Mediterráneos.
Poesía 2001-2021
José Carlos Llop
Fundación José Manuel
Lara. Sevilla, 2022.
José Carlos Llop es, ante todo, un creador de atmósferas y
un memorialista en prosa Y verso. Comenzó como poeta dentro del
experimentalismo y el culturalismo que caracterizaba a la poesía joven de los
años setenta. Pronto abandonó la primera de esas tendencias, pero siguió siendo
fiel a la segunda hasta hoy mismo. El culturalismo de José Carlos Llop —como el de José María Álvarez,
un poeta con el que tiene muchos puntos en común— pasa por la creación de un
personaje que se identifica con la persona civil del autor, aunque no se
corresponda con ella exactamente. En una de las notas a su libro Cuarteto,
escrito originalmente en catalán, leemos a propósito de la Almudaina: “Palacio
de los reyes árabes, de Jaime I, de los reyes de Mallorca, Capitanía General y
ahora del Patrimonio Nacional. Viví con mi familia durante el período en que mi
padre fue general Jefe del Estado Mayor de Baleares y después Gobernador
Militar. Cinco años, aproximadamente”.
El protagonista de los poemas de
José Carlos Llop se siente heredero de un mundo desaparecido, su patria son
unas Baleares que quizá no han existido nunca, una especie de mítico principado
de la Mitteleuropa de entreguerras. Sus poemas están llenos de prestigiosos
nombres propios, escritores y artistas, y de precisos detalles sobre el
mobiliario, el vestuario y la decoración, como si de una película de época se
tratara. Escribe con pasión de coleccionista, un poco como un superviviente de
un tiempo más civilizado en esta época de barbarie y decadencia.
Escritor sin género, al igual que
Unamuno y Gómez de la Serna, aunque cultiva todos los géneros, o quizá por eso
mismo, el mundo poético de José Carlos Llop está tanto en su prosa como en sus
versos. Uno de sus publicaciones, El canto de las ballenas, formó luego
parte tanto de un libro de relatos como de la primera recopilación de sus
poesías completas, aparecida en 2002.
Mediterráneos reúne los
libros publicados a partir de entonces, con el añadido del inédito El árbol
de los cormoranes. Ya aludimos antes a Cuarteto, publicado primero
en catalán y ahora traducido al castellano por el propio autor, que para muchos
lectores de Llop será también una novedad.
Comienza El árbol de los
cormoranes con un poema que algo tiene de involuntaria caricatura de su
manera de hacer. Se titula “Civilización” y comienza de la más prosaica manera
(en prosa no suele ser tan prosaico): “Hace algunos meses, heredé / diferentes
prendas de un amigo / muerto, un par de chaquetas, / una gabardina inglesa y
varias camisas”. El poema continúa contando cómo solía pasear con su amigo y
cómo ahora siente que sigue junto a él al vestir una camisa suya: “Hace un rato
me he desabrochado / uno de los botones del pecho / y en el gesto del pulgar y
el índice, / de repente, le he visto a él, / haciendo lo mismo”. Y luego
enumera —la enumeración en uno de sus recursos estilísticos preferidos— todo lo
que a su entender hay en ese simple gesto: “En el gesto de índice y pulgar /
que ha invocado a mi amigo / estaban las tablillas del escriba, / los retratos
de Al Fayum, / la estructura de la casa romana, / el evangelio de San Marcos, /
el taller de Brueghel el Viejo, / el café, el tabaco, el vino y el té, / los
salones del Dieciocho, / el quinteto para cuerda de Schubert, / las terrazas de
los bares, los viajes, / la Bauhaus, París. Bob Dylan…”
Si quisiéramos parodiar un poema de
Llop, no podríamos hacerlo mejor que él lo hace, en “Civilización” y en tantos otros
poemas. “Memorias de un libertino”, un monólogo dramático incluido en La
dádiva, nos refiere cómo Dionisio Ridruejo, en los ojos de una prostituta
francesa, puede ver nada menos que “el Gran Siglo, / el esplendor de Versalles,
Stendhal / y Baudelaire, Austerlitz y todo el brillo / de la ciudad de París”.
Pero siguen teniendo su encanto, un encanto algo vintage,
estos poemas epigonales que muy a menudo homenajean ciudades y a los escritores
que pasaron por ellas. Hay un colorista intermezzo napolitano y un
“Poema inacabado” que vuelve al Burdeos al que ya dedicó un minucioso poema —apenas
hay lugar de la ciudad que dejé de nombrar— en el libro anterior, La vida
distinta.
Muchos de estos poemas podrían haber
sido anotaciones de diario: “Mi amiga estaba en el Jardin des Plantes /
filmando los orangutanes bajo la nieve / y al cruzar el Pont Royal ella señaló
/ a la izquierda y dijo: mira aquel árbol / sus frutas son cormoranes, se posan
/ en sus ramas y observan los siglos. / Me has regalado el título de mi libro,
contesté”. Tienen un aire un tanto deslavazado, no parecen estar hechos para
ser leídos con la atención que suele pedir el poema. Un ejemplo: “En una
librería que fue iglesia, / ahora ya sin culto, veo láminas del Vesubio sobre
el mar”. Si fue iglesia, ya no lo es, sobra por lo tanto el “ahora ya sin
culto”, lo mismo que el “sobre el mar” en las láminas del Vesubio, que suele
aparecer representado con la bahía de Nápoles en primer plano. Por eso la prosa
de Llop —la prosa se lee de otra manera menos exigente— puede a menudo
resultarnos más poética.
En “Ronda de noche”, el primero y
más extenso de los poemas que integran Cuarteto, asistimos a un desfile
de ilustres personajes por una Palma onírica. El poema, lleno de imágenes
sorprendentes, es un tour de force estilístico; admira al principio,
pero pocos lectores serán capaces de mantener la atención hasta el final. Mayor
interés tiene el “Glosario” en el que Llop aclara cada una de las alusiones y
que vale por sí mismo al margen del texto que pretende glosar.
José Carlos Llop ha sabido crear un
mundo —tan fascinante como a ratos agobiante, con algo de la turbiedad
melancólica de Patrick Modiano y de la modernidad art déco de Paul
Morand— que está en todo lo que escribe, sea ficción o crónica periodística.
Leemos las novelas de Llop con la sensación de que no leemos novelas, de que
leemos a Llop. Los mismo ocurre con El árbol de los cormoranes y con el
resto de los poemas de Mediterráneos, donde lo leído y lo vivido se
entremezclan de inextricable manera. El culturalismo, el enciclopedismo, el
europeísmo de Llop no son una manera de escribir, sino una manera de ser.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo lo dije, pero a mí también me hizo gracia ese "cuando él aún vivía".
ResponderEliminarConforta ver las múltiples formas de gesticular e impostar de los conformadores del canon. Los nuevos ilustrados, claro.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con la reseña. Yo también lo veo entre Modiano, Morand, Álvarez y -a veces- Pierre Loti. Mejor prosista que poeta. Es de esos escritores que o rechazas o crean adicción. Yo leo todo lo que publica. Aún no sé por qué
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