martes, 11 de septiembre de 2012

José Ángel Mañas: La crítica asnal


José Ángel Mañas
La literatura explicada a los asnos
Manual urgente para jóvenes y no tan jóvenes
Ariel. Barcelona, 2012


¿Es La literatura explicada a los asnos una obra humorística, una parodia de los manuales de literatura? Así parece indicarlo el título, y también ciertas erratas que podrían considerarse intencionadas (el narrador asturiano Ricardo Menéndez Salmón, se convierte en Menéndez Salmerón) unidas a los abundantes lapsus: se afirma que para Todorov “lo maravilloso es la oscilación entre lo real y lo sobrenatural” (p. 60), entendiendo al revés la distinción que el semiólogo búlgaro establece entre lo maravilloso y lo fantástico; a Góngora se le alude como “el avispado sevillano” (p. 78); Feijoo (nacido en el siglo XVII) se incluye entre los autores que son mayores que Larra, nacido en el XIX,  “por pocos años” (p. 206); el término “modernismo” se emplea casi siempre como sinónimo de “vanguardismo” y no con el sentido que tiene en la historia de la literatura española.
            Humorística resulta también la manera de recomendar “un puñado de buenas lecturas” al final de cada página. No se toma el trabajo de indicar siquiera el autor, con lo que el lector se encuentra con las siguientes recomendaciones, por citar solo algunos pintorescos ejemplos: El Parnaso español, Sobre la delicadeza de gusto y pasión, Cinco años de cama, Mis cien mejores artículos. ¿No había otra manera más explícita de referirse a la poesía de Quevedo que mencionar el título de la primera recopilación póstuma de sus poemas? ¿Y esos Mis cien mejores artículos son los de Jaime Capmany, González-Ruano o los de algún otro? Con los Cinco años de cama sin duda se alude a Cinco años en cama, uno de los libros de Roger Wolfe. Parece que a José Ángel Mañas no le han contado aquella historieta de la señora que va a una librería y pregunta por un libro del que no recuerda el autor, pero sí el título: Antología.
            ¿Un libro humorístico? Eso parece indicarlo que, a continuación del epígrafe “El teatro congelado de la posguerra: Historia de una escalera (1949), de Buero Vallejo”, se incluya un fragmento de esa obra sin ningún comentario. Es recurso frecuente. Sin cambio de tipografía, a veces indicando en nota que se trata de un texto de otro autor y a veces no, con frecuencia se incluye un texto ajeno, no como ejemplificación de un capítulo del libro, sino sustituyéndolo. En el apartado que dedica a la poesía, tras el título “El romanticismo de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)”, se reproduce una de sus rimas y luego inmediatamente, sin ninguna explicación de ese “romanticismo”, encontramos otro epígrafe “Antonio Machado (1875-1039”. De Antonio Machado sí se nos dice algo, aunque no sabemos si habría sido mejor que se limitara a reproducir uno de sus poemas. De esta peculiar manera comienza la explicación de la poesía machadiana: “Prácticamente cada mañana, nada más levantarme, lo primero que hago es calzarme unas zapatillas y salir a correr una decena de kilómetros por el campo que me rodea. El paisaje, yermo, típicamente mesetario, palidece allí donde el invierno lo cubre con escarcha; verdea tímidamente en la primavera cuando florecen el jaramago, el diente de león, las malvas, los retamares, las zanahorias salvajes, y se agosta en verano, antes de que, al llegar el otoño, se inicie de nuevo el ciclo. Todo en medio de un sin fin de encinas, con el espinazo de Guadarrama y Gredos al fondo. A cualquier español que contemple ese paraje le resulta imposible no pensar en Machado”. O en Unamuno, añadiría yo. Aunque las “zanahorias salvajes” le harán pensar a Mañas quizá en Mortalelo y Filemón (en contarnos el comienzo de El sulfato atómico, una de sus aventuras, ocupa todo el espacio que este manual dedica al cómic).
            Apenas hay página que no sorprenda con algún disparate, que no provoque nuestra sonrisa o nuestra perplejidad. A Mañas el “celebrado detallismo” de Azorín, su doloroso sentir, su profunda tristeza, su preocupación por España y la política –enumera todos esos elementos– le “importan en realidad un pimiento” (p. 211). Del Quijote nos dice que nunca le ha gustado “esa adoración casi mística que se le tributa”. ¿Por qué?, se pregunta él mismo. Y nos da esta respuesta, que no precisa de comentarios: “Pues en primer lugar a causa de su extensión y su dificultad. Son, entre la primera y la segunda parte, más de mil páginas de lectura a veces obligada en la escuela. Pese a ello, estoy convencido de que uno puede viajar por toda la Península para preguntar pueblo por pueblo quién ha leído el Quijote de principio a fin, y si la gente es sincera, las manos que se levantarán no serán muchas”. A Galdós, nos dirá un poco más adelante, “la realidad le importaba poco”.
¿Es necesario citar más perlas? “Para entender a Teresa lo único que hace falta es quedarse un rato mirando una noche estrellada, a ser posible desde algún refugio aislado en lo alto de la sierra de Gredos. En cambio, para entender a Juan hace falta un manual completo”.  Teresa es Santa Teresa y Juan, por supuesto, San Juan de la Cruz, un autor del que “lo que más le molesta”, además de su aspecto “hermético, críptico, casi gongorino”, son sus “muchas referencias a una cultura religiosa de la que desafortunadamente carezco”, como si el buen fraile tuviera la culpa de las carencias culturales del autor de este pintoresco manual.
Un manual que, contra lo que pudiera parecer, no es un libro deliberadamente humorístico. Toda la comicidad que en él encontramos resulta involuntaria. En el prólogo nos cuenta que se trata de una obra de encargo. Un editor (“de la nueva generación de directivos. Con una visión mucho más comercial del negocio que sus mayores. Hablando en plata: no tenía demasiada idea de literatura”), el editor de Ariel, le solicita que escriba un libro de divulgación literaria: “Tienes el perfil idóneo para enganchar a la gente joven”. Solo le impone dos condiciones: que lo estructure por géneros y que “le dé un repaso” a los clásicos españoles.
José Ángel Mañas, un buen profesional, se toma el encargo con seriedad. Aunque no cita más obras de referencia que algún diccionario (especialmente el Diccionario del español actual de Manuel Seco), pone todo su leal saber y entender en este compendio que pretende demostrar que la literatura “no es aburrida”. Y muestra condiciones de eficaz narrador en algún pasaje autobiográfico. Y una espontaneidad y una, a ratos, perspicacia intuitivas nada desdeñables. Después de elogiar como se merecen los diarios de Andrés Trapiello, escribe: “Quizá lo que más chirríe sea el tono. No me acaba de convencer esa falsa modestia, esa sensación de que va de pobre por la vida con el uno por delante: ‘uno, que es tan poco en esta vida’. Va de humilde, de barojiano, cuando, a poco que uno rasca, se le nota que tiene un ego de aquí a China”.
Si José Ángel Mañas se hubiera limitado a hablar de sus novelas y de sus lecturas, habría escrito un libro posiblemente de tanto interés sociológico como sus exitosas Historias del Kronen. Al aceptar el encargo de un editor “sin demasiada idea de literatura” (quizá también sin demasiada idea del negocio) y ponerse a redactar un manual de historia literaria, algo muy al margen de sus intereses y capacidades, ha conseguido una obra poco recomendable como obra de divulgación, aunque no deja de tener su mérito como muestra de humor involuntario. Los alumnos no aprenderán nada con ella, pero los profesores se reirán bastante.

4 comentarios:

  1. No conozco el libro. Pero con el título debería bastar. Quien se sienta interpelado por él, adelante. A mí me parece una muestra de ridícula vanidad por parte del autor.

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  2. ¿De quién es la foto de la portada? ¿De Platero? ¿Del asno de Sancho Panza? ¿De la burra de Balaam? ¿Del propio Mañas? ¿De su editor? Por favor, que lo aclaren...

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  3. Yo, y espero que no se ofenda el tierno animal de la portada, me inclinaría por el editor.

    JLGM

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  4. Hola:

    Querría hacerle una pregunta no relacionada con su última entrada. Tal vez haya un mejor espacio para ello, pero no lo encuentro. En todo caso, mis disculpas por adelantado.

    Estoy buscando una antología de la poesía de la Guerra Civil. Hasta ahora, me he decidido por dos pero me gustaría elegir finalmente una. ¿Podría ayudarme? Una es la de Jorge Urrutia y la otra de Akal.

    Mil gracias.

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