Vargas Llosa sube
al escenario
Sergio Vila-Sanjuán
Ediciones La
Vanguardia. Barcelona, 2022.
El destino final de un texto literario, se publique por
primera vez donde se publique (en un diario, en un blog o en una red social),
es el libro, la más funcional de las máquinas de leer que se han inventado. El
libro es el arca de Noé de las publicaciones efímeras y a ella puede subir
incluso muchos años después de yacer en las hemerotecas.
Pero no todo puede, ni merece,
ser salvado. Hace falta una adecuada labor de selección.
Desde 1977
en que publicó su primera entrevista, a Ricardo Bofill, hasta hoy, Sergio Vila-Sanjuán,
director de suplemento cultural de La Vanguardia, ha publicado más de
dos mil artículos sobre temas de literatura y arte. Junto a Juan Cruz es el más
veterano de los periodistas culturales españoles. Ese material lo ha ido
seleccionando y recopilando en diversos volúmenes: Crónicas culturales (2004),
La cultura y la vida (2013). A ellos añade ahora Vargas Llosa sube al
escenario y otros perfiles de escritores y artistas de los que he aprendido.
Sorprende el largo título de la nueva recopilación. Sergio Vila-Sanjuán comenzó
su trabajo como publicitario y de la relación entre publicidad y literatura se
habla en algún de capítulo del libro. Poco sabe, sin embargo de publicidad,
quien dio de paso a ese largo y poco atractivo, además de engañoso, título. De
las 309 páginas de que consta, solo tres se dedican a Vargas Llosa y son además
de las más prescindibles. Sorprende también la primera persona que se cuela en
el largo subtítulo: “y otros perfiles de escritores y artistas de los que he
aprendido”, que no resulta, por otra parte, enteramente cierto. Entre los
personajes que estuvieron por un motivo u otro de actualidad, que son de los
que se ocupa, solo a unos pocos considera sus maestros. Más adecuado habría
sido titular Margaret Atwood y otros perfiles de literatura y arte.
El orden
alfabético en que se disponen los capítulos hace que Margaret Atwood, con quien
se encuentra en al Festival Hay de Cartagena de Indias, inicie esta miscelánea
en la que figuran nombres bien conocidos junto a otros de interés más local.
Hay capítulos que podrían figurar en cualquier antología del mejor periodismo.
Uno de ellos es el que dedica a Javier Cercas con motivo de la publicación de Las
leyes de la frontera, en el que un paseo por los barrios marginales de
Gerona, escenario de la novela, sirve de pretexto para entremezclar muy lúcidas
reflexiones sobre el fenómeno quinqui —la
delincuencia juvenil que se puso de moda en los ochenta—, la historia reciente de España, la estructura de
la novela y el periodismo. Lo que dice Cercas sobre los medios de comunicación
que mitificaron a esos delincuentes vale para los medios de comunicación de
ahora: “Llama la atención que se critique tanto la telebasura y en cambio sobre
medios más serios, con mayor capacidad de hacer daño, no se tenga sentido
crítico”.
Muy
distinto, pero también excelente, es la semblanza “Arturo Pérez-Reverte en su
museo imaginario”. No es necesario apreciar demasiado sus populares y bien
documentadas novelas, para sentirse interesado por el personaje.
Quizá, más los
capítulos que dedica a los grandes autores bien conocidos, interesen los que se
dedican a personajes menos mediáticos, sobre todo a aquellos con los que tuvo
relación personal, como el poeta Enrique Badosa.
Sergio Vila-Sanjuán
es algo más que un periodista, con no ser eso poco: licenciado en Historia, ha
cursado un Máster en la Universidad de Boston, ha escrito novelas, está muy
ligado al mundo de la burguesía ilustrada barcelonesa. Acá y allá nos va
dejando detalles de su biografía, aunque nunca quiera —y se agradece— ocupar el primer plano.
Como una novela episódica puede
considerarse este libro, que se puede comenzar a leer por cualquier parte. Hay
entrañables personajes de folletín, como María Helena Feliu, la hija fuera del
matrimonio de Joan Estelrich, uno de los prohombres de la literatura catalana.
Vila-Sanjuán glosa su autobiografía, Pecat original, y nos trae a la
memoria un tiempo sombrío de públicas virtudes y vicios privados. No es el
único caso en que el encuentro personal es sustituido por el comentario de un
libro. A la vida privada de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo nos asomamos
gracias a las confidencias de una de sus empleadas domésticas. Las fantasiosas
peripecias eróticas de José Luis Villalonga se extraen del primer tomo de sus
memorias, La cruda y tierna verdad.
De vez en cuando, encontramos algún
ilustrativo detalle sobre la historia del periodismo español, como su breve
evocación de Gaceta Ilustrada (1956-1983), esa revista generalista,
inspirada en Life o París Match, que contaba con colaboradores
como Antonio Tovar, Fernando Lázaro Carreter o Julián Marías.
Desde Larra sabemos lo que se
publica en los periódicos, y no me refiero solo a la colaboración literaria, es información perecedera. Vargas Llosa
sube al escenario —conviene no dejarse engañar por el título— lo demuestra
sobradamente, aunque quizá no todo lo que aparece en él merecería quizá ser
rescatado. A Sergio Vila-Sanjuán —que ha editado y supervisado miles de páginas—
le ha faltado un buen editor que redujera más menos a medio centenar los
ochenta “perfiles” que reúne y que le aconsejara sobre el título. Pero eso no
disminuye el atractivo de un volumen que nos presenta a figuras muy conocidas desde
un inédito punto de vista y despierta el interés por otros nombres y obras
menos habituales, algunos muy ligados al ámbito catalán.
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