martes, 20 de noviembre de 2018

Pastiche, parodia y nada



Antología invisible
Rafael Courtoisie
Visor. Madrid, 2018.

La literatura se homenajea a sí misma de muchas maneras. El pastiche es la forma extrema de admiración: un autor escribe con el estilo de otro y trata de mimetizarse con él. Deja de ser pastiche, y se convierte en una falsificación, cuando el nombre del autor admirado pasa del título o el subtítulo (“A la manera de Marcel Proust”) a la firma, como hizo el editor de Bécquer, Fernando Iglesias Figueroa, con su poema “A Elisa”, que llegó a incluirse en las Rimas y muchos lectores aún se saben de memoria  (“Para que los leas con tus ojos grises, / para que los cantes con tu clara voz, / para que llenen de emoción tu pecho, / hice mis versos yo”).
            Cuando se exageran los rasgos del escritor mimetizado, cuando se le caricaturiza, nos encontramos ante la parodia, que a veces puede ser bien humorada (recordemos la eutrapélica Antología apócrifa, de Conrado Nalé Roxlo)  o disparatada y malintencionadamente divertida, como Las mil peores poesías de la lengua castellana, de Jorge Llopis, o esa obra maestra del género que es Vidas improbables, de Felipe Benítez Reyes, donde se caricaturizan no tanto autores concretos como tendencias literarias.
            De la parodia y del pastiche, y también de la invención heteronímica, participa la Antología invisible de Rafael Courtoisie, un poeta uruguayo multipremiado. Quizá el modelo más cercano se encuentra en la Antología traducida de Max Aub, donde se dan cita numerosos poetas inventados precedidos de una breve, e ingeniosa por lo general, nota biográfica.
            El libro de Courtoisie carece de cualquier prólogo que nos ilustre sobre las intenciones del autor.  ¿Qué une estos cincuenta textos, no todos poemas, no todos escritos en español? A una imitación de un poema chino, le siguen unos versos en inglés de un probablemente inventado Clarke Woody. Alternan los poetas inexistentes (que podríamos considerar heterónimos) con los pastiches: inéditos de Paul Celan, Emily Dickinson, Franz Kafka, Juan Rulfo y hasta el propio Courtoisie. A veces se indica en nota al pie algún dato sobre el autor o la circunstancia en que fue encontrado su texto.
            Chesterton afirmó que, al contrario de lo que suele pensarse, “divertido” no es lo contrario de “serio”, sino de “aburrido”. Comenzamos a leer esta Antología invisible con la mejor de las intenciones, pero pronto nos damos cuenta de que no es seria, pero eso no significa que resulte divertida.
            No es seria: bastantes de los poetas apócrifos nacieron en el futuro, en 2036, 2096 o incluso 2387. ¿Hay algún rasgo que diferencia a esos poetas de los actuales? Ninguno. La fecha parece puro capricho. Leamos lo que escribe Juan Carlos Arens, presuntamente nacido en Valencia en 2036; “Apagué la luz / y se encendió el mundo. / La herida de vos / cerró en mí / como un poema. / La última línea / es una cicatriz”. Y uno se pregunta si resulta verosímil que un poeta valenciano escriba “la herida de vos”.
            El capricho parece la única razón para reunir este heterogéneo centón. ¿Por qué el inédito de Bob Dylan, “fragmentos de una canción sin terminar”, está redactado casi todo en español pero con algunos fragmentos en inglés? ¿Por qué el inédito de Emily Dickinson, encontrado entre las páginas de un libro viejo, en manuscrito de la propia autora, aparece en español mientras que el de Virginia Woolf está en inglés? ¿Qué pintan un presunto fragmento más o menos teórico de Todorov o unos párrafos de un supuesto cuento de Juan Rulfo?
            Pronto el lector deja de tomarse en serio estos ejercicios de taller, con mucho de broma privada, que el autor amontona de cualquier manera en una obra que parece solo destinada a ganar uno de tantos devaluados premios literarios como publican las editoriales españolas. Ni siquiera tiene gracia escuchar a Donald Trump disparatar sobre el asesinato de Kennedy.
            No quiere eso decir que no haya algunos fragmentos no desdeñables en este estropicio. “Silvia Plath lee un poema de Vallejo antes de cometer suicidio”, si prescindimos del título y de los dos primeros versos, es un conmovedor monólogo dramático. Y hay alguna lograda chinería.
            El juego hay que tomárselo, como los niños, muy en serio. Fernando Pessoa atribuyó textos a un centenar de nombres inventados, pero solo fue capaz de crear tres poetas, cada uno con su estilo, con su biografía, con su manera de ver el mundo: Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis. Nadie confundiría un poema de uno con el de otro, ni tampoco con los que escribió Pessoa con su propio nombre. Los poetas inventados por Rafael Courtoisie son todos intercambiables, nacieran donde nacieran, hace unos años, un siglo o en un futuro próximo o remoto.
            Antología invisible es un libro que promete lo que no da: una fiesta de la literatura. Es un libro para curiosear en la mesa de novedades y dejar de lado mientras pensamos que hay formas más divertidas de despilfarrar el dinero público o privado que tantos inanes premios literarios.

3 comentarios:

  1. Que Iglesia y Estado estén separados.
    Yo soy de Iglesia.
    Dejo el Estado a mis conciudadanos.

    © María Taibo

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    1. No sé yo, María Taibo, si estos poemas o aforismos tuyos tienen su lugar más adecuado en los comentarios a mis reseñas. En cualquier caso, no molestan.

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  2. Ya que ha vuelto María Taibo, esperemos que vuelva su contrapunto: Pérez Gin Ferrer. Se le echa de menos

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