sábado, 7 de septiembre de 2019

Feminismo, feminismo, cuántas tonterías se comenten en tu nombre



Versos con faldas
Historia de una tertulia literaria fundada por mueres en el año 1951
Edición de Fran Garcerá y Marta Porpetta
Introducción y notas de Fran Garcerá
Torremozas. Madrid, 2019.

¿Merece la pena comentar un libro que no merece la pena? Si está financiado con fondos públicos y tiene un cierto eco mediático al vincularse a la reivindicación feminista, creo que sí.
            La reedición de Versos con faldas (Breve historia de una tertulia literaria fundada por mujeres en el año 1951), publicado inicialmente por Adelaida Las Santas en 1983, “es el resultado –según se nos indica en la nota preliminar– de una exhaustiva investigación llevada a cabo por Marta Porpetta y Fran Garcerá”; esa investigación “ha sido llevada a cabo gracias al apoyo económico del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad por medio de una ayuda para la Formación del Personal Investigador. Así mismo se incluye en el marco de los proyectos de 1+D+IFFI2015-71940-REDT y FFI2016-76037-P”.
            Pero esa investigación ha sido tan “exhaustiva” que ni siquiera tiene en cuenta la novela que Adelaida Las Santas publicó en 1959 (y reeditó en 1992) con el título de Poetas de café. En la solapa, Antonio García-Muñoz nos indica que “no es una novela propiamente dicha, sino más bien sincerísimo y entrañable reportaje” en el que se refleja “con gran fidelidad el ambiente, la vida y la bohemia de algunos poetas” que animaron las tertulias literarias de los primeros años cincuenta. Las tres partes del libro van encabezadas por las fechas de 1950, 1951 y 1952. En la segunda de ellas, se habla ampliamente de la tertulia “Versos con faldas” y de sus principales integrantes, incluso de la propia autora: “Adelaida Las Santas llamaba la atención por su tremenda sinceridad poética, abordando temas valientes y revolucionarios”.
            La posguerra española, al contrario de lo que se cree, no fue un periodo poco propicio para la creación literaria. Todo lo contrario, las instituciones públicas se volcaron en apoyarla. Y ahí están para demostrarlo las revistas creadas por Juan Aparicio, como la La Estafeta Literaria, que perduró hasta bien entrada la democracia, y que todavía puede ser leída con gusto en su colorista primera etapa, o Poesía española, dirigida por José García Nieto y ejemplarmente ecléctica.
            Una literatura la del primer franquismo que no estaba obligada a cantar las glorias del Régimen, a la que le bastaba con “no meterse en política”, como Franco decía de sí mismo. Y si se apoyaban todos los géneros literarios, la poesía tuvo un desarrollo especial. Abundaban los recitales poéticos –en cafés, en centros regionales, en algún teatro– y cada capital de provincia contó con su revista de poesía.
            La tertulia “Versos con faldas”, que no era propiamente una tertulia, fue creada por Gloria Fuertes, Adelaida Las Santas y María Dolores de Pablos para organizar lecturas de poesía escrita por mujeres. A veces intervenían las propia autoras y en otras ocasiones recitadoras, sobre todo cuando las poetas residían “en provincias”, como se decía entonces.
            Al contrario de los que Fran Garcerá indica en su estudio preliminar ni era una tertulia feminista ni tuvo dificultades con el franquismo. Nada menos feminista que las declaraciones de las organizadoras al diario Pueblo a poco de empezados los recitales: “Tenemos éxito de público porque casi todos los poetas suelen ser feúchos y entre nosotros hay chicas guapas”.
            Ese recorte lo reproduce Adelaida Las Santas en su libro de 1983, y no es la única muestra de que considerar feministas a estas poetas –poetisas decían ellas– que querían dar a conocer su obra resulta excesivo. Cada lectura poética estaba presentaba por un escritor, como para darle seriedad e importancia. Y la antología Versos con faldas, en su primera edición, llevaba la siguiente nota, que ahora se suprime: “La selección de los poemas que figuran en la breve historia de una tertulia literaria fundada por mujeres en el año 1951 (Versos con faldas), han sido seleccionados (sic) por los críticos literarios José López Martínez y Florencio Martínez Ruiz”.
            La torpe redacción de ese párrafo caracteriza a la escritura de Adelaida Las Santas –una escritora muy menor– y a buena parte de las antologadas. De las cuarenta y siete autoras seleccionadas –muchas con uno o dos poemas– solo seis o siete presentan algún interés, el resto ni lo tuvieron en su tiempo (muchas no llegaron a publicar libro) ni menos lo tienen tantos años después: no todos los escritores olvidados están injustamente olvidados, aunque sean escritoras.
            ¿Vale la pena citar algunos ejemplos? A Elvira González Sierra la despierta el viento una noche. Ella le pregunta qué quiere y se enfada porque, en lugar de responder, el viento ríe a carcajadas: “Prende en mi pecho la ira, / con debilidad humana. / Salto del lecho y azoto / el cristal de mi ventana. / Lo pisoteo hecho añicos / hasta hiriéndome las plantas / y a la noche de febrero / lo arrojo en lluvia de plata. / Soberbia envuelvo los montes / en gozo de mi mirada. / ¡Llora viento, viento llora… / que ya no está en mi ventana! / ¡Que ya no podrás venir / a desvelarme mi alma / ni a quebrar mis dulces sueños / hasta que amanezca el alba! / La noche no me responde, / ni oye el monte mi bravata / pero en el fondo del valle, / ¡ríe el viento a carcajadas!”
            Parece una parodia escrita por Jorge Llopis, el autor de Las miil peores poesía de la lengua castellana, pero su autora lo escribió en serio y en serio lo reedita Fran Garcerá con ayuda ministerial. No es el único caso de humor involuntario el de esta poeta que rompe el cristal de la ventana para que no la moleste el viento. Otra –Carmen Loyzaga– se tiende en la pradera para que rocíen su cuerpo “con ramas de azahar y yedra” (luego “los hombres embriagados gritarán en la taberna: / ¡tiene luz y tiene fuerza!”).
            María Dolores de Pablos, una de las fundadoras de la tertulia, dedicada luego profesionalmente a la astrología, nos dice de “La amortajadora” que “es… como una ficción llena de pajas”. Quisiera decir lo que quisiera decir, seguramente no quería decir lo que algunos malpensados pensarán. Y no se queda ahí. Otro de sus sonetos comienza así: “Acaban de sacar un esqueleto / con los ojos azules… como estrellas”.
            ¿Valía la pena rescatar un volumen colectivo que ya resultaba obsoleto en 1983? Parece que no, Pero si se hace convendría analizar los textos literariamente y destacar los que presentan algún interés, sobre todo si no lo firman las autoras bien conocidas, como Gloria Fuertes o Ángela Figuera.
              Pero a los editores el valor literario del libro no parece interesarle. En el prólogo, no hay ninguna referencia a los poemas que incluye, solo se deja constancia de cuándo y dónde se celebró cada lectura, de quiénes intervinieron y de si la prensa habló o no de ello. Se añaden algunos datos anecdóticos, sacados de la correspondencia entre Gloria Fuertes y Adelaida Las Santas, y se reproducen las dedicatorias de unas poetas a otros.
            En la edición original no hay ninguna referencia bibliográfica sobre las poetas seleccionadas ni se indica por qué se dejaron fuera a algunas que participaron en la etapa fundacional de la tertulia y a las que Adelaida Las Santas se refiere en Poetas de café (es el caso de Pipa Robles, a la que define como “una poeta extraña, que revelaba un subconsciente atormentado”).
            Fran Garcerá y Marta Porpetta han llevado a cabo una “rigurosa información”, que les permite redactar una nota biobibliográfica sobre cada autora con datos tan significativos como los siguientes:
            “Durante las navidades de 1967 asistió al programa de Televisión Española La casa de los Martínez para recitar junto a su hija el poema ‘La estrella coja’, que daría título a su libro de poesía infantil publicado en 1986” (Gloria Calvo).
            “La poeta pasó la Guerra Civil en Madrid, lo que produjo un fuerte impacto en ella. En 1939, un mes después de la victoria del bando sublevado, Victoriano de Pablos consiguió un puesto de mecanógrafa para su hija en una comisaría, que más tarde se reveló como un centro de tortura y asesinato del que renegó. Posteriormente, trabajó en una heladería y en otros lugares” (María Dolores de Pablo).
            “La escritora se casó en 1956, aunque su matrimonio duró solo cuatro años, y concibió un hijo […] Años después, al no poder vivir sola, su familia la ingresó en una residencia de Medina de Pomar (Burgos), donde falleció el 13 de julio de 2013” (Josefina de Silva).
            ¿Vale la pena seguir citando? Me limitaré a un párrafo del comienzo de la introducción, que ya nos advierte de lo que se avecina: “Respecto a la literatura, específicamente la poesía, algunas de las mujeres que comenzaron su andadura literaria a finales del siglo XIX y principios del XX ya habían alcanzado su consolidación o estaban en vísperas de lograrla en las primeras décadas de este último, como Filomena Dato Muruais, Sofía Casanova, Pilar Contreras de Rodríguez, Blanca de los Ríos, Concha Espina o Carmen de Burgos”. ¿Consolidadas “específicamente en la poesía” Sofía Casanova, Blanca de los Ríos, Concha Espina o Carmen de Burgos? (De la “consolidación” de Pilar Contreras de Rodríguez prefiero no hablar).
            No es un caso único el que representa esta reedición. Abundan los investigadores literarios que carecen de capacidad crítica, que son incapaces de distinguir entre un poema y los desahogos en verso de un aficionado, que no dan la impresión de tener muchas lecturas sobre el período que estudian y presentan ciertas dificultades a la hora de redactar con un mínimo de elegancia y alguna corrección. Tienen a su favor que sus publicaciones no suelen ser leídas por nadie, a menudo ni siquiera quienes por quienes la evalúan para su promoción profesional o la concesión de alguna ayuda.
            La confusión entre lo que merece la pena rescatar para la historia literaria y lo que está muy justamente olvidado porque no tiene ni tuvo nunca ninguna importancia se acentúa cuando el escritor sin talento es una escritora sin talento y vivió en los años de la dictadura, aunque el franquismo se preocupara tanto de reprimir a las mujeres que hacían versos como a las que hacían ganchillo.


           
             
           




1 comentario:

  1. ! JA, Ja, JA !... Buenísima crítica.Lo de "ficción lleno de pajas" es surrealismo puro. Por cierto, ¿ por qué hablan de "tertulia literaria" ?. ¿ No sería más bien "recital de versos" ?. De todas formas, compraré el libro , aunque mejor,, ya que está subvencionando, lo pediré a la Biblioteca Regional. Un saludo.

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