Pasos inciertos
Antología personal (1948-2014)
Claribel Alegría
Prólogo de Benjamín
Prado
Visor. Madrid, 2015.
Las redes sociales han vuelto a poner la poesía de moda. Han
surgido infinidad de nuevos poetas que se han hecho populares a través de ella
y que luego, en algunos casos, han llevado su popularidad al papel, vendiendo
de sus libros miles de ejemplares, algo inusitado en el género. Los poetas y
los críticos tradicionales –también de la tradición de la vanguardia– ponen el
grito en el cielo y afirman que eso no es poesía, sino banalidad y desahogo
sentimental.
Claribel
Alegría no es poeta de Twitter ni su nombre es un pseudónimo, aunque lo
parezca. Nacida en 1924, lleva publicando poesía desde hace más de medio siglo
(su último libro, Voces, apareció
cuando ya había cumplido los noventa años) y muchos de sus versos podrian
circular por la red como escritos por un Marwan o una Elvira Sastre para
satisfacer el romanticismo postmoderno de los nativos digitales: “Todos los que
amo / están en ti / y tú / en todo lo que amo”. Pasos inciertos nos ofrece una amplia selección de su obra con
prólogo de otro poeta emocionante y preciso, Benjamín Prado.
La poesía
siempre ha gustado de volar fuera del libro. Nació unida a la música, para ser
recitada, para quedarse en la memoria. El libro solo es para ella un almacén,
un lugar de reposo, una manera de viajar segura, a salvo de olvidos y
variantes, en el tiempo y en el espacio.
Pero
pronto, junto a la poesía fundamentalmente oral, surgió otra para leer y releer
en voz baja, poesía erudita, llena de alusiones y elusiones, que necesita del
comentario crítico para florecer plenamente en el lector. Bertold Brecht por un
lado y Paul Celan por otro, para decirlo con dos nombres de la literatura
alemana. O el José Ángel Valente de El
fulgor y el Ángel González de Prosemas
o menos, para ejemplificarlo con poetas españoles.
Los poemas
que viajan en las redes sociales van en busca del lector común, no del especialista
en literatura, tratan de los temas de siempre y no le temen al sentimentalismo.
Uno de los poemas últimos de Claribel Alegría se titula “Mi gata”: “Cómo
envidio a mi gata / que no sufre de insomnio / sobre el sofá se duerme / sobre
el piso / si la despierta un ruido / abre apenas los ojos / y los vuelve a
cerrar”. Nos imaginamos el éxito inmediato de este poema en youtube con las
imágenes de la gata ronroneando.
Claribel
Alegría, nacida en El Salvador, de familia nicaragüense, gusta del lenguaje directo
y coloquial, tan aparentemente fácil, tan difícil de conseguir en poesía sin
que se contagie de banalidad. Estudió en Estados Unidos y allí tuvo como mentor
a Juan Ramón Jiménez, quien la ayudó a preparar su primer libro, Anillo de silencio (1948). Pero la obra
de Claribel Alegría no comienza a interesarnos hasta que deja atrás los
presupuestos de la poesía pura juanramoniana, de la poesía despojada de
anécdota, y se hace confesional y realista. Huésped
de mi tiempo se titula uno de sus libros; “Documental”, uno de sus poemas.
La realidad latinoamericana está en sus versos con verdad, sin esquematismos. A
Roque Dalton, el poeta asesinado por sus propios correligionarios guerrilleros,
se le dedican varios textos, entre ellos una de las prosas autobiográficas de Luisa en el país de la realidad. También
gusta de recurrir a la ironía, como en al poema “Desilusión”, sobre la
inutilidad de la violencia: “Ametrallé turistas / por la liberación / de
Palestina. / Masacré católicos / por la independencia de Irlanda. / Envenené
aborígenes / en las selvas amazónicas / para abrirle camino / a la urbanización
/ y a progreso. / Asesiné a Sandino, / a Jesús, / a Martí. / Exterminé Mai-Le /
para bien de la democracia. / De nada me ha servido; / a pesar de todos mis
esfuerzos / el mundo sigue igual”.
Claribel
Alegría es maestra en el poema breve y también en el de cierta extensión.
Algunos de sus mejores poemas forman una especie de libro de familia. “Raíz
madre” es quizá el mejor de todos ellos. Pocas veces una relación de amor odio
(“Eres la anaconda / que me va a tragar / la anaconda que ondea / sus escamas
jaspeadas / con la mirada fija / sobre
mí”, le dice a la madre) está descrita con tanta minuciosa verdad.
Engaña la
apariencia directa de los versos de Claribel Alegría. Hay en ellos geografía e
historia, la torturada peripecia del siglo XX, y también una muy personal
recreación de la mitología y de la historia de la cultura. Fedra y Prometeo,
Dafne y Selene protagonizan algunos de sus poemas. Pero no hay en ellos arqueología
ni distanciamiento. Son otra manera de decirse, de decirnos: “Duerme / duerme,
Endimión / no quiero despertarte / con mis besos / déjame que te mire / déjame
que te narre / mi odisea / tus ojos medio abiertos / se extravían / y yo sé que
me escuchas”.
¿El medio
es el mensaje, como quería McLuhan? ¿Han creado las redes sociales un nuevo
tipo de poesía? Parece que no, y Claribel Alegría, como tantos poetas que
escribían para ellas antes de que se inventaran, lo demuestra (“Quiero ser todo
en el amor / el amante / la amada / el vértigo / la brisa / el agua que refleja
/ y esa nube blanca / vaporosa /
indecisa / que nos cubre un instante”). Solo ayudan a que la poesía llegue mejor a los
lectores habituales y a que encuentre nuevos lectores en quienes no tenían
costumbre de acercarse a ella
El gato juega conmigo en la escalera,
ResponderEliminarla fría escalera de la casa nueva.
La casa muerta.
El gato muerto.
El olor a nada de la casa,
recuerdo de la nada.
¡Pero tantos recuerdos de nada!
Recuerdos que no son de nadie,
sino del animal a la intemperie que busca cobijo.
Aterrados de nosotros mismos,
buscamos desconocernos en los otros
y clamamos al Dios ausente
para que se digne a mirarnos.
© María Taibo