lunes, 20 de junio de 2016

Mujer, reivindicación, poesía



Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960)
Raquel Lanseros y Ana Merino
Visor. Madrid, 2016.

Las antologías poéticas vuelven a estar de moda, quizá nunca han dejado de estarlo. Antes de que los poetas tuvieran la costumbre de reunir sus poemas en libro, ya se recopilaban e antologías. La brevedad de la poesía lírica y la abundancia de cultivadores facilita y hace casi imprescindibles las selecciones de lo mejor de un autor, una generación, una época.
            “Toda antología es un error” afirmó Gerardo Diego y se ha repetido hasta la saciedad. Yo diría más bien lo contrario: pocas hay que no nos descubran, o redescubran, unos poemas que desconocíamos, algún nombre ignorado.
            En las casi mil páginas de Poesía soy yo, Raquel Lanseros y Ana Merino recorren todo el siglo XX y todos los países de lengua española, para reunir unos cuantos poemas memorables, junto a más de uno prescindible, escritos por poetas bien conocidas –de Delmira Agustini a Clara Janés– y por otras que no habíamos oído nunca nombrar, pero que anotamos de inmediato para buscar sus libros.
            Dicho esto, que es de justicia, habría que hacer algunas puntualizaciones. Unas tienen que ver con el carácter reivindicativo del volumen; otras, con la labor de las antólogas.
            El subtítulo resulta ambiguo. “Poetas en español del siglo XX (1886-1960)” no indica que se trata de una antología de mujeres poetas y las fechas que se indican son las de nacimiento de las autoras cuando se suelen utilizar las de la publicación de sus libros. Nadie entendería que una antología dedicada a los poetas del cincuenta llevara la indicación de “poesía española (1925-1938)”, que son las fechas de nacimiento de Ángel González y de Carlos Sahagún.
            Cada poeta seleccionada va precedida de una breve nota biobibliográfica, la mayor parte de las veces recopilada de algún repertorio (solapa o página Web) sin ninguna reelaboración ni intención crítica. No se olvida ningún premio, por menor que sea. Así, Isla Correyero “fue en 1999 finalista del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo”, ni ningún honor, por pintoresco que resulte: a Yolanda Bedregal “el Congreso de Bolivia le impuso la Condecoración Parlamentaria Nacional en el grado de Banderas de Oro”, y Angelina Gatell “en 2015 recibe homenajes en varios Institutos, Teatros, Bibliotecas y grupos poéticos de Vallecas”.
            Curiosa resulta la insistencia en enumerar bodas, divorcios y noviazgos de algunas autoras, algo que jamás ocurre cuando se presenta en unas pocas líneas a escritores. Las relaciones lésbicas, en cambio, resultan ignoradas, caso de Gabriela Mistral y Carmen Conde, o tratadas eufemísticamente: Alfonsa de la Torre “a la edad de 35 años decide retirarse a La Charca, un chalet modernista en Cuéllar, acompañada de su jovencísima amiga y secretaria Juana García Noreña, conocida por haber ganado en 1950 el premio Adonais. Ambas amigas cmparten una sólida, profunda y apasionada amistad hasta la muerte de Alfonsa”. Juana García Noreña es el pseudónimo con que José García Nieto firmó el libro Dama de soledad con el que obtuvo el Adonais un año en que él mismo formaba parte del jurado. La amante de Alfonsa de la Torre fue Ángeles de la Borbolla, que durante un tiempo fingió ser la autora del libro de Nieto. Nimiedades, banalidades, errores (se indica 1968 como fecha de publicación de Nueve novísimos) que nos indican la falta de un riguroso trabajo de edición.
            También el prólogo, que aúna el talante reivindicativo con erudición no siempre pertinente, habría necesitado una buena revisión. ¿Qué sentido tiene indicar, y ni siquiera en nota, sino en el propio texto, que “tanto las antologías de Hiperión como las de Torremozas contaron el apoyo de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación y Cultura, o Cultura, o Educación, Cultura y Deporte, dependiendo de la configuración política del ministerio en cada momento”?
            El bien intencionado carácter reivindicativo resulta comprensible, y hasta disculpable pero su efectividad resulta más que dudosa. No faltan quienes piensan que las antologías de poesía exclusivamente femenina, cuando no las hay de poesía “masculina”, contribuyen más a acentuar la discriminación que a atenuarla. Así parecen entenderlo poetas como Olvido García Valdés, Chantal Maillard o Francisca Aguirre, que se negaron a figurar en esta selección.
            La discriminación positiva, si no se aplica con sentido común, puede contribuir a crear nuevos guetos. ¿Ayudaría a las mujeres que se crearan unos premios Nobel exclusivamente para ellas? Resultarían ofensivos.
            No resulta ofensivo, en cambio señalar, que en la generación del 27 no hay ninguna mujer que esté a la altura de Lorca, Cernuda o Guillén, ni siquiera de Aleixandre. Pero no podría decirse lo mismo si lo que seleccionamos es la poesía actual, donde, en los autores principales, alternan hombre y mujeres. Los cambios sociales requieren su tiempo para manifestarse en la literatura.
            Pero lo que importa en esta monumental y descuidada (marca de la casa) antología es el espléndido puñado de poetas latinoamericanas desconocidas del lector español y el reencuentro con algunas, como Ángela Figuera o María Elvira Lacaci, que tuvieron su momento y hoy están olvidadas. 

6 comentarios:

  1. Ángela Figuera, no Figueras.

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  2. Nimiedades, banalidades, errores19 de junio de 2016, 0:40

    Ángela Figuera.

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    1. Qué leídos mis tocayos... Pues me ha gustado, y también María Elvira Lacaci. Tienen el encanto de Pilar de Valderrama, ¿sabes?

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  3. Me temo que la gran Delmira Agustini -cuya poesía llamó la atención de Unamuno y Rubén Darío- dista mucho aún de ser "bien conocida" en este país, donde el centenario de su asesinato tuvo muy escaso eco hace dos años.

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  4. Ya que estamos hablando de poesía femenina, no puedo resistir la tentación de compartir un poema que escribí sobre la reina Dido. La defiendo y critico al afamado Eneas. El estilo imita la famosa traducción de Espinosa Pólit. Ha de leerse lenta y monótonamente, a la manera borgiana. Dice así:

    Por su infausto amor lloraba la reina,
    desflorido el altar que, primoroso,
    a su primer marido fue erigiendo.
    Otro botín y otro terruño ansiaba
    el guerrero homicida; no llegado
    aquél que su dolor justificara,
    ¿adónde ir? ¿dónde posar los ojos?
    Nerviosa está la femenina corte,
    que de las violencias de amor no sabe:
    ciega erige la pira con engaños.

    ¡De la ciudad ya cae el estandarte!
    ¡Ha triunfado la sibilina treta!
    Tierra quemada es la fértil tierra.

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    1. Donde dice "desflorido" debe decir "marchitado". El poema se titula AENEAS.

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