sábado, 20 de febrero de 2016

¿Qué hay de nuevo en poesía?


Re-generación. Antología de poesía española (200-2015)
Selección de José Luis Morante
Valparaíso ediciones. Granada, 2016.

¿Juventud y novedad van siempre unidas? En literatura, en el arte en general, no siempre es así. Estéticamente se nace viejo y luego se vuelve uno joven, aunque no en todos los casos.
            Re-generación, la antología preparada por José Luis Morante, ejemplifica a la perfección lo que acabamos de decir. Incluye a poetas nacidos entre 1980 y 1993 que comenzaron a publicar ya en el siglo XXI: de 2002 son los primeros libros de Elena Medel y Javier Vela.
            Lo primero que llama la atención es que se trata de poetas escasamente rupturistas, muy respetuosos por lo general con sus maestros inmediatos. Fernando Valverde, el que inicia la antología, es un muy correcto epígono de Luis García Montero, de quien ha aprendido a entremezclar coloquialismo y audacia expresiva, denuncia y sentimentalidad. Los sonetos de Rodrigo Olay o Xaime Martínez continúan la estela de Luis Alberto de Cuenca. También cercano a él se encuentra el desenfado de Diego Álvarez Miguel, quien en “Enciendo la luz de la mesita” homenajea al postismo y a Carlos Edmundo de Ory.
            Quizá el poeta que ejemplifica mejor esta línea neotradicional es precisamente Rodrigo Olay, quien tras el brillante soneto a la manera de Luis Alberto de Cuenca publica un poema enumerativo muy en la línea de Miguel d’Ors. Él mismo ironiza sobre los reparos que pueden hacerse a esta línea suya, entre el pastiche y el homenaje, en una décima en que cita, por este orden, a Borges, d’Ors, Almuzara, Piquero, Luis Alberto, González, Botas, los Machado.
            No menos respetuosa con la tradición resulta la poesía de Javier Vela, en la que tampoco faltan los explícitos homenajes (reescribe el “Beatus ille” horaciano en “El usurero”), pero en quien ya encontramos una voz madura y personal.
            Notable resulta el culturalismo de Francisco José Martínez Morán, con su inevitable homenaje a Hopper, y el ejercicio de síntesis de su “Ceremonia pictórica”: “Desata la galerna, William Turner. / Retrata el equilibrio, Boticelli. / Viérteme en los pinceles, Claude Monet…”
            No faltan los poemas en los que se homenajea a escritores: Rubén Martín Díaz reescribe a un cuento de Borges (“Nuevo encuentro con Ulrica”) y José Alcaraz a Thomas Merton. Poetas culturalista, a veces con ironía (como en el caso de Aitor Francos), en los que raras veces sorprende algún desliz, como la relación de Valente con Lisboa (en un poema de María Alcantarilla) o el que Martha Asunción Alonso titule “Castilla” y lo convierta en un homenaje a Antonio Machado un poema que habla de Ponferrada.
            En esta línea de poetas cultos (en la tradición de la poesía meditativa se incluye Pablo Núñez) y de aplicados aprendices, a ratos un tanto ingenuos, disuena la poesía de Elvira Sastre, mucho menos literaria, más ligada al recitado en nocturnos locales alternativos (de ahí su gusto por la anáfora: véase su poema “Yo no quiero ser recuerdo”) y a la inmediatez panfletaria de la canción protesta: en “Un país de poetas” habla de “capitalismo devorador”, “una mujer con una pensión de mierda”, “el pueblo nunca miente”.
            Pablo Fidalgo Lareo, también hombre de teatro, se inclina por la poesía narrativa, mientras que Ben Clark ha aprendido de ciertos poetas de lengua inglesa (de los que es buen traductor) a evitar el verbalismo tan ligado a nuestra tradición. No lo consigue del todo Miguel Floriano, pero se agradece el espesor lingüístico de sus versos frente a la chatura expresiva de tantos otros.
            José Luis Morante comienza su sumaria introducción, de la que esperariamos un mayor rigor crítico y menos atenerse a la convencional glosa del currículum de cada poeta, con una referencia a “la profunda conexión entre el momento poético más reciente y la crecida digital”. No se nota demasiado esa conexión, a no ser que aluda a que Diego Álvarez Miguel titula un poeta “Google maps” y Javier Temprado Blanquer comente en otro que “lee las noticias en Internet”.
            ¿Supuso algún cambio el que la poesía pasara de difundirse mediante manuscritos (incluso tiempo después de inventarse la imprenta) a hacerlo de forma impresa? ¿Cambia el libro electrónico la manera de escribir novelas, un blog personal la manera de escribir poemas? José Luis Morante y los periodistas más apresurados parecen pensar que sí.  No entienden que “nativo digital” es solo una metáfora que no hay que tomar al pie de la letra: un recién nacido de hoy no está más adaptado al mundo digital que uno nacido hace cien años.
            Cambian los tiempos, la sociología influye en la poesía, como no podía ser de otra manera, pero la historia de la literatura tiene un ritmo distinto al de la historia general. La difusión, el impacto de unos pocos de estos jóvenes poetas (pensemos en Luna Miguel,, un nombre a tener muy en cuenta) no sería el mismo sin Internet, pero la mayoría de ellos habría escrito exactamente lo mismo sin ella, pero no (pienso ahora en uno de los poetas que más me interesan, Constantino Molina) sin la lectura de Alberto Caeiro o de Eloy Sánchez Rosillo.
           

            

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Un saludo entrañable, José Luis, y muchas gracias por ocuparte de Re-generación. Creo que es una selección representativa del ahora poético; en ella conviven continuidad y ruptura. También es nítida la conexión de estos poetas con lo digital, sin necesidad de que el antólogo explore esas conexiones binarias en el prólogo. Un placer percibir tu conocimiento de la nueva poesía. Un abrazo desde Rivas.

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    1. Internet, amigo Morante, ha dado nuevas alas a la poesía, facilitando su difusión. Pero no está tan claro que haya dejado su huella en la creación poética. Cuando Luis García Montero publica sus primeros libros no hay Internet ni teléfonos móviles; cuando lo hace Fernando Valverde, si. ¿Diferencia eso la manera de entender la poesía de maestro y discípulo? Yo creo que no. Y además, internet es cosa de todos. La mayoría de los poetas jóvenes que tú antologas (pienso, por ejemplo, en Constantino Molina) no está más presente en las redes digitales que el antólogo ya casi sesentón. Los viajeros del Inserso crean grupos de watsapp y "guasapean" como adolescentes.

      JLGM

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  3. La poesía está viva. Que su difusión o distribución sea cambiante, nada importa. Con palabras se construyen imágenes, sensaciones, universos...bellos, a pesar del tema. Y eso sigue y sigue. Afortunadamente.

    Un saludo

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  4. Interesante tanta gente joven entre ambas aguas.
    Bonita portada.

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  5. ¿Y por qué tantos inéditos, JLMM? No creo que tengan recorrido suficiente como para que estos valgan de por sí.

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