miércoles, 23 de enero de 2019

Cristiano, caballero y español



Diario, I
José María Souvirón
Edición de Javier La Beira y Daniel Ramos López
Centro Cultural Generación del 27. Málaga, 2018.

José María Souvirón, malagueño de 1904, participó, junto a Manuel Altolaguirre, en las primeras aventuras de su generación, la del 27. De familia burguesa y conservadora, se sintió, por reacción, en su juventud próximo a la ideología anarquista y partícipe de las ilusiones republicanas. Cuando comenzó la guerra civil, vivía en Chile. Allí fue protagonista de una doble conversión: al catolicismo y al falangismo. En 1938, se vino a España a luchar junto a Franco. Por razones familiares al terminar la guerra, volvió a Chile, donde llevó a cabo una importante labor editorial. En 1953, vuelve a España y, poco después, comienza a escribir un diario que se ha mantenido inédito hasta la fecha.
            Se publican ahora los tres primeros cuadernos –de un total de doce– que abarcan desde finales de 1955 hasta mediados de 1958. Es una obra escrita con voluntad de estilo y con intención de que comience a publicarse después de su muerte. “Entre cinco o seis años después”, le indica a su sobrino en la carta en la que le deja en custodia los cuadernos manuscritos. Han pasado algunos años más (Souvirón murió en 1973), pero por fin podemos comenzar a leer lo que está destinado a ser una de las piezas capitales de la literatura autobiográfica española.
            José María Souvirón escribió poesía, novela, ensayo. Estaba muy al tanto de las literaturas inglesa y francesa. Conocía al dedillo la tradición de los grandes diaristas –de Pepys a Stendhal, de Léautaud a Gide– y era muy consciente de cómo quería el suyo: “Un diario tiene que ser variedad (en la unidad). Estados de ánimos, días nublados y claros, alacridad y fatiga, entusiasmo y desdén; si la transición de una nota a la del día siguiente parece demasiado violenta, es que ambas notas proceden de situaciones ‘correctivas’ entre sí” (p. 213).
            Este diario nos permite, entre otras muchas cosas, viajar al núcleo intelectual del franquismo. Los grandes amigos de Souvirón fueron Leopoldo Panero y Luis Rosales, con quienes se siente más a gusto que con los poetas de su generación. Como ellos, trabajó en las instituciones culturales del franquismo: director de Colegios Mayores, subdirector de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, funcionario del Instituto de Cultura Hispánica.
            Son los años en que comienza a aparecer la oposición desde dentro del Régimen y Souvirón se posiciona en contra de los Ridruejo y los Laín, traidores a sus primeros ideales. No es el único: “Luis Rosales se pone fuera de sí (¡y con cuánta razón!) al oír a Luis Felipe Vivanco asegurar que él (Luis Felipe) nunca ha sido falangista. ¡Es abismante! ¡Había que verlo en 1938 y 39, con sus botas, su camisa azul, exagerando el tono nazi (que, por fortuna, no arraigó en aquella falange bella de aquel tiempo), dando taconazos y yendo a Berlín a llevarle a Goebbels una capa de torero!” (p. 428).
            José María Souvirón, hombre de misa diaria y de comunión frecuente, es amigo de Dámaso Alonso, pero simpatiza poco con Vicente Aleixandre (“cada día me parece su poesía más pichafría y más cuento de hadas”, p. 126) y nada, como era de esperar, con Gabriel Celaya (“un rico dueño de industrias de San Sebastián que con las ganancias de su fábrica tiene tiempo de hacer poemas comunistas”, p. 157).
            Nadie es de una pieza y estas páginas nos muestran a Souvirón en toda su complejidad. Conmovedoras son las páginas que dedica a sus hijos ausentes, variadas sus notas de viaje, llenas de inteligencia las reflexiones literarias. Impresiona el poema que le lee –y él copia en su diario– el hijo de uno de sus amigos, un niño de apenas ocho años. “Me pregunto yo si muchos poetas mayores de hoy serán capaces de hacer un poema tan bellos como este” (p. 137). Ese niño se llamaba Leopoldo María y era hijo de Leopoldo Panero.
            Español sin complejos, hombre cultivado, católico a machamartillo, no oculta Souvirón lo que piensa de las mujeres, los homosexuales, los catalanes, los marroquíes, las culturas prehispánicas.
            “Chile es uno de los países donde las mujeres –de cierta clase social para arriba– son más bellas y elegantes. (La mujer del pueblo es allí fea, pero desde secretaria en adelante, hasta la plutocracia, no las hay mejores en otras naciones, y desde luego en Sudamérica)”, p. 119.
            “La perra –era mujer– que iba dentro del proyectil ruso ha muerto, dicen”, p. 305.
            “Vinieron a buscarme al hotel los poetas cordobeses Ricardo Molina, Julio Aumente y Vicente Núñez. (Son algo maricones los poetas en esta ciudad. Coincidencia curiosa, pero todos tienen esa indecisa, bien educada y repulsiva constitución”, p. 235.
            “Leo el libro de Luis Cernuda Estudios de poesía española contemporánea, que acaba de aparecer […] Libro sin duda de marica. Buen poeta, pero ¡tan marica! Con un venenillo feminoide que tiene su gracia puñetera” (p. 298).
            “Voy a desayunarme al coche-comedor. Frente a mí, una madre y una hija, catalanas, que hablan en un catalán cerrado, duro y ordinario […] La joven no es fea; trata de timarse conmigo, pero a mí me atrae más el paisaje, que no es cursi ni habla catalán” (p. 174).
            “En Ifni, los moros atacan a los españoles […] Traidorcillos una vez más esos moros. El Sultán Mohamed es un cabrón que, después de recibir las ‘atenciones’, dinero, cultura y civilización de Francia y España, después de haber aceptado recientes homenajes, fomenta ahora esta guerra […] Habrá que darles para el pelo a los moros, antes de entrar en trato con ellos… si es que se puede tratar con ellos” (pp. 310-311).
            Tras una conferencia sobre los quimbayas, del valle del Cauca, en la actual Colombia, escribe: “Interesante, sobre todo, para añadir un dato más a los beneficios de la llegada de los españoles. ¡Qué animales eran aquellas ‘culturas’! Antropófagas, mariconas, polígamas, de caciques comerciantes y explotadores, de un magicismo torpe y sádico… No me extraña que los españoles que no iban con espíritu misionero, los que iban a conquistar, arremetieran a espadazos contra aquellos pederastas…” (pp. 414-15).
            El azar, el “seguro azar” de Pedro Salinas, ha querido que el diario inédito de José María Souvirón se publique en el momento justo. Al margen de sus innegables valores literarios,  puede convertirse en referente ideológico de la nueva Andalucía, de la España sin complejos que se avecina.
             

3 comentarios:

  1. No lo conocía a este autor. Dejaste con ganas de tener el libro. Por lo que cuentas, curioso lo que se parece a ti, literariamente hablando.

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  2. Souvirón únicamente me sonaba. Pero habrá que acercarse al diario de este caballero sin tacha y tan facha. Y es que a menudo escritores admirables tienen unas ideas, políticas o de otro tipo, como para echar a correr sin mirar atrás. Escritores fachas apreciables hay unos cuantos en España. Desde la corte literaria de José Antonio hasta Juan Manuel de Prada o Trapiello, cuyas "ideas", por llamarlas de alguna manera, son un zurcido de tópicos del conservadurismo liberal más chismorreos varios que él hace pasar por "investigación histórica" inatacable, para pasmo de propios y extraños. Encima, con inquina contra los "eruditos." El estupendo estilo literario de Trapiello no puede esconder la pobreza intelectual de este escritor tan aficionado a sentar cátedra y tan obsesionado con los alfilerazos personales más banales. Y de muchos otros: Cela, Umbral, Vargas Llosa, el patético "liberal" del "Hola"; de ellos es imposible extraer una idea que vaya más allá del sopicaldo "centroderecha" o del simple exabrupto facha. Es llamativa esta falta de ideas de nuestros literatos de la derecha. Castizos al vacío. Y no siempre fue así. Yo recuerdo haber leído con admiracion ensayos impecables de Gonzalo Fernández de la Mora rechazando por completo sus ideas reaccionarias. Pero la inteligencia y el conocimiento de don Gonzalo se hacían presentes de manera indudable en sus libros. La otra tropa es hablar por hablar. También pasa en la izquierda, por supuesto.

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    1. Pues muy interesante lo que usted nos dice acerca de Gonzalo Fernández de la Mora, a quien Juan Pablo Fusi (conocido historiador, catedrático de su especialidad en la Complutense, y discípulo de Raymond Carr) define como el filósofo de los inmovilistas dentro del franquismo, y sigue explicando a su respecto que "bajo el seudónimo Diego Ramírez, lanzaba violentas diatribas contra el aperturismo y la democracia". A lo mejor es que usted comparte esas ideas, y por eso las encuentra tan elogiables. No es mi caso.

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