viernes, 21 de abril de 2017

Guillermo Carnero: elegía, sabiduría y desdén


Regiones devastadas
Guillermo Carnero
Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2017.

Ahora que la poesía parece que se ha puesto de moda, que inunda las redes sociales y llena teatros y locales nocturnos; ahora que hay poetas –Marwan, Elvira Sastre, Ajo, Karmelo C. Iribarren– que venden miles y miles de ejemplares, resulta especialmente ilustrativo leer un libro como Regiones devastadas.
            Guillermo Carnero, desde sus inicios a finales de los sesenta, buscó deliberadamente darle la espalda al gran público, que en aquel tiempo era seguidor de los poetas sociales, de Celaya y de Otero y de quienes querían derribar la dictadura a golpe de endecasílabo y sobreentendidos. Quiso hacer de la cultura una máscara con la que encubrirse para descubrirse mejor; una máscara y una muralla que lo separara del vulgo “municipal y espeso”, de la multitud de los iletrados.
            Tras Dibujo de la muerte –que ya forma parte de la historia de la literatura–, el culturalismo, el hermetismo y la reflexión sobre los límites del lenguaje se acentuó en los libros de los setenta: El sueño de Escipión, Variaciones y figuras sobre un tema de La Bruyère y El azar objetivo. Luego vinieron largos años de silencio en los que el poeta “novísimo” parecía haber sido sustituido por el estudioso universitario al que debemos estudios fundamentales sobre la literatura de los siglos XVIII y XIX, sobre el barroco y sobre las vanguardias. Eran los años de la llamada poesía de la experiencia, de “la musa con vaqueros”, de una poesía confesional y comunicativa sobre la que Guillermo Carnero mostró siempre abierto desdén.
            En 1999 volvió a la poesía con el que quizá sea su mejor libro, Verano inglés, más directamente comunicativo y emotivo que ningún otro de los suyos, aunque sin renunciar a los referentes culturales que son parte de su vida tanto o más que las concretas anécdotas biográficas. A continuación, y como si se arrepintiera de lo mucho que de su intimidad había dejado traslucir en ese libro (una reescritura, en cierto modo, de La voz a ti debida, de Pedro Salinas), publicó tres largos poemas reflexivos sobre la inutilidad de la vida y la finalmente frustrada consolación del arte: Espejo de gran niebla, Fuente de Médicis y Cuatro noches romanas.
            Regiones devastadas reúne los poemas breves que fue escribiendo durante casi dos décadas a la par que esos textos más ambiciosos. Pero no es una obra menor, ni mucho menos. El poeta se siente un superviviente, los bárbaros del poema de Cavafis ya han entrado en Roma y convertido en caballerizas (o en plató para sus reality show) los museos y bibliotecas.
            La lección del poeta de Alejandría está muy presente en este libro, también la del Cernuda que supo adaptar el monólogo dramático de la poesía inglesa, no para llenar su poesía de personajes diversos, como Browning, sino para decirse mejor. El poema “Lección magistral de Himerio, maestro en Atenas (368 A. D.)” podía ir al frente del libro y expresa la antipoética del mismo, cómo debe escribir quien quiera llegar a los iletrados lectores de hoy: “Mencionad solo aquello que conocen, / con estilo patético y humilde: / anécdotas comunes del mercado. / la cocina, el corral o el dormitorio. / Los ignorantes toman por verdad / el grado más pueril de la retórica”.
            La verdad que busca Guillermo Carnero nada tiene que ver con el sentimentalismo directo ni con el infantilismo expresivo; tampoco con la sabiduría banal de los libros de autoayuda. Pero nos encontramos lejos del rebuscamiento conceptual y de la oscuridad deliberada de los primeros libros. La máscara que le proporciona el monólogo dramático le permite aproximarse a la lengua hablada y usar una primera persona que no es la suya y sí lo es. Ningún ejemplo mejor de ello que el poema “Última oración de Severino Boecio (Pavía, 524 A. D.)”, sátira y autorretrato indirecto, uno de los grandes poemas del autor, aunque él quizá lo considere una de sus “obrecillas menores”, uno de los textos que “se le cayeron de las manos” mientras estaba en labores de mayor empeño: “No me diste paciencia ni humildad; / tampoco astucia para parecer / plácido y obediente en un rincón, / feliz en la renuncia y el servicio”.
            Abundan también en el libro los poemas que describen obras de arte (“el arte es una forma superior de pensamiento” ha declarado), un poco a la manera del Manuel Machado de Museo, pero son también una forma de reflexión sobre el mundo, nunca mero decorativismo. “Estancia de Heliodoro”, uno de los poemas más elusivos del libro, lleva el subtítulo de “Sobibor”. El título se refiere a uno de los frescos pintados por Rafael en el Vaticano; el subtítulo, a un campo de concentración. Pocas veces el Holocausto ha sido referido de tan elusiva manera (“Más tarde llegarán, enfundados en negro / y bordados en plata, los pomposos verdugos”) como en esta denuncia sobre lo lejos que está de la realidad cualquier utopía basada en la bondad y en la justicia. El arte como encubrimiento de las mezquindades de la vida y de la falacia de los ideales políticos también lo encontramos en “Vejez de Juan Bautista Tiépolo”.
            No es un libro monocorde Regiones devastadas. El sobrio tono epigramático del primer poema, “Yacimiento”, contrasta con la ironía de “Remedia amoris”  (recuerda las “Composiciones de lugar” que Francisco Brines incluye en Aún no); los poemas que nos hablan de la intrahistoria del imperio romano a partir de restos arqueológicos con el jugueteo rococó de “En Viena, ante una tarta (Café de la Ópera)”.
            Un libro lleno de vida inteligente y de cultura al servicio de la vida Regiones devastadas, un libro quizá no para todos los lectores (desde luego no para el lector acostumbrado a la lectura apresurada en la pequeña pantalla del móvil), un libro solo para aquellos que estén dispuestos a dedicarle algo de lo mejor de su tiempo y su atención. Vale la pena: saldrán de sus páginas más lúcidos y con esa extraña forma de felicidad que dan los enigmas y las desdichas del mundo transformados en arte.

41 comentarios:

  1. Cavafis, Cernuda, Brines... dice usted. Y veo en internet poemas suyos titulados "Oscar Wilde en París","Muerte en Venecia"... ¿Guillermo Carnero es homosexual?

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    1. ¡Vaya pregunta más improcedente, Paseante! ¿Acaso está pensando, no en leer su poesía y su obra crítica, sino en otra cosa?

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    2. No, estoy leyendo el muy interesante libro de Ian Gibson "Lorca y el mundo gay" y dándome cuenta de que sin saber que el amigo Federico era homosexual no se puede entender una gran parte de su obra.

      En un poeta a priori nada fácil como Carnero y en el que el amor es un tema fundamental (según le he oído decir a él mismo en Youtube), me pregunto si para comprenderlo no hace falta conocer claves tan importantes como la de su sexualidad.

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    3. Pues no, no hace falta. Puede comenzar leyendo "Verano inglés", quizá el más autobiográfico de un poeta poco dado al directo desahogo sentimental (más bien alérgico al confesionalismo primario).

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    4. Lo de que "sin saber que Lorca era homosexual no se puede entender una gran parte de su obra" bien podría ser la tontería del mes. ¿Sin saber que Machado era heterosexual no se podría entender...? ¿O JRJ, o Unamuno? ¿Es esencial conocer los secretos de alcoba de Pessoa o de Rilke para entender, etcétera? Mucho me temo que el "Paseante" confunde la poesía con el "¡Hola!", o con alguna otra modalidad de la llamada "prensa del corazón". Si un poeta habla sólo de sus particulares asuntos de cama, y no sobre el ser humano en general, no es poeta, o lo es en todo caso en una variedad muy limitada y menor.

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    5. Yo pensaba comprarme "Dibujo de la muerte. Obra poética: (1966-1990)" en Cátedra.

      "Verano inglés" cuesta 62,29 euros en Amazon. Y tiene 76 páginas.

      El primero cuesta 12 € y tiene 352 págs.

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    6. @Paseante, Guillermo Carnero tuvo que aclarar, allá por los 70, cuando era un crío, que su sexualidad era de lo más convencional, después de que lo etiquetaran como poeta homosexual en una lista en la que estaban, entre otros, Jaime Gil de Biedma. Para enterarte de algún cotilleo de portera más, échale un vistazo a la biografía que Dalmau publicó sobre este último (busca en las páginas finales).

      Y compra "Verano inglés" en Iberlibros, lo encontrarás a un precio razonable, merece la pena. Pero si te interesa Carnero, no dejes de leer "Dibujo de la muerte" (el libro original, no el ciclo completo), que escribió siendo adolescente y contiene dos o tres de los poemas que me siempre me acompañan.

      Te han metido mucha caña por preguntar por preguntar si Carnero es homosexual. A mí no me parece una impertinencia tan grande, sino pura curiosidad. Y la tontería del mes es tontería porque los poemas de Lorca y los de cualquier autor de los mencionados se leen y comprenden por sí mismos: basta con leer la Oda a Walt Whitman para darse cuenta de que García Lorca tenía un conflicto con su sexualidad. Como la tenía el putañero y heterosexual Quevedo. No hay que saber nada para comprender, el material está en el poema.

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    7. Sí, Dr. Joseph; gran apreciación, Dr. Joseph...

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  2. Muy interesante. Lo compraré.

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  3. A JLGM

    ¿El que calla otorga? ;-)

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  4. Estoy de acuerdo con "Anónimo" en lo de la tontería del mes, Paseante. Y cambiemos de tema.

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    1. Yo también hubiera estado de acuerdo con lo de la tontería del mes hasta que me he puesto a leer las más de 600 páginas del libro de Ian Gibson, en el que se explican muchos de los poemas de Lorca en clave homosexual, sin la cual es imposible comprenderlos (además de su obra "El público"). Y no es sólo Gibson, sino también tres otros grandes especialistas de Lorca que Gibson cita mucho: Paul Binding, Ángel Sahuquillo y Carlos Jerez Farrán.

      Hay que ser muy ingenuo para pensar que el drama que supuso para Lorca el rechazo total de su homosexualidad por parte de su familia y de la sociedad española de su época, no tuvo ninguna repercusión en su obra.
      La realidad es que es su epicentro: el deseo y el amor contrariados, prohibidos.

      A JLGM:

      ¿Ha leído usted ese libro de Gibson? ¿Gibson no es para usted un especialista de Lorca fiable?

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    2. Un excelente biógrafo y un pésimo crítico literario.

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    3. Yo no he leído el libro de Gibson. Pero el problema no está en lo que diga, sino en lo que dice usted. Si, en efecto, fuera "imposible comprender" "muchos" poemas de Lorca sin ese detalle ajeno a los propios poemas, sencillamente no serían poesía válida (o sólo, como dije antes, en una modalidad muy limitada y menor). Un poema que no tiene en sí mismo, sin claves ajenas a su propio texto, todo lo que necesita para ser debidamente apreciado, es un fracaso poético. Ignoro si Gibson afirma lo contrario, o es cosa exclusivamente suya; en cualquiera de los dos casos, es un completo error.

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    4. Al anónimo

      O sea que Góngora o Mallarmé no son poetas.

      Pues muy bien...

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    5. Los poemas de Góngora o Mallarmé tienen en sí mismos todo lo que necesitan para ser comprendidos, no es necesario recurrir a la biografía de los autores para entenderlos. Otra cosa son las alusiones culturales o la dificultad sintáctica, que seleccionan al tipo de lector al que se dirigen.

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    6. A JLGM

      Eso que usted afirma es falso. Relea usted las notas a pie de página de las ediciones de Góngora y verá usted las muchas alusiones que hacía el cordobés a hechos de su propia vida. Y no hablemos de los sonetos de Shakespeare, de los poemas de Hopkins, Verlaine y Rimbaud (gran parte de las obras de los dos últimos no se puede entender sin conocer las relaciones íntimas entre ellos - en las buenas ediciones de Rimbaud las notas que explican la obra y los hechos exteriores a ella a los que alude ocupan mucho más espacio que la obra en sí).

      En cuanto a Mallarmé (o a su discípulo Valéry) muchos de sus poemas no se entienden si no se sabe que su clave es erótica y que cuentan relaciones con amantes (en el caso del primero con Méry Laurent, en el caso del segundo con Catherine Pozzi - entre otras -, la cual, por cierto, ha explicado ciertas alusiones a ella en poemas de Valéry). También puede usted leer las abundantísimas notas de la edición de Mallarmé en la colección de la Pleiade, y las diferentes "traducciones" de sus poemas más difíciles, que aluden a hechos personales íntimos. Y, puestos a leer, podría también usted leer el célebre Diario de los Goncourt o el del l'abbé Mugnier (a ambos - muy cotillas - les encanta comentar claves secretas de obras célebres de su época) para ver hasta qué punto la vida íntima influye en la obra.

      En cuanto al caso de Lorca, ahí están los trabajos de Paul Binding, Ángel Sahuquillo y Carlos Jerez Farrán, para probar que el hecho es incontestable.

      Que un anónimo escriba: "Un poema que no tiene en sí mismo, sin claves ajenas a su propio texto, todo lo que necesita para ser debidamente apreciado, es un fracaso poético", no es más que una opinión. Entre ella y la poesía de Lorca, Shakespeare, Hopkins, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé o Valéry (entre otros muchos grandes poetas), creo que la discusión es inútil. Yo estoy incluso dispuesto a darle la razón: a mí me gustaría mucho fracasar poéticamente tanto como ellos.

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    7. Yo no podría haberlo dicho mejor. Lo suscribo al 100%; gracias.

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    8. Me imagino que este comentario, Anónimo, se refiere a lo que yo escribí y no a lo del Paseante.

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    9. Claro; perdón por no haberlo dicho.

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    10. Paseante, paseante...
      un poco de vida en tus carnes
      ¡cuánta falta te hace!

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  5. Imposible -salvo que te dediques a vivir del cuento, de "ese cuento"- poder establecer la menor relación entre las apetencias sexuales de una persona y la destreza que esa misma persona atesora como escritora o escritor.

    Y atreverse hacerlo en pleno siglo XXI, me resulta alucinante. Supone una "tomadura de pelo" por parte de quienes se ocupan de proclamarlo y una "alarmante ingenuidad" por parte de quienes son capaces de creerse algo semejante.

    El cerebro y la polla siguen sendas dispares.

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    1. "Imposible [...] poder establecer la menor relación entre las apetencias sexuales de una persona y la destreza que esa misma persona atesora como escritora o escritor."

      Estamos totalmente de acuerdo. No hay ninguna relación entre los deseos sexuales y la calidad de una obra literaria.

      "Y atreverse hacerlo en pleno siglo XXI, me resulta alucinante. Supone una "tomadura de pelo" por parte de quienes se ocupan de proclamarlo y una "alarmante ingenuidad" por parte de quienes son capaces de creerse algo semejante."

      Estoy una vez más totalmente de acuerdo con usted.

      El problema es que nadie ha afirmado lo contrario.

      Antes de responder a lo que alguien ha dicho, asegúrese usted de lo que ha dicho. En este caso, se trata de comprensión, no de "destreza".

      En cuanto a su última afirmación ("El cerebro y la polla siguen sendas dispares"), permítame decirle que es por lo menos una muy sorprendente incongruencia. No sé qué científico ha dicho que el órgano erótico más importante del ser humano es el cerebro.

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    2. Estimado flanneur...

      "El cerebro y la polla siguen sendas dispares" es ni más ni menos que "prosa sonajero". Un contundente conato.

      Igual que el uso (que no abuso) de frases hechas es consustancial a la redacción de todo texto de valía, porque lo triviliazan sin depreciarlo (siempre que no se las distorsione para hacerte "el interesante" porque en ese caso lo empedorrarían)(Borges dixit y yo añado), el dejarte vencer de vez en cuando por la tentación de la prosa sonajero, va a conseguir precisasamente, si tú tienes "mano", el efecto contrario, contribuir a dotarlo de cierto lirismo "artístico" (y lo entercomillo) que le va a venir muy bien al lector para no aburrirse.

      Que, al fin y al cabo, es de lo que se trata. ;-)

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  6. ¿Quién será este Paseante que tantas ganas tiene de aburrir al personal? Me lo imagino jubilado, de cerca de ochenta años, aburrido. De todo se puede discrepar si hay ganas de buscarle tres pies al gato.
    Cuando un autor se hace célebre, se convierte en mítico, es objeto de cientos de estudios: se publican sus cartas (y hasta la lista de la compra), se indaga en su biografía, se le mitifica. De Proust sabemos qué personas concretas inspiraron cada uno de los personajes de "En busca del tiempo perdido", pero eso no añade nada ni al valor ni a la comprensión de la obra. Como no añade nada a cualquiera de los maravillosos sonetos del amor oscuro de Lorca saber que se inspiraron en este joven actor o en aquel escultor (y si importa que fuera un hombre o una mujer nos lo tiene que decir o sugerir el propio texto).
    La curiosidad humana es infinita y nos gustaría saberlo todo de Shakespeare, pero apenas sabemos nada y sus sonetos siguen siendo igual de espléndidos los inspirara una dama o un aristócrata.
    ¿Queda claro? No, no quedará claro para el bueno de Paseante, que parece creerse a pie juntillas todo lo que lee en notas a pie de página o en cualquier enlace de Internet.
    Las notas solo son útiles cuando se refieren a un dato que el lector daba por supuesto en los lectores a los que se dirigía (unos escriben para un público culto, otros para uno popular), pero que, años o siglos después, es desconocido por la mayoría los lectores. Eso es lo que hacen los filólogos, y tratar de ofrecer un texto lo más correcto posible,

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  7. Supóngase que encontramos un magnífico poema de cuyo autor no tenemos noticia. ¿Es nuestra comprensión del poema la misma si lo leemos bajo el supuesto de que es de G. Trakl que si suponemos que es obra de G. Apollinaire? ¿No lo veríamos de formas distintas (una manera de "comprenderlo") si después de tenerlo universalmente por un Apollinaire descubrimos que es un Trakl? "Ser un Apollinaire" y "Ser un Trakl" no son circunstancias externas al poema? ¿No forman parte de la comprensión, del mismo modo que ser un Garcilaso o un Góngora?
    A lo que quiero ir: ¿alguno de los participantes en la discusión ha oído hablar del externismo y del internismo semántico? ¿Y de la tesis filo-psico cognitiva de la mente extendida? ¿Les parece un asunto menor el que los signficados o los contenidos de los estados mentales dependan para su comprensión y contenido de rasgos externos, del mundo? ¿pueden ustedes rebatir esta tesis? Anímense, queya veo a alguno recibiendo el premio nobel.
    Cuídénse, chicos/as

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    1. Yo mismo he escrito poemas de Francisco Brines, Eugénio de Andrade, Sandro Penna, Fernando Pessoa, Luis Antonio de Villena y no sé cuántos poetas más (varios epigramas de la antología palatina). Sé lo que es la falsificación. Y lo que son las atribuciones dudosas. Pero un mal poema ultraísta no cambia mucho porque tras su pseudónimo, en lugar de Isaac del Vando Villar, como creíamos, se encuentre Dámaso Alonso. Solo en el mundo del arte sube o baja la cotización (no la calidad) del cuadro según los expertos decidan que es del maestro o de un discípulo.

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    2. Tampoco son exactamente los expertos, Martín. O, no todos los expertos. O, más bien, los expertos "integrados". Son las/los que "lo petan" o "la trama" como ahora se ha puesto de moda decir. La cofradía de los canapeses.

      ¡Benditos diletantes! ;-) julian bluff

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    3. @JLGM, tengo la sospecha (personal, no contrastada, posiblemente infundada) de que ha escrito usted obras enteras atribuidas a otro. Y prefiero no decir quién es el otro, porque me da vergüenza estar diciendo una soberana tontería (por cierto, ¿la estoy diciendo?).

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  8. Pero hombre, no me salga usted por peteneras. ¿Quiere decir usted que ha hecho de negro para esos poetas?¿O quizás que les ha atribuido con éxito a ellos, e incluso publicado, poemas escritos por usted? ¿O quizás que los ha imitado? ¿Podría ser que le hayan tentado con una jugosa apuesta a ver si es capaz de escribir algo completamente indistinguible de lo que ellos escriben? ¿ Alguna otra cosa? En ninguno de los casos ha escrito usted poemas de esos autores. Puede querer escribirlos (que no es lo mismo que escribirlos), puede creer que los ha escrito, puede haberlos falsificado, puede habérselos vendido (o reglado) con la autorización de que los publiquen como suyos, pero siento decirle que sólo usted puede escribir sus propios poemas, del mismo modo que usted no puede saludar mis saludos ni felicitar mis felicitaciones, aunque sí puede saludar o felicitar en mi nombre (que no es lo mismo). Qué quiere que le diga; hay cosas que sólo uno puede hacer.
    El asunto que se discute no tiene nada que ver con las falsificaciones. Se trata simplemente de que los significados, los contenidos mentales, etc., tienen a lo que parece, dos componentes al menos. Uno es semántico, pero otro es empírico. Y no es tarea fácil distinguir entre ellos. Y en la comprensión entran los dos en distintos grados. En la poesía (y en cualquier actividad lingüística y/o mental) hay esos dos componentes también y ambos “conspiran” para dar lugar a la comprensión. Por ello decir que un poema tiene que entenderse exclusivamente en términos de sí mismo es, siendo educado, falta de información. Decir que se entiende exclusivamente en términos externos, es simplemente osadía. No hay una receta universal (tampoco la hay para la música, la pintura o la gastronomía). Depende, hablemos de la poesía, del poeta, del poema, de la información que el lector tenga, de la educación de su sensibilidad, de la inquietud o no inquietud que tenga respecto de lo que lee, entiende, etc. Y, por supuesto, de lo que los críticos dicen o callan. La sensibilidad es algo muy complejo. Afirmar campanudamente cómo se ha de entender un poema, una sonata o un cuadro para que puedan considerarse poesía, música o plástica es, para ser nuevamente educados, ridículo

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  9. ¡Peste de anónimos! Mucho hablar de información y de teorías y este buen hombre (o mujer) aún no se ha dado cuenta de que se han de firmar los comentarios (aunque sea con un pseudónimo) para distinguir los que proceden del mismo interlocutor.
    Y claro que, entender un texto, hace falta un contexto: muchas cosas se dan por supuesta. Por ejemplo, cuando digo que he escrito poemas de Francisco Brines, saber quién soy yo, que he publicado la revista Jugar con fuego, que en ella se publicaron muchos textos apócrifos, etc, etc.
    Pero volviendo al principio, y para terminar, quedamos en que lo de preguntar si Guillermo Carnero es homosexual o no resulta una solemne majadería. Me imagino a Paseante entrando en una librería, tomando una novedad en las manos y diciéndole al dependiente: "Me interesa este libro de poemas, pero antes de comprarlo necesito saber si el autor es homosexual o no porque he leído en Ian Gibson que sin saber eso no pueden entenderse los poemas".
    En ese nivel estamos, Anónimo amigo de la teoría, y lo demás son ganas de perder el tiempo.

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  10. No se me sulfure, hombre y vaya al grano. El asunto es: ¿para entender un poema sólo se necesita tener en cuenta el propio poema o es necesario tener en cuenta otras cosas (entre ellas la homosexualidad de un autor, si se tercia). Su respuesta es que tener en cuenta esto último es una majadería. La mia es "depende" (y casi nunca una majadería). ¿En qué la baso? Primero en el externismo semántico (otra majadería, para usted), segundo en el interés, sensibilidad y formación del lector que con esa información extratextual puede entender algunas cosas, emociones o matices que sin ella no serían patentes, tercero, en que es imposible (deme un criterio de distinción) separar en cualquier texto entre su semántica y la contribución que hace a la misma el mundo, esto es: todo lo que no está en el texto (no tengo dificultad en llamarlo contexto, si bien es esa una palabra-sábana). ¿Está claro ahora? Y, por favor, no se vaya por los cerros de übeda; yo seré una peste, pero usted parece, como diría Goethe, confesarse de la raza de los maestros ciruela.

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    1. No me sulfuro: me impaciento. La vida es demasiado corta, y hay demasiadas cosas que hacer, como para perderla en estas disquisiciones con no se sabe quién.

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  12. Este foro está bajando mucho. Pobre JLGM...

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  13. No he visto a nadie más pesado que al último Anónimo. Borro su más reciente comentario y no daré de paso ninguno más. No es este el lugar para sus elucubraciones, sino para comentarios concretos sobre una reseña concreta.

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    1. Pues acabo de responder a dos mensajes que no tienen mucho que ver con la reseña antes de leer la advertencia final. Usted disculpe, no era por tocar las narices.

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    3. Podría eliminar este comentario. Pero conviene dejarlo un tiempo para que se vea cómo está el mundo.

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    4. Finalmente eliminé el comentario. Uno tiene muchas tragaderas, pero todo tiene un límite. Creo que a partir de ahora seré más restrictivo.

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