jueves, 4 de febrero de 2021

Una editorial, un mundo, una época

 

 

La tribu Einaudi. Retrato de grupo
Ernesto Ferrero
Prólogo de Manuel Rodríguez Rivero
Trama Editorial. Madrid, 2020.

Pocas palabras tan imprecisas como la palabra “novela”, que ciertos periodistas y editores suelen aplicar a cualquier obra literaria en prosa de cierta extensión. Por una vez, me gustaría incurrir en ese uso abusivo y calificar al libro de Ernesto Ferrero que en español lleva el título de La tribu Einaudi (el título original es más impreciso, pero también más adecuado: I migliori anni dalla nostra vita, Los mejores años de nuestra vida) como novela. Novela de no ficción, o sin más ficción que la que involuntariamente se añade a cualquier recreación memorialística de la realidad.

            Ernesto Ferrero evoca sus años de colaboración, con diversos grados de responsabilidad, en la editorial Einaudi, una de las más importantes en la Europa de los años sesenta y setenta, el modelo de lo que en España quisieron ser la Seix Barral de Carlos Barral o la Alfaguara de Jaime Salinas, pero lo hace de manera que interesa a cualquier lector, no solo a los estudiosos de la industria cultural, al contrario de los que ocurre con el prólogo de Rodríguez Rivero, ejemplo de escritura ensayística, pero no creativa.

            Cierto que por el libro cruzan unos cuantos nombres fundamentales de la literatura del siglo XX –Cesare Pavese, Natalia Ginzburg, Italo Calvino, Primo Levi--, pero entremezclados con otros personajes de los que no habíamos oído hablar y cuya peripecia no nos interesa menos. Y no es necesario para ello que sean como Malcolm Sky que se hallaba siempre donde no tenía que estar, al que le apasionaban las historias de fantasmas, que tenía contacto con los servicios de inteligencia y que un día apareció asesinado en una plaza de Turín. Cualquier oscuro profesor, cualquier sufrido corrector de pruebas, cobra vida, se vuelve memorable en estas páginas.

            El protagonista –amado y odiado-- es Giulio Einaudi, que dirigió su editorial como si fuera una corte del Renacimiento. Carlos Barral quiso tomarle como modelo, pero no llegó ni de lejos a igualarle. Opuesto a él –que nunca olvida su papel de rey Sol, en torno al cual giraba el mundo--, Italo Calvino es el laborioso trabajador –como sus antepasados campesinos-- que disimula todo lo que puede su talento. Ferrero cuenta una anécdota significativa: “En la primavera de 1984, Calvino está en Sevilla con su mujer, Chiquita, argentina de nacimiento. Jorge Luis Borges, ciego desde hace tiempo, se halla reunido en un hotel de la ciudad con unos amigos. Los Calvino se acercan a ellos. Mientras Chiquita conversa amablemente con su compatriota, el escritor, como siempre, se mantiene apartado. Tanto es así que ella considera oportuno avisar: Borges, también está Italo… Apoyado en el bastón, Borges levanta la barbilla y dice sin inmutarse: Lo he reconocido por el silencio”. Pero en ocasiones el silencio Italo no puede por menos de estallar, como cuando afirma en una de esas reuniones de los miércoles que Ferrero recrea tan admirablemente: “Este Camilo José Cela quiere que lo traten como a un Dios Todopoderoso. Es una de las personas más vacías e insoportables de la literatura internacional”.

            “El hermano infeliz” titula el capítulo dedicado a Cesare Pavese. Ferrero considera menos significativos el desengaño amoroso que el enfrentamiento con el editor –que él escribe siempre con mayúscula-- entre los motivos de su suicidio: “Hasta el último momento debió de pensar que el Editor acabaría acudiendo a la pequeña habitación del Hotel Roma, que se inclinaría sobre la cama, le daría un leve beso en la frente y lo despertaría. O a lo mejor sabía que el Editor, amando tanto la vida y odiando tanto la muerte, jamás habría tenido aquel gesto salvador para nadie”. Es probable que esa no sea la explicación más adecuada, pero Giulio Einaudi siempre pensó que el suicidio de Pavese había sido un acto en contra suya: “Por eso nunca llegó a perdonar a Pavese, por eso pasados tantos años el suicidio de Pavese seguía siendo un asunto de familia: algo que nos afectaba tanto que ni siquiera podíamos mencionarlo”.

            Ferrero no tuvo relación con Pavese –llegó a la editorial en 1963--, pero sí mucha con otro suicida, Primo Levi. Se ha hablado mucho de las razones que llevaron a Primo Levi a tomar esa determinación, incluso hay quien lo ha considerado una última consecuencia de su internamiento en el campo de concentración. Ferrero alude a otras causas, la principal de ellas “la partida que jugaba con la madre paralizada, a la que cuidaba día y noche como un enfermero”. Aunque sabía que era una partida mortal que solo admitía un único superviviente, se negaba a ingresarla en una clínica; no aceptaba salvarse a costa de ella. “Pasaba horas delante del ordenador, sin escribir, o con la madre, que lo llamaba y lo quería permanentemente a su lado”. Muchos le oyeron el más cruel de los desahogos: “Es peor que Auschwitz”.

            Algo de suicidio tuvo también el final de Pasolini. Ferrero lo vio por última vez, quince días antes de que lo mataran, en el feria de Frankfurt. No quiso alojarse en el hotel que le había reservado el editor y buscó otro “cerca de la estación, hacia el río, en pleno barrio turco, donde el comercio sexual adquiría las tonalidades de un matadero de cerdos, de una oscuridad sin posibilidad de rescate”. Aquellas arriesgadas aventuras lo ponían de buen humor: “Por la mañana, alegre y algo parlanchín, salió a hacer una compras largo tiempo deseadas. El verdadero tesoro de Frankfurt era una tienda Adidas, el paraíso de los equipos de fútbol, donde se vendían unos artículos futuristas que todavía no habían llegado a Italia”. Pasolini era patrono, entrenador y delantero de un equipo de fútbol, los Stukas, en el que ponía tanta pasión como en la literatura o en el cine. “Se fue de Frankfurt como un bandido feliz de su botín --concluye Ferrero el capítulo--. No sé si tuvo tiempo de sorprender a su equipo con las camisetas de Adidas. Sin duda, con su cuerpo en el descampado de Ostia, termina una época en la que un mundo ya perdido y degradado aún seguía arrojando destellos de una posible regeneración”.

            Aunque no novela, sí literatura de creación –gran literatura-- esta fascinante recreación de una época, casi tan remota ya para nosotros “como el paso de Aníbal por los Alpes”, y de sus personajes, protagonistas o parte del coro, olvidados o siempre recordados.

 

11 comentarios:

  1. Un mundo que fue, desde la envidia, un poco nuestro.Buena recomendación.

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  2. Excelente, querido José Luis. Y acabo de ver que ya tenemos otra reseña más. Enhorabuena por lo fino y también por lo fuerte que te veo.

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  3. Sí, Pasolini como Pablo Escobar. Patrón del fútbol en Colombia. Con menos dinero y otros vicios.

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    1. La comparación, desde luego, pone la piel de gallina.
      "Exactamente 623 atentados que dejaron alrededor de 402 muertos y 1.710 heridos son adjudicados al Cartel de Medellín que lideró Pablo Escobar, en la época de mayor violencia narco en la historia de Colombia. La sangre y el dolor se apoderaron del país entre 1984 y 1993 -cuando el capo fue abatido a tiros- con asesinatos selectivos, bombas en espacios públicos, en instituciones y en medios de comunicación, y hasta hubo una explosión en un avión comercial".
      Porque "Todo el que se interpusiera en los intereses de Pablo Escobar se convertía inmediatamente en su objetivo militar".
      De verdad, irracional señor, o señora, ¿qué tiene que ver un poeta y cineasta como Pasolini con un asesino a gran escala como Escobar?

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  4. Los comparaba como "patrocinadores" de fútbol, cada uno a su nivel. Escobar, durante años, tuvo gran influencia política. Y su dinero también.
    Se queda ud. muy corto en el número de muertos. Mató muchos más.
    Pero sus relaciones con las altas esferas pueden ser interesantes, empezando por Álvaro Uribe, etc.
    Por otro lado hay artistas o poetas que no tendría yo en la agenda de amigos, Villon, Caravaggio, Rimbaud...Una cosa no quita la otra. Pasolini es uno de ellos

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  5. Durante el confinamiento me aficione a las series de narcos. Pero la realidad supera con mucho la ficción. Es más interesante.
    Pablo Escobar fue miembro de la Asamblea Nacional, diputado. Gozaba de todos los privilegios, invulnabilidad judicial, etc. Desde 1982 a 1984. Ahí creció el Cartel de Medellín, que contaba como "socios", la cúpula, a él mismo, a Carlos Lehder(recientemente extraditado a Alemania), a los hermanos Ochoa, y a Rguez. Gacha, alias "el mejicano".
    Cada uno merece un capítulo aparte. En el caso de Escobar, sus problemas vienen del asesinato de Rodrigo Lara Bonilla en 1984,
    Ministro de Justicia con Betancourt.
    Lara Bonilla lo había humillado en público ante la Asamblea.
    El magnicidio no cuenta con la aprobación del Cartel de Cali, que temen se echen sobre todos. Como así sucedió. De aliados pasan a enemigos.
    Voló el avión de Aviaco porque pensaba que en él viajaba Cesar Gaviria, pte.por entonces.
    Curiosamente no cogió el avión en el último momento.
    Habría para un libro, o más

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    1. Todos los libros del mundo juntos no servirían para demostrar que el patrocinio de equipos de fútbol (detalle que ambos rtienen en común con miles de personas que en nada se parecen entre sí) aproxime en nada sustancial a un criminal como Escobar y a un poeta como Pasolini.
      Por lo demás, que este último fuera o no recomendable como amigo es cosa que no sabría decir; no lo conozco lo bastante. Pero no faltan testimonios de personas que lo conocieron y trataron, desde Maria Callas, por ejemplo, a Natalia Ginzburg, por otro, y de la mucha estimación que les despertaba y lo mucho que lo echaron de menos tras su muerte.

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  6. Cuando se conoce la historia de Colombia en los 80, leer entre líneas "Historia de un secuestro", de García Márquez no viene mal.
    Ya callo

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  7. Estimado "desconocido" su despiste es descomunal. Utilice el foro adecuado para su "perorata". Le aseguro que este, creo, no lo es.

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  8. Sepan uds. ,huevones, que Víctor Menéndez ha sido y esperamos su regreso, profesor aquí. En Bogotá, colegio Reyes Católicos.
    No hablen de lo que no saben

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  9. Creí que una opción me permitía filtrar los comentarios anónimos o con pseudónimo. Parece que no. Los eliminaré en la moderación. Este no es lugar para dar rienda suelta a los prejuicios u ocurrencia de cada uno, sino para comentar educadamente la reseña concreta de una obra en concreto (si es que se cree necesario).

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