jueves, 30 de junio de 2022

La excepción cultural

 

Mediterráneos. Poesía 2001-2021
José Carlos Llop
Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2022.

José Carlos Llop es, ante todo, un creador de atmósferas y un memorialista en prosa Y verso. Comenzó como poeta dentro del experimentalismo y el culturalismo que caracterizaba a la poesía joven de los años setenta. Pronto abandonó la primera de esas tendencias, pero siguió siendo fiel a la segunda hasta hoy mismo. El culturalismo de José Carlos Llop —como el de José María Álvarez, un poeta con el que tiene muchos puntos en común— pasa por la creación de un personaje que se identifica con la persona civil del autor, aunque no se corresponda con ella exactamente. En una de las notas a su libro Cuarteto, escrito originalmente en catalán, leemos a propósito de la Almudaina: “Palacio de los reyes árabes, de Jaime I, de los reyes de Mallorca, Capitanía General y ahora del Patrimonio Nacional. Viví con mi familia durante el período en que mi padre fue general Jefe del Estado Mayor de Baleares y después Gobernador Militar. Cinco años, aproximadamente”.

            El protagonista de los poemas de José Carlos Llop se siente heredero de un mundo desaparecido, su patria son unas Baleares que quizá no han existido nunca, una especie de mítico principado de la Mitteleuropa de entreguerras. Sus poemas están llenos de prestigiosos nombres propios, escritores y artistas, y de precisos detalles sobre el mobiliario, el vestuario y la decoración, como si de una película de época se tratara. Escribe con pasión de coleccionista, un poco como un superviviente de un tiempo más civilizado en esta época de barbarie y decadencia.

            Escritor sin género, al igual que Unamuno y Gómez de la Serna, aunque cultiva todos los géneros, o quizá por eso mismo, el mundo poético de José Carlos Llop está tanto en su prosa como en sus versos. Uno de sus publicaciones, El canto de las ballenas, formó luego parte tanto de un libro de relatos como de la primera recopilación de sus poesías completas, aparecida en 2002.

            Mediterráneos reúne los libros publicados a partir de entonces, con el añadido del inédito El árbol de los cormoranes. Ya aludimos antes a Cuarteto, publicado primero en catalán y ahora traducido al castellano por el propio autor, que para muchos lectores de Llop será también una novedad.

            Comienza El árbol de los cormoranes con un poema que algo tiene de involuntaria caricatura de su manera de hacer. Se titula “Civilización” y comienza de la más prosaica manera (en prosa no suele ser tan prosaico): “Hace algunos meses, heredé / diferentes prendas de un amigo / muerto, un par de chaquetas, / una gabardina inglesa y varias camisas”. El poema continúa contando cómo solía pasear con su amigo y cómo ahora siente que sigue junto a él al vestir una camisa suya: “Hace un rato me he desabrochado / uno de los botones del pecho / y en el gesto del pulgar y el índice, / de repente, le he visto a él, / haciendo lo mismo”. Y luego enumera —la enumeración en uno de sus recursos estilísticos preferidos— todo lo que a su entender hay en ese simple gesto: “En el gesto de índice y pulgar / que ha invocado a mi amigo / estaban las tablillas del escriba, / los retratos de Al Fayum, / la estructura de la casa romana, / el evangelio de San Marcos, / el taller de Brueghel el Viejo, / el café, el tabaco, el vino y el té, / los salones del Dieciocho, / el quinteto para cuerda de Schubert, / las terrazas de los bares, los viajes, / la Bauhaus, París. Bob Dylan…”

            Si quisiéramos parodiar un poema de Llop, no podríamos hacerlo mejor que él lo hace, en “Civilización” y en tantos otros poemas. “Memorias de un libertino”, un monólogo dramático incluido en La dádiva, nos refiere cómo Dionisio Ridruejo, en los ojos de una prostituta francesa, puede ver nada menos que “el Gran Siglo, / el esplendor de Versalles, Stendhal / y Baudelaire, Austerlitz y todo el brillo / de la ciudad de París”.

Pero siguen teniendo su encanto, un encanto algo vintage, estos poemas epigonales que muy a menudo homenajean ciudades y a los escritores que pasaron por ellas. Hay un colorista intermezzo napolitano y un “Poema inacabado” que vuelve al Burdeos al que ya dedicó un minucioso poema —apenas hay lugar de la ciudad que dejé de nombrar— en el libro anterior, La vida distinta.

            Muchos de estos poemas podrían haber sido anotaciones de diario: “Mi amiga estaba en el Jardin des Plantes / filmando los orangutanes bajo la nieve / y al cruzar el Pont Royal ella señaló / a la izquierda y dijo: mira aquel árbol / sus frutas son cormoranes, se posan / en sus ramas y observan los siglos. / Me has regalado el título de mi libro, contesté”. Tienen un aire un tanto deslavazado, no parecen estar hechos para ser leídos con la atención que suele pedir el poema. Un ejemplo: “En una librería que fue iglesia, / ahora ya sin culto, veo láminas del Vesubio sobre el mar”. Si fue iglesia, ya no lo es, sobra por lo tanto el “ahora ya sin culto”, lo mismo que el “sobre el mar” en las láminas del Vesubio, que suele aparecer representado con la bahía de Nápoles en primer plano. Por eso la prosa de Llop —la prosa se lee de otra manera menos exigente— puede a menudo resultarnos más poética.

            En “Ronda de noche”, el primero y más extenso de los poemas que integran Cuarteto, asistimos a un desfile de ilustres personajes por una Palma onírica. El poema, lleno de imágenes sorprendentes, es un tour de force estilístico; admira al principio, pero pocos lectores serán capaces de mantener la atención hasta el final. Mayor interés tiene el “Glosario” en el que Llop aclara cada una de las alusiones y que vale por sí mismo al margen del texto que pretende glosar.

            José Carlos Llop ha sabido crear un mundo —tan fascinante como a ratos agobiante, con algo de la turbiedad melancólica de Patrick Modiano y de la modernidad art déco de Paul Morand— que está en todo lo que escribe, sea ficción o crónica periodística. Leemos las novelas de Llop con la sensación de que no leemos novelas, de que leemos a Llop. Los mismo ocurre con El árbol de los cormoranes y con el resto de los poemas de Mediterráneos, donde lo leído y lo vivido se entremezclan de inextricable manera. El culturalismo, el enciclopedismo, el europeísmo de Llop no son una manera de escribir, sino una manera de ser.

           

4 comentarios:

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  2. No lo dije, pero a mí también me hizo gracia ese "cuando él aún vivía".

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  3. Conforta ver las múltiples formas de gesticular e impostar de los conformadores del canon. Los nuevos ilustrados, claro.

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  4. Totalmente de acuerdo con la reseña. Yo también lo veo entre Modiano, Morand, Álvarez y -a veces- Pierre Loti. Mejor prosista que poeta. Es de esos escritores que o rechazas o crean adicción. Yo leo todo lo que publica. Aún no sé por qué

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