sábado, 29 de agosto de 2015

La modernidad nubla la vista


La imaginación en la jaula
Javier Aparicio Maydeu
Cátedra. Madrid, 2015.

La modernidad nubla la vista a ciertos eruditos que parecen haberlo leído, o consultado, todo y no haberse enterado de nada. El caso más reciente es el de Javier Aparicio Maydeu, profesor titular, “con acreditación de catedrático”, en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, asesor de la agencia literaria Carmen Balcells durante quince años y desde hace otros tantos crítico literario del suplemento cultural de El País. Pocos estudiosos podían parecer a priori más preparados para ofrecernos un análisis de la creación contemporánea en estos tiempos de globalización e Internet.
            La imaginación en la jaula, Razones y estrategias de la creación coartada  pretende ser, según se nos dice en el prólogo, dos libros. El primero, “un estudio de los fenómenos sociales y tecnológicos que están alterando la visión tradicional del proceso creativo sustentado en conceptos como el de imaginación”; el segundo, “una reflexión en torno a cómo debemos considerar a partir de ahora esa misma imaginación, que seguramente será menos el resultado de una fantasía individual y más un complejo sistema de asociaciones de ideas, propias y ajenas, que den como resultado una respuesta del consumidor (puesto ante la encrucijada de tener que decidir entre asumir el riesgo de aprobar y sufragar una innovación volátil y asegurarse el rédito de una creación consolidada por la tradición)”. Esta última frase –que ejemplifica el peculiar estilo del autor– viene complementada por una extensa nota a pie de página, en la que se cita largamente a Zymunt Bauman y a Steven Johnson. Las notas y las citas ocupan más de la mitad del volumen. Hay páginas, como la 42 y la 43, con dos líneas de texto y el resto ocupado por las citas. Nos encontramos además con una apéndice final de notas complementarias. ¿Necesarias? Tan necesarias o innecesarias como el resto del libro, ya que no hay ninguna diferencia entre lo que el autor coloca en nota o lo que ocupa el cuerpo del libro. Una de las partes de la introducción lleva un título, “Comentarios (deslavazados y en el margen)”, que podría servir para el conjunto, todo él deslavazados apuntes en torno a unas innovaciones tecnológicas que no parecen haberse entendido, a pesar de la acumulación de información, o quizá por eso mismo..
            Abundan las generalizaciones: “La primera mitad del siglo XX se desangró en su denodado intento de conseguir a cualquier precio la originalidad a través de las vanguardias”. ¿Toda la primera mitad? ¿Y lo mismo en arte que en literatura? ¿El rechazo a la vanguardia ocurrió en la segunda mitad del siglo pasado o ya en los años veinte, con su regreso al orden, y en los treinta, con el arte comprometido?
            Hoy en día sería el mercado, y no la teoría literaria, “el que construye el laberíntico edificio de los géneros”. Los nuevos géneros los enumera Aparicio Maydeu con minuciosidad. Entre otros, se refiere a la fanfiction (“autores aficionados buscan expandir el mundo y situaciones mostradas en su material de base favorito, sea este una novela, anime, película, serie televisiva u otro”), que a su vez se subdivide en “angst”, “crossover”, “drabble”, “fluff”, etc. Copiamos textualmente la definición del subgénero “drabble”: “Un drabble es un relato que como tal no debe tener más de 100 palabras. Sin embargo, en esta definición se admiten ya escritos de entre 100 y 500/600 palabras. Aunque una viñeta es el término intermedio entre un drabble y un oneshot. Suelen ser de más de 500 palabras pero menos de 1000, dado que más de 1000 ya es considerado como el último mencionado”. ¿Queda claro? Lo que es un “oneshot” se explica unas líneas más abajo: “una historia única. Fanfics cortos, de más de 1000 palabras que duran un solo capítulo y no suelen tener continuación”.
            De semejantes nimiedades confusamente explicadas está lleno este libro. La posibilidad de la autoedición habría cambiado radicalmente la literatura, eliminando intermediarios. Ignora que la autoedición (las ediciones de autor) siempre ha sido posible y que los grandes grupos editoriales siguen tan presentes hoy como ayer, copando librerías, suplementos culturales, encabezando las listas de libros más vendidos. Arremete contra los manuales de autoayuda, que nos quieren hacer creer que todos somos creadores, incluso se entretiene en citar ampliamente a alguno y en burlarse de lo que dice, como si esas obras tuvieran alguna importancia a la hora de caracterizar al arte del siglo XXI frente al de otras épocas. Entremezcla vaguedades filosóficas (mucho Bauman y su “modernidad líquida”) con la crítica del “mercado actual”, caracterizado, entre otras cosas, por la globalización: “¿10.000 millas en avión para comprar los mismos libros? Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson en Berlín, Chicago, Shanghai y México. Menos deciden más para muchos más o de la disminución de la libertad creativa”. Un buen ejemplo esta última cita para comprender que, tras un asustante aparato bibliográfico y una ciclópea acumulación de citas, puede esconderse una cierta incapacidad para el razonamiento lógico. Algunas obras se traducen a las más diversas lenguas y tienen éxito en todos los países (a veces se trata de obras maestras y otras de perecederos best sellers), pero ¿se deduce de eso que haya que viajar diez mil millas en avión para comprar los mismos libros? Una cosa es que la novela de Larsson se puede comprar en distintos países y otra que un sueco viaje a Shangai, o un español a Chicago, para comprarla. Da un poco de reparo escribir estas obviedades, pero conviene decirlas para que el lector, o el profesor de teoría literaria, no se deje engañar por las apariencias.
            La imaginación en la jaula está abundantemente ilustrado, pero sus ilustraciones son tan prescindibles como todo lo demás: abundan las con frecuencia ilegibles “capturas de pantalla”  de páginas editoriales o de talleres literarios (bastaría indicar la dirección) y reproduce una “colección desordenada de manuscritos y pruebas de imprenta” (lo mismo podría tener diez páginas más que diez páginas menos) como un rastro nostálgico que contraponer a la época actual en que la tecnología permite al creador “no dejar ya huella alguna de sus tentativas fracasadas”. Ignora que los escritores de ahora, como los de antes, pueden tomar notas previas manuscritas, imprimir diversos borradores, corregir a mano las pruebas, poner indicaciones al margen. Como en tiempos de la máquina de escribir, o de la copia en limpio manuscrita para imprimir, el autor es libre de eliminar o conservar los borradores previos. No hay lugar para la nostalgia.
            La imaginación hoy no se encuentra más constreñida que en otras épocas ni la creación más coartada, que respire tranquilo Aparicio Maydeu. Los galeristas no condicionan más al pintor actual que los nobles que encargaban sus retratos al pintor renacentista.
            Mucho ruido y pocas nueces. Un ensordecedor barullo bibliográfico y pocas ideas aprovechables, por no decir ninguna.

2 comentarios:

  1. Lisandro Torreblanca30 de agosto de 2015, 17:54

    Que alguien con semejante empanada mental y tan romo de entendederas, que semejante experto en "pedantismo sofístico y desatinado", como diría Juan Pablo Forner (en sus geniales como tan poco leídas “Exequias de la lengua castellana"), tenga el currículum vitae que tiene y que puede leerse aquí:

    http://www.upf.edu/huma/es/directori/alfabetic/aparicio.html

    muestra hasta qué punto el mundo literario (universitario, editorial y periodístico) español es patéticamente mediocre.

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