Francisco Alba
Masa crítica
Vaso Roto.
Madrid-México, 2013
Ennio Flaiano, que fue guionista de las mejores películas de
Fellini, publicó en 1960 un libro que sería largamente imitado: Un marciano en Roma, el absurdo y la
comicidad de nuestro mundo puestos de relieve por alguien venido de otro
planeta.
Esa es la
primera impresión que tenemos al leer muchos de los poemas de Masa crítica. Quien nos habla parece no
distinguir entre publicidad y metafísica, alta cultura y basura televisiva.
Todo lo coloca al mismo nivel, como en el collage “Epílogo”, que comienza con
“fumar mata”, sigue con una célebre cita de Keats (“a things of beauty is a joy
for ever”) y continúa con un “menú del día” (“1º ensaladilla o lentejas, 2º
filete de ternera o lenguado”) y frases famosas, expresiones cotidianas,
esloganes publicitarios o políticos, números de teléfono, para terminar con el
título de una canción de los Rolling Stones: “I can’t get no satisfaction”. Lo
mismo ocurre con las citas, greguerías o humoradas de “Noticias”(“En Irán no
hay homosexuales”, “¿Cómo se orientan a la Meca los astronautas musulmanes que están en
órbita?”, “Nos arrojan al mundo, dijo un nazi”).
La realidad
vista por un alienígena o hecha pedazos y luego tratada de reconstruir en el
laboratorio poético creando un monstruo con piezas dispares. “¡Oh Media Markt!
¡Oh gloria de los Medici!”, leemos en el poema “Sacra conversazione”, en el que
también se nos habla “del Anticristo y del dolor de muelas”.
Abundan las
referencias culturales, las citas en otros idiomas, a menudo fuera de contexto.
El poema “Egoísta” comienza como el monólogo de un marginal: “Para poder comer
cargo cartones. / Negocio con chatarra. / Prendo hogueras en la escombrera”.
Pero luego resulta que usa como conjuros “sonidos de la ciencia”. Por ejemplo,
para “el mal de ojo”, Über den
anschaulichen Inhalt der / quantentheoretischen Kinematik und Mechanik, que
es el título de un folleto que Heisemberg publicó en 1927 y en el que enuncia
el principio de incertidumbre. Para el dolor de muelas el chatarrero prefiere Quantisierung als Eigenwertproblem, obra
de uno de los creadores de la física cuántica, Schorödingen.
¿Culturalismo
irónico? Sin duda. ¿Humor absurdo? Indudablemente. Los poemas de Francisco Alba
juegan a descolocar al lector, que nunca puede estar seguro de cuando habla en
broma o cuando en serio.
De lo que
no cabe duda es de su interés por la ciencia. La numeración binaria es el tema
de su “Scherzo”: “Uno y cero son vecinos naturales. / No son tipos raros como
el número e / o la raíz cuadrada de
menos uno. / No arrastran una cola de decimales / novias que tiran del vestido
nupcial”.
También
resulta evidente su gusto (tan característico de la estética novísima) por las
citas implícitas: los “paganos tristes del tiempo de la decadencia” de un poema
nos remiten a Pessoa, y a Cernuda, a su “Elegía española”, los versos de otro
poema: “¿Grecia? –dijo alguien– Un nombre. / Grecia ha muerto”. El poema en que
se aparece esta última referencia se titula “Balada de los ahorcados”, como el
famoso de François Villon, e incluye –sin citar autor– versos suyos (“Frères
humains qui après nous vivez / n’ayez les coeurs contre nous endurcis”), de Rimbaud
(“Je regrette l’Europe aux anciens parapets!”) y de un famoso lamento del Tristán e Isolda: “Mild und leise wie er
lächelt / wie das Auge hold er öffnet”.
Irónica
pedantería que contrasta con la parodia de alguna popular canción (“Esta
tristeza que tengo / por haber venido al mundo / que Kierkegaard me la explique
/ porque yo no la comprendo”) y con las constantes “rupturas de sistema” (para
utilizar la terminología de Carlos Bousoño): “Así desaparecieron mis llaves y
el oráculo de Delfos”, termina el poema “Desapariciones”; mientras que los
versos finales de “Madera de huesos” son los siguientes: “Enmudecimos de
terror. / Se rasgó el velo del templo. / Olvidamos nuestras miserias
terrenales. / Me apetecía mucho una cerveza”.
La poesía
de Francisco Alba es una rara avis en
la poesía española contemporánea. Es la poesía de alguien que no entiende el
mundo en que vive, que busca respuestas en la ciencia y en la filosofía y no
acaba de encontrarlas, que trata de disimular con humor su rabia y su mal
humor, que a menudo se refugia en el absurdo bajo la apariencia de una anécdota
realista (léanse los textos en prosa “Triunfador” o “Anónimo”).
Un libro, Masa crítica, tan desconcertante y
desasosegante como enriquecedor. Destaco algunos poemas: “Happy Few” parodia
los programas de telerrealidad (“En el
centenario de la toma de Granada / arrojamos vivos a los críos a la Conferencia Episcopal ”);
“Elegía”, memoria de infancia, donde, muy en su estilo, al orbayo asturiano se
le define con palabras de Dante: “esa llovizna / eterna, maladetta, fredda e greve”;
“Euforia”, un poema viajero que nos lleva de Roma a Turín (y que poco
tiene que ver con los convencionales poemas viajeros); “Séneca”, que comienza
con la irónica pedantería marca de la casa: “Soy el parakoimomenos”, y donde el filósofo de la virtud –que no fue especialmente
virtuoso– observa la decadencia moral del mundo contemporáneo (tan semejante al
suyo), o “Contemplación”, un poema que canta la belleza del paisaje (“Si el
macizo de Ubiña fuera música / sería la novena de Antón Bruckner”) y que
continúan anunciando su destrucción y su explotación publicitaria.
Pero son
muchos los poemas memorables, aunque a menudo hay que insistir para que nos
descubran sus secretos (casi todos se resisten a una primera lectura) y
consultar cada poco la
Wikipedia. Pero vale la pena el esfuerzo.
Un poeta distinto. Leyéndole se
ve la realidad con otros ojos. Como la vería un recién llegado de otro planeta
que no supiera distinguir entre los himnos nazis (“Die Fahne hoch!”) y los
villancicos, entre el amor y el horror.
Gracias. Me ha sido muy útil para saber que no lo leeré.
ResponderEliminar(Algunos de sus aforismos sobre crítica nos gustaron -hablo en plural porque los comentamos y fueron muy celebrados en la reunión semanal para hacer ZdeP-. Sagaces y sinceros.)
Saludos.
Por cierto, eso de leer poesía (o supuesta poesía) tirando de wikipedia... qué triste, ¿no?
ResponderEliminarPara la amiga del Zumo: no es más "triste" leer poesía tirando de wikipedia que hacerlo en una edición anotada; en los dos casos, al menos cuando se hace bien, se trata de informaciones que nos permiten un mejor acceso a lo que dice el poema, pero que en ningún caso deben condicionar, o menos sustituir, su lectura. Equivale, por poner otro ejemplo, a las cartelas informativas que suelen acompañar a las exposiciones de pintura o escultura antiguas. Con todo, y así como por ejemplo le manifesté mi solidaridad frente a ciertas actitudes indefendibles por parte de algunos seguidores del blog de Enrique García-Máiquez, le indico ahora que una cierta humildad en sus planteamientos, un espacio para la duda (y por tanto para el posible aprendizaje) le harían muchísimo bien. Quien está tan seguro, en temas tan complejos (ya decía hace dos mil años el autor del Tratado de lo Sublime que "El juicio de valor, en literatura, es el fruto sazonado de una larga experiencia", lo que desde luego no parece que sea su caso), ¿para qué va a tomarse el trabajo de aprender lo que tan convencido está de que ya sabe? Un poco de humildad, insisto, es cosa utilísima. Le aconsejo de veras que piense en ello.
ResponderEliminarMuchas gracias por su opinión y consejo. Yo leo mucho, pero siempre para disfrutar. Me he prohibido leer aquello que no me agrada. En cierto modo, eso es para mí la definición de literatura. Literatura es aquello que se lee con placer. (Otra definición válida, tomada de Muñoz Molina: literatura es pura alegría.)
ResponderEliminarEn cuanto a la poesía, me quedo con ese llamémosle aforismo de Jorge Wagensberg: "La poesía, o es absolutamente sublime, o no es absolutamente nada".
Ya sé que no estará de acuerdo conmigo. Pero es lo que opino, al menos en este momento de mi vida. si actuara de otro modo, me traicionaría a mí misma. Saludos.
Terciando en el asunto, diría que a veces, para disfrutar mejor, hay que aprender alguna cosa. No es lo mismo disfrutar con una ópera que con la canción del verano. La primera implica cierto esfuerzo previo. La segunda, no. Pero el esfuerzo queda compensado con creces. Y lo mismo pasa con la gran literatura. ¿Cómo disfrutar del Quijote sin ninguna aclaración previa? En fin, que interrumpir un momento la lectura y consultar el diccionario o una enciclopedia a veces viene muy bien.
ResponderEliminarJLGM
Ésa -la contraposición entre la sublimidad y la nada, y en medio sólo el vacío- es una opinión comprensible después de toda una vida de lectura. Antes es peligrosa; porque de la poesía que está entre ambos extremos se puede sin embargo aprender mucho (en ciertas cosas, más incluso que de la más sublime), y privarse de esa posibilidad de conocimiento es correr el riesgo de empobrecer mucho nuestra lectura; incluso nuestra lectura de la mejor poesía. Que entre otras cosas requiere de nuestra propia maduración (imposible e inútil forzarla, tiene su propio ritmo), sin la cual difícilmente la apreciaremos de veras en lo que vale. No es bueno, entiendo, especialmente cuando uno se está formando, acercarse a la poesía con demasiadas exigencias previas; es mejor recibir lo que nos llegue tratando de acercarnos a ello en lo posible, más que intentando obligarla a que sea ella la que se adapte a nosotros. No es por exclusión, sino por enriquecimiento, como nos conviene llegar a ser nosotros mismos. Ningún poeta de los varios que Dante cita con agradecida admiración en la Divina Comedia tiene su propia talla; pero sin ellos, probablemente no hubiera podido escribirla.
ResponderEliminarYa sé que mis opiniones no son generalmente compartidas aquí, pero es lo que pienso y no podría opinar de otra manera porque no sería yo.
ResponderEliminarVeamos: Un autor, como el del libro reseñado, que escribe una poesía ininteligible si no es consultando cada dos por tres la wikipedia, es un señor que no respeta a sus lectores. Si quiere que se entienda su poesía, pues que la aclare: que la explique, que ponga notas a pie de página.
Si yo escribiera, no escribiría para que la gente diga "Qué culta es, cuánto sabe". No: escribiría para agradar al lector, para hacerle disfrutar con mi obra. Y para eso lo primero es respetarle.
Siendo joven me indignó leer una edición de "La montaña mágica" de Thomas Mann en que el protagonista escribe una carta a su amada. La carta (tras leerla traducida) es una maravilla, sí, pero ¿saben qué? La carta venía íntegramente en francés. Vamos, la novela estaba en español pero el traductor no tradujo la carta: la recogió en francés. Protesté a la editorial y ¿saben que me dijeron? Que en el original alemán la carta también viene en francés.
¿Esto es respetar al lector? No, miren, el Sr. Mann será un gran novelista, no lo dudo, pero no merece que yo le lea. Desde luego, no he vuelto a leer nada suyo. Y por cierto, "La montaña mágica" no me gustó tanto como esperaba.
Vale, vale, flagélenme (No le gustó "La montaña mágica" y va sola por el mundo...).
No, no leo libros para que otras personas alardeen ante mí de sus conocimientos. Yo leo a quien me respeta.
Y, miren por dónde, el escritor que más respeta a sus lectores (porque va al grano, porque evita reiteraciones, porque no divaga ni se pierde en vericuetos, porque no incurre en pedanterías, por todo), ése es precisamente el mejor escritor de todos los tiempos. A estas alturas supongo que ya saben de quién hablo. Obviamente, Stefan Zweig.
Pues que aprendan de él. Todos.
El problema con la amiga del "Zumo" no es, en contra de lo que ella cree, que sus opiniones "no sean generalmente compartidas aquí", o en cualquier otro lado. Su problema es que sus afirmaciones tajantes, que no admiten lugar para la duda o el desacuerdo, no son, efectivamente, compartidas por mucha gente, y con muy buenas razones. Yo he leído a Zweig; es un escritor interesante, a veces incluso excelente; pero pertenece a una categoría distinta (e inferior) a Pessoa, según ella "el mejor poeta de la Historia", y no digamos a Shakespeare o Dante (o Cervantes), con los que el mismo Zweig, más sensato que nuestra amiga, dudo que hubiera osado compararse. Por otra parte, la ingenuidad de suponer que quien incluye en un texto suyo un fragmento en otra lengua sin traducirlo está "faltando al respeto" al lector, y en consecuencia "no merece" que uno le lea es eso, muy ingenua. Y "razón" para no leer a Dante (que en la Divina Comedia cita en provenzal unos versos, por ejemplo), o a Cervantes, que a veces cita (y a veces mal) en italiano, y no digamos a Montaigne, lleno de citas en latín y griego, además de otras lenguas. En todo caso, podría reprocharse efectivamente a los traductores o anotadores que no traduzcan en nota las citas. Pero en fin, ya recomendé (en vano) humildad a nuestra amiga, que supongo que dentro de unos años se reirá de sí misma al recordar sus "certezas" de ahora. Como se reiría Zweig ante la pretensión de que Dante, Shakespeare, Cervantes o Montaigne (o Pessoa, que tampoco evita citar en otras lenguas) "aprendieran de él". Ya ve nuestra amiga que no la "flagelo"; eso, confío, lo hará ella misma cuando haya madurado un poco y se acuerde, como digo, de sus inapelables certezas de ahora.
ResponderEliminarEste anónimo es muy sensato. Conviene tener en cuenta lo que dice.
ResponderEliminarJLGM
¿Respetar al lector? Lo que hay que respetar son las leyes y las normas de circulación. Hablar de respetar al lector no tiene sentido. Además, el lector es una abstracción y como tal no existe. Es como decir que hay que respetar al número 3.
ResponderEliminarEn fin, esto es algo tan evidente que da vergüenza recordarlo.
Madre mía, qué entusiastas, qué devotos tiene la pobre poesía...
Gracias por lo de la sensatez. Uno lo intenta. Y, en ello, la ayuda de JLGM (con su lucidez, conocimiento y buen sentido) es especialmente valiosa.
ResponderEliminarTodos tenéis -tenemos- razón en parte, pero ninguno la tenemos.
ResponderEliminarTal es mi posición. Veo que vais un poco en contra de lo que dice la exprimidora, que la juzgáis como ingenua, pero, en cierto modo, queráis o no reconocerlo, ella también tiene razón cuando dice eso de "Qué culta es. Cuánto sabe": vosotros y todos podremos convenir, con un poco de autocrítica, en que es verdad -pero verdad de la buena- lo mucho que disfrutan en sacar (unos más que otros, es cierto) a relucir sus atavíos, en hacer alardes de erudición...Y no sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero soy de la opinión de que más vale la calidad de lo aprendido, sabido (o ignorado, según se mire) que la cantidad. Yo entiendo perfectamente a esta señora o señorita. Aunque me parezca esencialmente infantil tanto su postura como infantiles me parecen las reacciones posteriores, incluida la mía, la entiendo perfectamente. Porque, si os fijáis, ella es lectora nada más, con más o menos lecturas a su espalda, pero lectora al fin y al cabo. Sin embargo, todos los demás que han dicho cosas aquí son poetas. Y creo que esto merece un poco de reflexión.
Volvamos a la inocencia de la mujer del zumo, seamos como niños otra vez, démonos cuenta, oh hermanos poetas, de que el Señor no quiere que adquiramos tantos conocimientos.
Aparte, en relación al libro aquí reseñado, nada tengo que objetar ni que opinar, pero lo leeré y me guardaré mi opinión como hago casi siempre, o no habrá cabida en mí para la opinión, sino para el gozo o desagrado, como otras veces.
Diré más: cuando la controvertida comentadora dice "escribiría para agradar al lector, para hacerle disfrutar con mi obra" es ejemplar. Si ahondamos en la frase entrecomillada, eso mismo que ella haría, cada cual a su modo, es lo que hacen los poetas o los escritores en general: unos, como es mi caso la mayor parte de las veces, tratando de agradarse a uno mismo, en vista de que eso significará agradar a cualquiera; otros, tratando de agradar a otros escritores con erudiciones varias; y otros, tal como ella cree que sería su caso, tratando de agradar a los lectores, empatizar, acaso para sentirse parte de la humanidad colectiva o por verdadera devoción. Y en fin, igual estoy equivocado, pero creo que viene al hilo de estos tentadores asuntos recordar que mucha erudición no es sinónimo de mucha sabiduría.
ResponderEliminarSalud.
"En fin, esto es algo tan evidente que da vergüenza recordarlo. Madre mía, qué entusiastas, qué devotos tiene la pobre poesía..."
ResponderEliminar¿Por qué despertaré tanta agresividad verbal? La verdad, da un poco de miedo comentar aquí. (Yo, que creo no meterme con nadie y limitarme a expresar lo que opino). Y aparte, ¿qué culpa tengo yo de opinar así? ¿Creen Vds que debería leer libros que no me gustan? No señor, a los pedantones que los lea su papá.
Pero estoy feliz porque he encontrado una edición descatalogada de la biografía de Erasmo de Rótterdam, de Stefan Zweig. Éste sí que es un señor escritor. Y así da gusto irse de vacaciones.
Por último, da igual que hayamos aprendido más o menos, da igual que tengamos un bagaje mayor o menor de lecturas, da igual que seamos más o menos sabios o cultos: nada de eso parece querer irse con nosotros a la tumba o al crematorio. Ya sé que esto se parece a lo que dijo Francisco respecto a la riqueza, pero qué pensábais, uno tiene madera de franciscano pero es demasiado guapo y enamoradizo como para darse por entero al religioso vivir.
ResponderEliminarAquí el comentador anónimo de los tres últimos comentarios. Quisiera hacer una pregunta a la comentadora que se ha sentido ofendida, aunque no precisa mucha respuesta: ¿Estás feliz por haber encontrado un libro? Si no lo hubieras encontrado, ¿estarías feliz? De la misma manera que Colón descubrió América -que ya estaba allí sin él descubrirla- hace tiempo descubrí que mi ser es pura felicidad; ya desde entonces mi estar se ha hecho mucho más llevadero, ya que esa pura felicidad de su ser no está supeditada a encontrar una cosa u otra.
ResponderEliminarYo no veo agresividad por ninguna parte, zUmO, o no más en las réplicas que se te hacen que en tus comentarios. Todos nos creemos con derecho a decir lo que pensamos y nos molesta cuando los demás hacen lo mismo.
ResponderEliminar¿Stefan Zweig es un señor escritor? Cierto. Pero sin que eso signifique menospreciar a otros que también lo son. Y sin que lo sea, como afirma zUmO, por escribir solo en alemán y no citar textos en otros idiomas. Eso, además de una tontería (y no hay agresividad ninguna, ya me gustaría a mí poder emplear otro calificativo) es una inexactitud: Zweig, como cualquier otro escritor culto de su tiempo, cita en francés y en latín y en otras lenguas (y los traductores al español unas veces traducen esas citas al español y otras no).
Y en este blog, incluso cuando se habla de política, me parece a mí que hay menos agresividad que en la mayor parte de las tertulias televisivas o en las polémicas periodísticas.
JLGM
Soy el último anónimo. Entrando un poco en la reseña del libro, decir a la comentadora del zumo de poesía que cuando el responsable de este blog habla, refiriéndose al libro MASA CRÍTICA, de "irónica pedantería", no da la impresión de referirse a que el autor sea un pedantón tal como tú lo calificas más o menos indirectamente. Con eso que dice en la reseña de "irónica pedantería" trata de hacer ver -o eso es lo que mi entendimiento alcanza a ver- que el autor comparte cierta manera de proceder con los llamados novísimos, que eran -y algunos siguen siendo- muy de constantes citas y referencias que a ti sucede te incomodan un poco. Y eso es una estética, y una manera de entender la poesía, como puede serlo cualquier otra. Y también una opción, una manera de escoger público lector, pues de ese modo acotan, exigen una cierta erudición y disposición previa, no quieren contar contigo (no lo tomes como algo personal: me refiero a tu perfil) como posible lector. Es algo que surgió un poco como reacción al boom de los poetas sociales y aún hay quien gusta mucho de ese camino, respetable y no sin ciertos méritos a mi modo de ver. También hay, no obstante, quienes con ese proceder hacen unos poemas de lo que llaman línea clara. Y en fin: yo creo que todas las maneras de entender la poesía tienen su lado positivo y que está de más descalificar nada de antemano. Además, lo que dice el crítico es una mezcla de opinión y guía al lector, pero si tú lees el libro quizá no haya coincidencia entre vosotros.
ResponderEliminar...Pongamos, ZuMo, un ejemplo (ruego piedad para este pobre diablo: no sé quién me mandaría decir "Por último"...); pongamos un ejemplo de la "irónica pedantería" de autores como -por decir uno que va más o menos de ese palo- Guillermo Carnero; esa irónica pedantería cumple, bien empleada, en su caso una doble función: ironizar acerca de lo frívolo y, al mismo tiempo, como ya dije, contar sólo con ese tipo de lector que busca en la lectura un gozo esencialmente estético en lugar de buscar una comunicación. Desde mi punto de vista, un autor como el que cito muestra lo atravesado de discursos que está el individuo, discursos que lo enredan y le hacen comprender aún menos este mundo, llevándolo de nuevo a lo de siempre: "Sólo sé que no sé nada". De ahí que sea necesario, para salir de todo ese entramado, cierta subversión y cierto humor de lo absurdo, como acaso puede ser parejo el caso -aún no he leído el libro- del autor reseñado en esta ocasión. Buenas noches a todos.
ResponderEliminarCreo que Zumo de Poesia le pone el cascabel al gato y las editoriales se quejan de que la gente no lee, pero si no se les respeta, como dice Zumo, ¿cómo van a leer? Ella cuenta lo que le pasó con La Montaña Mágica, y a mí me pasó algo parecido con La Orgía Perpetua, que es un libro de Vargas Llosa sobre Flaubert y el proceso creador de Madame Bovary. Bueno, pues ¿saben que el libro (supuestamente un libro en español, leches) estaba trufado de citas de esta última obra en francés, sin traducción al español, ni a pie de página ni nada? No sé si la culpa era de Vargas Llosa o de la editorial (que no recuerdo) pero me indignó, me cabreó, porque yo compré un libro en español para leerlo en español. Y si la mitad del libro viene en francés sin traducir, pues eso se avisa, joder. ¿Qué cachondeo es éste? ¿Saben Vds que en el Código Penal hay un delito de estafa?
ResponderEliminarBien por el último comentarista. Yo, desde luego, no conozco ninguna persona válida e inteligente que no sea a la vez humilde y servicial, incluso campechana. Los pagados de sí mismos son intelectos mediocres que precisan enmascarar (también ante ellos mismos) su propia pequeñez.
ResponderEliminarQué maravilla los comentarios anónimos que permiten conocer cómo piensan algunas personas.¿Quién será el anónimo del 28 que dice que "no se respeta a la gente" porque en una libro de crítica literaria sobre una novela francesa hay citas en francés. Qué cosas.
ResponderEliminarY no se le ocurre pensar a ese anónimo comentarista que hay muchos lectores, con cultura y con intereses muy diversos, y que se publican libros para todos los públicos. Cada uno debe escoger el suyo. Las librerías están llenas de libros para cuya lectura no es necesario tener la más mínima noción de ningún idioma extranjero ni, me atrevería a decir, la más mínima cultura. Ahora considerar que el que, por ejemplo, un estudio de Platón incluya citas en griego y otro de Kant en alemán es un delito de estafa, me parece algo tan estupendo que ni en la más tontorrona tertulia televisiva (en las que se oye de todo) se podría escuchar.
Y como siempre he sido un poco agresivo ante la pretenciosa estulticia, me permito terminar recordando unos versos de Iriarte: "Si el sabio no aplaude, malo; / si el necio aplaude, peor".
JLGM
Pues el anónimo del 28 no parece ser precisamente un inculto. Otros versos: Con gente pedante / no estés ni un instante.
ResponderEliminarAquí hay un problema de inicio, camaradas: ¿la literatura ha de ser la expresión pura y dura -a pelo, vaya- de de la fibra íntima y cordial del escritor, su particular catarsis, espantamoscas, laboratorio, lavado de sentina..., en fin: cosa para consumo propio? ¿O será un subproducto neuronal para consumo de otros, sin cuya participación -y la económica no es la más despreciable- carecería de sentido semejante empresa?
ResponderEliminarSi es lo primero, es mucho pretender que te lo encuadernen y que lo pongan en los estantes de la librería, bien cerquita de la caja registradora..., y encima que se venda: qué va, si no se hace por el parné, que uno es puro e intransigente, que no le va a mediatizar la plebe iletrada y que si no les mola pues que se jodan, que en esas cosas no se condesciende.
Si lo segundo, un poquito de por favor: abandónense los juegos solipsistas, que no somos islas, que no se es tonto necesariamente por no entender los jeroglíficos o las charadas de los escritores juguetones, ni el hermetismo insensato de algunos despistados que no se han enterado de que lo que se edita tiene que ser comprendido -o sentido- por los lectores.
Por eso tienen razón los del Zumo ese cuando ponen en un altar a Stefan Zweig, que era tan honrado que llegó a decir que cuanto más depuraba los textos, cuanta más letra eliminaba, mejor quedaban escritos, porque perseguía -además de la calidad literaria- la claridad del concepto.
Sin embargo, ese mismo pecado les habría que imputar a quienes -algunas veces- parecen extasiarse ante cierta poesía tan hermética y falta de puentes como la prosa que vengo denunciado. Porque existe una gran poesía que, a la par de su excelencia literaria, es sugerente y capaz de emocionar por los conceptos vertidos en ella, diáfanos y honrados... como la prosa de Stefan Zeweig.
Y el que no esté de acuerdo, pues el mismo, colegas.
Y por eso la editorial Acantilado se está poniendo las botas editando toda la obra de Zweig, mientras que muchos no venden una escoba. Porque al final la gente no es tan tonta como suele creerse.
ResponderEliminarMe regalaron "Mendel el de los libros" y a partir de ahí enganche total.
ResponderEliminarLa gente no es ni tonta ni lista, la gente somos todos, unos más listos y otros más tontos, unos con mejor gusto y otros con un gusto deplorable. Se vende mucho la obra de Zweig, pero mucho más bastantes descerebrados bodrios. O la novela de un señor llamado Jesús Javier Vázquez (o algo así). Se compran libros por razones muy raras y el vender mucho o poco no es indicio de calidad literaria.
ResponderEliminarTermino con unos versos de Lope, para aplicar a quien corresponda (me incluyo):
Entiendo lo que me basta
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
JLGM
Bueno, bueno..., repartamos los andrajos de la disputada razón.
ResponderEliminarLa tiene -y yo con él, claro- JLGM cuando viene a decir que sin esfuerzo nada es factible... que merezca la pena. Esa argumentación insufrible (principalmente oída de labios de los más jóvenes) que suelen hacer tantos de que lo que importa es "lo que a mí me dicen" (los libros, las películas, las músicas), es un desatino, un canto a la molicie, a la pereza intelectual. Aviados íbamos a estar si los que iban a dispensar los galardones o a confeccionar el hit parade del talento o de la calidad fuesen los desinhibidos, pero poco doctos, aventureros de la opinión. Claro que el gusto se cultiva y que resulta ser la decantación de muchos trasiegos y de muchas experiencias. De modo que la sustancia de las cosas sólo la disfruta en plenitud quien ha desarrollado un paladar avezado a las catas más diversas.
También tiene razón JLGM cuando relativiza el lustre literario de nuestro admirado Stefan Zweig, si lo comparamos con algunas de las cumbres literarias que él saca a colación más arriba. Pero -al menos en mi caso- cuando elogiamos las maneras de este autor en realidad estamos encomiando un estilo de contar las cosas, una limpieza de cutis sin afeites, que comparte con otros autores: por ejemplo con Joseph Roth, que además era amigo suyo.
Lo que no quiere decir que se esté abogando por un escribir a la pata la llana, accesible a cualquiera que acceda a él. No es eso. Naturalmente que cuenta mucho la cultura previa de cada quisque a la hora de disfrutar -o no- de la lectura. Pero no es menos cierto que molesta y aburre la pretenciosidad de algunos amigos de liar el hilo, creyendo que así demuestran una altura intelectual que está por demostrar.
PD.- No es los mismo que una edición del Quijote venga llena de glosas y de acotaciones marginales que un escritor contemporáneo invite a la prospección en la Wiki para que se le entienda. Lo del Quijote se comprende porque es una narración que sus contemporáneos entendían sin explicaciones complementaris; es su anacronismo el que hace conveniente que se aporten explicaciones al lector de hoy. No es el caso de un escritor contemporáneo.
Contemporáneo era Góngora cuando vivía; estoy viendo que algunos echan de menos los tiempos de Menéndez Pelayo y su intolerancia hacia el "Príncipe de las tinieblas". Y qué decir de San Juan de la Cruz; a Góngora, al menos, puede digamos traducírsele a un lenguaje más inteligible (recuérdense las prosificaciones de Dámaso Alonso); con San Juan, en cambio, no hay manera. Quien no quiera cosas difíciles, que busque las fáciles: está en su derecho. Pero no lo está en el de tratar de imponer sus personales gustos, o limitaciones, a todo el mundo. Yo seguiré leyendo, y disfrutando, a Góngora y a San Juan, aunque ni entonces ni ahora fuera posible entenderlos "sin explicaciones complementarias" (San Juan las intentó él mismo, incluso). No queramos convertir en norma nuestra propia visión personal.
ResponderEliminarYo creo que Góngora (esterotipo injusto de lo que es una escritura enrevesada) es diáfano al lado de algunos plumíferos de la actualidad. No creo que los lectores cultos de entonces (que por ser lectores lo eran casi todos) tuviesen dificultad insuperable para "entender" al culterano.
ResponderEliminarLa literatura artificiosa, la que se columpia en sus propias piruetas, cae en un manierismo afectado, en el que prima sobremanera la cabriola semántica y la fuga hacia la nada. Para quedarse sólo con la musicalidad, el ritmo y la eufonía ya tenemos la música, arte abstracto donde los haya. La literatura tiene que mover algunos otros resortes mentales: que nos cuenten historias bellamente contadas (y en el concepto de belleza está la madre del cordero) creo que no es pedir demasiado. Que nos tomen por toscos si no les seguimos el juego a ciertos pedantes es una desfachatez.
Yo creo que M. de la S. no ha leído a Góngora (con perdón) ni probablemente a los plumíferos (convendría que diera nombres) de los que dice abominar. Parte de la obra de Góngora es extraordinariamente compleja. En su tiempo ya fue objeto de minuciosos comentarios y hay pasajes en los que los eruditos han tardado en ponerse de acuerdo. Y no, los lectores de entonces no eran todos cultos, ni mucho menos.
ResponderEliminarY no hay que seguir el juego a ningún pedante. Hay varias maneras de hacer literatura, que cada uno lea la que prefiera. Pero todas se pueden hacer bien y mal. Y no todas tienen la misma altura ni la misma intención. A veces leermos solo para pasar el rato, otras para algo más. No confundamos.
JLGM
Hombre, don José Luis, que usted ponga en duda que un servidor haya leído a Góngora entra dentro de la suspicacia razonable, pero que haga usted extensiva su desconfianza a que haya o no haya leído nada de la literatura actual roza la bobada.
ResponderEliminarEn cuanto a que ponga yo en la picota a alguno de los plumíferos abominables, va a ser que no; esas artes se las dejo a usted que goza de tan afilada pluma y que no duda en proclamar que a un crítico no le viene mal cierta dosis de sadismo. O que no tiene empacho en confesar lo reconfortante que puede llegar a ser el fracaso literario de un amigo (?).
Y hablando de amigos , en este caso suyos, en lugar de zurrarle la badana a un negado voy a cantarle las excelencias de un autor que está entre los que estimo que tienen calidad, sin recurrir a los vicios que aquí se denuncian: Xuan Bello, ecce homo. Incluso usted, aunque a cierta distancia del que acabo de citar, pudiera considerarse entre los escritores salvables.
Y en cuanto a que los que los "lectores" contemporáneos de Góngora no fuesen todos necesariamente cultos..., puede que tenga razón, pero piense en que los estamentos sociales que accedían a este bien inconmensurable eran los detentadores de la cultura (saber leer entonces no significaba exactamente lo que hoy). Y, en definitiva, Góngora, Quevedo, Lope, etc., etc., escribían precisamente para ellos. Supongo que porque los "entendían".
Leer a autores no inteligibles es más bien cosa de pasatiempo. Se parece a hacer jeroglíficos o sudokus... Es cosa detectivesca (¿Qué habrá querido decir con esto? Ah amigo mío, hay que seguir esta pista...). En mi opinión este divertimento (para el caso de que alguien lo encuentre divertido) tiene muy poco que ver con la literatura.
ResponderEliminarHacer eso no es ni siquiera un pasatiempo, es una tontería. Y nadie es tan tonto como para hacerlo (vamos, creo yo). Otra cosa es leer a autores que requieren un esfuerzo y que lo compensan con creces. La historia grande de la literatura está llena de ellos.
EliminarJLGM
Hombre, don M. de S., deducir del hecho de que yo dude que usted haya leído a esos plumiferos de la actualidad a cuyo lado Góngora es "diáfano" la afirmación de que "no ha leído nada de la literatura actual", sí que roza la bobada.
ResponderEliminarY sospecho que no los ha leído porque, con tantos libros maravillosos como se publican, no va a ser tan masoquistas como para sufrir con autores que detesta y que además son más oscuros que Góngora. (Por cierto, qué fácil denigrar sin dar nombres, qué cómodo, qué inútil, qué manera de perder el tiempo).
Coincido en el elogio de Xuan Bello.
Y sigo discrepando en que los lectores del siglo de Oro eran todos cultos y los autores escribían para ellos. Muchos, por ejemplo Lope, escribían también para quien no sabían leer (buena parte del público de sus comedias) e incluso Góngora compuso cancioncillas que se divulgaban de oído, como muchos poemas, con o sin música.
JLGM
La verdad es que el maldito síndrome está mucho más presente en la poesía -con perdón- que entre los demás géneros literarios; a eso me refería prioritariamente: hay cierta poesía que no hay por donde cogerla, por afectadamente hermética, cursi y pretenciosa. Y estas cosas la gente leída las nota y las rechaza.
ResponderEliminarY sí, señor García, su amigo Xuan Bello es un magnífico escritor. Acabo de leer de él su "La nieve y otros complementos circunstanciales", traducción del asturiano de su otro flagelado amigo J.L. Piquero. Y "Los cuarteles de la memoria". Mea culpa, mea culpa..., por no haber conocido hasta hace poco la obra de este autor tan magnífico. Flechazo a primera vista.
Por cierto: en "La nieve..." cuenta cómo le conoció a usted en la tertulia del Óliver. Llevaba JLGM de aquella una "barba de fauno" -dice Bello- y rememora cómo acogió los primeros poemas del poeta tinetense con una sonrisilla de cierta displicencia. Me pareció que lo recordaba con un cierto resquemorcillo próximo al rencor de los santos hombres. No me extraña.
Le cuento estas pequeñeces, José Luis, para tratar de convencerle de que no soy del todo ajeno al percal que nos ocupa. Y, eso sí, me precio de un gusto más que medianamente depurado para las cosas de la estética, en cualquier disfraz, armadura, estameña o bañador que se me acerque.
Y sí, seguro que Góngora también sabía ganarse unas pelas componiendo letrillas para el Festival de la Canción de Almagro.
Veo que todo el mundo ha omitido en su respuesta a San Juan de la Cruz, a quien también ponía como ejemplo. Y es que es más difícil desdeñarlo por artificial, afectado, etcétera, etcétera. Yo soy partidario de la claridad en poesía; lo que ocurre es que en ciertos casos, la dificultad u oscuridad del material de partida (en el caso de San Juan, su experiencia mística, compartida por poquísima gente) es tal que es imposible "traducirla" a un lenguaje del todo inteligible sin destruirla. San Juan no procede (ni podría) en sus poemas mayores por definiciones o descripciones claras, sino por emociones, construyendo en cada caso, o intentándolo, lo que Eliot llamaba "correlato objetivo" de lo que en origen es justificadamente oscuro y personal. No se puede condenar a San Juan, ni a nadie, por hacer eso; es un procedimiento legítimo, y sólo los resultados en cada caso permitirán discriminar entre lo mejor y lo peor. Si uno, con todo, prefiere evitarse esas dificultades, está en su derecho; pero no, como ya dije, en el de intentar imponer a todos esa elección propia.
ResponderEliminarCreo conveniente añadir que oscuridad no significa complejidad. La complejidad no tiene por qué ser oscura. La complejidad puede y debe ser clara.
ResponderEliminarLa oscuridad no es nunca un valor. La oscuridad nunca suma, siempre resta, sobre todo la oscuridad por la oscuridad.
Y todo empezó por la necesidad de usar continuamente wikipedia para leer poesía. Digo yo que menos mal que ahora tenemos wiki, porque hace años había que consultar decenas de volúmenes de la Espasa Calpe o la Enciclopedia Británica. Puede que haya personas capaces de disfrutar así de la poesía. "Hay gente pa to", etc., pero desde luego yo no.
Y una cosa es un poema que busca sugerir, crear imágenes en el subconsciente. Esto es, no en plan ocultista de adivina/adivinanza; sino escenas oníricas como ocurre en el surrealismo. Y otra muy distinta es emplear un lenguaje elíptico y críptico en plan culteranismo hermético. En tiempos de Góngora ese juego tal vez tuviera sentido. Hoy no.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con lo que dice el anónimo Cereijo. Menos con lo de LA. Eso de que la complejidad "puede y debe ser clara" es un brindis al sol; debe ser tan clara como se pueda, pero ciertas "complejidades" --científicas o literarias-- requieren un esfuerzo y una cultura previa del lector.
ResponderEliminarY eso de "la necesidad de usas continuamente wikipedia para leer poesía" no deja de ser algo mal entendido. Yo la wikipedia -o sus equivalentes: bendito Google-- la uso continuamente, hasta para leer el periódico: de pronto aparece el nombre de una localidad que no conozco, una expresión en otro idioma, un actor o un escultor del que nunca había oído hablar y que me interesan... Usar la wikipedia es como usar el diccionario; en cualquier momento puede aparecer una palabra cuyo sentido exacto desconocemos. Porque lo que es habitual para uno es raro para otros. Los lectores son muy diversos.
Pero claro un poeta que no nos interesa no nos va a interesar porque averigüemos de pronto que esa cita en alemán es de Kant y significa tal cosa. El poema o el relato nos atraen y solo recurrimos a los maravillosos medios externos que tenemos a nuestra disposición para aclarar algún punto. Y acrecentar nuestro placer.
JLGM
Gracias, malvado.
ResponderEliminar(Fdo., El Cereijo Anónimo)
Esta es mi opinión: la poesía, a diferencia de la narrativa, no necesita un hilo argumental, "contar" cosas, sino gratificar la mente del lector mediante la palabra capaz de desencadenar proceso mentales...agradables. Que en definitiva es lo que está detrás de toda actividad humana: hallar la gratificación buscada.
ResponderEliminarLo que pasa es que la misma "cosa" no satisface a todos por igual. Lo que se nos hace laborioso no suele apetecer. Se hace laborioso lo que se enfrenta con herramientas inadecuadas o con la ausencia de ellas. La cultura (estar cultivado) es una herramienta. De modo que a más "herramienta" mayor aprovechamiento y mayor placer en la labor.
Del mismo modo que hay una pintura abstracta de calidad, también existe la buena poesía hermética y sin "literatura". La capacidad de disfrute -en ambos casos-, además de factores de afinidad o repulsa, depende de esos otros factores que acompañan. Y cómo.
Obviamente, acabo de ejerce de abogado de la parte contraria.
ResponderEliminarTodo el debate generado es muy interesante y me alegra haber contribuido a él. En cuanto a que los libros de Zweig se venden a raudales pero también los de cierto presentador de chismorreo, esto puede ser verdad. Pero es muy distinto. El presentador se aprovecha de su tirón televisivo y posiblemente venda, entre cierto público, muchos ejemplares de un libro de nulo valor literario. Pero será flor de un día. Dentro de unos meses nadie se acordará y ese libro será papel reciclable. Pero los relatos y ensayos de Zweig seguirán presentes en las librerías y la gente continuará comprándolos porque son clásicos de enorme calidad literaria y nunca pasarán de moda, ya que son libros de culto. ¿Y por qué? Bien, la pregunta es retórica.
ResponderEliminarPues Zweig estuvo de moda un tiempo y luego dejó de estarlo durante bastante tiempo (sus libros solo se encontraban en las librerías de viejo hasta que decidió reeditarlos Acantilado).
ResponderEliminarLa realidad es más compleja de lo que cabe en un un simple zUmO.
El valor de Zweig nunca se ha puesto en cuestión. Y repito que citaba en otros idiomas y sus libros están llenos de referencias culturales de las que muchos lectores de hoy carecen y por eso más de una vez invitan a visitar un diccionario enciclopédico. Una buena costumbre, por otra parte.
JLGM
JLGM
Bueno, ya dimito de seguir con el debate pues ahora toca dar la palabra a otros contertulios, pero el problema con Zweig fue que el cerdo del bigote prohibió sus libros en Alemania (y en los países germanoparlantes, como Austria -Zweig era austríaco de origen judío-), pero al mismo tiempo el apellido alemán de Zweig provocó su veto en Inglaterra y Estados Unidos (hablo de los años de la II guerra mundial)*. O sea que cornudo y apaleao. Luego Zweig dejó de escribir por una razón poderosa: se suicidó en 1943 ó 1944 (no abriré la wiki). Estos acontecimientos provocaron que Zweig cayera en un lamentable olvido, pero de un tiempo a esta parte está recuperándose la apreciación literaria que tuvo en su día y que nunca debió perder.
ResponderEliminar(*) El propio Zweig lo cuenta en "El mundo de ayer".
Pues abre la wikipedia. Ilustrarse no hace mal a nadie. El suicidio fue en 1942.
EliminarJLGM
El año concreto es lo de menos, por eso no lo miré: no soy puntillosa ni chinchorrera. Lo importante es que se suicidó asqueado porque creía que el gran cerdo iba a ganar la guerra. Como nadie ignora, Alemania llegó a ocupar gran parte de Europa y hasta que los EEUU no entraron en combate parece que nadie se le resistía. Es una gran pena que Zweig no esperase un poco más, pues felizmente sus peores presagios no se cumplieron. De todos modos, estoy segura de que debía estar muy deprimido (la casi totalidad de los suicidios son por depresiones), y en ello hubo de influir la necesidad de exiliarse y la prohibición de sus obras. En "El mundo de ayer" cuenta cómo el gran cerdo le impidió entrar en Austria para acompañar a su madre en su lecho de muerte. Tras su muerte vino el silencio, el (discreto) olvido de Zweig. ¿Y por culpa de quién? Pues del gran cerdo. A los millones de muertos que causó se une este perjuicio: haber privado a la humanidad de un gran escritor (y de las obras que podría haber creado si hubiera vivido más). Por eso, la gloriosa recuperación de Zweig como escritor de gran valía (para mí el número 1, lo que obviamente es discutible) significa también que el gran gorrino no se habrá salido con la suya.
EliminarHombre, enterarse de una fecha no me parece a mí puntillosidad ni chinchorrería, sino sólo información. Me recuerda esto a un viejo chiste, el de aquél al que en un examen de Historia le preguntaban: ¿Quién descubrió América?. Y él contestaba: Colón. Y el profe: Bien. ¿Y la fecha? Y el otro: oiga, que yo no vengo por nota, que con aprobar me vale.
EliminarMás que nada es una pérdida de tiempo. En este contexto daba igual 1942, 3 ó 4. Tampoco importa el día exacto: ¿cayó en jueves?, ¿o fue en domingo? "Al remilgoso y al pejiguera, déjalos fuera". Así que hablemos de cosas serias. La poesía de Zweig. ¿Tiene Vd idea de por qué no se publica en español? ¿Le consta si hay alguna traducción? ¿Conoce alguna web donde puedan leerse sus poemas? Le hago estas preguntas como profesor que es de literatura. (Yo soy simple lectora, una aficionada.) A las personas que hacemos zUmO dE pOeSíA nos gustaría poner poemas de Zweig (lógicamente en español) pero no sabemos encontrarlos. Y desgraciadamente no hablamos alemán.
EliminarAunque casi siempre discrepo de Vd, visito este blog y Café Arcadia porque resultan útiles (como cuando tradujo los poemas de Marylin Monroe, algunos de los cuales colgamos en ZuMo). No vengo a rizar el rizo bizantino.
Gracias.
Tengo la intuición de que el renovado apetito por las cosas de S. Zweig es una reacción defensiva ante un mundo hosco y poco amigo de las bellas sutilezas; un refugio de las almas sobrecogidas por la helada, que se acercan al amor de la lumbre de este escritor tan humano y tan clarividente en tantas cosas. Hambre de belleza, sed de humanidad, solidaridad con quien sintió la amenaza de las fauces nazis, reivindicación del talento silente (pese a que Zweig gozó del reconocimiento de sus contemporáneos), barricada ante la burricie literaria, apología de lo delicado... Y ese final atroz en un cuarto de hotel de Petrópolis (bello nombre por cierto), a miles se kilómetros de los salones que pisó con tanta donosura en tiempos de vino y rosas...
ResponderEliminarDije muerte atroz y me retracto: murió abrazado a la mujer que quería.