sábado, 2 de febrero de 2019

Una revolución en danza



La Habana en un espejo
Alma Guillermoprieto
Literatura Random House. Barcelona, 2018.

¿Qué tienen que ver la revolución cubana y la danza moderna? Alma Gillermoprieto ha sabido unir ambas en un libro que tiene toda la ajustada precisión de sus crónicas latinoamericanas y es a la vez una espléndida novela autobiográfica.
            Más de treinta años después, recrea la autora un episodio crucial en su vida: los meses que pasó en La Habana como profesora de la Escuela Nacional de Danza. El prólogo nos advierte que no llevó un diario en aquellos años, que las cartas que incluye son reconstrucciones, lo mismo que los diálogos, que buena parte de los personajes están inspirados en varios personas reales, no en una sola.
            Ella insiste, sin embargo, en que, aunque no constituye “un relato histórico y fidedigno” de su vida durante seis meses de 1970, La Habana en un espejo “tampoco es una novela”. A pesar de sus palabras, lo es: una novela sin ficción, como las que ha escrito y teorizado sobre ellas a menudo Javier Cercas. La imaginación creadora se pone al servicio de la reconstrucción de la realidad vivida, no de la creación de mundos ficticios y verosímiles, como en la novela realista.
            Pero esas disquisiciones teóricas tienen muy relativa importancia. Desde la primera línea, la sensación de verdad es grande. El primer capítulo nos lleva al Nueva York apasionante, creativo y amenazador de finales de los sesenta.  Manhattan era a la vez un imperio mágico propicio a todas las aventuras estéticas y una isla sitiada: “Ya algún ladrón había saqueado y medio destruido el apartamento que compartía con mi madre. Ya habían asaltado el apartamento de Graciela y Sheila (más tarde se habrían de encontrar con el ladrón en el ómnibus). Violaron a una conocida. Convivíamos con los asaltos y la violencia como con la plaga de cucarachas, que era la fauna nativa de las cocinas neoyorquinas”.
            Tres figuras centrales de la danza moderna –la alcoholizada Martha Graham, ya entonces una torturada y torturadora estrella; el apolíneo y distante Merce Cunningham; la siempre sorprendente Twyla Tharp– son evocadas con trazo maestro. También sus compañeras bailarinas, capaces de todos los sacrificios por un abstracto triunfo que no parecía traer consigo ninguna recompensa.
            Tras el espléndido primer capítulo –pocas veces se ha dicho más en menos páginas–, el núcleo del libro, sin abandonar el mundo de la danza, se centra en otro tema no menos apasionante: la revolución cubana, vivida en el momento de su máxima ambición y su primer gran fracaso, la zafra de los diez millones.
            La Alma Guillermoprieto, aclamada periodista, que escribe, con mano maestra, La Habana en un espejo, no es la insegura, tímida, atormentada adolescente que la protagoniza. Una no entiende del todo lo que está pasando entonces en Cuba; la otra lo entiende demasiado bien, pero no cae en el error de proyectar los venideros y crecientes desastres sobre lo que era todavía para muchos un ilusionante presente.
            No oculta Alma Guillermoprieto las grietas de aquella Habana que se creía capital de un mundo más justo; tampoco las acentúa. Fidel Castro aún conserva en este tiempo su perfil de héroe clásico y la autora se cuida de subrayarlo.
            No es La Habana en un espejo una fidedigna crónica –cada dato adecuadamente chequeado– como las magistrales que Alma Guillermoprieto dedicaría después, cuando abandonara el mundo de la danza, a las matanzas y a los exilios de Latinoamérica, pero vale como la mejor crónica, como el retrato más fidedigno de un escenario en el que, de algún modo, se estaba decidiendo el destino del mundo.
            Lo que diferencia a este libro sobre la Cuba de Fidel Castro de los innumerables libros que se han escrito sobre esa Cuba que iba de fracaso en fracaso hasta la imposible victoria final, es el personaje de la protagonista, que coincide con la narradora y es al vez alguien completamente ajeno a ella. Atormentada, insegura, con tendencias suicidas, se trata de un gran personaje de novela –inolvidable como Ana Ozores o el protagonista de El guardián entre el centeno–, aunque este libro no sea, como quiere la autora, sin dejar por ello de serlo, como pienso yo, una novela.
            Es una espléndida novela de formación, o Bildungsroman, y además el mejor compendio para entender la danza moderna –tan minoritaria, tan rupturista hoy como entonces– y la carcoma de dogmatismo y voluntarismo que lastró desde sus comienzos una de las más audaces aventuras políticas del siglo XX.

2 comentarios:

  1. ¿Seguirá siendo Cuba el lugar donde te aclimatas o te aclimueres?

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  2. Ojalá se le pudiera preguntar por Martha Mahr

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