martes, 1 de mayo de 2012

Andrés Trapiello: Pensar, sentir, decir

Andrés Trapiello
Segunda oscuridad
Pre-Textos. Valencia, 2012


No es Andrés Trapiello uno de esos autores que buscan sorprender y deslumbrar al lector con cosas nunca vistas en cada nueva obra. Todo lo contrario: hace alarde de escribir siempre “el mismo libro” (para decirlo con un título suyo), de seguir fielmente las tradiciones (otro de sus títulos). Y sin embargo cada nueva publicación suya, aunque lo leamos desde hace más de treinta años, nos produce un renovado asombro.
            ¿Cómo es posible escribir hoy de los lirios y las rosas, de las golondrinas y de las estrellas, de las cosas del campo, de los amores domésticos y no sonar a trasnochado, manoseado neorromanticismo? Desdeñar la originalidad puede ser, y en este caso lo es, una de las más seguras maneras de conseguir la originalidad.
            Segunda oscuridad toma su título de una cita de Antonio de Solís: “Íbase acercando la noche, que en tierra no conocida trae sobre los soldados segunda oscuridad”. La noche que se va acercando ahora al poeta es la de la muerte, definitiva oscuridad, a la que sin embargo se invita a formar parte de la vida. Aparece en el primer poema, “Mesa”, y en el último, “Niños en la calleja”, y ambos representan bien los dos contrapuestos modos de entender el poema que se entrecruzan en el libro.
El primero describe un objeto cotidiano, la mesa de trabajo, a la que se desaloja de los objetos habituales que la ocupan y se la llena de otros nuevos y sorprendentes (“vino también la muerte, celosa de tal orden, / y me sirvió de vaso: puse en ella una rosa”) para convertirla en símbolo del poema. 
“Niños en la calleja” es un poema narrativo y realista, casi costumbrista. Unos adultos que leen, al anochecer, en el jardín de su casa oyen la charla ingenua de unos niños y cómo disimulan el miedo ante una callejuela oscura. Los últimos versos, sin levantar la voz, nos hablan de otro miedo y otra senda oscura: “A la primera estrella fugaz que vea esta noche / le pediré eso mismo: alguien que al lado, / cuando llegue el momento de partir, / me asegure fingiendo que el camino / no puede darme miedo, y yo lo crea”.
            Quevedianamente la muerte camina de la mano del poeta en el segundo poema del libro, mientras que en el tercero –una borgiana y a la vez nada borgiana enumeración caótica– el poeta se convierte en traductor “de los cantos rodados del camino, / de los pájaros grises y sin nombre”, de toda la ignoraba belleza del mundo.
            Contra lo que pudiera parecer, Andrés Trapiello es poeta de pensamiento tanto como de sensaciones y emociones. Pero su filosofía gusta más de la imagen precisa que de la abstracción. “Madreselva” utiliza el perfume de unas flores recién cortadas y puestas en un vaso para hablarnos de la cueva platónica y de la metafísica flecha que no llega nunca a su destino y del amor, “que mueve el cielo y las estrellas”, otro de los grandes temas del libro.
Pocos poemas de amor podrán superar en intensidad y originalidad (es frecuente que este poeta tan aparentemente poco original haga lo que nadie más que él es capaz de hacer) a “El despertar”, que comienza con la prosaica descripción de una escena trivial y poco a poco va elevando el tono sin levantar la voz y al final nos explica la razón de sacar ese privado trozo de dicha “a plaza pública”. No menos ejemplar resulta “Los amantes”, con su lograda superposición temporal.
            No gusta de vaguedades ni de grandes palabras vacías Andrés Trapiello. Prefiere situar su meditación en lugares concretos, encarnar sus preocupaciones. Buena parte de la historia del siglo XX, y de sus calamidades, se resume en un grupo de ancianas, llegadas quién sabe de dónde, que toman el sol en el Retiro (“Las tres Gracias”) o en una oropéndola que con su “valsar extraño” señala el lugar en que descansan todavía ignorados muertos de la guerra civil (“Selgas”).
            Hay alacridad e ingenio en Segunda oscuridad (“Gorriones del Rastro”, los juegos metapoéticos) y ciertos ejercicios de tono menor (“Labores del campo”, entre neopopularista y juanramoniano, “Agropecuaria”, tan Antonio Machado), pero son más los poemas que llevan a la perfección una personal manera de entender la poesía. Es el caso de “Rama de cerezo en flor”, de “Una carretera”, de “Cielo estrellado”, de tantos otros. En ellos Andrés Trapiello no remeda a sus  maestros: se convierte en uno de ellos.
            Pocos escritores tan ambiciosos como este incansable diarista, articulista, novelista, ensayista y, antes que nada, como Unamuno, poeta. Hace años que se empeña por ocupar la primera fila en cualquier género literario. Su lema parece ser “más y mejor”. En poesía no parece que le tema a nadie, ni siquiera a Homero (“Aquiles en el pago de San Clemente”), ya que sus homenajes son algo más que homenajes: una buscada comparación. A veces sonreíamos ante algún romance de tan reconocible eco (“No sé qué son estos lirios / con su crepúsculo a cuestas”), pero más a menudo tenemos que volver a leer el poema (y lo seguiremos releyendo) porque no acabamos de creernos que alguien haya dicho con tanta precisión, verdad y belleza lo que hemos sentido borrosamente alguna vez y no hemos sido capaces de decir. Ni de sentir en su plenitud hasta ahora.  

21 comentarios:

  1. Gracias.¡No se quejará Trapiello esta vez de la Crítica!Muy interesante.

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  2. Cuánto ditirambo. Dios mío, da hasta miedo leer algo así.

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    1. Tampoco es para que se ofenda, señor anónimo. Si algo nos parece bueno tendremos derecho a decirlo ¿o no?

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  3. Da mucho miedo como bien dice, amigo anónimo. Conmigo se comportó también aterradoramente en Troppo Vero. Yo jamás planté petunias en San Antonio.

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    1. No falla. En cada sitio que se menciona a Trapiello sale usted salpicando su resentimiento. Me temo que no tiene cura. Mal asunto, amigo.

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    2. Estos comentarios no son, al parecer, de la persona que los firme. Me pide que los borre, pero como no sé hacerlo hago constar su indicación de que se trata de un "troll" (o como se diga).

      JLGM

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  4. Un poco polvoriento el libro, pero es bonito, decorativo. El Diario del A.T es como una sombra que lo va inundando todo, y esta "2º obscuridad" bien parece una poetización del Salón. Lo que más me ha llamado la atención del libro ha sido su reseña, JLGM, y que se haya vuelto a publicar el libro en Pre-textos (como el mejor libro de A.T: Acaso una verdad).
    NO puedo entender el comentario del último anónimo, a no ser que lo haya escrito el propio A.T o el ladino JLGM.
    Rodrigo.

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  5. Me gusta que me llamen "ladino" (seguro que tengo una gotas de sangre judía). Pero yo firmo siempre lo que escribo (ya hay bastantes confusos anónimos en internet). Polvoriento, bonito, decorativo... ¡Vaya elogios, amigo Rodrigo!

    JLGM

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  6. Sabía que te gustaría lo de ladino, pues es con cariño y eso se nota.
    Me he pasado con los adjetivos, aunque sean elogios para AT. Pido perdón por lo que tienen de injusto. El libro me ha gustado, de verdad, es un libro hermoso como una casa vieja. Al pobre seguro que le darán el Premio Nacional.
    Enhorabuena por el blog.
    R

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  7. No me ofendo. Solo... me he asustado un poco.

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  8. Qué difícil es el diálogo cuando todo el mundo se esconde. Al primer anónimo y al segundo anónimo habría que decirles que los textos hay que firmarlos (aunque sea con pseudónimo) para que se pueda dar la comunicación. ¿Cómo saber si no cuándo habla la misma persona y cuándo habla otra? Y que me disculpen ambos anónimos por la elemental lección.

    JLGM

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  9. Amigo José Luis,
    no he leído el libro, que aún no ha llegado a la Argentina, pero tu reseña, bien pensada, sentida y escrita, da ganas de hacerlo, lo mismo que los versos que citas (otra buena costumbre de tus comentarios: hacer oír la voz del propio poeta, para que el lector no se quede sólo con la palabra del crítico). En fin, gracias y felicitaciones.
    Un abrazo desde Córdoba de la Nueva Andalucía, Pablo.

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  10. Gracias a ti, amigo Anadón. Y a ver cuándo podemos volver a charlar personalmente de poesía.

    JLGM

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  11. Pues resulta, según me acabo de enterar, que el "amigo Rodrigo" que llama polvoriento al libro de Trapiello no es el amigo Rodrigo en el que yo pensaba (con bastantes dudas). Rodrigo Olay no tiene nada que ver con ese comentario.

    JLGM

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  12. Intervengo en este hilo solo para dejar claro, como acaba de hacer José Luis García Martín, que yo no soy el "Rodrigo" que ha escrito los dos comentarios anteriores. Acaso esté pecando de excesiva reserva (es evidente que no soy el único Rodrigo de España), pero me quedo más a gusto al precisarlo.
    Rodrigo Olay

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  13. Estimado José Luis, ¿sientes este libro de Trapiello diferente a sus otros poemarios? ¿Mejor? ¿O la mayoría de sus libros de poesía te gustan y sorprenden tanto como éste? Yo tengo la antología de Renacimiento (El volador de cometas) y encuentro algunos poemas de Trapiello me que me encantan y me conmueven inmensamente, inmensamente: Leyendo la Odisea, Rama desnuda y, sobre todo, El volador de cometas... Pero también varios otros que me abruman con tantos adjetivos (y pienso en la frase violenta de Huidobro: "El adjetivo, cuando no da vida, mata.") y me parecen afrancesados, hasta cursis... En fin, no es nada grave y, en el fondo, lo cursi, cuando es auténtico, tiene su atractivo, y creo que vale la pena recorrer los ripios de Trapiello para experimentar sus destellos de gracia. Pero igual me gustaría saber si sientes algo distinto, una fuerza distinta en este nuevo libro. En lo que llega a México o viajo a España.

    AFD

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  14. No he leído todavía el libro, pero por esta excelente reseña seguro merece ser leído.

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  15. Josep Maria Aguiló8 de mayo de 2012, 11:45

    Me alegra mucho la valoración que hace del último libro de Andrés Trapiello. Les empecé a leer a ambos casi al mismo tiempo, hará ya unos veinte años, y desde entonces han sido los dos como esos amigos inesperados que uno tiene la fortuna de poder encontrar a lo largo del camino de la literatura y la vida. Muchas gracias de parte de un "trapiellano" y un "garcíamartiniano" incondicional.

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  16. Amigo AFD, distinto, distinto, no puede ser el nuevo libro de Trapiello (en ese caso, sé trataría más de un funambulista que de un poeta verdadero). Y también ahora pueden sobrar algunos poemas (para mi gusto los más cercanos al Juan Ramón modernistas), pero qué importa eso. Son bastantes más los que enriquecen el mundo. No le defraudará.

    JLGM

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  17. Me ha gustado bastante este libro de poemas, la poesía de Trapiello es lo que es, si buscamos imágenes novedosas o espectáculares vayamos a otra parte, pero si aceptamos su peculiar anacronía, te llega a cutivar. Yo disfrutaba mucho de su diarías, ahora también de su poesía. Un detalle, me encanta que en un libro tan pequeño cite tantas variantes de árbiles y plantas. Aunque no lo proclama es evidente que Trapiello es apasionado de la naturaleza.

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  18. Muy interesante el coloquio.

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