jueves, 29 de marzo de 2018

Cómo no escribir un poema



Estos días azules y este sol de la infancia
Poemas para Antonio Machado
Visor Libros. Madrid, 2018.

Las antologías temáticas rara vez son antologías; los libros de homenaje no lo son nunca. Una antología supone dos criterios: el primero señala el campo a abarcar (una generación, un siglo, un autor, un movimiento); el segundo, separa el grano de la paja, selecciona solo los mejores poemas.
            En las antologías temáticas –poemas al padre, a Nueva York, al libro o al fútbol– el antólogo suele conformarse con que el asunto elegido aparezca en el poema, aunque sea muy tangencialmente; en los libros de homenaje, se acentúa el todo vale, lo que cuenta es la amistad, la admiración y la buena intención.
            Para celebrar su número mil, algo insólito en una colección de poesía y solo conseguido por algunas ediciones de bolsillo, Visor ha reunido una serie de poemas en homenaje a Antonio Machado. Unos pocos ya habían sido escritos con anterioridad; la mayoría son poemas de encargo, una glosa del último verso de Antonio Machado, que da título al conjunto: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
            El resultado es tan heterogéneo que sirve muy bien para representar a una caótica colección de poesìa donde los nombres imprescindibles de las últimas décadas alternan con otros más que prescindibles, ganadores por lo general de algún concurso, y las excelentes traducciones con las manifiestamente mejorables.
            Casi un centenar de poemas contiene Estos días azules y este sol de la infancia pero hace falta muy buena voluntad para encontrar más de una docena de poemas. En su mayor parte resultan naderías (no importa si firmados por nombres respetables: Claribel Alegría, Antonio Colinas); solo en unos pocos casos resultan representativos de su autor. Un ejemplo, las “Diferencias” de Antonio Carvajal, con su cuidada y algo manierista versificación: “Todo respira paz: la misma rosa / de ayer, su igual color, su igual perfume; / el mismo viento y fronda rumorosa; / la misma sed que abrasa y no consume / el cristal del arroyo; los bulbules / –coros de amor astrales– / con su misma canción; la igual fragancia / de las cómodas anchas, maternales. / Pero no son los mismos días azules / ni este es el mismo sol que hubo en tu infancia”. Otro ejemplo: Pablo García Casado y su poema en prosa sobre el acoso escolar. A veces el poeta parece caricaturizarse a sí mismo, como Manuel Vilas en la enumeración feísta de su “Vida de un hombre cualquiera” o Luis Antonio de Villena en la versiprosa de “El tiempo siempre es algo distinto”.
            Muy pocos poetas salen con éxito del encargo: Felipe Benítez Reyes y sus serventesios alejandrinos asonantados, Lorenzo Oliván y su oración al Dios ibero, Luis Alberto de Cuenca y su memoria de infancia.
            Ada Salas, de acuerdo con su estética minimalista, reduce al máximo la glosa, exactamente a dos adverbios, también muy machadianos (“Hoy / todavía / estos cielos azules y este sol de la infancia”), mientras que Joaquín Pérez Azaústre, José Luis Rey, Antonio Lucas o Juan Carlos Mestre dan rienda suelta a su verbalismo habitual (no exento de encanto en el caso de Rey ni de eficacia, aunque más en la recitación que en la lectura, en el caso de Mestre.
            Por lo general, los poemas que se salvan del libro ya se habían escrito antes (no siempre el encargo es la mejor musa) y otro habría sido el valor de esta antología si se hubiera limitado a seleccionar entre los poemas dedicados a Antonio Machado, algunos tan espléndidos como “Fatum”, de Miguel d’Ors, o “Camposanto en Colliure”, de Ángel González. Con este último dialoga el de Luis García Montero, que nos habla de otra visita, años después del famoso viaje generacional de 1959,  a ese cementerio: “Se conmueve el camino a la orilla del mar. / Parece un látigo en el aire / de febrero lluvioso. / Cuando baja del coche, / Ángel González duda, / pone sus pies heridos en la historia / y sube muy despacio, / entre muros franceses / y casas repintadas / con el azul de los veranos / hasta llegar al cementerio”.
            Antonio Machado, tras su muerte en el exilio francés, se convirtió en algo más que un poeta, en un símbolo cívico, lo que acabó transformándole en una figura de cartón piedra y potenciando la parte más caduca de su obra.
            Muchos de estos prescindibles ejercicios insisten cansinamente en esa huida de España y en la muerte en la pensión Quintana. Se agradece por eso el cambio de tema de Jenaro Talens, una elegía a su abuela muerta en tierras distante, e incluso el despiste de Clara Janés, que manda un poema dedicado a Max Planck (donde, por supuesto, no se menciona el verso de Machado) y en la editorial, marca de la casa, no hay nadie que se dé cuenta.
            Aunque incluya algún poema entre tantos ejercicios, el lector de poesía puede prescindir de este libro, que sin embargo dará mucho juego en los talleres literarios, al enseñarnos no cómo escribir un poema, sino cómo no escribirlo.
           

10 comentarios:

  1. BAEZA

    Apenas le interesaban la literatura y la filosofía. Sólo coincidía con él en su pasión por la naturaleza y en el desaliño indumentario. Sus conversaciones trataban sobre todo de árboles y plantas. Le asombraba que un profesor de francés supiera tanto de álamos, acacias, encinas, olmos... Le oía como a un entusiasta de la botánica. Eso decía, aunque yo no me lo creo. En medio, alguna alusión dolorida a Leonor, su desplome reciente. Entonces era sólo un compañero de claustro que componía versos, no el escritor afamado que fue después. Me contó que le había dejado ver algunos de sus poemas, escritos a mano, parte de los cuales apareció luego en la segunda edición de Campos de Castilla. También decía que una vez leyó una frase cenital, un verso suelto en una hoja suelta, entre sus papeles. Tuvo que ser antes de 1919, fue entonces cuando dejó aquel Instituto. Eso significaría que dispuso de veinte años para continuar el poema, pero no lo hizo. Puede que no quisiera seguir, que no encontrara palabras a la altura del inicio; o puede que, simplemente, sea un epílogo acabado, completo e inédito durante dos décadas. El verso al que se asía en el último derrumbe, “estos días azules y este sol de la infancia”.

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  2. Interesante. Para tener en cuenta

    Un saludo

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  3. Poemas de hoy: Taxi Driver31 de marzo de 2018, 10:03

    Me asomé a la mirada de un clasista
    para ver a un taxista inventado.
    Todos están bien en su papel
    de denostar al que vive apartado.
    Pobre o no, obrero o esnob,
    América no quiere solitarios.
    Triste soledad la tuya, USA,
    que no puedes soportarte a ti misma.
    En tu imaginario de cartón piedra
    no existen peregrinos ni ascetas.
    Pioneros en busca de oro
    es toda tu fórmula.
    Pues no temas la soledad:
    es lo que llevarás en la maleta.


    © María Taibo

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  4. No creo en la triste soledad de USA.

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  5. Mea sobre la miríada clasicista
    para verter, oh taxista, tu legado.
    Todos establecen su paripé
    de no estar ni vivir en lo apartado.
    Podrido oh no, o breve o no,
    qué mérito requiere el hospitalario.
    Trasto sin edad el tuyo, usado,
    que no puede soterrarse ni en su sima.
    En tu imaginario Cantón en la tierra
    no existen peras grises ni adelfas.
    Ponerse en rosca y coro
    es todo rémora.
    Puerro temas, soledad:
    es lo que en llamaradas vociferas.

    © Pérez Ginferrer

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    1. Bienvenido, Gin. Se te echaba de menos. Como al Xoriguer menorquín

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    2. ¡El ratón Pérez!

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  6. A la primera comentarista, Agridulce, le regoría diera más datos (autoría, posible veracidad...) sobre el texto acerca de Machado que ha enviado. El tema me interesa mucho. Gracias.

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  7. El texto es de Saiz de Marco según la web en que aparece recogido :

    http://relatosexpres.blogspot.com.es/2014/07/baeza-saiz-de-marco.html?m=1

    Sobre la autenticidad de la historia no puedo responder, pero me consta que Machado vivió en Baeza tras la muerte de su esposa ocurrida en Soria. Y en fin digo yo que, "se non è vero, almeno è ben trovato". Ignacio, es todo lo que puedo decirte.

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    1. "È ben trovato", no tiene nada de "vero", ni lo pretende.

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