jueves, 20 de noviembre de 2025

Novela y novelerías

 

Felipe Benítez Reyes
La gente. Novela
Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2025.

A veces el propio autor no es el mejor gestor de su talento literario. Un talento que, en el caso de Felipe Benítez Reyes, resulta excepcional: tan imaginativo y ocurrente como Ramón Gómez de la Serna, de tanta brillantez estilística como Valle-Inclán, sin que se le pueda considerar epígono de ninguno de los dos. Como poeta, como ensayista, como narrador ocupa uno de los primeros lugares en la literatura contemporánea, aunque los suplementos literarios y la industria editorial no siempre parecen reconocerlo así

            Dedicado profesionalmente a la literatura, ha cultivado con empeño un género que no parecía en principio acomodarse a su genio, la novela. Con El novio del mundo consiguió casi un best seller y con Mercado de espejismos el premio Nadal, pero era demasiado buen escritor para seguir apostando por él y por eso han prescindido de uno de los grandes narradores de hoy las editoriales que dominan el mercado 

            La gente lleva en cubierta el subtítulo de “novela”, anticipándose a las dudas que pudieran plantearse sobre el género del libro. Y lo es, por supuesto, pero solo en el sentido amplio del término, no en el del lector habitual de novelas ni en el que hace que sea el género preferido de los editores: un relato de más de cien páginas, a ser posible de bastantes más, con un principio y un final, que no se pueda empezar a leer por cualquier parte y en el que la acción que se cuenta en cada capítulo continúa en el siguiente. Una novela es El perro de los Baskerville, pero no El archivo de Sherlock Holmes , aunque ambos libros tengan los mismos protagonistas. La adscripción de una obra a un género literario no es cosa solo de los estudiosos de la literatura. Orienta nuestra lectura, crea unas expectativas, que pueden resultar frustradas cuando por motivos editoriales se aplica un membrete inadecuado

            En La gente nos encontramos con tres autores ficticios: el autor de la novela propiamente dicha, subtitulada “Galería de espectros”, y los autores del prólogo y de la “Nota y envío” que encontramos al comienzo de los Apéndices, unos apéndices que quizá alarguen innecesariamente el número de páginas

            La novela atribuida a Miguel Rancés Olivares, de quien incluso se reproduce un retrato al óleo, es y no es una novela, pero eso no impide —todo lo contrario— que resulte una obra maestra. Pocos meses antes de que apareciera La gente se publicó otro libro —también un manuscrito encontrado, aunque en este caso no se trata de un recurso literario—, con el que guarda relación: Pueblo, de Julio Mariscal Montes, conjunto de estampas líricas que reflejan el vivir de una pequeña localidad andaluza, Paterna de Rivera, a mediados del siglo pasado.

Felipe Benítez recrea la vida de Rota, su pueblo natal y donde ha residido casi toda su vida, en los años de la guerra civil y durante la larga posguerra. No lo hace mediante una minuciosa crónica, a la manera del galdosiano Ignacio Martínez de Pisón, sino con teselas de varia extensión, pero por lo general breves, protagonizadas por pintorescos personajes que van formando el mosaico de un tiempo sombrío. A ratos, el humor negro y un tanto cruel, con insistencia en los ápodos casi siempre crueles, nos recuerda al Cela de los apuntes carpetovetónicos y en la estructura general a la de La colmena . También podríamos pensar en la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, ese conjunto de epitafios que podría ser considerado una novela en verso con múltiples personajes

            Junto a Miguel Rancés Olivares hay otros dos narradores ficticios, uno de ellos su sobrino y el otro un amigo del sobrino. Curiosamente, ambos tienen intención de editar el manuscrito inédito de Rancés Olivares, pero ninguno llega a hacerlo y al autor no ficticio considera innecesario indicarnos cómo llegó a sus manos, añadiendo más novela a la novela

Al contrario que la colección de estampas, que incluye algún poema en prosa como el que aparece entre paréntesis en la página 127, el marco que les ha preparado el autor es un juego literario que incurre en abundantes incoherencias y que no beneficia al conjunto (de ahí lo que decíamos al principio: a veces el autor no es el mejor gestor de su talento). Comienza el prologuista afirmando que no existe un recurso narrativo que le resulte “más ineficiente y fullero que el del manuscrito narrativo, al considerarlo una fórmula casi infalible para que el lector entre con mal pie en una ficción… o para que sencillamente no entre: el ingreso en ella se convierte a menudo en una puerta de fuga”.

Palabras muy atinadas, como todas las que siguen,  si el prologuista fuera Felipe Benítez Reyes (su estilo se nota en cada frase), pero resulta que es un sobrino del presunto autor que tiene la intención de poner esas palabras al frente de una edición privada solo para familiares y amigos, lo que hace innecesarias todas esas excusas

Más adelante, a propósito de Rancés Olivares, nos dice que “nadie de su familia le sospechaba unas veleidades literarias que eran más allá de sus lecturas”. Pero luego nos enteramos de que colaboraba con artículos en la revista Brisas, con poemas en Los lamentos de Apolo (se reproduce la portada de uno de los números de esa inexistente publicación, junto a varios poemas aparecidos en distintos años) y que se carteaba con buena parte de los escritores de su tiempo.

            La coherencia no le preocupa demasiado a Benítez Reyes en los tan ocurrentes como prescindibles añadidos a sus peculiares “crónicas de un pueblo”. El tercer autor ficticio, Vicente Ruiz de Lara, ha recibido el original de La gente del sobrino de Ransés Olivares, que murió antes de publicarla, y como él también ha fracasado en su intento (por aplicación de la Ley de Memoria Histórica, a pesar de que no se enaltece a los sublevados en la guerra civil, sino todo lo contrario), se la envía al director del Archivo Municipal.   Aprovecha la nota que acompaña al manuscrito para contar diversas anécdotas (que contradicen al prologuista) e ir intercalando en ella abundantes ejemplos de otros textos inéditos de Ransés Olivares, algunos ciertamente notables, como escritos por un Benítez Reyes que no se esfuerza en fingir un estilo distinto para su ficticio novelista

            ¿Habría ganado La gente sin esta doble albarda, sin necesidad de indicar si se adscribe a un género oa otro – excusatio non petita… -- y con los breves capitulillos comenzando en página independiente, aunque alguien pudiera tomarlos por cuentos enlazados? Probablemente sí. Pero estos son quisquillosos reparos menores. Los admiradores de Felipe Benítez Reyes y quienes buscan en la literatura sobre todo excelente literatura no deben perderse La gente . Una fiesta inagotable

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