jueves, 11 de noviembre de 2010

Curzio Malaparte: En el vientre de la bestia


Curzio Malaparte
Kaputt
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010
Traducción de David Paradela López


A Curzio Malaparte tendemos a asociarlo con Giovanni Papini, con Somerset Maugham, con otros escritores de éxito en la España de los años cuarenta y que hoy pueblan las librerías de viejo. Pero releemos Kaputt, en una nueva y excelente traducción (discutible, sin embargo, la decisión de no traducir a pie de página los abundantes diálogos en francés), y comprobamos que es algo más que un escandaloso escritor de otro tiempo.
No ha perdido nada de su capacidad de espanto y seducción esta obra que apareció por primera vez en el Nápoles bombardeado de 1944. La primera edición española es de 1947 y estuvo a cargo de José Janés. “La historia de este libro –se nos dice en la solapa— bastaría para formar el argumento de una novela de aventuras o de un film truculento. Esparcidas sus cuartillas por toda Europa a medida que los acontecimientos las iban convirtiendo en materia peligrosa, fue menester una enorme paciencia para reunirlas de nuevo una vez pasada la tempestad bajo cuyo fragor fueron escritas. Porque mientras Europa estuvo dominada por el Eje, tener cuartillas de Kaputt equivalía a tener un cartucho de dinamita, a ocultar un arma secreta con la que echar abajo la fachada de embustes con que se revestía el edificio del llamado Orden Nuevo”.
Pero la “Historia de un manuscrito” que encontramos al comienzo de la nueva versión española ha perdido muchos de los elementos novelescos presentes en la primera. “Retomé la redacción de Kaputt durante mi estancia en Polonia y en el frente de Smolensk, en 1942. Terminé el libro, a excepción del último capítulo, durante los dos años que pasé en Finlandia. Antes de volver a Italia dividí el manuscrito en tres partes…”, leemos ahora. Antes se daban más detalles: “Cuando abandoné Polonia para trasladarme a Finlandia, llevé conmigo, escondidos bajo el forro de mi capote de piel de cabra, las páginas del manuscrito. Terminé el libro, a excepción del último capítulo, durante los dos años transcurridos en Finlandia. En el otoño de 1942 volvía a Italia con licencia de convaleciente, tras soportar una grave dolencia contraída en el frente de Petsamo (Laponia). Por cierto que en el campo de aviación de Tempelhof, próximo a Berlín, todos los pasajeros del avión fuimos registrados por la Gestapo. Por fortuna, no llevaba encima ni una sola página de Kaputt, pues antes de abandonar Finlandia dividí el manuscrito en tres partes…”
Pero el valor de este libro no se debe a las difíciles condiciones de su escritura ni a su temprana denuncia –y desde dentro— de la barbarie nazi. Hoy, cuando conocemos esa barbarie más de lo que se podía siquiera sospechar, nos sigue conmoviendo y admirando porque, antes que nada, es literatura, espléndida literatura.
El primer acierto de Curzio Malaparte es no tratar de escribir una novela con sus experiencias como corresponsal de guerra en el Frente del Este; tampoco reúne los artículos –visados por la censura— que fue publicando en un periódico italiano. Hace literatura con lo que vio y vivió en aquellos años. No inventa, pero selecciona, dispone y contrapone, recrea atmósferas (con proustiana minuciosidad, con precisión de poeta), huye de cualquier registro notarial.
Sabe que acumular barbarie tras barbarie lleva a la insensibilidad del lector, por eso enmarca cada una de las secciones del libro en un ambiente lujoso, de aristócratas, jerarcas y diplomáticos. Porque durante la guerra no a todos les fue mal, a algunos les fue muy bien. A Agustín de Foxá, por ejemplo, embajador en Finlandia durante los dos años que allí vivió Malaparte. El 15 de abril de 1942, escribe a su familia desde Helsinki: “Vengo de hacer un viaje fabulosamente interesante, que leeréis literariamente contado en mis crónicas del Abc. Con Curzio Malaparte, el genial escritor italiano, autor de La técnica del golpe de Estado, me he ido a pasar la Pascua a los frentes del Ladoga y de Leningrado”. Más de una vez lo que Foxá cuenta en unas pocas líneas, lo desarrollará luego Malaparte: “Os hablaba en mi anterior carta de mi viaje al frente del Ladoga. De allí, en coches militares, nos trasladamos al frente de Leningrado. El general que manda esta región nos recibió en una casa con muebles rusos, ofreciéndonos una espléndida comida. En ella descorchamos las botellas de champagne que llevé. El general nos contó anécdotas terribles; el caso de esos paracaidistas soviéticos que, perdidos en el bosque, se atacan obsesionados por el hambre. Uno devoró al otro; me enseñan las fotografías del cadáver comido. También el caso del prisionero de Turku, que pidió un pope para instruirse en la Fe. El pope salió con los ojos arrasados de lágrimas al ver su piedad. Dos días después los centinelas oyeron un gran ruido en la celda del prisionero. Entraron, el pope agonizaba ensangrentado en el suelo. El prisionero, con salvaje alegría, exhibía el puñal que le había clavado mientras fingía abrazarle”. Ilustrativo resulta comparar esas apresuradas líneas con el desarrollo que de la historia del prisionero de Turku hace Malaparte en las páginas 294-295.
Agustín de Foxá, con su epicureísmo y su ingenio, es uno de los personajes más destacados de Kaputt. Con él tienen que ver buena parte de las diferencias que encontramos entre esta nueva traducción y la anterior. “Que fuera el representante de la España de Franco en Finlandia (Hubert Guérin, ministro de la Francia de Pétain, llamaba a Foxá ‘el ministro de la España de Vichy’) no le impedía reírse con desprecio de Franco y su revolución”, escribe Malaparte, y el traductor español de 1947 tiene buen cuidado de eliminar esas líneas. Pero Foxá, que contribuyó a salvar el manuscrito de Kaputt no le pidió a su autor que las suprimiera, y eso dice mucho de su valentía y de su doble moral (“Traigamos el fascismo a España y vayámonos a vivir al extranjero”, es una de las frases que se le atribuyen).
Tienen una intensidad onírica muchas de las páginas de Kaputt, como el que nos habla del espectáculo “horrendo y maravilloso” de los caballos que quedan apresados en un lago que se hiela súbitamente (“un inmensa plancha de mármol blanco sobre la cual había colocados cientos y cientos de cabezas de caballos”), o la visita al gueto de Varsovia acompañado de un joven de “rostro bellísimo y una frente alta y pura sobre la que el casco de acero arrojaba una sombra secreta”, un miembro de la Guardia Negra que “caminaba entre los judíos como un ángel del dios de Israel”. Hay también humor negro: el encuentro en el ascensor con un desconocido que resulta ser Himmler o la visita a la sauna, donde el jefe de la Gestapo disfruta siendo azotado por sus subordinados.

2 comentarios:

  1. No quiero repetirme, y no lo haré a partir de ahora; pero sigo disfrutando..., y aprendiendo. De nuevo, gracias.

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  2. ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
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    CON saludos de la luna al
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    SALUDOS JOSE LUIS

    ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.

    José
    Ramón...

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