Manuel Chaves Nogales
Diarios de la Segunda Guerra Mundial
1.
Desde
París
Edición de Yolanda Morató
El Paseo. Sevilla, 2025.
El caso de Manuel Chaves
Nogales es uno de los más curiosos de la historia de la literatura española.
Antes de la guerra civil, fue uno de los periodistas más conocidos y
apreciados. Al contrario que otros coetáneos, como César González Ruano, no se
limitó a colaborar, con excelente literatura, en los periódicos, sino que
también ideó y dirigió uno de ellos, aunque no figurara como tal en la
mancheta, Ahora, que tardaría en ser superado. Tras la guerra y su
temprana muerte, se le olvidaría, como a tantos, aunque no del todo: su Juan
Belmonte, matador de toros seguiría reeditándose y admirándose como la obra
maestra del género biográfico que sin duda es.
La resurrección de Chaves Nogales tuvo indudables razones
literarias, pero también otras ideológicas. El rescate de su libro de relatos, A
sangre y fuego, de 1937, en el que testimoniaba la barbarie en la zona
republicana y en la de los sublevados, tuvo como consecuencia que se viera en
él al más excelso representante de la tercera España. El prólogo a ese libro,
en el que justificaba su temprano abandono del país en guerra, fue considerado,
sobre todo a partir de las exégesis más apasionadas que precisas de Andrés
Trapiello en Las armas y las letras, como el mejor punto de partida para
superar la tradicional división entre las dos Españas.
Chaves Nogales, en las últimas décadas, se ha convertido
en un autor de éxito. Se reeditan una y otra vez sus obras fundamentales, entre
ellas esa prodigiosa novela-reportaje que es El maestro Juan Martínez que
estaba allí, también sus obras menores, y se rescatan sus cientos de
artículos dispersos. Todo ello es recibido con idéntico entusiasmo acrítico.
Chaves Nogales se ha convertido, para decirlo con las palabras que Leopoldo de
Luis aplicó a Antonio Machado, en ejemplo y lección, una figura emblemática por
encima del bien y del mal.
Le llega ahora el turno en las recopilaciones a las
crónicas que escribió a partir de septiembre de 1939, cuando Inglaterra y
Francia declararon la guerra a Alemania. En La agonía de Francia, podemos
leer: “Ayudaba a la guerra con todo mi entusiasmo. Cada día, un grupo numeroso
de periódicos americanos en lengua española publicaba mis crónicas redactadas
única y exclusivamente al servicio de la causa francesa; cada día la Radio
Francesa para España y América del Sur divulgaba mis comentarios inspirados en
las consignas directas del Quai d’Orsay”.
Esas crónicas son las que reúne ahora Yolanda Morató en Desde
París, el primero de los tres volúmenes que pretenden reunir todos sus
artículos escritos entre 1939 y 1944 con el título de Diarios de la Segunda
Guerra Mundial. El título resulta engañoso, lo mismo que la disposición
tipográfica con las fechas de publicación al comienzo de los artículos, como si
se tratara de un verdadero diario personal. Se explica así la extrañeza del
lector al comprobar que el primer texto, que lleva la fecha del 10 de
septiembre de 1939, no nos hable de la guerra, sino de que Alemania y Rusia han
firmado un pacto de no agresión. Es un artículo que se escribió en agosto, y
que sin duda se publicó entonces, aunque no se haya localizado esa primera
publicación y sí otra en una revista cubana de la fecha que indica la editora.
Pero
no voy a centrarme en los dislates de la edición de Yolanda Morató, que retraduce
muchos de estos artículos de la versión portuguesa para tratar de disimular lo
que pudiera ser una apropiación indebida de los hallazgos de otro investigador,
Abelardo Linares. Prefiero hacerlo en lo que nos desvelan sobre la figura del mitificado
y aún no del todo conocido autor, a quien no le agradaría mucho ver reunidas
estas colaboraciones suyas en los servicios de prensa y propaganda del gobierno
francés.
Lo que en ellos cuenta lo desmentiría casi palabra por
palabra en La agonía de Francia, un libro publicado en Montevideo en
1941 (y prácticamente desconocido hasta su rescate décadas después), pero
destinado a aparecer primero en inglés con el título de The Fall of France.
Es un libro destinado a hacerse valer ante sus nuevos empleadores, los
servicios de propaganda del gobierno inglés, y a denigrar a los anteriores, a quienes
tanto había mercenariamente defendido. Habla ahora “del ánimo ruin de los
soldades franceses, que se irritaban más contra sus aliados que contra el
enemigo mismo”. Y no deja en muy buen lugar al pueblo francés: “La revelación
más sorprendente y espantable del derrumbamiento de Francia ha sido la
indiferencia inhumana de las masas. Las ciudades no han tenido en ninguna otra
época de la historia una expresión tan ferozmente egoísta, tan limitada a la
satisfacción inmediata y estricta de los apetitos y las necesidades de cada
cual”.
Muy otra cosa es lo que se nos había contado en estas
crónicas que edita Yolanda Morató. En ellas se refiere a “la disciplina
ejemplar de la población civil” y abundan las loas al ejército francés.
¿Se fiaban los lectores americanos de estas crónicas de
Chaves Nogales o desconfiaban de ellas como suele hacerse con los textos
propagandísticos? Por lo que confesó en La agonía de Francia, él mismo
era consciente de sus mentiras cuando afirmaba cosas como que Francia estaba
preparada para resistir una guerra larga mientras que en Berlín se comenzaban a
sentir dificultades porque se prolongaba varios meses. Casi se podía ir
contraponiendo, párrafo o párrafo, lo que afirmaba antes del armisticio con lo
que escribió inmediatamente después.
“El pueblo civil muestra una disciplina tan rigurosa como
el militar” se titula la última de sus crónicas, publicada el 13 de junio,
varios días después de la huida del gobierno y un día antes de que los alemanes
entren en París. Él según nos cuenta va a la ópera, donde el público es el de
siempre, y cuando sale a la calle “París seguía su vida y su tráfico con
impasibilidad impresionante”. Algo muy distinto leemos en La agonía de
Francia: “El éxodo de un millón de parisienses en pos del gobierno y de los
funcionarios fue algo espantoso, inenarrable”.
No hacen un gran favor a Chaves Nogales estas crónicas
localizadas con benemérito empeño en distantes hemerotecas (se publicaron la
mayoría de ellas en diarios no digitalizados) por Abelardo Linares, aunque no
dejan de tener interés para el lector interesado en el día a día de la
historia, en los pequeños detalles que luego se borran en la interesada
memoria.
Pero
Chaves Nogales no solo fue difusor de la mentira oficial, tan dañina para los
intereses de Francia (Morir por cerrar los ojos tituló Max Aub su obra
teatral sobre esos hechos), también actuó de censor, según confesión propia en
ese libro, La agonía de Francia, tan elogiado como leído con poca
atención. a lo que parece: “Con la intención de conquistar al general Franco
con sus buenas maneras conservadores, estaba absolutamente prohibido mencionar
la palabra democracia en las emisiones de radio en lengua castellana. Se
daba el caso de que yo, personalmente yo, tenía que ejercer la censura sobre la
prosa excelsa de Giraudoux, que al ser traducida al castellano sufría una
trepanación en la que perdía invariablemente toda su sustancia democrática”.
La democracia de Francia, a la que él servía al parecer orgullosa y valerosamente, era “una democracia que ni siquiera se atrevía a decir su nombre”: “Las hondas y alquitaradas razones democráticas que tenía Francia para hacer la guerra eran solo razones nacionales y reaccionarias cuando las ondas las llevaban a la España de Franco”. Y él mismo –convertido en todo lo contrario de un verdadero periodista-- era el encargado de llevar a cabo esa metamorfosis.
Se diría, al menos yo lo digo, que las palabras de Chaves Nogales que más te convencen son justamente aquellas que crees poder utilizar contra el propio Chaves Nogales.
ResponderEliminarLos reparos que pones a los libros de los que te ocupas cada semana, cada vez más a menudo resultan ser de índole moral, no estética ni literaria. Lo tuyo sí que son “nuevas inquisiciones” y no las de Jorge Luis Borges.
No entiendo nada, Abelardo. Decir que un periodista no transmite información, sino propaganda oficial, ¿es de índole moral? Y que sus artículos, por la traducción del portugués o por lo que sea, están llenos de frases mal redactadas, ¿es también un juicio moral? Y no es malo hacer un juicio moral cuando son razones morales, más que literarias, las que han encumbrado a un defensor de la democracia frente a fascistas y comunistas.
ResponderEliminar¿"Duelo al sol 2"? ¿Continuará la controversia literaria? Esto se anima. En el caso Nogales a Abelardo, García Martín y el señor Bonilla se ha sumado don Andrés Trapiello. Sólo falta de Prada -por Nogales- y la editora del libro de la polémica que hasta donde yo sé no ha dicho ni este Chaves es mío.
ResponderEliminarEs un artículo extraordinario. Usted es como el buen maestro de escuela que despierta en sus alumnos el deseo de comprar un libro. Me ha dejado con enormes ganas de leer «La agonía de Francia», que, por supuesto, pienso adquirir esta misma tarde. Mi más sincera enhorabuena. Es una lástima que no esté en X (Twitter) para seguir de cerca todo lo que publique. Un cordial saludo @PerroCervantino
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