sábado, 21 de diciembre de 2019

Una grata conversación



Una leve exageración
Adam Zagajewski
Traducción de Anna Rubió y Jerzy Slawomirski
Acantilado. Barcelona, 2019.

Cuaderno de notas, diario sin fechas, memoria familiar, eso es el nuevo libro del poeta polaco Adam Zagajeswski, publicado originalmente en 2015, cuando el autor cumplía setenta años.
            “No lo voy a contar todo” advierte en la primera línea. El lector lo agradece y recuerda a Voltaire: “El secreto de aburrir es contarlo todo”.
            A veces, sin embargo, da la impresión de que cuenta demasiado, como cuando se refiere a las invitaciones a lecturas o festivales de poesía, a las estancias en residencias para escritores. La vida de un poeta de cierta fama internacional (Zagajewski dejó la Polonía comunista en 1982, luego se instaló en París y más tarde en Estados Unidos, antes de volver a su país en 2002) se parece mucho a la del errante Rilke de castillo en castillo, aunque los mecenas ahora sean institucionales y no caprichosas princesas.
            El libro tarda un poco en arrancar, si el lector tiene la costumbre, que en este tipo de obras no es una buena costumbre, de empezar por la primera página. Adam Zagajewski no es un prosista que busque se memorable sin interrupción y algunas de sus anotaciones resultan prescindibles. Mejor hojear y pasar de largo las anotaciones de menor interés, como por qué no escribe novelas o a la descalificación de las lecturas del metro.
            Interesan más las referencias a Lvov, su ciudad natal, que fue Polaca, que formó parte del Imperio Austro-Húngaro, que ahora pertenece a Ucrania. Y destaca el retrato que hace de su padre, que tuvo que abandonarla en 1945 para no volver más.
            Cuando el libro comienza, el progenitor ha perdido la memoria; su muerte se nos refiere en una de las últimas anotaciones. El intento de rescatar lo que fue su vida está en el origen de Una leve exageración. El título, por cierto, procede de la frase que dijo el padre, dedicado a las ciencias, al conocer uno de los poemas del hijo: “Es una leve exageración”. Zagajewski encuentra esas palabras “una buena definición de la poesía”.
            A la poesía y a los poetas se dedican abundantes páginas de este heteróclito cuaderno. Se copian en su integridad incluso algunos poemas –“La linda pelirroja” de Apollinaire, “El rey de Ásine” de Seferis– y se comentan brevemente. A la relación entre Seferis y Kavafis se dedican algunas páginas y están llenas de lucidez las observaciones sobre la poesía de este último.
            La música es otro de los protagonistas de Una leve exageración. Abundan las referencias a conciertos y a sus compositores favoritos. En una de las anotaciones se escucha, mientras conversa en una cafetería de París con Tzvetan Todorov, la voz “desenfadada, amigable y triste” de Billie Holiday.
            Las ciudades están muy presentes en el libro y entre ellas destaca París, ese París que no se acaba nunca, en palabras de Vila-Matas, y al que el autor llegó un poco a la aventura tras dejar atrás la Polonia comunista, menos como muestra de oposición al régimen que por unos motivos sentimentales que apenas si se insinúan.
            No fue fácil la instalación en el nuevo medio literario. Por dos veces nos cuenta el rechazo que sufrieron sus poemas porque estaban “contaminados de historia”. Para los poetas franceses del momento, un poema comprensible que hablara de un determinado tema “es simple periodismo poético”.
            Frente a París palidecen las otras ciudades evocadas, incluso Venecia, que aparece ampliamente en una conferencia que le solicitaron sobre la región del Veneto y que se incluye íntegra.
            No deslumbra Adam Zagajewski, rara vez alza la voz. Mejor que sus fragmentos de prosa poética –que los tiene–, aquellos otros en los que se aproxima a la narración y nos cuenta la historia de algún personaje de su familia o del noble polaco que inspiró la figura de Tadzio, el adolescente de Muerte en Venecia, o de su traductora italiana, Paola Malavasi, pronto desaparecida.
            Abundan las citas –Cioran, Julien Green, diaristas y poetas polacos no demasiado conocidos entre nosotros– y los comentarios de textos ajenos. Una leve exageración se lee como se escucha una educada, inteligente, a ratos algo borrosa, conversación.



2 comentarios:

  1. CONTEMPORANEIDAD

    Demasiados domingueros ha visto el siglo
    para digerir palabras de caramelo.
    Que los ángeles nos custodien
    y los poetas nos justifiquen.

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  2. Pues precisamente lo estoy leyendo esta temporada, José Luis, digo temporada porque tengo (creo que la mala) costumbre de leer varios libros a la vez y entonces voy más lenta en todos ellos. Además, este tipo de lectura la cojo y la dejo a ratos o a días, no sé por qué, la disfruto más así.
    Como siempre, una reseña interesante.
    (Aprovecho para dejarte aquí un Feliz 2020 :) )

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