viernes, 21 de diciembre de 2018

Escurriduras



Contestaciones
Rafael Cadenas
Visor. Madrid, 2018.

Decía Umbral, llevado por su fobia hacia los exiliados, que Francisco Ayala era la menor cantidad de escritor posible. ¿Es el poeta venezolano Rafael Cadenas la menor cantidad de poeta posible? No nos atreveríamos afirmarlo, aunque su poema más famoso, “Derrota”, no parece sino una variación de “Poema en línea recta”, del pessoano Álvaro de Campos.
            Lo que sí resulta difícil de desmentir es que Contestaciones, su último libro de poesía, es la menor cantidad de libro y de poesía posibles. Contiene un conjunto de fragmentos ajenos glosados o “contestados” por el autor. Alguna vez lo hace con un cierto ingenio. “Eros, gran cocinero del alma” escribió Meleagro. Y Cadenas responde: “A él también se le quema la comida”. Otro ejemplo, la réplica a Claes Anderson.  A su “No idealices el silencio, / hablar es oro”, le replica con “Sí. Pero a veces no de buena ley”. Un puñado de ocurrencias de este estilo –poco más de cuarenta– no dan para llenar un libro, todo lo más un artículo de no demasiada extensión.
            Pero es que además no abunda precisamente la ocurrencia feliz. Ya desde el inicio nos deja un tanto perplejos. Se copia –mal, al primer verso se le añade el título– un poema de Jank Erik Vold (“La alegría. La alegría es un / pájaro / invisible / que llega / y se va, llega y se va / volando”) y se añade: “Dejemos / que solo se vaya el pájaro”. ¿Qué quiere eso decir, que se vaya el pájaro y no la alegría? ¿Pero ese pájaro no representa a la alegría?
            Rafael Cadenas es un poeta de la oposición venezolana, crítico con el chavismo, enemigo del socialismo totalitario, defensor de la democracia bien entendida y así se muestra en algunos fragmentos de este libro. Da, sin embargo, la impresión de que su pensamiento político se ha quedado detenido hace medio siglo, o más. Uno de los dos fragmentos de Pablo Neruda que reproduce para glosar es el siguiente: “En el viejo Kremlin vive un hombre llamado / José Stalin. Tarde se apaga la luz / de su cuarto”. La respuesta de Cadenas parece escrita en prosa, aunque se distribuye como si fuera verso: “Es posible; necesita mantenerse ocupado / para olvidar sus incontables crímenes. / Una observación inoportuna: grandes poetas / como Neruda, Éluard, Aragón, / Guillén (Nicolás) lo apoyaron / y nunca pidieron perdón. / La Iglesia católica necesitó unos quinientos / años para hacerlo por las caridades de la / Inquisición. Ojalá la otra no espere tanto”.
            ¿No se ha enterado todavía Cadenas del discurso de Kruschev en 1956 denunciando los crímenes de Stalin? Neruda siguió siendo comunista, pero no estalinista y más de una vez se arrepintió de esos viejos poemas.
            Obviedad, banalidad, insignificancia: basta abrir el breve volumen por cualquier página para encontrar un ejemplo de ello. Y no le ayudan los textos epilogales, considerados como segunda parte del conjunto. El primero se titula “Las palabras van y vienen (entrevista a Andrés Boersner)” y no es una entrevista a Andrés Boersner, sino una breve entrevista de este a Cadenas. La primera pregunta comienza con una entradilla que ya nos pone sobre aviso del rigor conceptual del entrevistador: “Escritores como Borges, Steiner, Isaiah Berlin, Octavio Paz proyectaron su obra ulterior cada vez más hacia la oralidad. Esto en buena medida se debe al interés didáctico, a las posibilidades de acceso, síntesis, intercambio y a la rapidez que la comunicación oral ofrece”. ¿La obra “ulterior” –quiere decir “última”– de Borges y Paz se proyecta cada vez más hacia la oralidad? ¿No querrá eso simplemene decir que al final de su vida concedieron, dada su popularidad, muchas entrevistas? Solo cabe añadir que las respuestas –en esta prescindible entrevista– están a la altura de las preguntas.
            Leemos Contestaciones y pensamos en uno de los más impiadosos poemas satíricos de Ángel González, “Viejo poeta incontinente”, aunque se ajusta más a un poeta como Jorge Guillén, al Guillén de Final y de Y otros poemas (en quien parece estaba pensando el autor) que a un poeta de tan escueta obra como Rafael Cadenas.
            Quizá resultaría lo más piadoso, ante un libro como este, de un autor nacido en 1930, mirar para otro lado. Pero la crítica literaria no es una de las obras de misericordia. Y además Rafael Cadenas ha ido recibiendo sucesivamente esos grandes premios institucionales que de vez en cuando parecen concederse a la inane longevidad, cuando más inane mejor: el FIL y el FILCAR, el García Lorca, el Reina Sofía (y el Cervantes, muy probablemente, esté al caer).
            Algunos de los jaleados con esos grandes premios han realizado, hace años, una obra verdaderamente importante, pero la crítica suele elogiar lo mismo sus grandes obras que sus naderías prepóstumas. Una forma de engañar a los lectores o de demostrar, simplemente, que en poesía, como en el arte contemporáneo, es fácil dar gato por liebre. Contribuye no poco a la pequeña estafa que representan estas Contestaciones el retórico y acrítico prólogo de Luis García Montero.   

9 comentarios:

  1. Lo peor de la mala poesía es que desanima y expulsa a posibles lectores que, tropezando quizá por azar con libros como el reseñado, concluirán que no vale la pena leer poesía: que toda la poesía es así.

    Claro que esto podría decirse también de la mala novela o del relato mediocre, pero es que en poesía ya hay demasiado pocos lectores como para encima espantarlos con -como dice JLGM- "pequeñas estafas".

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  2. El rimero de libros sin leer que esperan en mi mesa es de tal magnitud que críticas como ésta son un alivio. Algo así como "menos mal, un libro que no tengo que leer". Pero repaso las últimas críticas de JLGM y veo que Visor no sale muy bien parado. Es sabido que Visor compite con Renacimiento. No se yo...

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  3. José Luis García Martín21 de diciembre de 2018, 17:29

    Hojee el libro, basta con eso, y verá si tengo razón o no.

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  4. Un tipo antichavista, con poemas más que interesantes.

    Un abrazo grande y felices navidades

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  5. Es comprensible que el crítico ejercite su criterio. Pero tampoco hubiera pasado nada si nos hubiera ahorrado este menudeo en lo inane. Sin acritud lo digo. También (médico de mí mismo) me lo podría haber ahorrado.

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    1. No estoy del todo de acuerdo, Alfredo. El libro lo firma un poeta con todos, o casi todos, lis premios institucionales y lleva un encomiástico prólogo del director del Cervantes. Decir lo que nadie más dirá,que el libro es una nadería, me parece una obligación. Los lectores merecen un respeto,

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  6. Tiene que haber al menos un crítico decente e independiente. ¡Uno al menos! García Martín: lo necesitamos.

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    1. Críticos decentes hay muchos, pero en lugares poco visibles para que no hagan daño a la industria ni a la vanidad de los grandes nombres.

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  7. Sin trampa ni cartón. Arrasa en la red. ese día el crítico (siempre objetivo) se puso un poco cítrico. Lo entiendo, se trataba de un gran nombre.

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