sábado, 3 de diciembre de 2016

Lêdo Ivo, infancia y confesiones


Isla de mí. Prosa escogida.
Lêdo Ivo
Edición de Martín López-Vega
Saltadera. Oviedo, 2016.

En sus últimos años, el poeta brasileño Lêdo Ivo (1918-2012) estuvo muy ligado a España, hasta el punto de que algunos de sus libros se publicaron en nuestro país antes que en el suyo. La traducción de esos libros –Calima, Aurora y Relámpago, este último ya póstumo– estuvo a cargo del también poeta Martín López-Vega, quien ahora nos ofrece una selección de la prosa autobiográfica y crítica del escritor.
            Isla de mí –el título se debe al traductor y editor– es uno de esas obras misceláneas, desiguales y llenas de encanto. Comienza con una pequeña obra maestra, “Álbum de familia”, memorias de infancia y adolescencia que ponen en pie un mundo mítico que nos recuerda a los grandes narradores del realismo mágico. Es el texto más extenso y solo por sí mismo justificaría el volumen.
            Pero no todos los textos de la primera parte, “Raíz”, están a la misma altura. Algunos parecen solo prescindibles apuntes costumbristas, como el titulado “Lágrima y adulterio”, que comienza con una de esas afirmaciones rotundas y falsas que tanto abundan en los memorialistas cuando contraponen el hoy al ayer de su juventud: “La vida actual ha matado a la muerte. Ya nadie llora en los entierros”. La segunda frase solo es cierta si se refiere al llanto venal de las plañideras; la primera es una falsedad, salvo que se interprete muy metafóricamente.
            Lêdo Ivo no es un pensador y sería erróneo por eso leer como análisis del mundo contemporáneo el capítulo “Poesía y globalización”, que cierra el volumen. Habla en él de sí mismo, no de una realidad que ha dejado de entender: “Siento que, en el inesperado e indeseado rito de paso de la galaxia Gutemberg a la edición electrónica e Internet, mi identidad se deshace o se deshoja. Dejo de ser yo mismo. Es como si tuviera que ser por fuerza fragmentado o incluso descuartizado para alcanzar el otro lado del río”.
            Martín López-Vega, que conoció al escritor en los últimos años y le acompañó a menudo en sus paseos por Madrid, indica en el prólogo que este libro constituye un fiel reflejo de lo que era la conversación del anciano poeta, caracterizada por “su curiosidad ilimitada, su gusto por la historia bien contada que no desprecia los géneros menores como el chiste o el cotilleo”.
            Los recuerdos de la iniciación literaria, de las primeras lecturas absorbentes, de los escritores que admiró y trató en su adolescencia, se encuentran no solo en la primera parte del libro, sino también dispersos por las otras dos.
            “Archipiélago” reúne los textos breves que oscilan entre el aforismo y la ocurrencia, el apunte autobiográfico y el mínimo poema en prosa. Algunos ejemplos: “Verano. El mar canta como una cigarra”, “Inteligencia, disfraz del instinto”, “Dios no es teólogo”, “Quien muere mata a la muerte”, “Los hombres son perros que lamen los huesos del día”, “Soy lo que el lenguaje me permite ser”.
            La tercera parte, “Constelación”, reúne textos relacionados con la crítica literaria. Pero Lêdo Ivo no es un profesor, ni un aséptico estudioso. Nos habla siempre desde su perspectiva de lector. Se ocupe de Kafka o de Dostoyevski, a los que obviamente no pudo haber conocido, de Ungaretti o de Clarice Lispector, con los que tuvo trato personal, acierta siempre a darnos un punto de vista inédito en el que no faltan las referencia autobiográficas.
            Con la obra miscelánea y aparentemente menor de uno de los poetas mayores de nuestro tiempo –Confesiones de un poeta, El último de la clase, Poesía observada, El ayudante del mentiroso--, ha construido Martín López-Vega un libro nuevo, un “autorretrato en teselas”, que se lee como quien escucha la fascinante conversación de un anciano en la que no importan mucho ni algunas repeticiones (que son como los ritornelos de la música) ni las diatribas contra una realidad, la del mundo contemporáneo, que no acaba de entender del todo. Importan más la experiencia leída, la sabiduría vivida, el inagotable encanto.

7 comentarios:

  1. Cobraba por recorrer 2 km cada tres meses. Afortunadamente, ningún fanático del Opus podía impedírselo.

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    1. Suena la lluvia
      lejana, para todos.
      Es un regalo.

      *

      Lleva la lluvia

      en su paraguas.

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    2. La lluvia llama
      a la puerta del paraguas.
      Llama y llama y llama.

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  2. Agrupadas me esperan las cartas que el tiempo ha traído hasta mí. ¿Seré capaz de atender a todos mis amigos?

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    1. Donde dice: "Seré capaz de" debe decir "Podré".

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  3. Era más de lo que su Amor podía soportar: una mujer católica.

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  4. Otro cuento de hadas9 de diciembre de 2016, 9:32

    Asombrados, los científicos de la dacha comprobaron que el conejillo emitía extraños sonidos: DIG-NI-DAD

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