martes, 11 de junio de 2013

Blas de Otero, poesía e historia


Blas de Otero
Obra completa (1935-1977)
Edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona, 2013

No deja de resultar sorprendente que un poeta tan reconocido y admirado como Blas de Otero, un poeta que muy pronto adquirió la condición de clásico contemporáneo (algo tuvo que ver con ello una resonante lección inaugural de Emilio Alarcos), dejara tanta obra inédita. Solo en 2012 –habían pasado ya treinta años largos desde su muerte– se publicó el más extenso y, para muchos, el mejor de sus libros, Hojas de Madrid con La galerna, y no se agotaba con ese título final y magistral el arca de los inéditos, como tendrán ocasión de comprobar quienes se acerquen a su recién aparecida Obra completa.
            Una Obra completa que, afortunadamente, no es completa ni tampoco una edición crítica. Sabina de la Cruz y Mario Hernández, editores y prologuistas, se han resistido a los malos usos de las habituales ediciones académicas y nos ofrecen un volumen ejemplar, lo más cercano posible a las intenciones del autor, lo más respetuoso posible con el lector de poesía.
            Una Obra completa no debe incluir todo lo que escribió el autor, lo hiciera o no con intención literaria, se tratara de borradores o de textos acabados, sino solo aquello que dio o habría dado –la seguridad nunca es total– por válido. Los actuales editores de Fernando Pessoa tienen mucho que aprender de Sabina de la Cruz y de Mario Hernández.
            Cierto que en un poeta tan exigente, y que comenzó a publicar relativamente tarde, hay muchos poemas de interés que quedaron fuera de sus libros. Una selección de ellos se nos ofrece al final como “Complemento”. Habría sido un error colocarlos en el lugar cronológico correspondiente, algo habitual en los estudiosos que carecen de sensibilidad literaria y de respeto por las intenciones del autor.
            Lo que habitualmente se entiende por una edición crítica suele ser la peor de las ediciones posibles: aquella en la que un aplicado doctorando nos informa a pie de página de las erratas de ediciones anteriores, de las variantes que encuentra en borradores, para amontonar luego toda la información que logra acarrear de diccionarios y enciclopedias. El resultado es un poema sepultado por erudiciones varias, y a menudo impertinentes, del que resulta imposible hacer una lectura estética.
            La nota a la edición nos aclara cuanto es necesario saber sobre la intervención de los editores, siempre razonada y respetuosa. Los poemas se ofrecen luego limpios en la página para que se defiendan solos ante el lector.
            ¿Los poemas? Sí, esta Obra completa es, fundamentalmente, unas poesías completas. Aparte de sus poemas, Blas de Otero escribió muy pocas cosas y algunas de ellas –como unas conferencias pro pane lucrando–  no figuran aquí porque él no habría querido que figuraran. Cierto que también negó que Historias fingidas y verdaderas –ahora complementadas con Nuevas historias fingidas y verdaderas– fuera una colección de poemas en prosa. Pero lo sean o no lo sean, no desentonan junto a sus poemas: tienen la misma tensión, brevedad, intensidad. Prueba de ello la encontramos en “El espectro de Neruda”, un texto en prosa que forma parte del libro inédito Poesía e historia, aunque no encaja en su cronología, pero que igualmente podría formar parte de las Nuevas historias fingidas y verdaderas.
            Algo similar podría decirse de la Historia (casi) de mi vida, otra de las sorpresas del volumen, una magistral autobiografía escrita con las idas y venidas, con la mezcla de tiempos y lugares, de tantos poemas autobiográficos.
            Blas de Otero, el poeta más admirado de la posguerra española, pasó a su muerte, como suele ser habitual, un tiempo de purgatorio. El rechazo de la poesía social afectó a una parte de su obra.
            Y sigue afectándola, aunque mínimamente. Hay un Blas de Otero propagandista de los logros del socialismo real, panfletario y doctrinario. Es el Blas de Otero de “Entrada al comunismo”, con versos como “Entonces Lenin anunció / el primer plan quinquenal de la economía socialista” o “Una tercera parte de la humanidad / construye el socialismo”.
            Pero incluso en la etapa más comprometida con la directrices del Partido (así, con mayúsculas), la etapa que se inicia con Pido la paz y la palabra y sigue con En castellano, Que trata de España y el inédito Poesía e historia, el poeta puede al ideólogo y al propagandista, y los poemas se llenan de juegos de palabras, de referencias literarias, de segundas y terceras intenciones, de intensidad y magia.
            Los años le fueron añadiendo a Blas de Otero sabiduría y humor. Al melodramático poeta inicial, que ahuecaba un poco la voz, al cantor de los logros de China, la Unión Soviética o Cuba, les sucedió un maestro que gustaba de disimular su maestría, que parecía dejar que los poemas se hicieran solos, que citaba una y otra vez a su Machado y a su Rubén, a su Cervantes y a su Fray Luis, que hacía lo que quería con el soneto y con cualquier estrofa, con el verso y con la prosa.
            El mejor Blas de Otero es el de los últimos años en Madrid, el que vuelve derrotado y apaleado, aunque siguiera hasta el fin fiel a sus ideas, de sus andanzas por los países comunistas, como un don Quijote que tardíamente recobra la cordura. Pero en todos sus libros hay motivos de asombro y maravilla.
            Completan esta Obra completa unas pocas traducciones indirectas –una curiosidad, la traducción no formaba parte del trabajo de Blas de Otero–  y una serie de entrevistas que nos permiten seguir su evolución a lo largo de los años; en ellas nos habla de su vida y de su obra, defiende la poesía social, se nos muestra como un hombre de su tiempo.
            Un hombre de su tiempo fue Blas de Otero, con sus errores y sus aciertos, y un poeta de cualquier tiempo. Esta ejemplar edición de su Obra completa nos lo muestra por fin en toda su plural grandeza. “¿Dónde está Blas de Otero?”, se preguntaba a sí mismo en un poema famoso. Está, por fin, donde debe estar, junto a los clásicos que tenía siempre en la punta de la lengua. Y con la inmensa mayoría, como siempre quiso estar.

            

20 comentarios:

  1. Uno de los comentarios tuyos que más me ha gustado leer últimamente. Tanto por Blas de Otero como por el comentario que le dedicas. Habrá que hacerse con el libro. Adolfo González.

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  2. Muy interesante el comentario, y muy de acuerdo con lo que debe ser una edición dirigida a lectores de poesía, no a eruditos o investigadores, que es otra cosa. Podría discutirse quizá el título de "Obra completa", que según eso no responde del todo a la realidad. Cabe recordar lo que Borges cuenta por alguna parte; que, con motivo de la primera (creo) edición de la suya, y dado que él mismo había excluido algunas de sus primeras cosas, no se mostraba de acuerdo con ese mismo título de "Obra completa", puesto que de hecho no lo era. Y, dado el interés comercial de la editora por ese título, terminó aceptando, como una especie de transacción, el de "Obras completas", en plural, ya que, según explicaba, todas las obras incluidas figuraban efectivamente completas, aunque no fueran todas las que él había publicado.

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  3. Pues yo creo que una edición completa no es la que reúne todo lo que un autor ha escrito, ni siquiera publicado, sino todo aquello que considera válido.

    JLGM

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  4. Interesante punto de vista, según el cual unas "Obras completas" de Virgilio debieran excluir la Eneida, o las de Kafka limitarse muchísimo o, más probablemente, no existir. Pero, dejando casos extremos, no acabo yo de ver clara, según esto, y particularmente en el caso de la poesía, la diferencia entre una "edición completa" y una antología de autor suficientemente amplia. Eso, aparte de que no siempre es fácil (y, a medida que nos alejamos en el tiempo -piénsese en los clásicos-, con más razón) conocer esa voluntad del autor. Que, por otra parte, no es necesariamente el mejor juez de su propio trabajo; como ya señalara Gabriel Ferrater, Manuel Machado no mostró tener demasiada idea de dónde estaba realmente el valor del suyo. No digo esto para descalificar la idea de JLGM, que me parece muy a tener en cuenta, y seguramente el primer criterio a considerar, al menos en los autores modernos. Pero sí pienso que las cosas son, con bastante frecuencia, un poco más complicadas.

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    1. Las excepciones confirman la regla, ya se sabe.

      JLGM

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  5. Blas de Otero, coloso humanista.11 de junio de 2013, 21:13

    ¿Dónde está hoy la poesía social en la era del vacío y la ética indolora, la poesía no sirve, en cambio, a los marginados, los débiles, los gordos,
    los parados de larga duración, los idealistas del mayo del 68, los de los desahucios, a los indignados, a los jóvenes que sólo han conocido la democracia,los deprimidos, los subnormales,a los lentos, los emigrantes, los presos, los que no saben hacer su declaración de la renta ni conocen los entresijos del Código Penal, las madres de familia numerosa y las madres solteras, los habitantes del Tercer Mundo, los dolientes, los moribundos ?

    El comunismo en España se vivió como alternativa generacional progre al Franquismo dictatorial imperante, muchos comunistas lo eran por llevar la contraria a su familia autoritaria de origen, otros, habían visto efectivamente torturas, desapariciones, exilio y muerte. El comunismo en España, de raíces católicas cristianas, aparecía como una especie de Evangelio radical y ateo abierto al horizonte de la transformación social, la creación de hombres y mujeres nuevos, más nobles, la justicia y la utopía del bienestar igualitario, etc Muy pocos comunistas creían que en la Unión Soviética la falta de libertad era total, el control, férreo, había torturas y campos de la muerte, vidas arruinadas por la falta de perspectivas y el aburrimiento de las consignas omnipresentes, etc

    Usted que ahora es un triunfador, podrá presumir también de aquel pecadillo de juventud, pero la verdad es que era una ideología sana, cristianoide, progresista, joven, idealista, social y comunitarista, de un " nosotros " que falta totalmente en la poesía de hoy, en la era del vacío, no sé ni Zen. La poesía también tiene que hablar de un " nosotros ", de lo que pasa, de los problemas de la gente, de sus angustias y dolores, de las ilusiones colectivas, de las raíces, del amor por ideales, ¿ no cree usted?
    Me gusta mucho su trabajo y personalidad, pero estimo que se puede hacer poesía social de calidad hoy mismo, sin caer en lo panfletario.

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  6. Completamente de acuerdo en que se puede, hoy como ayer, hacer poesía social sin caer en lo panfletario (Blas de Otero cayó pocas veces).

    JLGM

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  7. Pues para ambientar un poco, aquí va uno de los pe poemas de Blas de Otero que tenemos incluido en zUmO dE pOeSíA. Y aunque obviamente habla de esa Europa destrozada por los nacionalismos, hago firme promesa de que no volveré a hablar de este asunto:

    Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
    con la sangre hasta el borde de la boca,
    voy avanzando
    lentamente,
    con la sangre hasta el borde de los labios
    algunas veces,
    voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre
    la tierra hundida en sangre,
    voy avanzando lentamente, hundiendo los brazos
    en sangre,
    algunas veces tragando sangre,
    voy sobre Europa
    como en la proa de un barco desmantelado
    que hace sangre,
    voy mirando, algunas veces,
    al cielo bajo,
    que refleja
    la luz de la sangre roja derramada,
    avanzo muy penosamente,
    hundidos los brazos en espesa sangre,
    es
    como una esperma roja represada,
    mis pies
    pisan sangre de hombres vivos
    muertos,
    cortados de repente, heridos súbitos,
    niños
    con el pequeño corazón volcado, voy
    sumido en sangre
    salida,
    algunas veces
    sube hasta los ojos y no me deja ver,
    no veo más que sangre,
    siempre sangre,
    sobre Europa no hay más que
    sangre.

    Traigo una rosa en sangre entre las manos
    ensangrentadas. Porque es que no hay más
    que sangre,

    y una horrorosa sed
    dando gritos en medio de la sangre

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  8. No había reparado en que, en el encabezamiento, figura 1975-1977 (breve período), en vez del correcto 1935. Que son 40, oiga.

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  9. Este Ladino es tan experto cazador de lapsus y erratas que me recuerda a un buen amigo y mejor poeta, José Cereijo.

    JLGM

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  10. No hay manera de que le respeten a uno el anonimato; este JLGM se aprovecha de su condición de excelente lector y buen conocedor de mi trabajo para arrancarme máscara tras máscara (y eso que le tengo pedido, por activa y por pasiva, que no lo haga). En fin, paciencia, máxime con los elogios que de paso me dedica. Pero que no hay manera con él: tendría que cambiar de estilo, y de hábitos, para que no me reconociera, y aun así veríamos. Qué malo es, qué malo.

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  11. Pues no era mi intención descubrir a nadie, sino elogiar a ambos.

    JLGM

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  12. Pues hay, me parece, otro desliz (no creo que intencionado, aunque lo mereciera), cuando se "gildebiedmiza" a Otero al principio del párrafo 9º. Por lo demás, sé de buena tinta que si esta edición ha llegado a buen puerto, y de buena manera (tres veces bueno, pues), también se debe a la paciencia editorial de Jordi Doce. Firmado: Lady No

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  13. Perdón por la irrupción y el cambio de tema, pero sospecho que se me disculpará: la cuestión es que ando buscando un poema, creo que de Leopardi, en el que aparecía el poeta mirando por una ventana, añorando la vida de aquel que se veía r andando libre por los caminos; el poeta intuía a su vez que aquel hombre anhelaría estar en lugar del poeta, en aquella ventana, al resguardo de aquella habitación, envuelto en esa luz doméstica. ¿Sabe alguien cómo se llama el poema?

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  14. Yo no lo sé. Pero resulta fácil encontrarlo hojeando una edición de los Cantos de Leopardi (son muy pocos).

    JLGM

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  15. La cuestión es que tengo la edición "exhaustiva" y exhausta de María de las Nieves Muñiz, y aunque he espigado aquí y allá no lo he visto. Seguiré buscando.

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  16. Ay, Ladino, sí qué es malo este hombre: yo ya sé la dedicatoria que le quiero hacer en mi próximo libro:
    "A JLGM, destructor de máscaras;
    con afecto".
    j

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  17. Ni JLGM descubrió a JC por ser un excelente lector ni Cereijo es tan mejor pota que amigo. Yo también reconocí al enmascarado al ver los comentarios de entradas anteriores y no por ello soy un excelente lector. Su prosa es muy personal. Y JLGM sabe que una caricia es la mejor manera de quitar una máscara. Pero ninguno de los dos es mal chico. La apuesta por la astucia es, en el fondo, señal de la más ingenua ingenuidad. Adolfo González.

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  18. Ay, cuánto semental bramando por estos lares.

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