Poesía
Benito Jerónimo
Feijoo
Estudio crítico,
estudio y notas de
Rodrigo Olay Valdés
Instituto Feijoo de
Estudios del siglo XVIII, Oviedo, 2020.
Editar es ciencia y arte, cuestión de inteligencia y, sobre
todo, de paciencia. Rodrigo Olay –también poeta, uno de los más destacados de
la nueva generación—ha preparado una primera edición de la poesía completa de
Feijoo que puede considerarse como ejemplar, como el más acabado fruto de una
larga tradición filológica.
Se trata de
una edición crítica y de una edición anotada, que no es lo mismo, aunque suelan
confundirse. La primera trata de reconstruir los textos, deformados por la
transmisión manuscrita o impresa, hasta aproximarse lo más posible al original
salido del autor; la segunda, aclara aquellos puntos que resultan confusos para
el lector actual.
Las notas
que aparecen en una edición crítica (el “aparato crítico”), dejan constancia de
los diversos testimonios que permiten trazar el estema del texto, su “árbol
genealógico”, y no se dirigen al lector común; ni siquiera necesitarían ser
impresas, bastaría con que pudieran ser consultadas por el especialista. En la
edición anotada, las notas deben ser solo las imprescindibles, no se debe
anotar nada que resulte fácilmente accesible al lector, como el significado de
una palabra que se encuentra en los diccionarios usuales o información
enciclopédica al alcance de cualquiera en la Wikipedia.
Rodrigo Olay
–al contrario que tantos editores, incluso en prestigiosas colecciones de
clásicos-- sabe muy bien lo que hace y lo hace minuciosamente bien. Su labor ha
tenido mucho de detectivesca. Aunque Feijoo es un autor editado y reeditado, los
poemas son la cenicienta de su obra- Bastantes de ellos han sido rescatados por
Rodrigo Olay de manuscritos desconocidos hasta la fecha.
Los estudiosos no se han ocupado
excesivamente del Feijoo poeta, y quizá más vale así: quienes lo han hecho no
le han dedicado excesivos elogios y algunos ni siquiera le consideran poeta,
sino solo un versificador ocasional. Rodrigo Olay trata de revertir esa
situación. ¿Lo consigue? Solo en parte.
Demuestra
muy cumplidamente que Feijoo no fue un poeta ocasional o un poeta de juventud,
como tantos; escribió poesía a lo largo de toda su vida. Es cierto que apenas se
imprimieron en vida tres –aunque uno de ellos el más extenso, un poema-libro,
repetidas veces-- de los 131 poemas que
ha logrado reunir (incluyendo atribuidos y traducciones), pero eso no quiere
decir que la poesía fuera para él una especie de divertimento privado.
Se tiende a confundir imprimir
con publicar. Antes de la imprenta, los textos literarios también se publicaban
--esto es, se hacían públicos--, como es bien sabido, pero se tiende a olvidar
que la imprenta no acabó con esa forma de difusión: la poesía del siglo de oro
se difundió manuscrita antes que impresa, por eso Góngora revolucionó el
panorama literario antes de que apareciera ningún libro suyo.
De Feijoo
no se ha conservado ningún poema autógrafo; los manuscritos que se conservan no
eran textos guardados en un cajón, como la famosa arca de los inéditos
pessoana, que posteriormente rescata un editor: eran letras para cantar en
ocasión solemne, versos satíricos que circulaban con regocijo, ejercicios de
didactismo o virtuosismo; casi siempre poesía de circunstancia, que cumplió más
que decorosamente el fin para el que fue creada.
¿Es hoy
otra cosa que una curiosidad erudita? Esa es la pregunta que Rodrigo Olay no
acaba de resolver; necesitaría para ello preparar otra edición dirigida al
común de los lectores.
De toda la tradición literaria
española, la poesía del siglo XVIII resulta quizá la que más alejada se
encuentra del gusto del lector contemporáneo, tanto el epigonal barroco de la
primera mitad como el neoclasicismo de la segunda.
Pocas
huellas ha dejado Feijoo en la poesía posterior. Rodrigo Olay, buen conocedor
de la poesía contemporánea, solo ha encontrado una resonancia. Se trata de un
poema de Guillermo Díaz-Plaja, cuyos dos versos iniciales (“Rueda dentada del
tiempo, / ¡como muerdes mi silencio!”) remiten a uno de los pocos poemas de
Feijoo publicados en vida, “Décimas a la conciencia en metáfora de reloj”. Como
curiosidad señala que un estudioso, Álvaro Ruiz de la Peña, ve en ciertos
versos suyos un “eco” de la poesía de Pedro Salinas y que, como Borges, le dedica su
soneto, de empaque quevediano, a Carlos XII, rey de Suecia.
¿Qué se
salva de la denostada poesía de Feijoo? ¿Qué se puede rescatar de este grueso
tomo, preparado con paciencia benedictina, ejemplo y lección para los editores
de clásicos?
Señalo algún
ejemplo de cada una las cinco secciones temáticas en que el editor (al no poder
disponerlos cronológicamente, ya que la mayoría carecen de fecha) ha
distribuido los textos. En la poesía religiosa, algún villancico de corte
tradicional que no habrían desdeñado firmar Góngora o Alberti: “Avecilla que
vuelas / y al cielo te vas, / vuela, vuela, / que el cielo se alegra / de verte
volar”.
En la poesía fúnebre, destaca el
epitafio al astrólogo Andrés Argolio: “De tu patria ingrata y necia, / cuando
arrojado te viste, / a Venecia ennobleciste / y te ennobleció Venecia”.
De la poesía encomiástica,
seleccionaríamos el ya citado soneto “A Carlos XII, rey de Suecia, retirado en
Bender”; de la amorosa –que no es propiamente tal--, un romance, “Explicación
rigurosamente filosófica de lo que es el ‘no sé qué’ de la hermosura”, que nos
remite a uno de los más conocidos ensayos de Feijoo, y también el elogio de la
música que encontramos en otro romance, el que comienza “Mándasme, divina
Anarda”, que nada tiene que envidiar a la “Oda a Salinas” de Fray Luis.
Quizá donde más implicación haya
del autor sea en la poesía satírico-burlesca, que nos muestra a un Feijoo que
no llevaba precisamente con impasibilidad los ataques que recibía; algunos de
estos poemas tienen una ferocidad quevedesca que los aleja del mero ejercicio
retórico al que tan propenso parece.
Esta edición crítica, con su
aparatoso complemento erudito, aunque puede servir de ejemplo de lo que deben
ser los estudios universitarios, tan proclives en el campo de la literatura, y
quizá también en otros campos “humanísticos”, a la vacua palabrería, es solo la
primera parte de una verdadera edición que ponga al alcance de los lectores
actuales los pocos poemas de Feijoo que han resistido el paso del tiempo, que
siguen siendo poemas y no mera materia de erudición.
Los estudiosos NO se han ocupado excesivamente del Feijoo poeta
ResponderEliminaralgunos de estos poeMas tienen una ferocidad
Muchas gracias, RodRigo.
ResponderEliminarMucha erudición me parece, pero es que al ser lega..se me haría cuesta arriba
ResponderEliminarGracias por compartir. Un abrazo
Interesantísimo comentario, aunque hay en él opiniones que uno encuentra algo discutibles. No conozco el poema de Feijoo "Mándasme, divina Anarda"; pero ponerlo a la altura de la "Oda a Francisco de Salinas", que es uno de los grandes poemas de la lengua, parece que requeriría algo más que la mera afirmación de que es así.
ResponderEliminarPero, como este tipo de cosas son siempre largamente discutibles, me limitaré a señalar posibles erratas, ya que la entrada contiene varias.
1) "Los estudiosos se han ocupado excesivamente". Como se ve por la continuación, falta un NO: "no se han ocupado".
2) "de los 131 poemas se ha logrado reunir". Parece que debiera ser "que ha logrado reunir" (el autor de la edición), o en todo caso "que se ha logrado reunir".
3) "Un eco de la poesía de Salinas". La expresión es ambigua; no queda claro para mí si se está hablando, como creo, de un poema de Feijoo que anticiparía de algún modo versos de Pedro Salinas, o que se haría eco de la "Oda a Francisco de Salinas" de Fray Luis, o (y esto me parece menos probable, tal como está construida la frase) se habla no de un poema de Feijoo, sino de uno de Díaz-Plaja.
4) "algunos de estos poetas tienen una ferocidad". Parece errata por "poemas".
Y una duda que me plantea lo que aquí se dice. El libro, se ve por la portada, forma parte de una edición de Obras Completas. Quizá esa dilucidación del valor real de la poesía de Feijoo correspondiera más bien a una edición exenta, en que se justificara así la oportunidad o conveniencia de reeditar esos poemas.
Cocteau decía que las erratas se vengan de los correctores. Una prueba más de que tenía razón...
ResponderEliminarJose, las erratas ya están --ya estaban, en algún caso-- corregidas. Lo que no "nada tiene que envidiar" (opinión subjetiva, evidentemente) son ciertas estrofas, no el poema completo. La última observación no la entiendo. Dentro de un proyecto de edición de la obra completa de Feijoo, se dedica por primera vez un volumen a su poesía. Ahora hace falta, una vez fijado el texto, hacer una edición para todos lectores, prescindiendo de textos ocasionales que el propio autor dejaría fuera de un volumen recopilatorio.
ResponderEliminarY prescindiendo también del aparato erudito, o reduciéndolo a lo esencial.
ResponderEliminarLo que quiero decir es que no sé si una edición de obra completa (en que, por su misma naturaleza, se entiende ha de recogerse la totalidad de lo conocido, salvo en todo caso excepción expresa marcada por el autor) es el mejor sitio para la discriminación y valoración de lo que se incluye Quizá correspondiera mejor hacerlo en una edición exenta, que puede muy bien ser antológica, recogiéndose sólo lo que se entienda tiene interés para un lector de hoy.
EliminarNo veo yo el problema. El título ya lo dice: edición "ejemplar", pero también "insuficiente". Hace falta una edición para los lectores de poesía, no para especialistas en el XVIII. Y esa edición es la que falta. Por otra parte, hay poemas atribuidos y algunos consta que no son de Feijoo, aunque alguna vez se le atribuyeran.
ResponderEliminarCon otras palabras: no sobra esta edición, simplemente debe completarse con otra.
ResponderEliminarPues estamos diciendo lo mismo, creo yo, aunque con palabras distintas. Una edición exenta en alguna colección del tipo de Cátedra-Letras Hispánicas (lo pongo por ser la más conocida, pero hay muchas otras), que quizá el autor de ésta pudiera animarse a proponer.
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