martes, 15 de enero de 2013

Jorge de Sena, poesía y desmesura

Jorge de Sena
Serena ciencia (Antología poética)
Prólogo, selección y traducción de Martín López-Vega
Pre-Textos. Valencia, 2012


Jorge de Sena vivió siempre con la convicción de que era un hombre demasiado grande para un país demasiado pequeño. Y era, en verdad, un hombre extraordinario, capaz de destacar en cualquier género literario y en la más minuciosa erudición universitaria.  Nacido en Lisboa en 1919, ingresa en la Escuela Naval, que abandona –tras un incidente todavía no aclarado– después de recorrer en el navío escuela Sagres medio mundo. Estudia luego ingeniería y compatibiliza sus trabajos de ingeniero con la literatura hasta que en 1959 decide trasladarse al Brasil, donde se doctora, es profesor universitario y más tarde, ya en los Estados Unidos, director del Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Santa Bárbara. Allí muere imprevistamente en 1978. Todo su empeño estaba puesto en obtener el premio Nobel de literatura; se creía con derecho a ser el primer escritor de lengua portuguesa al que se concediera ese galardón. El último artículo que escribió –se publicó unos días después de su muerte– llevaba el título de “Aleixandre o el Premio Nobel a los insignificantes”; no comprendía que en 1977 los académicos suecos hubieran optado por Aleixandre, solo poeta, y no por él, poeta e infinitas cosas más.
            El ego desmesurado de Jorge de Sena se plasmó, como no podía ser de otra manera, en una obra también desmesurada. Escribió mucho, publicó todo lo que pudo, y su viuda, Mécia de Sena, se encargó de publicar cuidadosamente todo lo que había dejado inédito, incluido el epistolario y virulentos ataques a sus contemporáneos que no le dejan en buen lugar.
            Jorge de Sena aspiró a jugar en Portugal el papel que Unamuno había jugado en la España de su tiempo, a ser el maestro reconocido por todos y a la vez el jefe de la oposición intelectual. No pudo conseguirlo y siempre vivió con la sensación de que no era suficientemente reconocido y admirado.
            Esa megalomanía, que a veces adquiere tintes casi patológicos, no debe hacernos olvidar que su talento y su capacidad de trabajo eran realmente excepcionales. Tradujo al portugués dos nutridas antologías de la mejor poesía del mundo, hizo aportaciones fundamentales a los estudios pessoanos y camonianos (solo Pessoa y Camoens le parecían de su talla en Portugal), conocía como pocos la literatura española del Siglo de Oro, y entre centenares de poemas (era un autor prolífico incapaz, como Unamuno, de descartar nada que saliera de su pluma) nos dejó dos o tres docenas verdaderamente excepcionales.
            Una muestra de ellos nos la ofrece Martín López-Vega con el título, quizá no demasiado adecuado, de Serena ciencia. Jorge de Sena ha contado siempre con la admiración de un puñado de poetas españoles, en los que ha influido en mayor o menor medida, pero las traducciones de su poesía no son demasiado abundantes, quizá por lo fácil –engañosamente fácil– que resulta el original para el lector español.
            En la breve antología de Martín López-Vega, que cuenta con un prólogo que oscila entre lo ensayístico y lo académico, no están todos los grandes poemas de Jorge de Sena, pero sí muchos de los fundamentales como “Cabecita romana de Milreu” (ya traducido por Víctor Botas en Segunda mano) o “En Creta, con el Minotauro”.
            Jorge de Sena quiso abrir puertas y ventanas en la poesía portuguesa de su tiempo, huir de “la abstracción, lo inconcreto, la imposibilidad mental de escribir referencialmente en relación a lo que sea”. La suya está lo más lejos posible de la poesía pura. Por eso fue acusada de ensayística, prosaica, incluso de banal y de pornográfica. Él estaba en contra de que la poesía fuera “cosa delicada y para delicados”; no consideraba negativo “escribir dura y directamente, utilizando términos groseros”, no creía que el insulto “fuera un privilegio de las agresiones hechas por la crítica”.
            Extendió las fronteras de la poesía de lengua portuguesa, pero su mejor poesía no está en los extremos, nada tiene que ver con los agresivos epigramas de los que López-Vega nos ofrece una muestra en el prólogo.
            Su mejor poesía se encuentra en Metamorfosis, de 1963, donde las obras de arte son el punto de partida de unos poemas reflexivos e intensos que nada tienen de parnasiano; está en Arte de música, de 1968, o en Peregrinatio ad loca infecta, del año siguiente, aunque en este libro, auténtico cuaderno de viaje, se entremezclen con alguna que otra banal anotación turística.
            Martín López-Vega selecciona sus poemas de los tres tomos canónicos de la poesía de Jorge de Sena, preparados por él mismo, y de los dos tomos póstumos que reúnen los textos que fueron quedando fuera de cada libro. Uno de estos últimos se refiere a la diferencia “entre los estudiosos y los poetas”; los primeros “no han leído nada a pesar de haberlo leído todo” mientras que los segundos son “capaces de leerlo todo sin haber leído nada”, aunque –terminaba irónicamente– “hay poetas que abusan del analfabetismo / y desacreditan a la gaya scienza”.
            El poeta Jorge de Sena no abusó del analfabetismo, sino todo lo contrario. Como creador y como estudioso quiso “serlo todo de todas las maneras”. Y lo fue quizá en demasía. Esta breve antología nos abre el apetito para adentrarnos en la selva inabarcable de una poesía en la que los cascotes abundan casi tanto como las obras maestras.

4 comentarios:

  1. «Oid» -dixo-, «infant, un poco de sermón,
    por que podedes más valer toda sazón».
    Respuso el infant, -nunca viestes mejor-:
    «yo so tu escolar, tú eres mi doctor;
    espero tu consejo como del Salvador,
    aprendrél que dixierdes müy de buen amor»./// Del libro de Alexandre, que talvez fuera de Berceo.

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  2. El comentario está bien, pero si nos pusiera algún poema del libro, podríamos juzgar por nosotros mismos. Es (mutatis mutandis) como la "cata y cala" de los jamones, o de los melones, o de los vinos. El lector prueba una pizquita y, si le agrada, pues entonces ya compra el libro para degustarlo entero.

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  3. Lo mejor para esa "cala y cata" es pasarse por la librería y hojear el libro. Es lo que conviene hacer antes de decidirse a comprar.
    Pero también se pueden buscar poemas de Jorge de Sena en internet; incluso aparece él recitando algún poema.

    JLGM

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  4. Ya le dije yo eso mismo, en otra ocasión, a la amiga del "zumo". Leer poemas o versos de un libro o de un autor, nuevos o antiguos, sólo supone el mínimo trabajo de buscarlos; y ahora con internet, como señala JLGM, es todavía más fácil. Pero las opiniones de un crítico inteligente e informado son del todo personales, sólo puede darlas él. Siga JLGM haciendo lo que tan bien hace, y estimulando con ello no sólo nuestro apetito, sino nuestro pensamiento. Aunque sea para disentir; que eso también enseña.

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