda la experiencia que ya ha dejado reflejada en sus diarios.

            Pero Avelino Fierro no sigue tan sabio consejo, no puede dejar de citar a unos y a otros, también a sí mismo, y nos ofrece un libro descosido y desigual, como los del último Baroja, pero lleno de encanto. A veces —también le ocurría a Baroja—, se aproxima al poema en prosa. Lo son muchas de las descripciones paisajísticas incluidas en “Paseos de otro tiempo” o el fragmento que cierra el volumen: “Un día cualquiera. Paseo. Miro al cielo. En el límpido azul sin nubes han aparecido las nítidas estelas de dos aviones. Ha pasado un buen rato y siguen sin desvanecerse. Una pandilla de arcángeles exiliados de un lado, y de otro músicos y escritores están jugando a tirar de ellas como si fueran sogas, a tensarlas bien fuerte, como queriendo enderezar los renglones torcidos de la Creación, los desvaríos del mundo de hoy”.

            A esos desvaríos, que para él derivan sobre todo de las nuevas tecnologías, alude acá y allá, como en el resto de sus obras, pero afortunadamente no insiste demasiado en ellos. Prefiere divagar sobre lo que debería hacer y no hace, amontonar libros sobre su mesa de trabajo, describirnos los dibujos que ha trazado en las páginas en blanco de esos libros. Incluso incluye un guion que ha preparado y al que no es capaz de atenerse: “Primeros pasos, Caminantes (Thoreau, Rousseau, Rulfo, Werner Herzog…), Paseantes (Kant, Cioran), Ciudades (Nueva York, París, Lisboa, Cracovia…), Haciendo camino (Machado, Dante, Jorge Manrique), Noche, Literatura (Walter Benjamin), Bosque y Montañas, Descanso-Serenidad (Xavier de Maistre, Huysmans)”.

            Algo de “un soneto me manda hacer Violante” tiene La belleza del caminar que insiste en el encargo del editor, que recoge sus dudas sobre si será capaz de llevarlo a cabo, como si fuera el diario de la realización del libro —a la manera de los que escribieron André Gide sobre Los monederos falsos y Thomas Mann sobre Doctor Faustus— más que el libro mismo: “ Quizá sería conveniente detenerse aquí y ahora. Y hacer una llamada al editor. Son las siete y cuarto de la mañana del uno de diciembre de 2022. No ha amanecido. Esperar un par de horas y tratar de localizarlo, a él o a Gustavo Martín Garzo, que dirige esta colección. Y pedirles una prórroga para mi trabajo, o quizá sacarlo de esta serie de libritos sobre la belleza para darle otro enfoque, otra dimensión. Y editar un mamotreto gordote y plúmbeo, la metáfora de esta escritura que es cada vez más una ascensión a la montaña, cansina, sofocante para todos, un Sísifo que escribe y escribe y no llega nunca a la cima, al final de su trayecto”.

            Aunque este libro invertebrado —marca de la casa— no es “gordote” ni plúmbeo, sí resulta a veces fatigoso, y por eso conviene no leerlo de un tirón, sino abrirlo por cualquier parte, acompañar al autor un trecho del camino y luego abandonarle durante un tiempo —quizá acompañando a uno de los autores que él mismo nos descubre— antes de volver a seguir sus paseos por las calles de León, por los rincones de la vieja Europa, por las mil y una noches de la literatura.



2 comentarios:

  1. No conocía esta editorial. Gracias por la información sobre "La belleza de lo pequeño" de Tomás Sánchez Santiago. Ya lo he pedido a mi librería.

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  2. El libro de Tomás es delicioso, debería ser obligatorio escribir a mano muchos de sus apartados. Reproducir a mano un escrito, con la debida parsimonia, es la mejor manera de leer.

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