jueves, 9 de junio de 2022

Retórica y verdad

 

Un único corazón
Alejandro Duque Amusco
Pre-Textos. Valencia, 2022.

El marqués de Santillana definía a la poesía como “fermosa cobertura”. Pocos poetas contemporáneos estarían de acuerdo con esa definición. Alejandro Duque Amusco parece ser uno de ellos. Sus maestros más cercanos —Aleixandre, Cernuda, Brines—, a los que ha dedicado constante atención crítica, resultan fáciles de reconocer. Y en la nota preliminar subraya la importancia de la tradición: “Todos escribimos sobre la misma tablilla en la que otros escribieron antes; lo único distinto es la calidad del punzón que se utiliza, de modo que en unos el trazo es indeleble o difícil de borrar, y en otros se lo lleva el viento al primer soplo sin dejar ni rastro”. Una idea semejante ha expresado más de una vez Andrés Trapiello, otro poeta alérgico a experimentalismos.

            Comienza Un único corazón con una colección de idílicas estampas. “Sur”, que dan el tono del libro, escrito por lo general en melodiosos versículos que entremezclan heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos: “Has vuelto a este jardín con su silencio oscuro, únicamente roto por un fondo de mirlos que vuelan en los pinos. / Como un fanal de luz, bulle la tarde en oros apagados”.

Pocos poetas hoy en día se atreverían a hablar de “lo bello”, así en abstracto. “Lo bello hiere con su herida hermosa”, escribe Duque Amusco en “A una buganvilla en flor” (donde también se alude a “las manos enjoyadas del verano”); “Lo bello es la medida de lo eterno”, comienza el último poema. Pero de vez en cuando este mundo idílico se rompe es el caso de “Retrato de 1956”, con su anticlimático final y el libro adquiere otro carácter menos decorativo.

            Los poemas de “Servidumbre de amor” —la segunda sección del volumen— remiten a la tradición clásica y reescriben o glosan poemas de Propercio, Ovidio, Catulo. Algo tienen de aplicado, y a menudo brillante, ejercicio retórico. “A propósito de unos versos de John Donne” desarrolla unos versos a los que ya aludió Gil de Biedma en el más famoso de sus poemas de amor, “Pandémica y celeste”: “Para saber de amor, para aprenderle, / haber estado solo es necesario. / Y es necesario en cuatrocientas noches / —con cuatrocientos cuerpos diferentes— / haber hecho el amor. Que sus misterios, / como dijo el poeta, son del alma, / pero un cuerpo es el libro en que se leen”. Duque Amusco interpreta los versos de Donne de otra manera y habla de “una fría lectura de las almas” y termina con una contradictoria apelación: “dame tu cuerpo”, “deja los libros”, olvidando que en Donne, y así lo cita al comienzo de su poema, “los libros son los cuerpos donde las almas leen”.

            Abundan los poemas de homenaje, en unos casos a figuras de la historia literaria, en otros de carácter autobiográfico. Muchos poemas se han dedicado a la muerte de Cesare Pavese (entre ellos, uno particularmente memorable de Juan Luis Panero, poeta también muy cercano al modo de hacer de Duque Amusco); “Hotel Roma: Turín”, tan lleno de detalles precisos, puede competir con los mejores. Hay emoción, belleza y verdad en el poema dedicado a “A Jania”, una alumna prematuramente desaparecida, y asoma un atisbo de reproche —pero Duque Amusco no es un poeta que guste de la sátira— en el dedicado a Vicente Aleixandre, casi un ajuste de cuentas, no con el admirado maestro, sino con sus herederos: “El ‘miserable puño’ que profetizaste (de un codicioso y una avariciosa) cae sobre ti, como un escarnio, hacia tu obra pura que desprecian con el rencor de quienes no la entienden”.

            Es difícil resistirse al encanto algo vintage de la poesía de Duque Amusco, manifiesto en espléndidos poemas como “Postrimerías”, que podía haberse convertido en una tenebrista postal (habla de las Catacumbas de los Capuchinos en Palermo) o en esa velada crítica a los excesos nacionalistas —el poeta, andaluz trasplantado a Barcelona, respira por la herida— que es “Olivença”. El poema titulado “Este cuarto” insiste en la misma idea: “Otros recurrirán al ditirambo para hablar de su patria. / A mí me basta con hablar en voz baja con los libros que fueron míos mientras los leía”.

            Como “fermosa cobertura” de lo leído, lo vivido, lo soñado o fantaseado puede considerarse la poesía de Duque Amusco, pero a veces las palabras, el bello y retórico decir, se hacen carne de la carne del poema, dejan de ser un vistoso traje más o menos a medida. No siempre ocurre así, y la nota que cierra el libro comentando uno de los poemas nos permite ejemplificarlo. “Balada para dormir al soldado Rudi Sureck” está inspirada en una de las tumbas del Cementerio Alemán de Yuste, donde se han reunido los restos de soldados muertos en las dos guerras mundiales cuyos cuerpos se encontraron en España. Hay más emoción y más verdad en la escueta nota informativa (solo sobra el párrafo final) sobre el cementerio y el soldado, del que apenas sabemos nada, que en el enfático poema, en el que “al muchacho vigoroso y joven / que no llegó a cumplir los veinte años” (¿habrá muchachos viejos?) se le califica, lorquianamente, de “fuego dormido”, “arroyo quieto”, “topacio frío”, “roble abatido”. Pura retórica que vale menos que la escueta enunciación de lo poco que se sabe de ese soldado, uno entre tantos.   

           

2 comentarios:

  1. Alejandro Duque Amusco me envía las siguientes precisiones:
    "Te agradezco la atención que prestas siempre a mi poesía. Y más aún, por descubrir en esta ocasión una errata, de las que hacen daño, en el poema del soldado alemán: no debe decir “de un muchacho vigoroso y joven”, claro está, sino “de un muchacho vigoroso y noble”. Lo he comprobado. Lo copié mal. Gracias a tu atenta lectura se restablece el sentido del original. Ya se lo he hecho saber a los de Pre-Textos"
    Los elementos de la naturaleza que van apareciendo en esa Balada, de manera letánica a modo de estribillo, son símbolos de Alemania, de su cultura, de su historia o de su heráldica. El “roble” es el árbol alemán por excelencia y representa la inmortalidad, el “topacio” se extraía de las montañas de Sajonia (Alemania), lugar de nacimiento del soldado Surek, el “lirio azul” recoge el ideal romántico de Novalis, etc. Son elementos de un valor emblemático transparente. Y tomarlos por “lorquianos” es solo el resultado de un desenfoque.

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  2. El libro me ha gustado; lo considero un excelente poeta.

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