Andrés Trapiello
Próspero viento. Una vida política
La Esfera de los Libros. Madrid, 2025.
Tres libros hay, o tres proyectos de libro, en el último de Andrés Trapiello, titulado, a partir de una cita cervantina Próspero viento. El modelo parece ser El pez en el agua, de Vargas Llosa, a quien se dedica el volumen: entremezclar el relato de la vida privada, especialmente en la adolescencia y juventud, con el de la actividad política. El resultado se parece más que a la obra de Vargas Llosa a los revueltos centones que forman las memorias de Baroja, Desde la última vuelta del camino , donde se usa y abusa del “corte y pega”, una expresión que entonces resultaba menos metafórica que lo es ahora. Trapiello trufa su libro con artículos propios y ajenos, con una selección de sus diarios, con vario material que no siempre viene muy a cuento. Da la impresión de que al hacerle el encargo –la obra es un encargo editorial, según indica.--,le indicaremos también el mínimo número de páginas conveniente.
De los tres libros que se entremezclan en Próspero viento, el más interesante es el primero: unas memorias que, unidas a las que encontramos en La fuente del Encanto y en los primeros capítulos de Madrid , podrían constituir un apasionante relato autobiográfico que muchos preferirían a sus novelas y que quizás no sea menos novelero ni menos imaginativo que ellas. Inverosímiles resultan algunos pasajes, como aquel en que el padre del autor, allá por los años cuarenta, encañonó con su pistola a un capitán de la guardia civil, al frente de un dispositivo que se disponía a registrar su casa porque suponía que en ella se escondían algunos maquis, y le conminó a largarse de allí de inmediato. Obedeció el capitán y el acto no tuvo mas consecuencia que una reprimenda, pocos días después, por parte del gobernador civil al padre de autor, falangista que había guardado su camisa nada más terminar la guerra. La realidad no tiene por qué ser verosímil, al contrario que las novelas, pero en este caso parece que se pasa un poco. También en otro que el autor contó en El País y que, según nos dice ahora, le fue ratificado por la nieta del protagonista. Cuando los españoles que no querían hacer el servicio militar iban a la cárcel o que tenían marchar de España (de José Miguel Ullán, de quien se traza un retrato poco favorecedor, se nos dice “que se había fugado para no hacer la mili”), Trapiello se libra porque el comandante que le examina en el Hospital Militar, encantado con su conversación, no tiene inconveniente en falsificar el certificado médico. Y tan orgulloso, al parecer, estaba de un acto que podía haberle costado su carrera que se lo habría contado a su nieta, quien no tuvo inconveniente en confirmar desde Colombia los hechos y las palabras de su abuelo: "Hijo, de la vista estás divinamente, pero a ti la mili no te va a servir de nada. Tú lo que tienes que hacer es aprovechar el tiempo, leer muchos libros y contárnoslo luego. Hala, vete".
Inverosímil o no, la novela personal y familiar del autor es lo más valioso del volumen. Basada en hechos reales, algo tiene de novela picaresca en la que, como en el Guzmán de Alfarache, el autor se enreda a veces en sermones --en su caso contra la presunta “superioridad moral de la izquierda”-- que nos interesan bastante menos.
La autobiografía deja paso a la autopromoción en el segundo libro de los que integran esta miscelánea. Las armas y las letras ocupan un lugar central. Se nos cuenta una vez más el origen de esa obra, un encargo para un premio amañado que finalmente no consiguió, cómo fue creciendo en sucesivas ediciones; se reproducen los prólogos a cada una de ellas, algunas reseñas y las réplicas pormenorizadas del autor.
Andrés
Trapiello está muy orgulloso de haber puesto en su lugar a autores hasta
entonces marginados, a su parecer por formar parte de la tercera España: Chaves
Nogales, Clara Campoamor, Elena Fortún, José Castillejo y un largo etcétera. Y
tiene razón en el caso de Chaves Nogales, cuyas obras se disputan los más
diversos editores. Menos en algunos otros, que siguen muy en segundo plano,
como Castillejo, que tiene por otra parte poco que ver con la literatura, o
despiertan interés por otras razones, como Elena Fortún, autora de una de las
primeras novelas españolas de tema lesbiano.
Las
dotes publicitarias de Andrés Trapiello, su capacidad para promocionar su
propia obra y la de determinados autores resulta innegable. Admira la pasión
con la que defiende aquello en lo que cree. Pero ese lado suyo, tiene otro
menos encomiable: su ensañamiento con determinados autores como Alberti.
El
tercer libro, un panfleto contra la izquierda, se diluye por todo el volumen y
se concentra en los tres últimos capítulos, los más prescindibles, aunque sean
los que más se atienen al encargo editorial. Entrar a debatir lo que en ellos
se dice tiene tanto sentido como discutir con un testigo de Jehová el folleto
que te entrega sobre las verdades de la Biblia. Pedro Sánchez, nos dice, es “el
político más corrupto desde 1975”. Al comienzo del libro, ha afirmado que los
diez primeros años del gobierno del PSOE
fueron los más hermosos de la historia de España, olvidando que fueron los del
director de la Guardia Civil que se fugó con el botín, los de ETA haciendo de las suyas y los de los
asesinatos de los GAL financiados con fondos públicos.
No
escasean los errores factuales en este libro, como en todas las primeras
ediciones de las obras ensayísticas de Trapiello, pero como suele corregirlos
en las ediciones siguientes le señalo dos: “la simpatía y la comprensión” de la
mayor parte de la izquierda antifranquista hacia la banda ETA no se vio tras el atentado de la
calle del Correo, repudiado por toda la izquierda y la propia ETA, que tardó décadas en reconocer su
participación; y al frente de “la mayor trama de corrupción de la democracia”,
destapada en junio de 2025, no estaban “dos secretarios generales del partido
socialista”, sino, en todo caso, dos secretarios de organización.
Resulta
tentador seguir refiriéndonos a otras afirmaciones del libro, alguna tan
disparatada con que la reivindicación de Azaña, repudiado por la izquierda y la
derecha, se debió a Jiménez Losantos. A Manuel Azaña, tan denostado siempre por
Trapiello, se le salva por fin en este libro incorporándolo a los integrantes
de la tercera España.
Pero
no puedo dejar de señalar un reparo menor: el caprichoso y engorroso uso que
Trapiello hace de las abreviaturas en los nombres propios. La lectura tropieza
con los “GdeB”, “CÁdeToledo”, “Ile”, “SSPoncela”, “Spperdidos”, “2GMundial” que
esmaltan sus páginas.
Termino
con dos elogios y una recomendación. El “Álbum” que incluye el volumen es
modélico, por las fotos, tan bien seleccionadas, y por los pies de foto, tan
ilustrativos y atinados. En la polémica a propósito de un pasaje infame de los
diarios de Gil de Biedma, Andrés Trapiello tiene toda la razón y sus oponentes
demostraron una absoluta insensibilidad moral. Pero el más torpe en la defensa
del abusador, fue Pere Gimferrer, que no representa precisamente a la
izquierda. Una izquierda que, en contra de lo que se da a entender, no es
monolítica, sino todo lo contrario: fue precisamente Javier Cercas, tan
denostado por Trapiello tras el éxito de Soldados de Salamina, que a su
parecer blanqueaba a los criminales republicanos, el más decidido opositor al
proceso independentista de 2017.
La
recomendación: que se lea mejor la Constitución que dice defender, una
Constitución que nos hace a todos libres e iguales (con matices, claro, que
para eso están los estatutos de autonomía), también a los independentistas,
catalanes o vascos, cuyos votos, para elegir diputados, y los de sus diputados,
para elegir presidente, son tan legítimos como los demás.

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