Vivir de oído
Andrés Neuman
La Bella Varsovia.
Madrid, 2018.
Tras sus comienzos como poeta, a finales de los noventa,
Andrés Neuman pronto destacó en otros géneros que le dieron mayor popularidad:
la novela, el relato, el microrrelato y el aforismo.
Como
novelista, logró con El viajero del siglo
una obra de largo aliento –a la manera de Thomas Mann– que le permitió, sin
dejar de ser un escritor de culto, competir con los autores de best seller.
Recién cumplidos
los cuarenta años, Andrés Neuman, nacido en Buenos Aires, afincado en Granada–
resulta sin duda el autor más destacado de su generación, el más culto y
cosmopolita, el más capaz de dedicarse con igual acierto a los diversos géneros
literarios.
Casi todos
los grandes prosistas tienen su inicio en la poesía –ahí están los casos de
Julio Cortázar, Francisco Umbral o Ignacio Aldecoa–, pero luego lo habitual es
que la dedicación poética desaparezca o se convierta en una actividad casi
secreta que solo reaparece póstumamente y como curiosidad (la mejor poesía de
Cortázar, Umbral o Aldecoa está en su prosa, no en sus versos). Andrés Neuman
constituye una excepción: tras unas tempranas poesía completas, Década (2008), ha seguido publicando
poesía con regularidad, aunque esos nuevos títulos quedaran opacados por otros
más propicios a la promoción editorial.
Como poeta,
Andrés Neuman ha ido tendiendo cada vez a un minimalismo conceptual, a una
poesía que no prescinde de la emoción ni de la anécdota, pero que procura no
enfatizar la primera, desdibujar la segunda y decirlo todo con las menos
palabras posibles, confiando en el lector atento y eludiendo deliberadamente al
lector apresurado.
“Ocho,
etcétera” se titula el primer poema memorable del nuevo libro. Es una elegía,
un recuento de familiares y amigos que ha ido quedando en el camino. El tema se
presta como ningún otro a los trémolos de la falacia patética. Andrés Neuman lo
reduce a una escueta lista, sin apenas adjetivos, sin énfasis, pero con una
sorpresa lingüística en cada frase, comenzando con el “ataúd camarada en el patio escolar” y
siguiendo con el “abuelo jardinero elevado a raíz”. Léxico cotidiano, pero
lenguaje irracional para enumerar acontecimientos tan naturales como
incomprensibles.
Algunos de
los aludidos en este poema reciben después una elegía personal y en la
dedicatoria aparecen con nombre y apellidos. El “maestro descifrando su oxígeno
con lupa” es el poeta argentino José Viñals, al que se dedica “Le regalé una
lupa a mi maestro”; el “amigo que disuelve su silueta / masticando el teléfono”
es Eduardo García, el poeta cordobés fallecido en 2016, cuyas poesías completas
fueron precisamente editadas y prologadas por Andrés Neuman.
Muy
representativo del pudor sentimental del autor es la aparente frialdad con que
vuelve, en el poema “Inventos a los que llegamos tarde”, a la que sin duda fue
la más dolorosas de las pérdidas que se recuentan en “Ocho, etcétera”.
No es fácil
entrar en este libro, escrito por un poeta que detesta lo convencionalmente
poético y que parece rechazar deliberadamente a cierto tipo de lectores. Por
eso quizá convenga comenzar la lectura por los poemas menos conceptuales o por
los que menos emborronan la anécdota que le sirve de punto de partida. “Retablo
con chica corriente” recrea un tópico iniciado por Baudelaire en el soneto “À une passante”, solo que en
este caso la desconocida de la que fugazmente nos enamoramos está sentada
frente a nosotros en un transporte público y no tiene en principio nada de
extraordinario, salvo “su forma exacta de tomar asiento, / su quietud de
paréntesis, / el resplandor digamos de retablo / en torno a su cabeza
despeinada” y otros pequeños detalles que se enumeran con precisión y sorpresa
verbal: “el tenue titubeo en la sandalia”.
Hay poemas
que aluden a la dictadura argentina (“Penúltima derrota frente al mar del
Sur”), a sus antepasados judíos (“Flashback en Praga”), y en todos ellos se
nota el esfuerzo del autor por no ser demasiado explicito ni obvio, de acuerdo
con la poética enunciada en “La otra vía”: “Un poema no acude / a un solo
andén. // En la estación que sabe demasiado / lo que quiso decir // descarrilan
los trenes”.
Y algún
tren descarrilla en este libro, aunque quizá no por saber demasiado, sino por
exceso de síntesis y abstracción, de telegrama y nebulosa. Pero son más los
otros: “Mínimas miserias de la puntería” (que a mí me trae a la memoria un
poema de Antonio Machado y otro de Dámaso Alonso), “Zoología de bolsillo”,
vuelta de tuerca a los animales moralizantes de los fabulistas, o el paisaje
esencial descrito en “Desierto con gorra”. También hay memorables, y nada
convencionales según norma del autor, poemas de amor en la segunda parte del
libro.
Acá y allá,
de entre los versos podemos extraer algún aforismo, género del que también
Neuman es maestro: “lo frágil / es un gimnasio donde cada alma / multiplica la
fuerza que comparte”. Pero tiene buen cuidado de no incurrir demasiado
explícitamente ni en la greguería ni en lo sapiencial.
El título, Vivir de oído, juega con la expresión
“tocar de oído”, aplicada a los músicos que no saben leer una partitura. La
partitura de la vida no nos enseñan a leerla en ninguna parte y por eso todos “vivimos
de oído”.
Andrés
Neuman, maestro en tantos géneros literarios, confirma con este libro que sigue
siendo uno de los poetas esenciales de su generación.
No tenido el placer de leerle, pero sin duda, tomo nota.
ResponderEliminarGracias por compartir. Un abrazo
Esquivemos la astucia
ResponderEliminaraun a riesgo de derrape.
Quede a la vista lo frágil
a pesar de gimnasios.
No tiene que ver con el poemario reseñado, pero ¿qué libro de Colette me recomendaría? Un saludo cordial.
ResponderEliminarA.P.
Cualquiera, salvo sus novelas.
EliminarDe Colette se puede leer cualquier cosa, siempre que sea en francés. En traducción el encanto de su estilo extraordinario desaparece.
EliminarSiempre que sea en francés y se sepa el francés tan bien como un hablante nativo; de otro modo el encanto de su estilo extraordinario desaparece. Si no es así, mejor leerla en una buena traducción.
Eliminar¿Dónde están las buenas traducciones de Colette? En español no hay una buena (o simplemente exacta, sin errores) traducción de Montaigne o de Proust, como para haberla de la autora de "Le Blé en herbe"...
EliminarLa peor traducción es mejor que el original cuando no se conoce la lengua original.
Eliminar¿"Prensar" o "pensar" el sentimiento?
ResponderEliminarLos poemas y los aforismos que yo he leído de Andrés Neuman me han parecido los primero mediocres y los segundos muy mediocres, con frecuencia insulsos o totalmente arbitrarios. No comprendo cómo García Martín puede considerarlo como "un maestro" en ambos géneros. Neuman es alguien que sabe venderse muy bien pero que tiene un defecto que en literatura demuestra siempre la falta de calidad (a menos de ser un genio): escribe demasiado. En 20 años, ha publicado ¡ 27 libros ! 12 de poesía, 5 de cuentos, 4 de ensayos y aforismos y 6 novelas. Basta conocer ese dato para saber que no puede ser maestro literario de nada.
ResponderEliminarNo creo que el penúltimo lector atento haya leído esos 27 libros. En cualquier caso, ahí queda su opinión. Andrés Neuman tiene talento, cultura y capacidad de trabajo. Esas tres cualidades me parecen indiscutibles. No sé si bastan para considerarle "maestro".
EliminarNo me ha contestado usted sobre el título de su artículo: ¿Es "Prensar" o "pensar" el sentimiento?
EliminarEs prensar, apretar, estrujar, condensar.
EliminarQuien escribe mucho tiene que ser malo, a no ser que sea bueno. Ya, claro, señor lector. Lo mismito que quien escribe poco, qué curioso.
EliminarNo me había leído nada aún de Neuman. Hasta ahora lo tenía en la recámara, este post me ha intrigado lo bastante como para que quiera acercarme a su escritura más pronto que tarde.
ResponderEliminarGracias por la reseña José Luis!
Dice JLGM en el primer párrafo:
ResponderEliminar"Tras sus comienzos como poeta, a finales de los noventa, Andrés Neuman pronto destacó en otros géneros que le dieron mayor popularidad: la novela, el relato, el microrrelato y el aforismo"
Hasta ahora no había leído nada de A. Newman. Estimulado por esta crítica, estoy leyendo "Cómo viajar sin ver". Es un diario de viaje por Latinoamerica en el aparece todo lo que se indica en el párrafo citado: poesía, novela, relato, aforismo... O sea, literatura. No todos los que publican pueden decir lo mismo. Una vez más, gracias JLGM.