La valija del
suicida
Eduardo Jorge
Bosco en situación
Jesús Rubio Jiménez
Éditions Orbis
Tertius. Binges, 2021.
El 30 de diciembre de 1943 se suicidó el poeta argentino
Eduardo Jorge Bosco. Tenía treinta años, apenas había publicado, pero ya era considerado
un maestro por los poetas jóvenes de su generación. En 1952, se publicaron sus
obras en dos tomos y desde entonces es tenido por una de las figuras más
destacadas de su generación, la del cuarenta, a la que pertenecen figuras como
Olga Orozco.
¿Se
suicidó? Investigando en el archivo de Daniel Devoto, amigo y editor del poeta,
Jesús Rubio Jiménez ha encontrado documentación inédita que aparece apuntar a
la tesis del asesinato, un asesinato en el que estarían involucradas figuras
notables de la literatura argentina, muy especialmente Oliverio Girondo.
El
resultado de sus investigaciones los ha reunido Rubio Jiménez, junto con una
antología de Eduardo Jorge Bosco, en el volumen La valija del suicida,
que se lee como una novela policíaca sin ficción, pero también sin las certezas
–quién, cómo y por qué—que suele aportar la clásica ficción policial a la que
tan aficionado era Jorge Luis Borges, otro de los personajes de esta historia.
La familia
del presunto suicida quiso cerrar pronto el caso y no que no se investigara a
fondo. “Se va a arrepentir. Déjenos proceder”, le dijo el comisario Armani al
cuñado del poeta. “El resultado de la autopsia ha sido claro: muerte por
ahogamiento”, dijo este. “No importa, hay métodos para arreglar esas cosas. Si
inmediatamente después del deceso, se sumerge el cadáver en una bañadera con
agua, el aspecto total es el de muerte por asfixia. No se olvide que esa gente
lee y escribe muchas novelas policiales”, le respondió el comisario, que parece
un personaje de Ricardo Piglia.
Los
documentos que rescata Jesús Rubio Jiménez son una larga carta de Josefa Emilia
Sabor, que fue novia del poeta entre 1939 y 1942, y varios fragmentos inéditos
del diario de Daniel Devoto, profesor, investigador literario y músico., que se
casó con una hija de Valle-Inclán (la subasta de su prodigiosa biblioteca, no
hace muchos años, supuso todo un acontecimiento).
En torno a
1948, coincidiendo con la visita de Juan Ramón Jiménez a Argentina, Daniel
Devoto quiso aclarar los puntos oscuros de la personalidad y del fallecimiento
de Eduardo Jorge Bosco. Luego pareció desistir de su intento o darlo por
imposible y ahora esos papeles –tan oportunamente rescatados-- son como una
novela en busca de autor.
El 30 de
diciembre de 1943, a las seis de la tarde, Josefina Sabor, que había seguido
siendo amiga del poeta después de romper el noviazgo, le llamó por teléfono.
“Si llamas cinco minutos después, no me encuentras. Tengo que hacer y me voy
apresurado”, le respondió. Quedaron en que volverían a hablar el domingo.
A las once y media de esa noche,
Oliverio Girondo, convaleciente de una operación, llamaba al padre del poeta
para decirle que este acababa de suicidarse tirándose al río desde el puente
hidráulico de la calle Cangallo. ¿Cómo lo sabía? El propio poeta se lo habría
anunciado, media hora antes, en una llamada telefónica. Los hechos no cuadraban
desde el principio: alguien llama para indicar que se va a suicidar y, en lugar
de tratar de impedírselo, el que recibe la llamada espera a que tenga tiempo de
hacerlo y luego, sin comprobar el hecho, avisa a sus familiares.
Eduardo
Jorge Bosque, tras romper con Josefina Sabor, inicia una nueva relación con
Haydée Lange, hermana de la mujer de Girondo, Norah Lange. Ambas hermanas
forman parte de la larga serie de amores imposibles de Jorge Luis Borges.
Haydée era bastantes años mayor que Eduardo Jorge Bosco y tenía cierta fama de
mujer fatal (dos de sus anteriores amantes se habían suicidado). El 30 de
diciembre, Bosco le pidió a su padre treinta mil pesos para casarse con Haydée.
Este se los negó y el poeta abandonó el
hogar familiar con una pequeña maleta. Llegó a la casa de su novia y allí, de
mal humor sin duda por el fracaso de la gestión con el padre, le hizo “una
escandalosa escena de celos a Haydée, cosa habitual en él, pues, según palabras
de Norah, vivía obsesionado por el pasado de aquella”. Y en este momento entra
en escena el autor Los conjurados y del poema “Haydée Lange” (“Las naves
de alto bordo, las azules / espadas que partieron de Noruega, / de tu Noruega y
depredaron mares / y dejaron al tiempo y a sus días / los epitafios de las
piedras rúnicas…). Sigamos leyendo la carta de Josefina Sabor: “El motivo de
sus celos era, en los últimos tiempos, Borges, cosa que por sí sola hablaba a
las claras de la falta de sentido de tales acusaciones- Últimamente había
llegado a permanecer escondido, después que se retiraba de la casa de Haydée,
en la plaza Lavalle, y desde allí vigilaba hasta altas horas y como una noche
la había visto salir con Borges después de que había transcurrido un rato, al
día siguiente había dado una de sus habituales escenas”.
La escena
de celos del día 30 de diciembre fue especialmente violenta. Hubo importantes
destrozos en la casa de Haydée y ella misma resultó herida. A las nueve
abandonó la casa, a las once llamó a Girondo para anunciar su suicidio, a las
once y media llamó este al padre para indicarle que el suicidio se había
consumado.
El cuerpo se encontró varios días
después. La maleta –la valija del
suicida—tardó más en aparecer. La madre del poeta insistió a Girondo y a Haydée
en que se la devolvieran, pero estos dijeron que el poeta se la había llevado.
Por fin, reconocieron que no la tenían, pero sabían dónde estaba.
Alguien
intervino para que aquel suicidio que tenía todas las apariencia de encubrir
burdamente un crimen, quizá un homicidio involuntario, se aceptara como tal sin
mayores averiguaciones. A fin de cuentas, Eduardo Jorge Bosco era un personaje
autodestructivo (Daniel Devoto tenía con él una relación de amor-odio a la que
vuelve una y otra vez en los escritos ahora rescatados) que todos sabían que
iba a acabar mal. Mejor que acabara mal él solo y no arrastrando con él a una poderosa
familia de la oligarquía argentina.
¿Y cómo son
los versos de ese desdichado poeta? ¿Han resistido el paso del tiempo? La breve
antología que acompaña a este enigma nos permite intuir que era un poeta
verdadero, culto y popular (estaba fascinado con la figura de Ascasubi y la
poesía gauchesca), pero que su prematura muerte le impidió alcanzar el lugar cimero
al que parecía estar destinado.