viernes, 21 de octubre de 2022

Para todos los lectores

 

La vida es sueño
Pedro Calderón de la Barca
Edición de Rosa Navarro Durán
Edebé. Barcelona, 2022.

Como las obras maestras que vemos en los museos necesitan de una periódica restauración que las libre de las injurias del tiempo y mantenga, en lo posible su esplendor original, así la obra literaria necesita de un especial cuidado cada vez que pasa a la letra impresa. Cambia la lengua, cambia el contexto y los grandes clásicos difícilmente podrían ser leídos hoy sin una minuciosa labor de edición.

            Otra cosa son las adaptaciones para un público juvenil o volver a contar en lenguaje contemporáneo —como hizo Andrés Trapiello con el Quijote— lo que el autor contó en la lengua de su tiempo. Rosa Navarro Durán se ha especializado en lo primero y cuenta ya con una nutrida serie de títulos que reescriben para los lectores más jóvenes la literatura universal. El procedimiento no carece de detractores: al simplificar lo complejo pueden desaparecer los valores literarios. Pero las versiones de Rosa Navarro Durán suelen ser algo más que una propedéutica para la lectura del original, pueden leerse por sí mismas con placer y provecho a la manera de los Cuentos basados en el teatro de Shakespeare, de Charles Lamb.

            Su edición de La vida es sueño, incluida en una colección que lleva el título de  “Clásicos para estudiantes” es de otro tipo. Las modificaciones al texto de la primera edición, aclaradas en una nota final, son las imprescindibles, salvo que se trate de una edición paleográfica, ilegible para el lector común: modernización de ortografía y puntuación, sustitución de algunas formas arcaicas ( “prendedles” por “prendeldes”) y pocas cosas más, siempre indicadas en la nota final. La novedad de esta edición consiste en sustituir las notas a pie de página por comentarios y paráfrasis de algunas escenas, que aparecen intercalados en el texto calderoniano.

            En un principio nos vemos tentados a rechazar la novedad, que vendría a ser como interrumpir un concierto para ir explicando las características de su composición. La obra literaria debe ser leída o escuchada en su integridad; las explicaciones, deben ir antes o después.

            Pero el teatro impreso siempre ha requerido de acotaciones.  Y como acotaciones que no interrumpen la obra, sino que nos ayudan a imaginarla en el escenario y entender mejor lo que en ella pasa pueden considerarse estos comentarios.

            Para cualquier lector, la haya leído en sus tiempos de estudiante o no la haya leído nunca, es un placer intelectual y verbal acercarse a La vida es sueño —una de las obras maestras del teatro universal, no hace falta repetirlo— de la mano de Rosa Navarro Durán.

            Comienza la obra, con las palabras que Rosaura —“en hábito de hombre”— le dirige a su caballo, que se ha desbocado y la ha arrojado en tierra: “Hipogrifo violento, / que corriste parejas con el viento, / ¿dónde, rayo sin llama, / pájaro sin matiz, pez sin escama / y bruto sin instinto / natural, al confuso laberinto / de estas desnudas peñas / te desbocas, te arrastras y despeñas?”. Y sigue en ese tono, más propio de las Soledades gongorinas que del lenguaje teatral: “Quédate en este monte / donde tengan los brutos su Faetonte, / que yo, sin más camino / que el que me dan las leyes del destino, / ciega  y desesperada, / bajaré la cabeza enmarañada / de este monte eminente, / que abrasa al sol el ceño de su frente”. No importa no entender todas las alusiones, escuchamos esos sonoros versos como un aria de ópera, nos dejamos seducir por la música de las palabras y sabemos, desde el principio, que no estamos en una obra realista, sino en una alegoría barroca. Rosa Navarro Durán detiene la acción y nos aclara el parlamento de Rosaura. Lo irá haciendo cada poco, sin que el procedimiento resulte enfadoso. Nunca incurre en divagaciones inútiles, su erudición es la precisa; sabe todo lo que hay que saber sobre la obra y sobre la literatura del siglo de Oro, pero no hace alarde de ello, no se empeña en demostrarlo con cualquier pretexto.

            Dos son, como es bien sabido, las acciones que se entrecruzan en La vida es sueño: la historia de Segismundo, el príncipe desterrado y encerrado desde niño porque los hados advirtieron del futuro enfrentamiento con su padre, y la de Rosaura, que viene de Moscovia a Polonia, para vengar una afrenta. El sabio entrelazamiento entre una y otra lo pone de relieve, con mucho acierto, Rosa Navarro Durán.

            El argumento y la lección de La vida es sueño lo conocen incluso quienes no la han leído, como es propio de un puñado de grandes obras, de la Odisea a Romeo y Julieta. Y algunos de sus versos se han independizado y viven al margen de la obra para la que fueron escritos, como la décima que parece formar ya parte de la literatura popular: “Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba…”

            Tras leer la obra como si la leyéramos por primera vez, descubriendo en ella sugerentes detalles que nos había pasado inadvertidos, se nos ofrece un epílogo con el material didáctico, en principio poco apetecible para el lector común, pero solo las últimas páginas pueden considerarse así. Rosa Navarro Durán resume con acierto lo que se sabe del autor, analiza las fuentes (La vida es sueño reelabora diversas leyendas tradicionales) y los principales personajes. Sabe de lo que habla, como acreditan sus múltiples estudios sobre la literatura del Siglo de Oro, y tiene siempre el acierto de no contarnos todo lo que sabe, sino solo lo que ayuda a nuestro disfrute de una obra que solemos dar por consabida.

            Una edición para estudiantes que es, en realidad, para todos los lectores.

7 comentarios:

  1. Leo en la prensa o, lo que es casi lo mismo, en el ABC que al chileno Raúl Zurita le han regalado el muy internacional Premio García Lorca, aunque eso suponga una cierta devaluación del premio y puede que hasta del propio García Lorca. Bueno, en realidad el anónimo redactor de la noticia lo que dice es que Zurita “ha logrado” el premio; como si dicho premio fuera de verdad un logro y no un amistoso regalo.
    Según parece el premio ha sido por mayoría y no por unanimidad; circunstancia afortunada que nos permite deducir que en el jurado hubo al menos un buen lector de poesía que no se creyó eso de que Raúl Zurita “destaca por su intenso y personalísimo lirismo”.
    El bienintencionado redactor, tras enumerar los numerosos idiomas a los que está traducida la obra de Zurita, desliza que “su talento queda materializado (sic) en los diferentes galardones recibidos a lo largo de su trayectoria” y se aplica a consignar un buen puñado de ellos, desde el dispendioso Reina Sofía al “Internazionale Alberto Dubito”. Pero los llamados “galardones poéticos” no solo no materializan ni inmaterializan nada sino que resultan tan irrelevantes en cuanto a mérito como militar en determinado partido político, ser catedrático de universidad, llamarse Federico o peinarse con la raya en medio.

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  2. Informa también el citado redactor a los sufrido lectores que Zurita “ha protagonizado acciones de enorme impacto como la escritura de su poema La vida nueva con el humo lanzado por varias avionetas que surcaban el cielo de Nueva York (1982) o esculpir en el desierto de Atacama con retroexcavadoras la frase Ni pen# ni miedo” (1993). Por lo que recuerdo, además de no tener interés alguno el poema, uno de los versos reproducidos en el cielo de NY decía ridícula e impenitentemente: Mi dios es un engano. ¡Cosas de escribir con humo de avión y muchos dólares palabras que llevan Ñ!. En cuanto a lo del desierto de Atacama y la consiguiente alevosa publicidad de la ocurrencia zuritesca, me viene a la memoria una anécdota relacionada con Jorge Luis Borges de la que fui feliz testigo en marzo de 1982. Borges tuvo que salir de su casa en Maipú 994 a hacer un trámite y yo le acompañaba. Íbamos en el anchísimo auto americano de un señor bien trajeado que se presentó como arquitecto y le propuso a Borges escribir un pequeño texto para lo siguiente: quería hacer una escultura, bueno, más bien un cubo gigantesco, de dos o tres metros de lado y emplear una aleación de dos metales durísimos, iridio y vanadio, con lo que el cubo podría durar más que toda civilización humana y ser testigo de nuestro paso por la tierra si dentro de eones nos visitaban los extraterrestres. El cubo debería tener grabado en todas sus caras un pequeño texto, en varios idiomas, que diera breve y cabal noticia de nuestra especie y solo Borges (al que llamó maestro) era digno de escribirlo. Borges apuntó la posibilidad del latín y del sajón antiguo aparte de idiomas más modernos. Nuestro conductor celebró la aportación y redondeó que había que enterrar el cubo en algún lugar de Buenos Aires y organizar a tal fin un acto publico al que pudieran asistir ministros y demás autoridades. Borges en ese momento, aventuró una pregunta: ¿Pero no sería mejor que lo enterráramos en secreto? Por lo que se ve, Raúl Zurita no se parece nada en nada a Borges.

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  3. En algún lugar he leído acerca de otras dos posibles “acciones de enorme impacto” también llevadas a cabo por Zurita para publicitar su obra poética y de las que el ABC no se hace momentáneamente eco. Una de ellas fue echarse ácido en los ojos (y no en la mano con la que escribe sus poemas) en la presentación de un libro suyo. La otra, masturbarse en público durante otra presentación y no diré más, por si hay niños leyendo.
    En el párrafo final se nos cuenta que Raúl Zurita es doctor “honoris causa” por la Universidad de Alicante (2015), cosa a la que puede no sea ajeno del todo Luis Bagué Quílez, inexistente e insistente poeta, profesor universitario y entusiasta peticionario del Premio Cervantes para Raúl Zurita desde las exigentes páginas de EL PAÍS. Pero, sobre todo, a modo de broche, se citan un par de frases del propio Raúl Zurita, que nos declaran el verdadero tamaño del poeta ante el que nos encontramos. La primera: “Si la poesía se acaba, el mundo desaparece a los cinco minutos” Frase muy rotunda. Pero, para mí que le ha salido al revés y que lo que quería decir es que “si el mundo se acaba, la poesía desaparece a los cinco minutos”, que también podría ser.
    La segunda frase del flamante Premio García Lorca 2022, según la prensa más o menos escrita, dice así: “La poesía es la esperanza. Y lo que no tiene esperanza. Es el amor de lo que carece de amor. Es la posibilidad de lo que nunca ha tenido ninguna posibilidad”. “Y dos huevos duros”, como hubiera añadido, con alguna razón, Groucho Marx.
    Por un lado los poetas tardo populares y blogueros, los Defreds, Irene X, Elvira Sastre y demás okupas que han entrado en la Casa de la Poesía y se han quedado a vivir en ella. Por otro, los Sacerdotes del Alto Templo de la poesía más palabrera y falsamente intelectual, la menos leída y la más premiada, a lo Olvido García Valdés, a lo Raúl Zurita.
    Vaya alternativa. Qué difícil nos lo ponen.

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  4. Muy interesante todo lo que dices, Abelardo, pero no sé yo si este lugar es el más adecuado para publicarlo.

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    1. Por mí, sí, porque gracias a este lugar me enteré de esas cosas extraordinarias que generan el mundo y la poesía. Gracias.

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    2. jajaja, tienes razón JLGM. A mi me ha sorprendido lo indecible, pero no puedo estar más de acuerdo con don Abelardo.
      Para el que quiera merece la pena ver La vida es sueño aquí: https://www.youtube.com/watch?v=fcJ987ZtxXk

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  5. Magnífica reseña y comentarios. Muchas gracias.

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