jueves, 30 de diciembre de 2010

Para niños de cualquier edad


Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Menéndez
Poesía para niños de 4 a 120 años
Antología de autores contemporáneos
La isla de Siltolá, Sevilla, 2010



La mejor poesía para niños no ha sido escrita expresamente para niños. Partiendo de ese presupuesto, Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Menéndez –los tres poetas, los tres autoantologados— han preparado una selección de poesía contemporánea para lectores de todas las edades.
“Nunca se es lo bastante grande para dejar de ser niño”, afirman al comienzo de un prólogo en que no faltan las frases brillantes y donde quizá sobra el voluntarismo optimista: “La poesía es un teléfono móvil que se recarga con los buenos sentimientos; en su agenda solo hay bellas impresiones y números mágicos para hablar, aquí y ahora, con el más allá del hombre y con el más acá del niño”.
La selección comienza con Pablo García Baena y termina con Tomás Rodríguez Reyes, un poeta que aún no ha cumplido treinta años. Los nombres conocidos alternan con los desconocidos, pero los poemas memorables los firman casi siempre los primeros. Para el lector habitual de poesía no hay, por lo tanto, descubrimientos, pero el que no frecuenta las antologías de poesía contemporánea puede encontrarse con más de un deslumbramiento.
Aquilino Duque, con sentido del ritmo y brillante palabra, evoca antiguos veranos y sabe encontrar la concisión emocional de la poesía popular: “Ojos que no son tus ojos / dime para qué los quiero”.
Del “Pozo oscuro de los sueños” nos habla Antonio Colinas con imaginería que viene de los cuentos tradicionales: “Amable duendecillo de los bosques, / remoto brujo, pájaro agorero, / hadas, amigos de mis horas dulces, / llevad lejos de mí este desamparo, / venid con vuestras pócimas y ungüentos, / cegad con varas mágicas el sol”.
De Miguel d’Ors se selecciona un clásico, su “Pequeño testamento”, una enumeración de maravillas cotidianas (con técnica próxima a la greguería: “los flamencos como claves de sol de la corriente, / las avispas, esos tigres condensados…) que concluye con la ironía final: “Todo para vosotros, hijos míos. / Suerte de haber tenido un padre rico”. También otros dos poemas familiares que trata de eludir el tópico y dejar intacta la emoción: “Los abuelos” y “Respuesta a mi hija Laura”.
Fernando Ortiz recrea viejos romances en “El colegio” y parafrasea a Antonio Machado: “En la calle hay una casa, / la casa tiene un balcón / y al balcón se asoma un niño / entre geranios en flor”.
Eloy Sánchez Rosillo se entretiene mirando las cambiantes nubes: “Ahora, mano entreabierta me pareces, / y ahora un hombre que abraza a una mujer. / Pero sigo observándote / y eres, de pronto, un perro, / un caballo que salta, / rosa, barco en la niebla, una paloma, / mapa de dónde, rostro / medio oculto de quién”.
Los tres poemas de Luis Alberto de Cuenca nos muestran su aspecto menos frívolo y se acercan a la oración y al himno: “Álzate, corazón, consumido de penas, / levántate, que sopla un viento de esperanza / por el mundo, llevándose con él tus inquietudes / y la costra de angustia que apaga tus latidos”.
Javier Salvago, que tuvo su momento en los ochenta y hoy está un tanto olvidado, constituirá una sorpresa para muchos. Pocas veces la maestría técnica está más cargada de emoción, más ajena al mero virtuosismo. Su sonetillo trisílabo “Evocación y elegía” puede competir sin riesgo con el justamente célebre en que Manuel Machado define al verano.
De los barcos “que llegan sigilosos al muelle” y que tienen “algo de símbolo y de fácil metáfora” nos habla Felipe Benítez Reyes, un poeta brillante siempre y casi siempre convincente.
Amalia Bautista sueña la casa de su infancia y acaricia los pies de sus hijas, en un poema al borde del fácil ternurismo: “Los tienen a estrenar. Y me conmueve / pensar en cada paso que aún no han dado”.
De los tres villancicos de José Mateos, destaca el primero: “Qué buen televisor / es mi ventana. / Me tiene aquí plantado / esta mañana”.
Juan Bonilla firma el más breve de estos poemas, casi un cuento con moraleja: “Un muñeco de nieve / está tomando el sol. / Ya se arrepentirá”.
“La cabalgata de Reyes”, con sus pequeños detalles exactos y su toque costumbrista, le sirve a José Luis Piquero para hablarnos del desconcierto de vivir: “¿Será esa sensación de que están todos / perdidos menos yo, de que van todos / en dirección contraria, lo que siente / también un niño al dejar de creer?”. Muy otro es el tono de “Figuras de madera en la clase de matemáticas”, un poema conceptual y plástico, uno de los más destacados de la antología.
La selección de Enrique García-Máiquez no le hace demasiada justicia, aunque se agradece el ingenio y el arte deliberadamente menor de “Mayo”.
No es enteramente una antología esta antología. Algo tiene de acumulativo centón. Y de confundir la poesía para niños con poemas sobre niños o sobre animales. Al niño de la poesía, tanto o más que la letra, le gusta la música. Y en la letra le gustan los coloristas disparates, los absurdos, los sustos. Nada menos de su gusto que las algodonosas nostalgias adultas de los días de infancia.
En Poesía para niños de 4 a 120 años hay efectivamente poesía para niños de todas las edades. Pero hay que encontrarla. Los complacientes antólogos –si se incluyen a sí mismos a qué amigo iban a dejar fuera— no nos facilitan demasiado el trabajo.

4 comentarios:

  1. Carlos dijo:

    Es Enrique García-Máiquez. MáIquez. Se comprende que al escribir García, el automatismo nos lleve al Márquez. Queda usted, pues, disculpado doblemente, por lo del automatismo, y por que Enrique, por un motivo que ha contado en más de una ocasión, siempre estará en deuda con usted.

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  2. Gracias, Carlos, por la corrección. Seguro que no es error, sino errata. Como si no fuera bastante la paronomasia con un Nobel, Google y el corrector automático de Word se ponen de su parte, encima, y me hacen el Macondo cada dos por tres.

    Aprovecho para agradecer a JLGM, entre otras cosas, su agradecimiento a "Mayo".

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  3. "Todos los niños deben leer los versos para seguir siendo niños. Y los adultos deben leer los poemas para ser, por un momento, niños." Un pelín autoritarios los antólogos, ¿no? Qué diferencia con la cita inicial de Juan Ramón Jiménez, cuyo contenido está dirigido obviamente a adultos, de una selección suya de poesía para niños.

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