La cerveza, los
bares, la poesía
Jesús García Sánchez
Visor. Madrid, 2020.
Que una colección de poesía llegue al centenar de números,
ya es una hazaña; alcanzar mil más, ya no es una hazaña, sino un milagro. Según
costumbre, la colección Visor conmemora ese número redondo –el 1100-- con una
antología muy especial dedicada a los bares y a la cerveza. El antólogo es el
propio editor, quien también firma uno de las textos más extensas.
Como no
podía ser de otra manera, y no vamos a sorprendernos por ello a estas alturas,
la edición –no la impresión-- es un tanto descuidada, pero eso acaba formando
parte del encanto de esta veterana colección –medio siglo largo-- que forma ya parte del paisaje de las
librerías y de las bibliotecas particulares de todos los lectores de poesía.
La cerveza,
aunque menos prestigiada que el vino, es parte de nuestra cultura desde los
mismos orígenes. Los primeros versos seleccionados son del Poema de
Gilgamesh: “Él, Endiku, no sabía / comer el par; / a beber cerveza / nadie
le había enseñado”,
Desde el
siglo X antes de Cristo hasta autores nacidos en los años ochenta, la selección
recorre treinta siglos e infinidad de países. Pero, al contrario de lo que
indican el título (La cerveza, los bares, la poesía) y la
portadilla que precede a los textos (“Poemas”) no se trata solo de una
selección poética: hay también fragmentos de novela, artículos, cartas, textos
de muy variada índole. Elogiosos de bares y cerveza, naturalmente, aunque con
una excepción: el capítulo de la autobiografía de Franklin, que cuenta cómo
consiguió que sus compañeros de la imprenta abandonaran “el nefasto desayuno a
base de cerveza, pan y queso”.
Una de las
sorpresas del volumen es un poema de Marlyn Monroe, “Canción triste”, que no
aparece en Fragmentos, el volumen preparado por Stanley Buchthal
y Bernard Comment, con prólogo de Antonio Tabucci, que recopila todos los
textos conocidos de la actriz. El traductor, Jesús Aguado, que quizá hizo algo
más que traducir, debería indicarnos dónde ha encontrado el original.
Como en
toda selección temática, abundan las meras curiosidades y los textos muy
menores, pero también las gratas sorpresas. Una selección dentro de la
selección la constituyen los poemas dedicados a los cafés --más numerosos que los
que se dedican a los bares--, la mayor parte de ellos escritos durante el
modernismo y el auge de la literatura bohemia. El primer poeta de lengua
española que aparece es Luis G. Urbina (1864-1934) y su cantarina musicalidad
contrasta con la grisura general de las traducciones. El poema que se reproduce
de Rubén Darío, “Nocturno”, no habla de cervezas ni de cafés (aunque sí “del
falso azul nocturno de inquerida bohemia”), pero se agradece que el recopilador
no haya sigo demasiado riguroso a la hora de cumplir las exigencias temáticas:
“Quiero expresar mi angustia en versos que abolida / dirán mi juventud de rosas
y de ensueños, / y la desfloración amarga de mi vida / por un vasto dolor y
cuidados pequeños”.
No podían
faltar clásicos menores, como “En el café” de Evaristo Carriego, con su
sentimentalismo tan de época, o “El café” de Fernando Fortún, ni divertidos
clásicos del tema. como “Tertulia” de Francisco Vighi.
Se agradecen,
ya digo, los intermedios no estrictamente poéticos: una carta de Antonio
Machado a Juan Ramón Jiménez, escrita “en el bar Gambrinus después de apurar
muchos bocks de cerveza”; un artículo de Julio Camba que demuestra que sigue
siendo el mejor en las distancias cortas, o la evocación de la Kon Tiki, la
cafetería situada junto al piso de Ángel González en Madrid y que este
consideraba como su segunda casa.
No podían
faltar textos que se leen con la música incorporada, como el evocador
“Tatuaje”, de Rafael de León (“Él vino en un barco / de nombre extranjero, / lo
encontré en un puerto / un anochecer, / cuando el blanco faro / sobre los veleros / su beso de plata /
dejaba caer”) o los “19 días y 500 noches” de Joaquín Sabina: “De pronto me vi,
/ como un perro de nadie, / ladrando a las puertas del cielo. / Me dejó un
neceser con agravios, / la miel en los labios / y escarcha en el pelo”.
Un volumen
algo destartalado, marca de la colección, este La cerveza, los bares, la
poesía, pero con un prólogo que abunda en noticias curiosas y con rescates
desconocidos, o conocidos y olvidados; una miscelánea grata para cualquier
lector, incluso para el que no le gusta la cerveza, pero sí la plural
literatura.
Bailad todos en torno a la tora.
ResponderEliminarElla, inmóvil, da su beneplácito.
Saltad y brincad, becerrillos…
Luego, como al escondite inglés, ¡quietos!
y busquen vuestra sagrada víscera.
El resplandor cambió los electrones de sitio,
Eliminarla brisa cuántica envenenó a la población,
la bomba diferida mataba lentamente…
Por fin se acaba la tentación.