jueves, 4 de julio de 2024

Qué hacer con la poesía

 

Raquel Lanseros
El sol y las otras estrellas
Visor. Madrid, 2024.

La poesía es imprescindible; la mayoría de los libros de poesía que se publican son perfectamente prescindibles. O dicho con otras palabras: hay demanda de poesía, pero no, salvo excepciones, de libros de poesía. ¿Cómo se explica esa paradoja?

            El libro no le sienta bien a la poesía lírica. Es un punto de llegada, no de partida. Góngora fue uno de los poetas más leídos, admirados, discutidos, detestados de su tiempo y, sin embargo, su obra solo póstumamente se recopiló en volumen. Cuando Espronceda publicó su primer y único libro, en 1840, dos años antes de su muerte, ya era un poeta famoso. Incluso después de la invención de la imprenta, incluso muchos años después, la poesía lírica se difundía de forma manuscrita, como canción, en lecturas públicas, en revistas. El libro recopilaba los textos que habían tenido más aceptación. Jorge Guillén solo publicó su primer volumen en 1928, pero ya para entonces, gracias a los adelantos en diversas revistas, era una de las voces más influyentes en la nueva poesía (su huella es patente en Perfil del aire, de 1927, a pesar del empeño de Cernuda en ocultarla).

            Al deterioro de la poesía contemporánea han contribuido, más que las calumniadas redes sociales y las lecturas públicas de los despectivamente llamados “parapoetas”, los innumerables premios literarios, casi todos financiados con dinero público. También las becas a la creación, pero su daño es menor al ser menos abundantes. Cuando la producción es muy superior a la demanda, no se debe animar con subvenciones a aumentarla.

            Las lecturas públicas siguen siendo fundamentales para la difusión de la poesía, y a las copias manuscritas del Siglo de Oro y a las revistas tan decisivas en los comienzos de las generaciones del 27 y del 50, les ha sustituido Internet, que ha hecho el milagro de que tengamos a mano y en el momento preciso el poema que necesitamos. ¿Habría que publicar en libro solo a los poetas que tengan más seguidores? Antes que a los que no tengan ninguno, desde luego.

            Motiva estas reflexiones la lectura de El sol y las otras estrellas, de Raquel Lanseros, premio Generación del 27. Hay en el libro poemas excelentes, pero el conjunto resulta fallido. Y algo tienen que ver en ello una exigencia cada vez más extendida en los premios de poesía, que todos los textos sean rigurosamente inéditos, y la tendencia a preferir los libros unitarios a las “simples” recopilaciones de poemas sueltos.

            Del libro de Raquel Lanseros sobran bastantes poemas que no habrían pasado una criba medianamente rigurosa si no fuera por la necesidad de llegar a un mínimo de versos. Cito algunos: el inicial, con sus trabajosas variaciones sobre el término “creer”, que anima poco a seguir leyendo; el lorquiano romance “Verde vereda de asfalto” (que ni siquiera encaja con el tema del libro), o la reescritura del soneto anónimo “No me mueve mi Dios para quererte”.

            El sol y las otras estrellas, título tomado del tan citado verso con que Dante concluye su Divina comedia, trata del amor en todas sus manifestaciones. Cualquier poeta se lo pensaría dos veces antes de dedicar un libro entero a un tema tan manido y tan propicio a incurrir en el tópico. Raquel Lanseros consigue escapar a él en más de una ocasión. La primera con el poema “Madre”, que juega con la tipografía como los poetas vanguardistas, pero con muy otra intención (sobran quizá los cuatro versos finales, que parecen tratar de explicar lo que no necesita explicación).

            Se esfuerza Raquel Lanseros por lograr variedad dentro de la unidad. En “Fascinus”, una acumulación de metáforas irracionales trata de definir “el sexo de mi amado”; “Me recorre tu lengua reverente” comienza otro de los poemas, y en “Joie de vivre” se habla de “el esponjoso tacto de tu glande” (también, extrañamente, de “la mucosa frutal de tu intestino”).

            Más narrativo, y con menos riesgos expresivos, resulta el poema dedicado a la amistad, que lleva por título un número de teléfono al que ya nadie responde. O los que hablan de otros amores, “Bodas de Santiago y Julia”, “Dos almas tutelares”.

            Al amor se le intenta definir en “El todopoderoso”, con acertada mezcla de imaginería cósmica y cotidiana: “Miradlo reclinarse en la infinita bóveda del cielo, / Contempladlo arrastrar en los andenes / maletas somnolientas cargadas de satélites. / Escuchadlo cocer en las cazuelas / de las cocinas humildes de las casas”.

            Sobran páginas en El sol y las otras estrellas, ciertamente, sobran lo que parecen ejercicios de taller, pero lo salva un puñado de emocionantes poemas escritos con las palabras de todos los días, sin esforzado retoricismo. Es el caso de “La casa del futuro”, donde se alude a la muerte con palabras de Juan Ramón Jiménez: “Dime que tú estarás / cuando se queden los pájaros cantando”. o “Ganar y perder”, términos que al final acaban siendo sinónimos.

            Como todo, los premios literarios tienen sus inconvenientes y sus ventajas, pero su proliferación hace que sus ventajas sean cada vez menores, salvo para los poetas que empiezan y para quienes encuentran en ellos un segundo sueldo. Una moratoria de un quinquenio o dos sin galardones poéticos financiados con dinero público sin duda ayudaría en gran medida a la limpieza del ecosistema literario.

 

           

 

18 comentarios:

  1. En el caso de Raquel Lanseros lleva 9 premios y el accésit del Adonais. Son muchos? Son pocos? Yo que sé. Prefiero pensar que si se los han dado será porque se lo merece y es buena Lo mismo digo lo contrario y dicen que es envidia,y eso sí que no.Pero la propuesta de JLGM no me parece descabellada.

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  2. ¿Cómo no estar 100 % de acuerdo con las palabras de JLGM sobre el mundillo poético español, la alucinante cantidad de poetas nulos con varios premios de poesía que hay en España y con su propuesta final ("Una moratoria de un quinquenio o dos sin galardones poéticos financiados con dinero público sin duda ayudaría en gran medida a la limpieza del ecosistema literario")?

    En cuanto a Raquel Lanseros, en su sitio personal puede leerse que es... "una de las voces más premiadas y reconocidas de la actual poesía en español. Cerca de 200 críticos de más de 100 universidades (Harvard, Oxford, Columbia o Princeton, entre ellas) la han elegido la poeta más relevante en lengua española nacida después de 1970".

    Pero se le olvidó añadir "y traductora catastrófica de "Los ojos de Elsa", de Louis Aragon", uno de los libros más repletos de errores graves de traducción que conozco (y conozco muchos). Quien lea ese libro y entienda algo es un genio de la hermenéutica.

    Lanseros traduce, por ejemplo, "Les nègres se sont tus dans Montmartre obscurci" por "Los negros se han matado en Monmartre oscurecido", confundiendo el verbo "se taire" con el verbo "se tuer" ("callarse" con "matarse"). O: "Ah se griser des airs italiens qu’aima Stendhal" por "Ah, embriagarse del aire italiano que amó Stendhal", confundiendo los aires, las melodías, de ópera con el aire que se respira. O: "Le violon ne peut plus satisfaire / qui saisit dans ses doigts la musique des spheres" (es decir: "el violín ya no puede satisfacer a quien coge-toma con sus dedos la música de las esferas") por "El violín ya no puede cumplir / quién [sic] toma entre sus dedos la música del orbe".

    Donde Aragon escribe: "Il se fait de nos jours de folles chanteries", Lanseros traduce "Suceden hoy en día grandes dotes de canto", una frase que no significa nada, cuando debiera haber traducido: "Se hacen hoy en día locos recitales de canto". Y donde el poeta francés escribe:

    "Le geste au ralenti que fait le discobole
    lance une lune opaque entre l’époque et nous
    que de farandoliers pour une farandole
    la redoute commence où l’intrigue se noue"

    la traductora española traduce:

    "El gesto al ralenti que hizo el discóbolo
    lanza una luna opaca entre su época y nosotros
    que los bailarines provenzales bailan
    la sospecha comienza donde se urde la trama"

    cuando debería haber traducido:

    "El gesto al ralenti que hace el discóbolo
    lanza una luna opaca entre nuestra época y nosotros
    cuántos farandoleros para una farandola
    el baile-la fiesta comienza donde se urde la trama"

    Y todo ello en la primera parte de un solo poema de Aragon ("Lancelot")...

    Lo más alucinante del caso es que existe una tesina de una tal Mónica Delgado que elogia su traducción y en la que se admiran algunos de sus errores, como éste, por ejemplo (la autora confunde la ignorancia del francés de Lanseros con variaciones poéticas):

    Aragon escribe: "Je tisserai ma rime au métier de la fée".
    Lanseros traduce: "Tejeré mi rima con oficio de hada".
    Traducción correcta: "Tejeré mi rima en el telar de la hada".

    Etc, etc, etc.

    Recordemos que semejante desastre está publicado por una de las editoriales españolas de poesía más conocidas: Visor (2015). Y no me extrañaría nada que haya obtenido algún premio de traducción.

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  3. En cuanto al "genio poético" de Raquel Lanseros, basten algunas muestras:

    "¿Soy épica o hermética?
    ¿Versicular o clara?
    ¿2.0 o mística?
    Quién sabe. Nadie es buen sastre propio."

    *

    "Llevo un tiempo sintiéndome muy rara.
    Yo lo noto: soplan en mis pulmones huracanes oscuros
    me voy volviendo moho por los extremos
    luego me tambaleo, vuelvo a erguirme
    siento mi cuerpo gaseoso, ya sin núcleo
    disolviéndose solo en emulsión
    de una nada viscosa..."

    *

    ¿Quién sueña con androides que soñaban con ovejas eléctricas?
    [...]
    ¿A quién le pertenece lo que no es de nadie?

    *

    Escucho la inocencia de mis dieciocho años
    populosa como el estuario del Río de la Plata
    aquel irreflexivo desdén hacia lo propio
    aquella anglofilia mimética
    en nombre de la posmodernidad.

    Por no hablar del verso "la mucosa frutal de tu intestino" citado más arriba que abre la puerta a interpretaciones de una profundidad abisal (c'est le cas de le dire)...

    Si esto es la poesía de "la poeta más relevante en lengua española nacida después de 1970" que baje Dios y lo vea...

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  4. La primera edición de “Cántico” es de 1928, no de 1929.
    Cernuda no se “empeñó” en “ocultar” la influencia de Jorge Guillén en su primera poesía (para eso le hubiera bastado con no hablar del asunto) sino en negarla. Por eso y para eso escribió y publicó nada menos que “El crítico, el amigo y el poeta”.
    Las “copias manuscritas” no son privativas del Siglo de Oro, como pareces querer decir sino de cualquier siglo en el que importe la poesía, antes de internet. Yo mismo, como casi todo el mundo, copié de adolescente poemas de Cernuda o Salinas que no se conseguían fácilmente.
    Las revistas no fueron decisivas SOLO en los “comienzos” de las generaciones del 27 y del 50, sino prácticamente en las tres cuartas partes del siglo XX o, al menos, en su primera mitad, siendo exigentes.
    Etc, etc, etc.

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  5. 1/ Exacto: 1928. En eso coincidimos plenamente.
    2/ Cernuda se "empeñó" en ocultar la influencia de Guillén cuando convirtió "Perfil del aire" en "Primeras poesías" al incluirlo en "La realidad y el deseo" (1936): Trató de negarla, muchos años después, cuando Ángel del Río habló de ella en un manual de literatura.
    3/ No son privativas, aunque sí características. El correo postal no es hoy característico, aunque haya quien sigue escribiendo cartas a mano y echándolas en el buzón.
    4/ Las revistas de poesía, aunque existieran en distintas épocas, fueron más decisivas en unas épocas (las que yo cito) que en otras.
    5/ Espero que pongas pronto letra y música a tus etecé, etecé, etecé. Nada me gusta más que aprender de los que saben. Y nunca lo agradeceré bastante.

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    1. Cernuda no redujo Perfil del aire a "Primeras poesías" para ocultar a Guillén como no publicó "Donde habite el olvido" para ocultar a Fray Luis y Garcilaso o Las nubes para ocultar (para eso pueden servir las nubes) su poesía surrealista.
      No reduzcas a Cernuda

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    2. Ya sé que te gusta aprender de los que saben, de los mejores. Claro que eso para ti ha sido siempre fácil. Te basta, por lo general y salvando la temible cuestión de las erratas, con hacerte caso a ti mismo.

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    3. Busca una edición crítica y comprobarás que, parte de los cambios introducidos en su primer libro al incluirlo en la poesía completa, tienen que ver con evitar la huella guilleniana.

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  6. Inagotable García Martín, en tu reseña “Inagotable Camba”, del 13 de junio, con la plausible excusa de hablar a propósito del último libro de Julio Camba te dedicas en realidad a aumentarte tú y a disminuir, compensadamente, a Ricardo Álamo, el editor literario del libro del que tratamos. No solo te atreves a escribir: “El prestigio póstumo de un escritor depende, en gran medida, de dar con el editor adecuado. Y no nos referimos al editor comercial, que también, sino al editor intelectual que es siempre, en mayor o menor medida, un coautor (y por eso su nombre debe figurar siempre en la portada)”, sino que afirmas también que París “ no está a la par de sus grandes títulos, como La ciudad automática”, que es, sin duda, el más importante título de Camba gracias a que tú mismo, José Luis García Martín, has sido el editor literario, el editor intelectual, el editor superior, el editor supremo, el editor definitivo de esa obra y no Ricardo Álamo o cualquier otro pelafustán literario.

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    1. El responsable de "La ciudad automática" (que ha sido reeditado numerosas veces) es el propio Camba, al contrario de lo que ocurre con "Paris" que tiene un editor en cubierta y otro encubierto.

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  7. Inagotable José Luis García Martín, en tu reseña “Inagotable Camba”, del 13 de junio, con la plausible excusa de hablar a propósito del último libro de Julio Camba te dedicas en realidad a aumentarte tú y a disminuir, compensadamente, a Ricardo Álamo, el editor literario del libro del que tratamos. No solo te atreves a escribir: “El prestigio póstumo de un escritor depende, en gran medida, de dar con el editor adecuado. Y no nos referimos al editor comercial, que también, sino al editor intelectual que es siempre, en mayor o menor medida, un coautor (y por eso su nombre debe figurar siempre en la portada)”, sino que afirmas también que París “ no está a la par de sus grandes títulos, como La ciudad automática”, que es, sin duda, el más importante título de Camba gracias a que tú mismo, José Luis García Martín, has sido el editor literario, el editor intelectual, el editor superior, el editor supremo, el editor definitivo y no Ricardo Álamo o cualquier otro.
    A propósito de París, dices también que “aunque defraude a veces, Camba sigue siendo Camba” Lo curioso es que en la misma reseña aludas a otros dos títulos recientes del mismo autor, “Etc,etc…” y “Esto, lo otro y lo de más allá” a los que no pones ningún pero, pero sí la supuesta guinda de que llevan un gran número de notas y pueden por lo tanto (mientras tú no digas lo contrario) considerarse libros notables. De lo dicho, de lo insinuado por ti, podría deducirse que el Camba juvenil rescatado por Ricardo Álamo no está a la altura del Camba del ABC en los años 50 y 50. Por suerte, tus escasos lectores sabemos imaginarnos que si no pones reparos a “Prohibido hablar con el conductor” pero los apilar sobre este desconocido París, es realmente París el que, para ti, “vale una misa”.
    Por cierto, los seguidores de Camba (hasta llegar a una librería) no son ya legión sino apenas 300 o 400. ¿Legión? ¡Cómo te gusta la literatura!

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    1. "París" es un libro nuevo de Camba, por eso lo comento. En los que reedita Fórcola solo es nuevo el título del conjunto.

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  8. RESPUESTA A CONTRATIEMPO. En tu comentario de las 9,10 del 30 de junio, sin venir a cuento o a cuenta de la biografía de J. Benito sobre F. Umbral, piadosamente escribes: “No sé si será cierto. Pero te lo cuento como él me lo contó: Fernando Ortiz no podía haber escrito los poemas de tu primer libro, pero lo mejoró mucho corrigiéndolo verso a verso.
    Hay quien no puede (o no quiere) escribir un libro determinado, pero puede ayudar a mejorar los que han escrito otros. Se llama editor (seguro que tú has mejorado muchos de los libros que editas), se llama crítico literario, se llama a veces solo buen amigo”.
    Si realmente no sabes si algo es cierto o no, resulta en verdad curioso que te decidas a contarlo. De algún modo, el cuento sobre mi figura es un poco como si yo te contase a ti y a todos tus curiosos lectores que “No sé si será cierto, pero te lo cuento como me lo han contado. Al parecer, el que tu hayas ido cambiando cada cierto tiempo de cafetería en la que tomar café y leer el periódico o dar conversación a los amigos, no se debe tanto a que cerraran o cambiaran de manos o hicieran peor café esas cafeterías, sino a que tú tuvieras, al parecer, la insistente costumbre de arramblar con todos los azucarillos y llevarte de recuerdo las cucharillas de esos locales, aunque no fueran de plata.

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    1. La anécdota de Fernando Ortiz servía solo para ilustrar que un buen editor puede mejorar la obra de un autor aunque no pueda escribirla. Fernando Ortiz presumía mucho de ello, aunque resulta evidente que en tu caso exageraba bastante. Yo creo que las cosas ocurrieron más bien al revés, cosa que también sirve para ilustrar mi tesis.

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  9. Sobre eso de que lo que cuentas te lo contó, (“exactamente”, al parecer) Fernando Ortiz, lo peor es que le eches la culpa a Fernando Ortiz, que ya no puede defenderse (ni atacar). Pero la verdad es que resulta muy divertido eso de sostener que en tu diario o en una reseña seas capaz de contar algo que te dijo un amigo, exactamente como él te lo contó. En tus variopintos escritos hay multitud de ocasiones en que narras con pelos y señales lo hablado con este o con aquel (e incluso conmigo), siempre, en mi opinión, con notable novelería. Si encuentras un solo amigo que certifique en público que lo que tu contaste es justo lo que él te dijo, seré el primero en creerme la historia de Fernando Ortiz y pedirte disculpas.
    Hace ya muchos años que dejé de escribir poesía (si es que alguna vez lo hice), por lo que no me importaría en absoluto tener que reconocer ahora que F.O. corrigió versos de mi primer libro. Además, no está del todo más eso de que mejoraron mis versos con tales correcciones. A fin de cuentas (al menos eso es lo que creo), solo pueden mejorarse los versos que ya son, de algún modo, buenos. Los malos de verdad son siempre inmejorables

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    1. No le des mayor importancia. También me lo dijo del primer libro de otros autor que me ha prohibido mencionar su nombre. En ese caso, no le creí. En el tuyo, no dije que lo creyera cierto. Pero que me lo contó varias veces no lo dudo. Incluso creo recordar que uno de los poemas que habría "mejorado" estaba dedicado a Simón el Mago. Pero no creo que esto tenga mayor importancia. También recuerdo que fue él quien nos presentó y te anunció diciendo "vas a conocer al mejor poeta joven que hay hoy en España; todavía no ha publicado nada, pero yo te puedo asegurar que es el mejor".

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  10. Aunque poco importe, sobre correcciones: en mi primer libro, acepté el consejo de Jaime Gil de Biedma sobre suprimir toda la primera parte de un breve poema vagamente mitológico, gracias a eso más breve aún. En mi segundo libro, también le hice caso, en cuestión de adjetivos, a Vicente Núñez, que era otro lector excepcional. Pero a quien más tuve que agradecerle fue a Rafael de León. Le envié un manuscrito en el 82 que me recomendó no publicara. Gracias a eso, tardé unos años más en volver a sacar un nuevo libro y me hice un poco más exigente. Solo las críticas negativas resultan, a la larga, que es lo que importa -si algo importa-, positivas.

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  11. Acabas dándome la razón, como suele ocurrir siempre que me contradices. Es un placer dialogar contigo, Abelardo.

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