lunes, 25 de febrero de 2013

Carlos Marzal: Exceso de equipaje



Carlos Marzal
La arquitectura del aire
Tusquets. Barcelona, 2013


Hay tres géneros literarios que tientan especialmente a los aficionados: el microrrelato, el haiku y el aforismo. Y ello es debido a su aparente facilidad: una vez aprendida la técnica, una vez cogido el truco, dan la impresión de que se escriben solos. No parecen exigir esfuerzo alguno: simplemente ocurren. Son eso, ocurrencias, y a veces simples ocurrencias.
            Pero en ocasiones resultan ser todo lo contrario: pequeñas obras maestras. Con ellos sucede algo que pasa con ningún otro género literario. Si en un taller de escritura, o en una clase de bachillerato, ponemos como ejercicio escribir un cuento, un soneto o ensayo de tema libre, no es probable que ningún trabajo de los alumnos pueda incluirse en una antología del género. Si el ejercicio consiste en escribir microrrelatos, haikus o aforismos es relativamente fácil encontrar alguno que no desentone demasiado en una selección de los maestros del género. Lo que “El burro flautista” de Iriarte escribe por casualidad es siempre un microrrelato, un haiku o un aforismo.
            Cuanto más breve es la obra literaria más ha de poner en ella el lector, y por ello mismo más fácil resulta dar gato por liebre.
            Obviamente, estos géneros de moda no solo tientan a los aficionados. Pocos escritores son hoy en día inmunes a su capacidad de seducción. Carlos Marzal lleva tiempo divulgando sus aforismos en las redes sociales (Twitter se presta especialmente a ello) y ahora finalmente ha decidido coleccionarlos en un nutrido volumen de poético título, La arquitectura del aire.
            No añade ningún prólogo aclaratorio de su concepción del género, pero ya la expuso en “El aforismo como escritura poética”, uno de los capítulos de Los otros de uno mismo (Universidad de Valladolid). La escritura aforística y la escritura poética tendrían en común “la búsqueda de la intensidad en el lenguaje”; ambos tipos de escritura buscarían “aquilatar el lenguaje, comprimirlo, alquitararlo, para conducirlo hasta el extremo del decir, hasta el final de la significación”.
            Sentenciosidad y brevedad son las dos características esenciales del aforismo para Marzal. Por eso deja fuera las greguerías y el fragmento más o menos filosófico o poético.
            No lo considera, por otra parte, marginal en su dedicación literaria. “El aforismo es una de las maneras habituales en que trabaja mi mente”, escribe. Y añade: “Pienso en aforismos, la mayor parte de las veces. Creo que el mecanismo que rige mi cabeza es de naturaleza sentenciosa: obra por máximas; es decir, por destellos, por enunciados que tienden a contener una idea completa, cerrada en sí misma, autosuficiente”.
            Un buen libro de aforismos es siempre una antología de aforismos: la labor de selección es tan importante como la de escritura. Cuando escribir aforismos es un ejercicio habitual y cotidiano –“facilidad, mala novia”–, se corre el riesgo de incurrir en el mecanicismo.
            Carlos Marzal da la impresión de que no le teme a ese riesgo y de que prefiere que los resultados de su habitual “pensar en aforismos” los seleccione el lector. O incluso los corrija.
“A veces soy más distinto de mí a mí mismo que de mí a ti”, escribe. Y el lector enseguida desenreda las dos frases que se han cruzado en esa afirmación un tanto rechinante: “A veces soy más distinto de mí que de ti”, “A veces hay más distancia de mí a mí mismo que de mí a ti”. Otro descuido sintáctico: “En los tiempos que corren es cualquier tiempo, porque al tiempo lo que le gusta es correr”. No: “en los tiempos que corren” es este tiempo, el tiempo actual (de ahí la preposición “en”), independientemente de que todos los tiempos corran o no.
            En ocasiones los aforismos de Marzal son variaciones sobre una idea, se completan o se desmienten sucesivamente: “El placer de renunciar”, “El placer de renunciar al placer”, “El placer absurdo de renunciar al placer”, “El placer absurdo de renunciar al placer del absurdo”, “No existen los placeres absurdos”. Otro ejemplo de fácil juego de palabras: “El aforismo es el ecosistema de mis paradojas”, “El aforismo es el eco y el sistema de mis paradojas”.
            De vez en cuando se le escapa a Marzal una reiterada obviedad: “La impuntualidad es el desprecio del tiempo ajeno”. O una paradoja ya convertida en tópico, y que unas veces ha sido atribuida a Oscar Wilde y otras a Jean Cocteau: “Sé profundo: detente en la piel”. Incluso se deja tentar por las explícitamente rechazadas greguerías: “La esmeralda del musgo es el traje de gala de la sombra”.
            Carlos Marzal, como editor de sus ocurrencias aforísticas, ha sido demasiado condescendiente consigo mismo, ha dejado la labor de criba, y a veces de corrección sintáctica, al lector. No quiere decir esto que La arquitectura del aire sea un libro desdeñable o solo aprovechable como material de trabajo en un taller literario (abunda en fórmulas que se pueden desarrollar casi indefinidamente: “La escritura de la felicidad es la propia felicidad de la escritura”). De los mil trescientos aforismos que incluye sobran, sin duda, unos cuantos, quizá mil. Pero quedan trescientos, que no son pocos. Ningún gran aforista ha escrito muchos más. Y tampoco parece probable que una vida, cualquier vida, dé para más memorables átomos de sabiduría. Trescientos verdaderos aforismos ya es un milagro. Carlos Marzal no ha querido publicarlos exentos. Ha preferido dejar al lector el placer, y la sorpresa, de encontrarlos entre la broza.

3 comentarios:

  1. Ocurrencias porque ocurren... Claro, la misma palabra lo dice.

    Carlos Castilla del Pino los llamaba aflorismos (porque afloran, precisaba). No los publicó en vida y se han editado póstumamente.

    A mí me gustan los "declives" de S. de Marco en declives.blogspot.com.

    En el de Andrés Trapiello viene hoy un aforismo de JRJ: "Olvidar es vencer".

    También hoy, en la cafetería, he leído (a propósito del caso Bárcenas) el aforismo de El Mundo, ése que ponen arriba del todo (creo que es anónimo: un refrán judío): "Con la mentira puede irse lejos, pero sin esperanza de volver".

    Saludos a la peña.

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  2. Estoy completamente de acuerdo con usted. Más que leer los aforismos de este libro, me he visto rehaciéndolos, simplificando algunos e incluso puntuando otros. Que esto se haya publicado así en facebook y twitter, puede que tenga pase, pero en un libro... GGR

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  3. Hola, José Luis:
    No he leído aún los aforismos de Carlos Marzal, estoy descubriendo su poesía. En concreto, el libro "Ánima mía", me está deslumbrando. No sé qué opinarás...

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