miércoles, 4 de junio de 2025

Lo que no se quiere saber de Chaves Nogales

 

Manuel Chaves Nogales
Diarios de la Segunda Guerra Mundial
1.      Desde París
Edición de Yolanda Morató
El Paseo. Sevilla, 2025.

El caso de Manuel Chaves Nogales es uno de los más curiosos de la historia de la literatura española. Antes de la guerra civil, fue uno de los periodistas más conocidos y apreciados. Al contrario que otros coetáneos, como César González Ruano, no se limitó a colaborar, con excelente literatura, en los periódicos, sino que también ideó y dirigió uno de ellos, aunque no figurara como tal en la mancheta, Ahora, que tardaría en ser superado. Tras la guerra y su temprana muerte, se le olvidaría, como a tantos, aunque no del todo: su Juan Belmonte, matador de toros seguiría reeditándose y admirándose como la obra maestra del género biográfico que sin duda es.

            La resurrección de Chaves Nogales tuvo indudables razones literarias, pero también otras ideológicas. El rescate de su libro de relatos, A sangre y fuego, de 1937, en el que testimoniaba la barbarie en la zona republicana y en la de los sublevados, tuvo como consecuencia que se viera en él al más excelso representante de la tercera España. El prólogo a ese libro, en el que justificaba su temprano abandono del país en guerra, fue considerado, sobre todo a partir de las exégesis más apasionadas que precisas de Andrés Trapiello en Las armas y las letras, como el mejor punto de partida para superar la tradicional división entre las dos Españas.

            Chaves Nogales, en las últimas décadas, se ha convertido en un autor de éxito. Se reeditan una y otra vez sus obras fundamentales, entre ellas esa prodigiosa novela-reportaje que es El maestro Juan Martínez que estaba allí, también sus obras menores, y se rescatan sus cientos de artículos dispersos. Todo ello es recibido con idéntico entusiasmo acrítico. Chaves Nogales se ha convertido, para decirlo con las palabras que Leopoldo de Luis aplicó a Antonio Machado, en ejemplo y lección, una figura emblemática por encima del bien y del mal.

            Le llega ahora el turno en las recopilaciones a las crónicas que escribió a partir de septiembre de 1939, cuando Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. En La agonía de Francia, podemos leer: “Ayudaba a la guerra con todo mi entusiasmo. Cada día, un grupo numeroso de periódicos americanos en lengua española publicaba mis crónicas redactadas única y exclusivamente al servicio de la causa francesa; cada día la Radio Francesa para España y América del Sur divulgaba mis comentarios inspirados en las consignas directas del Quai d’Orsay”.

            Esas crónicas son las que reúne ahora Yolanda Morató en Desde París, el primero de los tres volúmenes que pretenden reunir todos sus artículos escritos entre 1939 y 1944 con el título de Diarios de la Segunda Guerra Mundial. El título resulta engañoso, lo mismo que la disposición tipográfica con las fechas de publicación al comienzo de los artículos, como si se tratara de un verdadero diario personal. Se explica así la extrañeza del lector al comprobar que el primer texto, que lleva la fecha del 10 de septiembre de 1939, no nos hable de la guerra, sino de que Alemania y Rusia han firmado un pacto de no agresión. Es un artículo que se escribió en agosto, y que sin duda se publicó entonces, aunque no se haya localizado esa primera publicación y sí otra en una revista cubana de la fecha que indica la editora.

Pero no voy a centrarme en los dislates de la edición de Yolanda Morató, que retraduce muchos de estos artículos de la versión portuguesa para tratar de disimular lo que pudiera ser una apropiación indebida de los hallazgos de otro investigador, Abelardo Linares. Prefiero hacerlo en lo que nos desvelan sobre la figura del mitificado y aún no del todo conocido autor, a quien no le agradaría mucho ver reunidas estas colaboraciones suyas en los servicios de prensa y propaganda del gobierno francés.

            Lo que en ellos cuenta lo desmentiría casi palabra por palabra en La agonía de Francia, un libro publicado en Montevideo en 1941 (y prácticamente desconocido hasta su rescate décadas después), pero destinado a aparecer primero en inglés con el título de The Fall of France. Es un libro destinado a hacerse valer ante sus nuevos empleadores, los servicios de propaganda del gobierno inglés, y a denigrar a los anteriores, a quienes tanto había mercenariamente defendido. Habla ahora “del ánimo ruin de los soldades franceses, que se irritaban más contra sus aliados que contra el enemigo mismo”. Y no deja en muy buen lugar al pueblo francés: “La revelación más sorprendente y espantable del derrumbamiento de Francia ha sido la indiferencia inhumana de las masas. Las ciudades no han tenido en ninguna otra época de la historia una expresión tan ferozmente egoísta, tan limitada a la satisfacción inmediata y estricta de los apetitos y las necesidades de cada cual”.

            Muy otra cosa es lo que se nos había contado en estas crónicas que edita Yolanda Morató. En ellas se refiere a “la disciplina ejemplar de la población civil” y abundan las loas al ejército francés.

            ¿Se fiaban los lectores americanos de estas crónicas de Chaves Nogales o desconfiaban de ellas como suele hacerse con los textos propagandísticos? Por lo que confesó en La agonía de Francia, él mismo era consciente de sus mentiras cuando afirmaba cosas como que Francia estaba preparada para resistir una guerra larga mientras que en Berlín se comenzaban a sentir dificultades porque se prolongaba varios meses. Casi se podía ir contraponiendo, párrafo o párrafo, lo que afirmaba antes del armisticio con lo que escribió inmediatamente después.

            “El pueblo civil muestra una disciplina tan rigurosa como el militar” se titula la última de sus crónicas, publicada el 13 de junio, varios días después de la huida del gobierno y un día antes de que los alemanes entren en París. Él según nos cuenta va a la ópera, donde el público es el de siempre, y cuando sale a la calle “París seguía su vida y su tráfico con impasibilidad impresionante”. Algo muy distinto leemos en La agonía de Francia: “El éxodo de un millón de parisienses en pos del gobierno y de los funcionarios fue algo espantoso, inenarrable”.

            No hacen un gran favor a Chaves Nogales estas crónicas localizadas con benemérito empeño en distantes hemerotecas (se publicaron la mayoría de ellas en diarios no digitalizados) por Abelardo Linares, aunque no dejan de tener interés para el lector interesado en el día a día de la historia, en los pequeños detalles que luego se borran en la interesada memoria.

Pero Chaves Nogales no solo fue difusor de la mentira oficial, tan dañina para los intereses de Francia (Morir por cerrar los ojos tituló Max Aub su obra teatral sobre esos hechos), también actuó de censor, según confesión propia en ese libro, La agonía de Francia, tan elogiado como leído con poca atención. a lo que parece: “Con la intención de conquistar al general Franco con sus buenas maneras conservadores, estaba absolutamente prohibido mencionar la palabra democracia en las emisiones de radio en lengua castellana. Se daba el caso de que yo, personalmente yo, tenía que ejercer la censura sobre la prosa excelsa de Giraudoux, que al ser traducida al castellano sufría una trepanación en la que perdía invariablemente toda su sustancia democrática”.

La democracia de Francia, a la que él servía al parecer orgullosa y valerosamente, era “una democracia que ni siquiera se atrevía a decir su nombre”: “Las hondas y alquitaradas razones democráticas que tenía Francia para hacer la guerra eran solo razones nacionales y reaccionarias cuando las ondas las llevaban a la España de Franco”. Y él mismo –convertido en todo lo contrario de un verdadero periodista-- era el encargado de llevar a cabo esa metamorfosis.


 

 

4 comentarios:

  1. Se diría, al menos yo lo digo, que las palabras de Chaves Nogales que más te convencen son justamente aquellas que crees poder utilizar contra el propio Chaves Nogales.
    Los reparos que pones a los libros de los que te ocupas cada semana, cada vez más a menudo resultan ser de índole moral, no estética ni literaria. Lo tuyo sí que son “nuevas inquisiciones” y no las de Jorge Luis Borges.

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  2. No entiendo nada, Abelardo. Decir que un periodista no transmite información, sino propaganda oficial, ¿es de índole moral? Y que sus artículos, por la traducción del portugués o por lo que sea, están llenos de frases mal redactadas, ¿es también un juicio moral? Y no es malo hacer un juicio moral cuando son razones morales, más que literarias, las que han encumbrado a un defensor de la democracia frente a fascistas y comunistas.

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  3. ¿"Duelo al sol 2"? ¿Continuará la controversia literaria? Esto se anima. En el caso Nogales a Abelardo, García Martín y el señor Bonilla se ha sumado don Andrés Trapiello. Sólo falta de Prada -por Nogales- y la editora del libro de la polémica que hasta donde yo sé no ha dicho ni este Chaves es mío.

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  4. Es un artículo extraordinario. Usted es como el buen maestro de escuela que despierta en sus alumnos el deseo de comprar un libro. Me ha dejado con enormes ganas de leer «La agonía de Francia», que, por supuesto, pienso adquirir esta misma tarde. Mi más sincera enhorabuena. Es una lástima que no esté en X (Twitter) para seguir de cerca todo lo que publique. Un cordial saludo @PerroCervantino

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